Mis aventuras como monitor de gimnasio - I

En esta primera parte de una larga historia, os cuento los sucesos que me pasaron como monitor de gimnasio y la revelación de mi gusto por los hombres.

Resoplé mirándome al espejo mientras me vestía. Aquella era la quinta vez en dos días que mi novia me rechazaba un polvo. Por su fuera poco, no era algo nuevo, en los últimos 8 meses no habríamos follado más de 3 veces. Mi polla morcillona y el lago de pre-cum en mis slips negros Calvin Klein lo hacían evidente. Me puse el clásico chándal Adidas negro y ajustado y me dirigí al curro.

Me llamo Óscar. Soy un chaval de 24 años que vive en un pueblo de las afueras de Madrid y que desde que acabó el instituto trabaja como monitor de gimnasio. Tengo un cuerpo definido, pero no excesivamente musculado. Mido 1.95, moreno, depilado y con barbita de tres días que intento recortarme a menudo, ojos azules. Me considero un chaval bastante guapete, aunque quizás lo que más llame la atención de mi es mi tremenda polla monstruosa de 26 cm, que siempre me ha traído problemas con las pibas y ahora, con mi novia.

Los martes era mi turno de abrir el gimnasio, lo cual me convenía para liberar tensión con una buena paja mañanera. El gimnasio vacío para mí solo era la oportunidad perfecta para sentir algo de placer sexual. Dejé mis cosas y después de un par de revisiones rutinarias me dirigí al vestuario. Por fin. Me quité el chándal y mi polla ya se salía por el lado pidiendo guerra. Me eché un buen chorro de saliva para lubricarla bien y empecé a pajearme. No tardó en ponerse bien dura pensando en algún agujero apretado que reventar. Después de un rato trabajándola empecé a sentir la agradable sensación de la corrida trepando por dentro. Después de dos semanas sin correrme aquello iba a ser espectacular, y el orgasmo que se presentía me ponía cerdísimo. Justo en el momento clave, oí alguien que gritaba mi nombre. Joder, no puede ser, tenía el gimnasio libre otras dos horas. Tras volverlo a oír y escuchar el tono de mi jefe, Jorge, llamándome con insistencia, no me quedó más opción que guardar mi polla (como pude) y salir del vestuario.

  • Óscar, ¿dónde estabas? Llevo llamándote 5 minutos, tío.

  • Perdón bro, estaba cambiándome que acabo de llegar.

  • Ya… - Jorge no parecía convencido, y ese tono mientras miraba el paquetazo que me hacía el chándal me dejó claro que intuía o lque estaba haciendo en el vestuario.  - Bueno, he venido antes porque mañana voy a cogerme el día y para ayudar haciendo un par de horas más. ¿Nos ponemos a trabajar?

  • Claro tío, tengo un par de dudas sobre las tablas de ejercicios de dos chicos nuevos que llegaron ayer. Se llaman Axel y Leo, son jovencitos, te las he dejado en el mostrador. Si quieres mira eso y yo me pongo a limpiar la sala de ciclo.

Jorge era un tío majo, pero muy exigente como jefe. Fuera del trabajo nos llevábamos bien, y aunque no éramos mejores amigos, sí que habíamos compartido buenos momentos juntos. El último, hace dos meses, en su boda con su novia de toda la vida a la que nos había invitado a todos los monitores. Me sacaba 6 años, tenía una complexión física a la que yo aspiraba con bastante musculatura, especialmente, un culo que se le marcaba en los chándals ajustados que llevaba.

Aquel martes pasó con bastante tranquilidad. A las dos horas llegaron el resto de trabajadores. Rubén, el recepcionista, nuevo desde hace dos semanas, un chico joven de 19 años, abiertamente gay, bastante guapo con el pelo rapado, ojos verdes, moreno y muy buen cuerpo. Aaron, un monitor de natación rubio con el pelo larguito, cuerpo escultural y muy animado, es el trabajador más antiguo y tiene 27 años. Finalmente, Javi, mi mejor amigo de mi edad, 24, que entró a esto conmigo cuando ambos acabamos bachillerato. Guapete, fibrado, algo más bajito que yo pero también alto y, por la intimidad que teníamos, sé que calza también un buen rabo que deja atónito a las chicas con las que ha estado.

A mediodía llegaron Axel y Leo, dos amigos que se habían apuntado juntos al gimnasio; menos mal, ya que nuestros ingresos no eran espectaculares. Por darles el mejor servicio posible, sus tablas de ejercicios estaban listas para cuando llegaron, y estuve hasta la hora de comer explicándoselas y supervisando que los hicieran bien.

