Mis aventuras como calienta pollas (3)

Después de conocer las delicias del sexo, el regreso a clases fue una nueva aventura pues comencé a ampliar mi territorio, Rafa y José Luis dejaron de ser los únicos en conocer de mis gustos. Conocí a otros chicos, me puse a calentar a mi maestro de deportes y me enamoré de un chico que no me hacía caso.

Mis aventuras como calienta pollas

o la vida de Fátima D. 3

La primaria III

Después de conocer las delicias del sexo, el regreso a clases fue una nueva aventura pues comencé a ampliar mi territorio, Rafa y José Luis dejaron de ser los únicos en conocer de mis gustos. Conocí a otros chicos, me puse a calentar a mi maestro de deportes y me enamoré de un chico que no me hacía caso.

Hola, espero me recuerden. En esta tercera entrega de mis anécdotas, que ya se que algunos no las creen reales, no importa pero al menos imagínenlo de cualquier forma; les terminaré de contar mi estancia en la primaria.

Debo confesar que después de mi maravilloso verano donde me cogieron siete muchachos (muéranse de la envidia por no haber sido ustedes) muy poco lo superó hasta finales de la prepa, a partir de ahí me pasaron cosas que igualaron e incluso algo llegó a superarlo en cuanto a la excitación que me provocó pero pasó mucho tiempo para eso.

Tuve un despertar muy temprano en el sexo, ahora creo que fue demasiado precoz, algo bueno ha dejado todo eso, quien está conmigo normalmente sale agotado.

Al regreso a clases, ya en quinto de primaria, todos notaron diferencias en mí, adelgacé un poco, caminaba diferente, miraba de otra forma según decían, se me comenzaba a marcar un poco más la cintura que ya se notaba, los senos eran ligeramente más grandes, yo no lo notaba tanto lo de los senos (hasta sexto que los bra ya no me quedaban), pero los chicos sí. Hay quienes decían que hasta el trasero lo tenía más grande o más paradito… no sentía ese tipo de cambios mas que el de la mirada, era cierto que ya no veía igual sobretodo si era ver a algún niño que me gustaba.

En cuanto a la ropa me la puse ligeramente más ajustada a la cintura, recuerden, no me gusta mucho la ropa pegada pues no quería (y quiero que se note demasiado mi culo, bueno la forma pues el tamaño no lo puedo esconder)… les recuerdo que hoy tengo 26 años, mido 1.63 de altura, soy morena de cabello negro, senos medianos -34 B- unas piernas normales y un trasero grande, redondito y paradito que se nota más por la cintura pequeñita.

Lo que sí me gustó muy ceñido al cuerpo fueron los shorts y las blusas que usaba para deportes, ahí de plano me fascinaba verlos salivando a la bola de jariosos, incluidos los maestros y en especial el de educación física.

Rafa y José Luis andaban como perros en cacería, no dejaban que nadie se me acercara y de inmediato querían el trato preferencial, pero ahora ya no sería tan exclusivo, ya sabía que podía tener en la palma de la mano a quien quisiera, al menos eso creí.

Ahora ya no teníamos las mismas bancas que el año pasado, ya eran individuales lo que me quitó mi dominio de meter mano mientras tomaba la clase, a Rafa fue al que más le disgustó el asunto, a mí me dio igual, después de lo vivido no me iba a conformar nada más con manosear pollitas, o chupársela sólo a Rafael. A partir de ese año amplié mi territorio por toda la escuela y la colonia; niño que me gustaba, llegaba hasta donde yo quería; salvo cuatro, la mayoría con solo roces o ligeras manoseadas de ellos a mí les tenía en el plato y ya no gastaba ni un peso.

