Mis aventuras con Guillermo

Hola a todos, mi nombre digamos que es verónica (me siento más a gusto con un seudónimo que con mi nombre real) soy venezolana y tengo 19 años. Lo que estoy punto de contar es una historia de las muchas que me han sucedido a lo largo de mi corta pero muy interesante vida.

Hola a todos, mi nombre digamos que es verónica (me siento más a gusto con un seudónimo que con mi nombre real) soy venezolana y tengo 19 años. Lo que estoy  punto de contar es una historia de las muchas que me han sucedido a lo largo de mi corta pero muy interesante vida.

Vivo en Venezuela, un país en crisis en donde prácticamente el sueldo mínimo no alcanza ni para comprar comida para dos días. La mayoría de las empresas y negocios entienden la situación y suelen dar un sueldo mínimo un poco más que lo estipulado por la ley. Aun así, apenas alcanza para sobrevivir.

Por ende todo venezolano tiene un trabajo fijo y un “rebusque” que, juntos, le permitan generar ingresos de los cuales pueda vivir un poco mejor. Como en mi caso.

Yo nací en el seno de una familia que nunca tuvo muchos lujos aunque tampoco rayábamos en lo realmente pobre. Mis padres, mi hermano mayor, luego estoy yo, y por ultimo mis hermanas menores. Siempre tuvimos los necesario, sin lujos, pero lo básico. Sin embargo al comienzo de la crisis, al subir el costo de vida, comenzaron los problemas. El sueldo de mis padres no alcanzaba, mi hermano debió dejar la universidad y comenzar a trabajar y aun así apenas si podíamos comer tres veces por día.  Ni hablar de comprar ropa interior o simplemente ropa, algún dulce o un helado. Todo era estrictamente para la comida. Así pues debí dejar de estudiar también y comenzar a trabajar apenas me gradué de la secundaria.

Soy una mujer hermosa, a ver, en ese momento tal vez por la falta de buen alimento no tenía el mejor cuerpo. Estaba muy delgada pero siempre he tenido dos características que he considerado importantes incluso más que un cuerpo exuberante: Ser coqueta y tener una cara bonita. Sabía que esas dos características eran más que suficientes para atraer chicos y por ende siempre estaba cuidándome los dientes, usando mascarillas caceras con hojas de árboles, etc.

Básicamente ser bonita y tener el cuerpito interesante que apenas se me notaba, me permitieron llenar los requisitos para mi primer trabajo: vendedora de comida rápida. Pasa que en Venezuela no existe el dinero en efectivo, en ese sentido todo el mundo paga con tarjetas de débito y cada establecimiento debe tener una maquinita por donde poder pasar las tarjetas: Los puntos de ventas. Mi trabajo era el de mesera y más que todo, pasar el punto de venta. El sueldo era una ridiculez pero quien me lo recomendó me aseguro que solían ir personas de mucho dinero a comer a ese lugar y que usualmente dejaban buenas propinas si eras bonita, de buen trato y amable.

Efectivamente así era. Mi sueldo eran casi tres dólares la semana, sin embargo solo en propinas podía hacer de tres a seis dólares en un solo día y lo mejor es que eran para mí. Había oído que en algunos lugares el dueño del negocio se quedaba con la mitad de las propinas, aquí no. así que en menos de dos semanas era básicamente yo, a mis 18 años, quien estaba sosteniendo a mi familia.

Esa sensación de poder contribuir en la casa, de ayudar a mis padres, de darle dinero a mis hermanitas y de poder incluso, reuniendo, comprarme algo para mí, me llenaba de un orgullo embriagador y adictivo. Poco a poco fue despertando en mí un sentimiento de ambición y de amor por el dinero bastante peculiar.

