Mis Aventuras (III)
La historia del primer trimestre.
La segunda parte se encuentra aquí: https://www.todorelatos.com/relato/160933/
Ese día no pude dormir nada. Estaba muy nervioso y, cada vez que conseguía relajar un poco los músculos, mi cerebro volvía a recordar esa boca y esas piernas y me descentraba pensando en lo que podría hacer. Estaba claro el plan de acción, ambas querían estar conmigo seguramente por lo que les dijo Borja, pero tenía que ir con cuidado porque no lo habían expresado mientras estaban juntas; de hecho, habían intentado evitar la situación. Un trío… Ojalá un trío…
La mañana siguiente me levanté casi sin tener que escuchar el despertador. A la que sonó el primer ring ya estaba incorporado y mi cerebro pensaba en esas dos chicas que se sentarían delante en clase. Me duché, desayuné y me dirigí al instituto. Andando empecé a pensar en que, seguramente, me preguntarían sobre como había ido. Pensé en desmentirlo todo, y así lo decidí los primeros minutos, plan que empezó a desmoronarse cuando reflexioné sobre las posibles consecuencias que podía tener.
Fer dijo que era un poco guarra, y la verdad es que lo había demostrado, y tampoco querría ser yo el único tío que queda con esa chica y no hace nada. Sería el primo del instituto, el paradito que no consigue nada, y ya tuve suficiente los cuatro años anteriores.
Entré en clase justo a tiempo, la puerta ya se estaba cerrando, y me senté al lado de Borja. Noté algunas miradas, pero sólo tuve ojos para las dos chicas que se sentaban delante, que me miraron al pasar. Erika desvió la mirada rápidamente; Sandra la mantuvo, pero sus ojos mostraban pasividad. Me extrañó, pero al sentarme escuché que le comentó a Erika que había ido a dormir bastante tarde, así que supuse que era del sueño.
Las clases pasaron bastante poco a poco, los profes aún nos estaban introduciendo al bachillerato y la verdad es que no presté mucha atención. A tercera hora, antes del recreo, acusé la falta de horas de sueño y casi me dormí. Sonó el timbre y pude salir a que me diera un poco el aire.
A la que llegué a la puerta del bar ya se apelotonó el grupito de Borja a mi alrededor. Parecían hienas, no dijeron nada, pero parecía que esperasen declaraciones. No dije nada y pasados unos segundos de incertidumbre Fer preguntó:
Bueno, cuenta. ¿Qué pasó ayer?
Pues nada, hicimos una redacción de inglés y no mucho más, la verdad. – Mi voz temblaba un poco. Había chicos y chicas a mi alrededor, unos ocho, y no estaba acostumbrado a tanto público. – Son simpáticas.
Todos me miraron con cara extrañada. Empezaron a hacer preguntas. “¿De qué hablasteis?”, “¿A qué hora te fuiste de ahí?”, “¿Seguro que no nos quieres contar nada…?”. Sorteé las preguntas como pude y me fui a la fuente, un poco agobiado.
Me di cuenta de que había parecido un tonto integral. Fui a casa de dos chicas y no hice nada con ninguna de ellas. Ni tan sólo había tonteado, o eso les había hecho creer, y eso me dejaba en mala posición, un poco. Vi que Aitor, uno del grupo, vino hacia la fuente. Pelo rizado y cara de malo de Toy Story, era un poco hiperactivo y vino buscando algunas respuestas.
- ¿De verdad? ¿Sólo eso? No me lo creo. No me lo creo. No me lo puedo creer. ¿Ni tan sólo les miraste las tetas? Seguro que sí, si son enormes, las de las dos. – Estaba casi dando vueltas a la fuente mientras yo bebía agua y me mojaba un poco la cabeza, disimulando torpeza. – Confiesa anda, seguro que alguna dijo algo. Alguna cosa te dirían, aunque sólo fuese Sandra. Todo el mundo sabe como es, insinuó algo y seguro que no te diste ni cuenta.
Me estaba poniendo un poco más nervioso de lo que ya estaba, así que levanté la mano y, al terminar de tragar, le dije.