Adaptándome a las nuevas circunstancias de las bancas individuales, lo que tuve que hacer era que me sentaba a propósito en las paletas de los pupitres cuando veía recargada la mano de alguno de los chicos con los que me llevaba, sobre todo si era alguien que me atraía. Y ellos no decían nada para que no "me diera cuenta y quitara", a los que me gustaban, hasta movía el culo en la mesa y a veces hacía el movimiento como si me fuera a levantar y entonces ellos trataban de quitar la mano pero me sentaba rápido para que no la pudieran quitar del todo y volvía a hacer lo mismo. Algunos como Rafa se dieron cuenta de mi juego entonces ellos movían la mano y así nos dábamos gusto los dos, eso sí, hasta ahí les dejaba hacer. Nada de meter la mano debajo de la ropa (en la escuela).

También nos sentaron por apellidos y como había cambios y nuevos alumnos, fui a dar a una fila de bancas en medio, la tercera de una pared a la otra. Eso no era muy grato pues no había manera de ocultar nada; atrás de mí quedó un chico nuevo mucho mayor que Rafa, se llamaba Víctor y nos hicimos amigos de inmediato, pegaba la banca totalmente a mi respaldo y se la pasaba platicándome al oído (a mi alrededor solo adelante había chicas, los de a lado y atrás eran hombres). Para ese año me llevaba muy bien con Rafa, José Luis, Ricardo, Víctor y Héctor… todos mayores, Víctor sí que se veía viejo para la primaria. Con las chicas nos juntamos mucho Paty, Laura, Lupita, Ana y yo. Éramos el grupo que íbamos a todas partes y hacíamos la tarea en equipo normalmente.

Una de las cosas que hicimos fue que a Paty se le ocurrió que todas debíamos tener novios… (si se imaginado lo que ya hacía…), todas aceptamos y los chicos ni tardos ni perezosos se formaron, lo interesante de la idea era que nos íbamos a rotar cada dos semanas… Rafa y José Luis estaban como perros para ser los primero conmigo pero como Paty quería con José Luis y Ana con Rafa, arreglaron las cosas que para que así les tocara primero, a mí me valía, ya les tocaría su turno. Víctor me tocó como primer "novio", estaba medio feíto pero era lindo. Como primera acción de noviecitos me regaló flores, dos rosas. Me ganó, nadie me había dado flores antes y no dejó de hacerlo por el resto de la primaria (una a la semana).

En la salida cada quien con su cada cual, pasaba algo raro pues no quería andar de calienta pollas desde el principio, el verano y sobre todo las palabras de Irma me hacían pensar que efectivamente podría ser "puta pero no pa’ todos". Este chico resultó muy cachondo, divertido y al mismo tiempo muy educado. Vivía en una zona muy pobre pero como él ya trabajaba tenía su propio dinero, me invitó al cine, y fue todo un caballero… la primera vez. Era coqueto "hasta la pared de enfrente". Conforme pasó el tiempo me abrazaba de la cintura, era más alto que Rafa y me envolvía con sus brazotes lo que me hacía sentir calientita y a gusto entre ellos; me fue repegando día con día a él, al grado que ya caminábamos juntos, él atrás de mí bien pegadito como jugando, pero bien que se le paraba su bastón y lo posaba entre mis nalgas, se sentían muy ricos sus empujoncitos a cada paso, y por la ropa, la lograba medio posar entre mis glúteos, de pronto yo me paraba en seco y chocaba dejando ir todo su miembro a la falda (chocando como los pingüinos). Le resultaba difícil ocultar su erección… Rafa y José Luis, celosos, pero era su problema, no el nuestro.

Una segunda invitación al cine, ese día casi no había nadie y nos fuimos hasta arriba… canijo Víctor, yo creo que ya tenía chismes de mí porque en cuanto se apagó la luz, su mano va a la entrepierna y la otra me abraza y llega a hasta los senos… Sentí un ardor en la piel, toda la piel, fue como despertar la memoria de todas las caricias recibidas en el verano. Me prendí de inmediato, cerré los ojos y al abrirlos tan solo un segundo después noté sus labios acercarse a los míos… suavecitos a pesar de que se veían ásperos, la gloria, nadie me había besado (en los labios) así. No sé como movía los labios pero era como toquecitos eléctricos cada que los separaba., su sabor era dulce.