Pasado tal vez un mes en mi cuerpo comenzaron a notarse las muchas hamburguesas que solían regalarme algunos clientes que no tenían dólares o efectivo para darme de propina. Así como también el hecho de que estábamos comiendo un poco mejor en casa. A ver, permítanme describirme:

Soy morena de piel oscura, tengo el cabello liso y negro. Mido aproximadamente 1,68, ojos negros, labios carnosos, tengo una cintura pequeña y unas caderas ligeramente anchas. La característica física más resaltante en mí: Mi trasero. No sé si de tanto subir las escaleras de mí casa o porque mi casa está encima de una ladera bastante empinada y subirla es básicamente como subir escaleras; o tal vez la genética. A medida que fui engordando un poco, mi trasero y el grosor de mis piernas fueron creciendo y poco a poco comencé a llamar mucho la atención de los hombres.

Por supuesto yo utilice ese factor a mi favor y solía ir a trabajar con pantalones altos que dejaran ver el completo contorno de mis nalgas o shorts muy cortos. Por supuesto, mi trato amable y gentil hacia los clientes que iban en pareja y mi trato de coqueta hacia aquellos que solo eran hombres o iban solos, incidió en las propinas: estaba recibiendo muchas más.

Así pues comenzaron a darse situaciones particulares con algunos clientes. Había clientes que yo sabía que iban a comer todas las semanas allí por mi principalmente. Me hablaban mucho y me dejaban buenas propinas. Por supuesto yo les correspondía y solía hablar con ellos de más por obvias razones. Sin embargo de todos ellos había uno que realmente me provocaba: Guillermo.

Podría decirse que fui yo quien volvió a Guillermo un cliente fijo de nuestro negocio. Apenas lo vi por primera vez, mi trato hacia él fue diferente y bastante sugerente. Guillermo era un señor. Poco después el mismo me diría que tenía 46 años. Tenía el cabello castaño, vestía una franela azul ajustada que le dejaban ver unos brazos marcados, no tan gruesos pero sí bastante fuertes. Se notaba que era un señor bastante conservado físicamente. Había visto chicos de veinte con la mitad del cuerpo de Guillermo. Además, tenía unos ojos azules muy profundos, una barba no tan tupida aunque muy bien marcada y una sonrisa muy seductora acompañada de unos dientes perfectos.

Desde luego apenas lo vi me llamo la atención y cada gesto que hizo al hablar conmigo desato aún más un sentimiento de querer estar cerca de él. Solía mirarlo desde lejos o pasar muy seguido cerca de la mesa donde estuviese sentado. Supongo que él lo notaba y por eso siguió volviendo y comenzó a hablarme también.

Cierto día mientras hablábamos, salió a relucir el hecho de que yo nunca había ido a una playa muy hermosa y muy famosa acá en Venezuela, por lo que él se ofreció a llevarme. Yo no supe muy bien cómo reaccionar y al final simplemente intercambiamos números de teléfono.

Mi celular ni siquiera tenía Whatsapp. Solo mandaba mensajes y lo usaba más para avisarles a mis padres que ya iba llegando a la casa puesto que solía salir del trabajo casi a las 2:00 AM algunos días y alguien debía abrirme y estar pendiente.

Recuerdo el primer mensaje que recibí de él. Estaba tan emocionada, aunque, por supuesto, le respondí con mucha calma y sin demostrar mucho interés, pero no podía creer que una persona como el estuviese hablando con una chica como yo. Tal vez no lo he dicho pero el señor Guillermo se veía como una persona con bastante dinero o por lo menos eso notaba yo. Tenía una camioneta último modelo, vestía ropa de marca y usaba zapatos, relojes y celulares caros. Además su imagen desprendía cierto aire sofisticado. Él por otra parte si dejo ver sus intenciones y al cabo de unos días me confeso que se sentía atraído hacia mí. No lo podía creer. Yo con todo el miedo y la excitación del momento decidí ser sincera y decirle que él también me gustaba. Así que decidimos vernos.