- Vale, pero no se lo digas a nadie, no quiero que ninguna de las dos se enfade conmigo. – Me sequé el agua de la barbilla con la manga. – Sandra me dijo que me quería ver la polla mientras Erika estaba abajo con su madre. No nos dio tiempo a hacer nada porque subió rápido, pero seguro que algo habríamos hecho.
Asintió y se fue disparado hacia la pista de futbol. No me dio buena espina, pero ya lo había visto ayer y sabía que no podía parar quieto. Me dirigí a la puerta del bar y estuve un rato con los otros. En ese rato me relajé y me olvidé, un poco, de lo que había dicho.
Volvimos a clase y las tres horas siguientes fueron igual de mortales. Vi que algunos compañeros se pasaron notas, en especial Fer y Aitor, que eran los dos que se sentaban detrás y armaban más follón, pero no me llegó ninguna. Me volvió a dar mala espina, pero tampoco quería agobiarme porque era nuevo y no sabía si esas actitudes eran normales. Sonó el timbre y salimos.
Mientras estaba en la taquilla Sandra pasó por mi lado. Me dijo que quería hablar conmigo y que, en vez de ir directamente a la salida, pasase por el recreo. Hice como me pidió y me la encontré apoyada en una mesa de pingpong. Su cara era seria. Me acerqué poco a poco, con un poco de miedo. No quería creer lo que creía, pero era lo más factible.
- Eres un imbécil, ¿lo sabes? – No se inmutó. Su tono de voz fue plano. – Un bocazas. Aunque no contases todo lo que pasó me has dejado como una guarra. No te conocía y no pensaba que fueses tan cabrón.
Pensé que la fama no le venía por mí, pero me sentí mal porque había hecho daño a otra persona desviando los ataques que había recibido yo.
¿Quién te ha dicho nada? Me han preguntado en la puerta del bar qué paso y les he contado que estuvimos estudiando, nada más. – Dije.
¿No has dicho que te quería ver la polla? – Preguntó sonrojada.
Bueno, eso sí, pero ya está. – Cedí y entendí que había perdido toda la razón.
Pues eso, eres un gilipollas. No vales tanto la pena, sólo tienes una cosa y seguro que no es para tanto. – Se levantó y me dio un golpe con el brazo. Era más alta que yo; no me esperaba ese golpe y retrocedí un paso.
Se fue cabizbaja y a una velocidad bastante alta. Seguí el mismo camino que ella y, al salir del insti, me fui sólo, cabizbajo también, y reflexionando. A la que había solucionado un problema me salía otro por gilipollas. Llegué a casa, comí muy poco y me fui a correr.
Las semanas siguientes me di cuenta de la repercusión de mis acciones. Por lo que entendí de cómo eran las dinámicas de la clase, Sandra era la chica más atrevida y Erika estaba a su lado. Era bastante independiente pero siempre iban juntas. Había varios grupos, pero el más numeroso era el de Borja, grupo en el que encajé y cada vez me sentía más cómodo. Fer y Aitor eran los más liantes, y Borja se les unía de vez en cuando. Al lado de nuestra mesa se sentaban Carlos y López, que se llamaba Anastasio de nombre y López de apellido. Eran más calmados y bastante aplicados, aunque me Borja me explicó alguna historia de Carlos que tela.
En ese mismo grupo había varias chicas. En nuestra clase estaban Alba, Eva y Dana, que habían ido siempre juntas a clase y eran mejores amigas. Alba salía con Borja, Eva con un chico que conoció en la playa, y que veía bastante poco, y Dana con un chico un año mayor que nosotros, aunque llegué a la conclusión que le gustaba Fer porque siempre estaba enganchada a él en el bar.
Sandra y Erika se cambiaron de sitio y delante nuestro llegaron Berta y Carla. Berta era una chica bajita y de mejillas abultadas muy amiga de Eva y algunas veces se venía a la puerta del bar a charlar. Carla, por otro lado, era un poco más alta, muy morena y muy extrovertida y se pasaba todo el rato que podía girada, hablando con nosotros.
Un lunes llegó Borja bastante acelerado. Iba despeinado y al entrar miró hacia Alba con una sonrisa. Yo estaba sentado en la silla, hablando con Carla, y vi que andaba hacia nuestro pupitre con la cabeza girada casi 180º. Alba desvió la mirada rápidamente hacia el estuche. Entró el profesor y, detrás, se cerró la puerta.