Por la tarde, momento donde más clientela había, estuve ayudando a unas chicas que venían habitualmente y que aprovechaban cualquier oportunidad para tirarme la caña; a Diego, un padre de familia cuarentón cliente habitual bastante guapete y cachas; a Santi, un modelo bastante conocido que solía entrenar en nuestro gimnasio; a un par de jubilados que a pesar de su edad se mantenían en forma y a Lucas, un chico de mi edad antiguo compañero de clase que había conseguido hacer algo con su vida dedicándose al mundo financiero pero mantenía la tradición de entrenar en el pueblo.

Los martes solían ser días ajetreados puesto que era el día que más clases había, pero a las 9 ya no quedaba nadie y, pensando que nadie vendría hasta las 10, cuando cerrábamos, Jorge mandó a todos irse y yo, que abría y cerraba el gym martes y jueves, me volví a quedar sólo limpiando y recogiendo las distintas salas.

Media hora más tarde, apareció un chaval por la puerta. Molestó, me dirigí hacia él. Odiaba la gente que llegaba en el último momento. Era un chico de unos 19 años que no había visto nunca, vestía bastante pijo: camisa dentro de un jersey de pico rosa, unos chinos y unas deportivas Nike. Era rubio, con el pelo un poco largo, delgadito, ojos verdes, lampiño a más no poder y muy, muy guapo. Tenía una nariz perfecta, unos labios gruesos y un color de ojos precioso.

  • Hola, ¿en qué puedo ayudarte?

  • Hola! Soy Bosco. Sé que es muy tarde, pero quería apuntarme y no quería que pasase de hoy, además me han dicho que a estas horas hay menos gente y es mejor.

  • Vale tío, pero en media hora cierro.

  • No necesito más, solo quiero probar la cinta de correr y poco más, y si te parece bien me enseñas un poco el gym.

No tenía muy claro cómo iba a hacer deporte con esa ropa si no traía mochila, pero accedí a dejarle pasar.

  • Déjame tu DNI y hago tu inscripción mientras… ¿te cambias?

  • Jajajaja, vale, sí, llevo la ropa debajo.

Me puse a hacer el papeleo y al poco rato apareció Bosco en unas mallas de correr apretadísimas, sus deportivas y una camiseta también muy apretada. En su melena, una cinta negra. No pude evitar fijarme en el culazo que marcaba. Era el culo más redondo y perfecto que había visto en un chico, y no pude evitar que mi polla empezase a crecer en mis pantalones. Le acompañé a la parte de arriba y le enseñé las máquinas. Como prometido, se subió a la cinta y se puso a correr. Entre el sudor que hacía que su ropa se transparentase y el culo que le marcaban las mallas, no podía evitar mirarlo con desenfreno. Confuso, le dije que me iba a las duchas y que no tardase más de 5 minutos, que tenía que cerrar.

Me desnudé al completo, dejando mi cuerpo de macho al descubierto y con olor a sudor después de un largo día de trabajo. Sin poder controlarlo, la polla se me empezó a hinchar a un ritmo increíble al dejarla al descubierto. Ahora tendría algo de tiempo para una buena paja en la ducha, me metí bajo el chorro caliente y empecé a tocarme pensando en mi novia, sus tetas, su culo, en esas mallas, tan apretado…y sin quererlo me estaba imaginando el culo de Bosco, no podía parar de pensar en mi polla contra ese culazo, no sabía que me estaba pasando, nunca antes me había imaginado algo así con un chico.

Escuché un ruido en la puerta y antes de querer pensarlo le vi allí, delante mío, desnudo, con ese culazo provocando mis deseos más oscuros. Sin saber cómo reaccionar (mi polla no era fácil de esconder precisamente) me quedé en blanco, mientras Bosco me sonreía y me miraba con cara de vicio.

  • Hola, ya he acabado con todo…no pensaba encontrarme algo así, lo siento por interrumpirte… - dijo mirando con ansia mi polla.

  • Joder tío, no sé qué decir, me has pillado de la faena jajajaja pero bueno supongo que es algo normal que hacer en las duchas cuando estás solo…

  • Claro, es lo que pensaba hacer yo si no hubiese nadie, pero ahora que estás tú pues me quedo sin diversión.

Había un tono en su voz muy cerdo y travieso que me hacía querer coger ese culo y follarlo hasta reventarlo. Pero Bosco dejó de hablarme y se empezó a duchar. Se empezó a enjabonar y cuando pensaba que la diversión se me había acabado se agachó provocativamente para coger su jabón que casualmente se había caído dejando ese culo depilado y rosa a plena vista. Mi polla se puso más dura aún, a lo que él se giró, con una clara erección y me miró travieso:

  • Qué, ¿no se te baja? Te puedes pajear si quieres, a mí no me molesta. Si mira como estoy yo también - dijo señalándose la polla.