Paso por mí a las 6:30 PM. Ese día no había trabajo así que no habría problema.  Yo avise que pasaría la noche en casa de una amiga y por supuesto le avise a ella que estaría con él. Me puse algo cómodo pero provocativo. Sandalias rojas, un pantalón negro de corte alto que dividía casi de forma grosera mis nalgas. Me encantaba como se me veía el trasero con ese pantalón y lo había elegido intencionalmente. Una blusa rosada algo corta que dejase ver el contraste entre mi cintura pequeña y mis caderas anchas, así como también un labial mate color rojo oscuro que resaltase mis labios carnosos.

Una vez en su carro todo era muy cándido y divertido. Sí que sabía sacar temas de conversación y mantener temas de conversación interesantes. Tras un interesante paseo ya estábamos en el estacionamiento de lo que parecía ser un restaurante que, por las fachas que tenía, parecía uno de los caros.

Nunca había entrado a un restaurante caro y aunque estaba bonita esa noche, no me sentía a gusto con mi ropa y mi aspecto. No me sentía segura y se lo comunique. Volvimos al coche y apenada por mis propias inseguridades, le dije que por que no íbamos a un lugar más tranquilo pero menos exuberante, por lo que minutos después estábamos en un pequeño bar plácidamente tomando cervezas y disfrutando de una conversación muy amena.

Poco a poco la conversación fue subiendo de tono y llegamos al punto por el que en un principio acordamos salir: Que nos gustábamos.

En primera instancia me comento que era casado, aunque ya me lo había imaginado, que tenía un hijo aquí en Venezuela y una hija casi de mi edad viviendo con su madre en España.

No quise hacerle preguntas de su vida privada porque en realidad no quería tampoco tener una relación “seria” o “estable” con él. Me volvía loca y sabía desde el primer momento en que lo vi cuales eran mis intenciones, por lo que todo lo que iba conociendo de su vida privada era porque él me lo comentaba. Asimismo me conto sobre su vida laboral y que era dueño de varias empresas que vendían materiales de construcción al mayor.

Al final de la conversación ambos resumimos en que no estábamos buscando nada serio pero que nos sentíamos atraídos el uno hacia el otro. Las cartas estaban sobre la mesa, todo era cuestión de quien las iba a jugar primero.

A medida que hablábamos me daba cuenta de que me atraía cada vez más. Su físico me había llevado hasta esa mesa con él, pero la forma en la que hablaba, su manera de expresarse, de mirarme, de bromear conmigo, me estaban volviendo loca poco a poco y sentía que quería estar con ese hombre en ese momento.

Básicamente no quería parecer una regalada insinuándole que quería estar con él esa misma noche, pero estaba muy clara en que si notaba que él estaba llevando las cosas hasta ese punto, yo le seguiría genuinamente la corriente, por lo que estaba casi rogando por que no fuese esa clase de hombres muy caballerosos incapaces de sugerirte tener sexo en la primera cita por miedo a que nos ofendamos.

No obstante nunca había sido pretendida por un señor mayor y con experiencia. Sin lugar a dudas era completamente diferente. La mayoría de los chicos de mi edad prefieren hablar o ser claros y directos de una vez. Un chico de mi edad hubiese insinuado la posibilidad de ir a un hotel o a su casa bajo un argumento absurdo o incluso sin argumento, dejando entrever claramente las intenciones de sexo. Si yo accedía, básicamente era un si al sexo y si yo me negaba entonces era un no. así funcionaba o al menos de esa manera era la única que conocía. Con Guillermo no.

Yo por supuesto le comente que les había mentido a mis padres y que ellos creían que yo me quedaría en casa de una amiga, dejándole saber que tendría toda la noche libre. Los tragos, el ambiente, él, todo estaba comenzando a hacerme sentir un poco desinhibida y en un momento en donde comentamos algo sobre su casa, yo le comente que me encantaría conocerla, mientras le dirigí una mirada un poco insinuante. Estaba rogando porque lo notara pero que no fuese tan directo al momento de proponerme el irnos de allí. Después de todo no quería verme como una cualquiera. Desde luego él no me defraudo y me propuso irnos a beber a una posada donde había un bar cerca de la playa.