No pude más y lo empujé como pude, a lo que él se sacó de onda (entre apenado y que no sabía que pasaba pues no me había negado a nada) y rápidamente me le voy a la bragueta, dos movimientos y estaba abajo, un tercer movimiento entra mi mano furtiva a su pantalón en busca de mi paleta… no traía calzones lo que hizo que en el cuarto movimiento ya estuviera dirigiendo mi boca a su pene. En menos de quince segundos ya le estaba haciendo la primera felación que le hicieran en su vida…. Solo se bajó un poco en el asiento y se dedicó a jadear y mugir como borreguito. Trató de dirigir mis movimientos pero no lo permití, lo exprimí en menos de dos minutos; cosas de la edad, no saben qué hacer y se excitan muy rápido pero también se reaniman velozmente. El resto de la película… no supe o no recuerdo cuál fue, se lo acariciaba, chupaba y besaba hasta reanimarlo, ya sabía como mamarlo suavecito para que tardara un poco más y lo hacía eyacular de nuevo; habrán sido como tres veces pero para él fue una eternidad y un número infinito.

Cuando llegaron los créditos, él estaba desparramado en el sillón, mirando el techo, y con una mano acariciando mi cabeza, yo, le cerraba el ziper y me recargaba en él. "Que buena película".

Costó trabajo hacerlo entender que se acababa el tiempo conmigo y le aclaré que las otras chicas por calientes que fueran no lo eran tanto como yo, no fuera que intentara lo mismo con todas; creo que lo más que se dejaban o buscaban eran fajes de manoseada rica, besos, quizás dejarlos tocar sus senos sin ropa pero nada más… Yo si me había volado la barda.

El que siguió fue Ricardo; medio tonto, pero lo dejaba tocarme el trasero de vez en cuando, su mano miedosa y temblorosa me hacía muchas cosquillas en la cola, se ponía colorado cuando trataba de manosearme, yo me ponía un poco "indignada" pero volvía a dejar que lo hiciera. Héctor pasó sin pena ni gloria, hasta me cayó mal por tonto, no es que no intentara algo, sino que su forma de ser fuera de la escuela era tonta (no sé como explicarlo, sólo pensaba en fútbol). José Luis, recibió una dosis de chaqueteadas por dos semanas. Rafa, se volvió en un excelente amigo, claro que le di sus buenas chupadas de platanito y bien que se dio cuenta que ya tenía mucha más destreza, a él ya lo hacía durar más antes de aventarme a la garganta su semen.

Víctor comenzó la ronda de nuevo, para entonces además de pegar totalmente la banca a la mía, ponía un chamarrón enorme en mi respaldo (que no dejó de llevar a pesar que hiciera calor) y entonces con la rodilla y a veces con la mano se la pasaba sobándome el culo… un empujoncito, dos, un subir y bajar nervioso, a veces como si diera rodillazos y la clavaba lo más que se podía sin que notara (demasiado; era evidente que los chicos se daban cuenta o sospechaban pero no decían nada con la esperanza de que les dejara hacer algo un día). A veces metía la mano por debajo de la chamarra, me acariciaba el contorno de las nalgas, eso es lo que más me gustaba. Eso y cuando movía un poco la chamarra y me soplaba airecito en el trasero, era rico pues me hacía apretarlo de golpe. De mi parte, le ayudaba sentándome totalmente recargada al respaldo, a veces sacaba las nalgas por arás (de la banca) un poco para que le fuera más fácil manosearme, la chamarra siempre hacía que lo tuviera calientito y en el calor me sudaba pero era una sensación deliciosa..