A la hora del patio le pregunté qué le pasaba. Dijo que nada, y, mirándonos a Marco, un amigo del grupo, y a mí, hizo un gesto con la cabeza hacia la fuente. Le seguimos y bebió un poco de agua. Se sentó en la barandilla y nos dijo:
El sábado fui a dormir a casa de Alba. Fuimos a cenar al chino, nos vendieron cervezas para cenar y se le subió un poco a la cabeza. – Sonrió un poco. – Me dijo que me podía quedar a dormir si no hacía mucho ruido porque sus padres se levantaban temprano domingo. Fuimos a su casa y, aprovechando, que ya estaban durmiendo, entramos en su habitación.
¿Estaba su hermana? – Preguntó Marco.
Sí, “durmiendo”. – Dijo Borja haciendo las comillas con los dedos.
¿Cómo lo sabes? – Pregunté yo.
Porque duermen en la misma habitación. – Contestó.
Ah, ostras. – Me quedé un poco sorprendido que se quedase a dormir en la misma habitación siendo dos hermanas. - ¿La había avisado?
Supongo que no, la verdad es que no lo sé. El hecho es que nos tiramos en su cama, sin hacer mucho ruido, y nos pusimos en posición de dormir. Su hermana estaba respirando profundamente, parecía que no estaba despierta, y Alba se giró dándome el culo. Ni tan siquiera nos habíamos liado y, aunque estaba un poco molesto, la abracé. Empezó a mover el culo rozándose con mi polla, así que se me despertó. No sabía si lo hacía a posta o no, o si lo notaba, pero puse una mano en su cintura y, como dormido, empecé a moverla hacia arriba.
Marco, que como público era bastante fácil, se encontraba completamente absorbido por la historia y asentía con una media sonrisa bobalicona.
- Se me empalmó del todo y me di cuenta de que sí que lo notaba, así que saqué un poco la cadera hacia ella y ella se incorporó un poco hacia arriba. Me había quedado justo en el agujero de su culo y, aunque llevaba los calzoncillos puestos, me apretaba mucho de placer. Noté que empezaba a murmurar bajito, así que subí la mano hacia arriba y toqué su teta. No hizo ningún gesto con las manos ni nada y continuó moviendo el culo, así que empecé a tocarla más.
Hizo un gesto con los dedos, como apretando. Los dos nos habíamos sentado delante de él. Se oían ruidos a nuestro alrededor, chillidos, pero pasábamos de todo.
- Los murmullos se hacían cada vez más fuertes. Yo tocaba su pecho con más ganas y con más fuerza. El roce estaba haciendo ya un poco de ruido y me pareció oír un sonido que salía de la cama de su hermana. Paré un poco, pero ella continuó, así que le cogí un pezón y empecé a retorcerlo. Hizo un gemido y movió su brazo. Seguí así un ratito y noté que su brazo se movía. Paré de tocarle el pezón y me dirigí a su brazo. Vibraba.
Marco abrió la boca.
- Noté que lo movía aposta, así que seguí la trayectoria y noté que su mano estaba en su coño. ¡Se estaba tocando!
Paró un momento porque pasó uno de los pequeños corriendo por delante. Siguió.
- La “saque” de dónde la tenía y le hice darse media vuelta. No dijo nada y me miró, sonriendo, pero en completo silencio. Le cogí la mano, la aparté y empecé a tocar con la mía. Estaba mojadísima, nunca lo había estado tanto. Me fue muy sencillo tocárselo, parecía que estaba bañándola con aceite. Empecé con dos dedos, pero terminé tocándola con la mano entera, casi con la palma y todo. Su espalda se arqueaba y ya no disimulaba nada, hacíamos bastante ruido, la verdad. No paré, pero levanté un poco la cabeza para comprobar que su hermana continuaba durmiendo. Estaba de espaldas, así que parecía que no se había dado cuenta.
Hizo un gesto con los brazos de continuación.
Lo bueno fue que no tardó mucho en correrse. Pero se corrió de verdad, como yo, en plan por fuera.