Desde donde estábamos la playa estaba a unos treinta minutos en coche. Desde luego accedí. Al subirnos al coche me dijo que tendríamos que pasar por su casa a buscar unas cosas pero que sería breve. Muy bien –pensé-. si no es en ese bar cerca de la playa, será en su casa. Estaba tan excitada. Quería con toda mi vida estar con él y, él estaba sutilmente, tan sutilmente como para poder decir que no tenía nada que ver, llevándome a su terreno.

Así terminamos en su casa. Era enorme, incluso había visto una piscina al entrar. Definitivamente se veía muy sofisticada. Me senté en la sala mientras el subía a buscar algo y al bajar le deje saber mis impresiones de la casa. Al mismo tiempo le comente que no me importaba quedarme a beber frente a esa piscina. Estaba iluminada con lámparas debajo de ella, por lo que se podía ver el agua cristalina claramente. Había sillas alrededor y el espacio estaba iluminado por una luz tenue que provenía de pequeñas lámparas que se encontraban en las paredes circundantes. De verdad era un lugar hermoso.

En eso Guillermo saco una botella de Ron y comento:

-       Pues solo tengo esto.

A lo que yo respondí:

-       Para mi es suficiente

Mientras conversábamos se notaba la tensión sexual. Estábamos sentados separados por una pequeña mesa en donde estaban los vasos con la botella de ron. Nuestras manos se rozaban sutilmente y aunque en primera instancia solo él lo hacía, y solo estaban siendo pequeños roces, en estos momentos, estaban siendo roces intencionales de ambas partes. Él me veía con cara de picardía y seducción y yo lo miraba con cara de coqueta. Estábamos muy cerca el uno del otro, nos mirábamos, nos hablábamos muy bajo a pesar de que solo estábamos él y yo.

Al cabo de unos minutos, el alcohol y el deseo se apoderaron de mí y sentí que ya era momento de destapar la olla o probablemente explotaría. Mire el reloj de mi celular y luego le dije que estaba disfrutando mucho su conversación pero que a pesar de ello era momento de parar porque debía hacer algo. Todo esto lo decía mientras me ponía de pie y arreglaba mi blusa y mi pantalón. Su cara denotaba confusión y desconcierto.

Con el corazón acelerado, la respiración un poco a agitada y mi mente dando vueltas entre los tragos y lo excitada que me encontraba, le dije que lo sentía por lo que iba a hacer pero que desde hace rato ella me estaba llamando. Su cara se tornó aún más consternada. Camine lentamente hacia la piscina mientras me quitaba la blusa de un movimiento. Sin voltear, desabroche el sostén y lo deje allí mismo mientras que me quitaba el pantalón quedándome solo con unos cacheteros de encaje negros que llevaba puesto. Aun sin voltear y sabiendo que él estaba mirando detrás de mí, fui caminando lentamente hacia las escaleras de acceso hacia la piscina y las fui bajando poco a poco. El agua estaba relativamente fresca y en menos de un segundo ya me encontraba nadando en ella.

Él se acercó, su mirada estaba cargada de sensualidad y erotismo. Yo lo miraba deseándolo con los ojos. De un tirón se sacó la franela y el jean que estaba vistiendo quedando solo en bóxer lanzándose a la piscina. Lo estaba esperando.

Salió cerca de mí limpiándose el agua de la cara, yo me le acerca y lo rodee con mis brazos mientras nos fundimos en un beso húmedo y sensual. Sus labios eran muy suaves y el agua hacia que nuestros labios deslizaran con pasión, por entre los labios del otro. Yo me pegaba completamente a él, sentía mis pezones rozar con su piel mientras que él me tomaba de las nalgas y me apretaba más a su cuerpo.