  • Tío, te equivocas conmigo, soy hetero y estaba pajeándome pensando en el culo de mi novia, paso de mariconadas.

  • Ah sí? Vaya, no lo diría después de ver como se te ha empalmado después de ver mi culo.

Mientras pronunciaba esas palabras se relamía los labios, yo no podía más con las ganas, pero sabía que no era gay y que lo que me pasaba debía ser causa de tanta abstinencia sexual con mi novia. Salí de mi cubículo hacia el suyo, me acerqué mucho a él, le sacaba varias cabezas ya que no era muy alto y le dije imponente:

  • Para ya, macho, o tú y yo vamos a tener problemas. Tengo novia, no soy marica y tu culo me la suda.

  • ¿Qué problema vamos a tener, Óscar?

Bosco se acercaba más a mí, mi polla rozaba su torso y palpitaba cada vez con más fuerza mientras en mi cabeza la imagen de su culo abierto se repetía sin parar. Una parte de mi quería cogerlo y reventarlo ahí mismo, mientras la otra parte se convencía de que no era gay y que no le podía hacer eso a mi novia. Le pegué un empujón y le escupí en la cara. Relamió el lapo con su lengua con una sonrisa de cerdo que me hizo perder el control.

  • Deja de provocarme, maricón.

Le volví a escupir con más ganas. Bosco lo intentó recibir con la boca abierta y se lo tragó. Ese maricón pijo me estaba volviendo loco.

  • O qué me va a pasar, ¿Óscar?

Las ganas con las que pronunció mi nombre me hizo perder la cabeza en ese momento. Le cogí fuerte del pelo y el brazo y le di la vuelta, poniendo su culo contra mí y empujándolo contra la pared. Bosco gimió y le respondí a su pregunta:

  • Esto, puta zorra.

Le azoté con toda la fuerza de mis musculados brazos en el culo. Me dio un placer increíble darle así, y su gemido de dolor y placer me hizo intuir que a él también.

  • Me encanta, Bosco.

Le volví a azotar con la misma fuerza y le tiré más fuerte del pelo. “No me llames Bosco”, le dije. “Llámame amo, pedazo de puta.” Le volví a dar cuatro o cinco azotes bien merecidos dejándole el culo rojo.

  • Ponte de rodillas, cerdo.

Le solté el pelo y me obedeció al instante, yo había perdido el control y sólo podía seguir asumiendo mi papel de amo con esa puta complaciente. Para mí era solo un objeto con el que complacer mis dos semanas de falta de placer sexual.

  • Sí, Óscar.

Le pegué una bofetada en la cara y le eché otro escupitajo enorme.

  • Sí qué, joder, compórtate. Le volví a hostiar con ganas poniéndome más burro.

  • Sí, amo.

  • Muy bien, zorrita - Le volví a escupir. + Te gustan mis lapos, eh. Quiero que me trabajes los pies.

Bajó la cabeza hasta mi pie izquierdo (marcaba un 45) y empezó a lamerlo con un ansia que nunca había visto en alguien. Eso me ponía cachondísimo. Le tuve un buen rato lamiéndome los pies mientras le escupía más y más en esa cara de pijo cerdo y mi polla escupía preseminal a borbotones. Porque otra maravilla de mi polla era la cantidad de lefa que expulsaba de normal, exagerado con la cantidad de tiempo que llevaba sin correrme. Tras diez minutos teniéndole adorándome los pies, decidí dejarle adorar mi cuerpo de gimnasio, y Bosco, el muy cerdo, no podía contenerse lamiendo cada centímetro de mis abdominales, mis pectorales, mis pezones; mientras tanto, yo le tiraba del pelo dirigiéndole por donde me daba la gana, mientras él, muy perra, lamía y obedecía como una puta.

El cabrón me ponía cada vez más cerdo, y más bruto, así que con toda mi fuerza le puse de nuevo de rodillas en aquella pequeña ducha dispuesto a darle mi rabo de toro. Me cogí la polla con la mano y el brillo en su mirada hizo que un chorro de preseminal saliese disparado hacia su cara. Bosco no tardó en recogerlo con su lengua y saborearlo.

  • ¿Te gusta, puta?

  • Sí amo, dame más.

Le escupí y le pegue varias bofetadas.

  • No me digas lo que hacer y obedece, joder, perra ansiosa, ¿sólo sirves para mi placer te queda claro?