Otras visitas al cine, unas mamadas cada vez menores en cantidad pero mayores en tiempo de duración. Lo que me gustó de su verga es que era muy arqueada para su tamaño (nada del otro mundo, desde mi experiencia las enormes no dejan jugar tanto) para metérmela toda —sin jalonearlo— tenía que doblar el cuello un poquito raro, eso era lo rico en su caso. Una vez de plano me hinqué en el asqueroso suelo del cine para poder levantarme ligeramente, voltear la cabeza y que entrara lo más fácil posible. Comenzó a decirme de groserías típicas de la situación y de plano le mordí el chorizo y hasta gritó a media película, me aventó al respaldo de la fila delantera (que no estaba tan lejos que digamos) y como respuesta me le fui encima a golpes, después de un breve momento de empujarnos y que de plano la gente hasta nos gritara que no saliéramos, nos tranquilizamos le dije que si me volvía a decir puta, perra, piruja, meretriz, cabaretera, puchacha, fácil, etcétera… le iba a costar caro, le echaría a todos los niños de la escuela encima (bien que podía hacerlo). Estaba tan apenado que al día siguiente me compró varios discos, bastante caros para sus ingresos. Dejé de mamársela un buen rato, permitía que me manoseara pero nada más.

Un "problemita" que me fue ocurriendo fue que necesitaba tener algo entre las nalgas (no dentro del ano, sino entre los glúteos preferentemente), tenía una sensación de temblor, un ardorcito que me punzaba a ratos mucho, a ratos poco, así que comencé a experimentar con lo que tuviera al alcance, primero la manguera de la aspiradora me ayudó un rato, la manguera la iba colocando en medio de mis piernas, y pues aspiraba, adelante, atrás, adelante, atrás; la manguera se me iba metiendo entre las nalgas y rozaba mis labios vaginales una y otra vez; luego dejaba que el aire caliente que salía de la máquina me diera en el trasero, hay… me hacía sudar rico, si no había nadie en casa, la aspiradora iba a mi cuarto y me ponía el tubo directamente en medio enfocado al ano y aspiraba… ¡ mmmm !, luego la ponía en el aire caliente ¡ aaahhh !. A veces le ponía el aditamento esquinero bien lavadito eso sí y adentro con algo de vaselina, a aspirar mis entrañas…¡ uuujjjmmmm !

Mientras me bañaba hacía uso del jabón, " flup " en medio de las nalgas y a moverme de un lado a otro de la regadera, lo resbaloso me daba otras sensaciones. Las escobas también llegaron a visitar mi culo; las plumas. Las verduras se unieron a los experimentos, los pepinos me resultaban muy grandes para traerlos metidos mucho tiempo (en las nalgas pero en la vagina duraban más), los cebollines me dieron muchos placeres, pero me apestaban mucho la cola y me irritaba un poco, llegaron las zanahorias pequeñas con mantequilla, los plátanos dominicos verdes que más bien me los metía para dormir así iba sintiendo un chapoteo chicloso mientras me movía en la cama y me dormía. Los recipientes de los rollos de fotografía con un poquito de vaselina resultaron muy prácticos para andar en la calle y sentir algo rico mientras iba al centro comercial con las amigas.

Todo lo que se me ocurría iba a dar ahí y resultó todo un arte evitar que se cayera o saliera, entre más duro mejor pero no pesado pues sino terminaba por caerse y eso "me daba mucha pena", sí aunque pareciera ridículo, no me importaba que me vieran mamando o, cogiendo (me bloqueo y sólo veo en lo que estoy) pero que me cachara alguien con algo adentro del culo me mataba de la pena.

Ya luego con la edad una descubre todo tipo de artefactos especiales para traerlos adentro (vagina o trasero) con toda tranquilidad; un descubrimiento delicioso fueron los globos

Intercalado con mis incursiones en la escuela, en la calle disfrutaba de las visitas de mis "enanos", la mayoría, a veces nos reuníamos uno o hasta tres a realizar una auscultación a la enfermita…nunca más todo juntos, eso ya estaba en el pasado. Ahí me desquitaba de lo que no hacía en la escuela, me cogían hasta hartarse aunque a veces yo me quedaba insatisfecha, sobre todo los viernes. Me embarraban mantequilla en el ano, en la vagina, y a meter y sacar sus preciosas vergas, recibía mis dosis de rico esperma fresco, calientito. El glande de Joel ya se empezaba a poner nervudo, a él le encantaba salpicarme la cara, parecía y debo admitirlo como cuando le vas echando galletitas o croquetas a los perros que las cachan en el aire, así trataba de cachar sus chisgueteadas, sólo las de él, su sabor era más rico que el de otros ¿cosa de la alimentación? Con el tiempo eso de desperdiciar semen fuera de mi boca no me agradó. A ellos les dejaba decirme grosería y media, no es que me gustara ni me excitara como a otras chicas, pero ellos lo hacían mejor si las decían, eso sí, me pegaban y se las mordía. Una vez tres "enanos" dirigieron sus vergas a mi boca y eyacularon al mismo tiempo… mi lengua trataba de cachar todo.