Mordía y succionaba mis labios al mismo tiempo que apretaba y separaba mis nalgas, amasándolas y recreándose con ellas. Yo estaba en el cielo sintiendo todo aquello. Lo quería, lo necesitaba y lo estaba teniendo. Sentía su respiraron caliente encima de mis labios, sentía mis pezones rozar con su cuerpo, sentía sus manos subir y bajar por mi espalda hasta llegar a mis nalgas mientras las apretaba con deseo, sentía su entrepierna creciendo cada vez más y rozar con mi vientre.  Baje mis manos lentamente por su cuello, dejando una en sus pectorales y la otra encima de su entrepierna. Era gruesa y muy dura. Casi podía sentir toda la forma del pene por encima de la tela del bóxer. Lo recorría con mi mano como si le estuviera haciendo una paja muy leve y muy sensual. Bajaba mi mano hacia sus bolas y las tocaba con el mismo deseo con el que él estaba acariciando mis nalgas, para luego subir y volver a envolver su pene con mi mano por encima del bóxer.

Yo necesitaba sentir su cuerpo encima del mío, necesitaba sentir su pene dentro de mí, necesitaba ser penetrada y ser follada como tiene que ser.

-       Quiero sentirte dentro de mi

Se lo dije mientras lo miraba y le hacía señal de que nos saliéramos. Él no se dio de rogar y rápidamente ambos salimos de la piscina. Él se encontraba todavía en bóxer al igual que yo en cacheteros. Ambos empapados y llenos de deseo. Caminamos tomados de la mano hacia su habitación. En ella, apenas entrar, me arrodille quedando frente a él con su enorme bulto en mi cara.

Sin dudarlo deslice su bóxer hacia abajo y una pija de unos 18 cm apareció frente a mí, firme, dura, apuntando al techo, desafiante.

Sin dudarlo me posicione debajo de ella y comencé a pasar mi lengua despacio desde la base hasta el frenillo, para regresar nuevamente a la base dando besos y caricias con mi lengua. Tome su dura y cálida polla con mi mano mientras detallaba lo pequeña que se veía mi delicada mano mientras envolvía su dureza y poco a poco me la acercaba hasta la boca para introducirla en ella.

Podía sentir la textura, la calidez, la dureza y la virilidad dentro de mi boca. Me volvía loca. Succionaba lentamente su pija mientras acompañaba la mamada con el movimiento de mi mano. Lo miraba a los ojos al mismo tiempo que intentaba, inútilmente, introducir toda su polla en mi boca.

Sacaba su pedazo de carne de mi boca y comenzaba a lamerle desde la base nuevamente. El aprovechaba para pasar su pene sobre m cara. El sentir su polla rozando mis mejillas mi nariz, mis ojos incluso. Sentirla recorriendo y restregándose en mi cara me hacía sentir que le pertenecía en ese momento.

Justo en ese momento Guillermo me puso de pie y nos dirigimos a su cama mientras él no dejaba de besarme y acariciarme las nalgas y los senos. Una vez al borde de la cama se tumbó sobre mí mientras bajaba y comenzaba a lamer mis pechos. Mi espalda se arqueaba casi por instinto cuando él mordía mis pezones y podía sentir un escalofrió deliciosos cuando él dirigía sus besos hacia mi cuello.

En un breve movimiento se inclinó hacia el borde de la cama en donde se encontraba una mesa de noche, tomo un preservativo y rápidamente lo inserto en su dura pija, volviendo nuevamente a colocarse encima de mí continuando con sus apasionados besos, aunque esta vez se había posicionado entre mis piernas y yo me encontraba rodeándolo con ellas mientras acariciaba su espalda al ritmo de sus besos.

Yo lo buscaba, podía sentir su firme y estoica polla rozar mí vagina. Aún me encontraba en cacheteros, por lo que él introdujo una mano entre nosotros y echo  un lado mi ropa interior húmeda tanto por el agua de la piscina como por mis propios fluidos. Y poco a poco fui sintiendo cada milímetro de su virilidad abrirse paso dentro de mí, mientras yo solo atinaba a morderle los labios con fuerza.