Cogí mi polla de nuevo, las venas se marcaban a lo largo de aquellos 26 cm erectos, su grosor era increíble también. Empecé a hostiar a Bosco con ella, su cara se iba poniendo más y más roja mientras babeaba por probarla.

  • Abre la boca, zorra. Enseñame lo que eres capaz de tragar.

La abrió sin rechistar y yo le meti la cabeza de mi polla, que apenas cambia. Su boca estaba abiertísima pero no le cabía ni un tercio, y yo, más cerdo que nunca, quería follarme esa boca hasta no poder más. Fui haciendo presión poco a poco sacándola y metiéndola para dejarle algo de respiración, y mientras le tiraba del pelo cada vez empujaba con más fuerza para abrirme paso en esa pequeña garganta. A Bosco se le ponían los ojos rojos mientras lo hacía y mi polla entraba más profundo en su garganta.

  • Traga, joder, traga - le decía yo mientras la metía más al fondo.

Cuando su garganta casi se tragaba la mitad de mi polla decidí que era momento de follármela a saco. Apoyé a Bosco sentado contra la fría pared y le abrí la mandíbula con mis manos. Le metí los dedos para regocijarme en esa boquita y esos labios que también apretaban y succionaban mi polla, le escupí para lubricar su garganta y metí mi polla para empezar un mete saca a la vez que le tiraba del pelo. El chaval se ahogaba con mi polla, pero yo le llevaba al límite de sus capacidades mientras cada vez sentía más placer en esa boquita tan follable y que tan poco rechistaba. Después de 5 minutos follándole la boca como un animal, se la saqué de la garganta, a lo que Bosco respiro aliviado.

  • Ponte de pie, puta.

Bosco se levantó con la garganta aun dolorida y yo le agarré de las muñecas, lo empujé contra la pared y le empecé a comer ese culazo. Mi boca no se resistía a morderlo, mis manos a azotarlo hasta dejarle moratones, y mi lengua a empujar dentro y dentro de ese agujero tan pequeño que poco a poco se iba abriendo más y más. Después de un rato no podía más, me incorporé, había llegado el momento de meter mi polla monstruosa en un buen agujero. La llené bien de saliva (aunque después de la follada de boca ya chorreaba) y escupí en el culo de Bosco, no sin que este antes pronunciara unas palabras de debilidad:

  • Amo, soy virgen y no me han follado nunca, no estoy muy seguro…

Sus palabras se interrumpieron con un grito de dolor al sentir la cabeza de mi rabo entrar a pelo en su culo. Esas palabras me pusieron burrísimo y no podía esperar ni un segundo más a meter y probar ese culo virgen. Iba a estrenar a este chaval por todo lo grande, con la polla más grande que podría imaginar. Las paredes de su culo apretaban contra mi polla con muchísima fuerza, cosa que me ponía cachondísimo. Empujé con fuerza un poco más para ir introduciendo mi polla, pero su culo se resistía al avance. Le agarré del cuello y le azoté el culo recordándole su lugar:

  • Haberlo pensado antes pedazo de cerda, ahora vas a tener tu merecido como te avisé.

Seguí empujando. Ese culo apretadísimo llevaba un buen rato para tragarse la mitad, así que decidí darle tregua y comérmelo un poco. Estaba bastante dilatado y ver ese agujero enorme me puso cerdísimo, pero quedaba mucho trabajo por hacer. Aproveché ese momento de calma para que Bosco se relajase y pudiese entrar más fácilmente, y cuando menos se lo esperaba me incorporé y le metí la polla todo lo dentro que pude, táctica que funcionó ya que entró bastante profundo. El chaval gritó de dolor, pero me la sudaba y empecé a follarle.

Empecé con unos empujoncitos flojos, pero no tardé en coger carrerilla y a darle cada vez más fuerte, mientras, apretaba su cara contra la pared y le tapaba la boca ya que gritaba como una cerda en celo. A medida que mis empujones cogían fuerza, su culo se iba relajando y abriendo, lo que me permitía meterla más dentro en cada embestida. Tras unos minutos de follarle suavemente, conseguí lo milagroso: mis veintiséis venosos centímetros entraron enteros en ese culo, logro que ninguna chica había alcanzado antes.

A partir de ahí, empecé a embestirle como un animal. Mis muslos rebotaban contra su culo. Sus gemidos pasaron de dolor a placer, algo que notaba en su polla que chorreaba de precum. Yo me iba creciendo y acelerando más y más, hostiándole el culo y tirándole del pelo, mientras notaba su agujero dilatarse más y más dando paso a mi tremendo rabo. Le agarré de las nalgas y empecé a empotrarle como una bestia, estaba fuera de mí, su culo parecía un coño de lo bien que entraba y eso me daba muchísimo placer. Pasó muchísimo rato y Bosco aguantaba como un campeón, aunque se corría de vez en cuando, me dejaba seguir y luego volvía a correrse. Quería probar ese culo en todas las posturas. Saqué mi polla viendo el pedazo de agujero que se quedaba, dios, no había visto algo tan abierto en mi vida.