¿Cómo por fuera? – Pregunté.
Pues eso, como una corrida de tío. Parecía que se meara, pero olía a flujo que te cagas.
Me sorprendí. No sabía que las chicas se corrían y, a suponer por la cara de Marco, él tampoco.
Cuanto más se corría más cachondo me ponía. La tocaba con la mano y notaba líquido saliendo a presión y chocándose con mis dedos. Mi mano quedó completamente mojada y noté que los pantalones de su pijama también. Resbalaba como si estuviese patinando por su chocho y cuando hube parado de tocar me dijo “Ven”. Se levantó y se dirigió hacia el baño que compartían, que quedaba pasada la cama de su hermana. Nos levantamos y fuimos al baño de puntillas. Al pasar cerca de la cama de su hermana se movió, pero, estaba con los ojos cerrados y con una cara de estar en el séptimo cielo que no se la aguantaba. Dejé la puerta entornada y me sentó en el váter. Abrió un armario que había debajo de la pica y cogió un condón. Me lo puso, se sacó los pantalones del pijama y se sentó encima de mi polla.
¿Los dejó tirados ahí? – Preguntó Marco.
No, estaban muy mojados. Los dejó para lavar. – Dijo como pasando rápido de la pregunta. - Bueno, pues lo terminamos haciendo encima de la taza del váter. Alba votaba encima de mí y con lo mojada que estaba entraba sola, resbalaba y todo el calor traspasaba el condón. Fue una pasada, parecía que lo hacíamos a pelo. Me sentía como en una peli porno.
Qué noche más completa. – Reflexioné en voz alta.
Si lo bueno fue que la puerta no estaba cerrada del todo. Se abrió un poquito…
Los dos reaccionamos como un conejo sorprendido por una luz.
¡¿Os pilló?! – Levantó la voz Marco.
No, bueno, no se levantó. – Dijo Borja con una sonrisa triunfal. – Pero vi que nos estaba mirando. No dijo nada, pero vi que abrió los ojos. Alba votaba haciendo bastante ruido y su hermana me miraba con los ojos bien abiertos. Estaba de lado, tapada por la manta, y me imaginé que estaba tocando. Me corrí mirándola, como si fuese un gol y ella la espectadora con la que lo celebro. Mientras me corría Alba se tocaba y empezó a correrse encima de mí también. Se apoyaba con una mano encima de mi rodilla mientras arqueaba la espalda hacia atrás. Su corrida salpicó hacia arriba y me dejó todo mojado, hasta la barbilla. Cuando terminó, con las calmas porque se continuaba tocando y continuaba saliendo un poco de flujo, se levantó. Me quité el condón, lo tiré en la papelera y nos tiramos en la cama cambiando el lado.
¿No os duchasteis? – Preguntó Marco.
No, tal cual, mojados de su flujito. – Dijo sonriendo. Sonó el timbre que indicaba la hora de volver a clase. – Oí un gemido que venía del lado contrario de Alba, pero me estaba quedando dormido y no escuché nada más.
Nos levantamos y fuimos hacia clase. Me pasé el resto de la clase embobado. Ni siquiera miré a Carla, que, como de costumbre, estaba girada dándonos conversación, en este caso a Borja. Estuve tres horas imaginando la cara de Alba mientras Borja la tocaba. No me la había imaginado nunca así, aunque es verdad que parece bastante abierta una vez se la conoce y sonríe bastante, pero de ahí a imaginarla cachonda y corriéndose hay un buen trecho.
Terminaron las clases y volví andando a casa. Mentalmente estuve haciendo un repaso a su cuerpo. Recordé las camisetas que llevaba en verano, me imaginé como debía tener los pechos por la curva que se marcaba en la camiseta entre su barriga y sus pechos, y también el culo en pompa, bastante más fácil de adivinar gracias a los tejanos que siempre llevaba arrapados y que marcaban sobremanera la figura de cada nalga. Me imaginaba apretando ese culo respingón y dándole azotes hasta que quedasen mis dedos marcados en rojo mientras una sinfonía de gemidos me incitaba a continuar.
Me pasé lo que quedaba de trimestre, hasta navidades, masturbándome pensando en ella.