El placer que estaba sintiendo era inconmensurable. Su calor corporal encima de mi cuerpo, su caliente polla dentro de mí, su aliento cálido rozando mis labios. Todo de él me encantaba y me excitaba. Una vez dentro de mí comenzó un bombeo lento pero constante sin detener en ningún momento los besos. Yo lo apresaba con mis piernas y mis brazos, quería que se introdujera aún más, sabía que no estaba totalmente dentro de mí y lo quería sentir llegar hasta lo más profundo.

Quizá entendió mi suplica puesto que de una estocaba clavo toda su dureza en mí. Di un leve grito de placer y comencé a besarlo mientras el bombeaba cada vez más fuerte y esta vez comenzaba a cogerme como realmente me gusta: Duro.

Mis gemidos eran intensos. Cada estocada que me daba era como una explosión de placer dentro de mí. Sinceramente ya no podía besarle puesto que ahora solo atinaba a gemir y cerrar los ojos para concentrarme en el inmenso placer que sentía.

Luego de unos minutos de estar bombeando entre mis piernas, se incorporó y retiro mis cacheteros. Ahora me sentía un poco más libre.

Yo sabía que mis nalgas le encantaban. Es quizá la parte de mi cuerpo que más le gusta a los hombres y había pillado en varias ocasiones alguna que otra mirada de Guillermo hacia mi culo, así que, tomando en cuenta que es mi posición favorita, me di vuelta quedando de perrito sobre la cama, mientras que movía mi trasero incitándolo e invitándole a follarme.

Guillermo sonrió y se colocó detrás introduciendo su pene de una estocada. En ese momento deje de mirarle puesto que solo pude cerrar los ojos y reclinar mi cabeza hacia atrás acompañando el placer que sentía. A su vez, el comenzó con un mete y saca realmente fuerte que me estaba haciendo entrar en trance.

Sus embestidas eran potentes y rápidamente la habitación se inundó con el sonido constante de su pelvis chocando con mis glúteos, siendo interrumpido solo cuando recibía una nalgada tan feroz como un latigazo.

Estaba en el cielo. Esa posición, el sentir el roce de las sabanas con mis rodillas, el revoloteo de mis nalgas al momento de recibir su estocada, el sonido que esta producía, sus fuertes nalgadas que arrancaban gemidos automáticos en mí, sus manos sosteniendo fuertemente mis caderas evitando escapar de sus estocadas (como si fuese querido hacerlo); todo esto estaba excitándome cada vez más.

Fue entonces cuando me tomo del cabello fuertemente jalándolo hacia atrás mientras que me dio una nalgada tan fuerte que me hizo entrar en ese punto de no retorno, ese callejón sin salida cuyo final solo tiene escrita la palabra orgasmo.

Toco todas la teclas que me gustaban del sexo: La rudeza, la virilidad, la picardía, el sentirme castigada, el sentirme deseada. Todo ello provoco un inminente desborde de placer por lo que comencé a correrme mientras movía erráticamente mis caderas hacia atrás buscando introducir más su pene en mí.

Inmediatamente el comenzó a gemir en mi oreja derecha mientras me apretaba un seno con su mano y comenzaba a correrse. Podía sentir su pija palpitar en mi interior y podía sentir el calor de su semen chocar con el látex del preservativo.

Ambos caímos en la cama, el encima de mí y yo debajo, boca abajo, besando tiernamente su brazo que me rodeaba. Así permanecimos un rato conversando. Por supuesto volvimos a hacerlo durante la noche, en total fueron tres veces. Al día siguiente me dejo temprano en casa de mi amiga y por el resto de la semana continuamos hablando sobre lo ocurrido y sobre cuando volveríamos a tener otro encuentro.

CONTINUARA…