Le arrastré fuera de las duchas y le subí a un banco suficientemente ancho, “ponte a cuatro patas” le ordené. Inmediatamente después, le monté como a un animal, me subí encima suyo abalanzándome sobre su cuerpo aniñado y reventándole. En esta postura mi polla entraba más profundo aún, lo que me dio muchísimo placer. Le follé como un bestia hasta que Bosco cayó rendido sobre el banco, su cuerpo temblaba de la follada que le estaba dando y no se aguantaba ni a cuatro patas. Me dio igual y seguí follándomelo en esa posición, mi cuerpo se aguantaba sobre el suyo y clavaba mi polla en su culo; lo agarraba y lo abría al máximo para que entrase más dentro. Bosco, mientras gritaba y gemía, me estaba convirtiendo en su semi-dios:

  • Sí por favor, no pares, hazme tuyo, viólame.

  • Amo, sigue empotrándome así.

  • Papi, me encanta, hazme tuyo joder FÓLLAME.

Eso me ponía aún más cachondo y mi polla se ponía durísima en su culo. Yo también chorreaba precum a grandísimas cantidades, lo notaba salir, lo que dilataba su culo y lo hacía todo más placentero.

Después de un rato follándome a Bosco boca abajo, le di la vuelta, le tomé en brazos, y le follé en volandas, una posición que siempre había querido probar, pero nunca había tenido la oportunidad. Bosco se abrazaba a mí con muchísima fuerza y temor mientras le empotraba de pie con toda mi fuerza. Esa posición de paternidad, y la cara de cerdo vicioso que me ponía, me hizo no poder evitar acercarme a su cara, escupirle en la boca, y fundirme en un largo beso con él. Era el primer tío que besaba, y sentía una sensación maravillosa al probar esos labios, morderlos, escupirle, volverle a besar, meterle mi lengua que con tanto aprecio recibía. Todo eso me hizo sentir que me iba a correr pronto, así que le deposité con cuidado en un banco, le cogí de los pies, y le metí unas ultimas embestidas con toda mi fuerza. Mi cuerpo sudaba de todo lo que le había follado; él, estaba lleno de lefa de todas las veces que se había corrido y sudaba también.

  • Me voy a correr, puta. Lo has conseguido, joder.

  • Sí amo, córrete, soy tuyo, dame tu leche.

  • ¿Te la quieres tragar puta? Dije pensando en el placer de dársela en la boca.

  • No amo, quiero que me preñes.

Nunca me había corrido dentro de alguien, y esas palabras hicieron que mi última embestida acabase con incontables disparos de una lefa espesa y densa dentro de aquel agujero tan abierto. Estuve corriéndome durante por lo menos un minuto, veía toda mi leche salir por los lados del culo de Bosco, y eso me ponía más cachondo y hacía que me corriese más. Bosco, que la notaba brotar en su interior, gemía como una auténtica puta, y explotó en un orgasmo sin manos de similar duración.

Cuando acabé, saqué mi polla y con mi boca recogí toda la leche que salía de su culo (casi no podía contenerla en mi boca) me eché sobre él y se la di toda, que se la tragaba con muchísimo vicio, mientras nos fundíamos en un último beso. Después de un rato me levanté. Todo lo que había pasado empezaba a asentarse en mi cabeza. Por primera vez, me había besado y había follado con un chico, que además era virgen.

  • Vístete y vete rápido, se ha hecho tarde y tengo que cerrar.

  • Pero… amo…debería ducharme…

  • No hay tiempo, Bosco, vete.

Ver como se ponía unos suspensorios Pump, dejando su culo rojo, lleno de moratones y aún expulsando lefa, su carita de ángel roja de las hostias que le había metido, sus labios con las heridas de mis mordiscos y su pelo despeinado me puso muy cachondo y me confirmó que todo había merecido la pena. Me acerqué y le volví a besar.

  • Espero verte por aquí otra vez, zorra.

Le di un último azote en esas nalgas perfectas.

  • Claro que sí amo.

Bosco terminó de vestirse y se fue. Me quedé un rato más recogiendo el gimnasio, duchándome y vistiéndome. Absorto en mis dudas y mis pensamientos, fui inconsciente de un lefazo en una de las taquillas rojas, que claramente no era mío ni de Bosco.