Por fin tuve un novio en la escuela, no como esos "novios de comuna" que fueron Víctor, Rafa, José Luis y demás, sino uno oficial para enojo de éstos. Era de otro grupo, de "foto de actor juvenil" o mejor dicho infantil, como Di Caprio cuando chiquillo; me gustaba pero nada más, se lo quité a una niña que me caía mal de su grupo (una rubia que decía estar bien buena y que tenía a todos en sus manos… le comprobé varias veces que no era cierto). Siempre me buscaba con la mirada y me lo ganaba poco a poco solo con estar frente a él pero de espaldas "de casualidad claro", y siempre se me caían cosas, así que iba por ellas… me flexionaba sin doblar las rodillas y hasta el suelo (como abdominal), el culo se me veía fenomenal a pesar de la edad, escuchaba más de un " Uff", bárbara, qué buena está, con esa sí, etcétera, cada que lo hacía (de inmediato se oían los comentarios de todos sobre el tamaño de mi trasero y la forma). Y cuando le di la estocada final a la "mona" esa fue en la cooperativa, donde vendían las golosinas en los descansos. Lo ví ahí, formado, me le metí adelante y paro la cola bien respingadita, por supuesto que clavo su mirada en ellas. Avanzaba la fila y yo en vez de hacerme para adelante iba para atrás y obviamente a él lo empujaban para que avanzara, estaba súper excitado, se escuchaba en su respiración, entonces le pregunté cómo se llamaba; "Javier", le dije que me gustaba y que si quería ser mi novio… Todos lo odiaron (por un mes). Con él si iba de la mano todo el tiempo, en la puerta de su salón le daba unos besotes de lengua largos largos, lo abrazaba y le bajaba las manos hasta su trasero y lo empujaba contra mí, lo dejaba prendidísimo y sólo miraba a la vieja esa. Me enteré donde vivía la chava y me iba con "mi novio" a la calle de ella a hacer cosas de novios (sólo fajes ricos, besos, caricias, abrazos, manoseadas) así que seguro nos vio alguna vez. A Javier no le saqué el pito para nada, solo lo llegaba a tocar por encima de los pantalones con eso era suficiente. La fama de zorra se difundió como pan caliente.

El segundo novio oficial era de sexto, José era algo así como el más famoso de la escuela, no en el sentido de estudios sino que era el más popular, el más aventado, el más "galán", el que había tenido a las más bonitas de la escuela como novias, ese fue el que siguió. Caminábamos en el descanso por el patio hasta lo más retirado que se podía (que de cualquier forma se veía mucho) y ahí me pegaba unos fajes sabrosos pero inocentes… el "más acá" de la escuela era muy tibio en cosas sexuales.

En general así fue mi quinto año… no he olvidado hablar de las clases de deportes pero eso es cosa aparte.

En sexto, las cosas no cambiaron mucho, salvo que ahora mis novios eran de escuelas secundarias de la zona, que iban a la hora de la salida por mí. Tuve uno que tenía una moto de esas no muy grandes más bien chicas que conocí en el cine; salía de la escuela y se iba de rápido a su casa, llegaba en moto por mí, ya se imaginarán todos los chiflidos, piropos, groserías y demás comentarios que incitaba cuando me subía en la moto, mi culo que se desbordaba por los lados de la moto, redondito, se veía grande. Lo abrazaba de la cintura o más abajo, casi siempre abajo y le restregaba mis senos en la espalda, a veces si me gustaba alguien de la calle le lanzaba besos desde la moto, al fin el novio iba soñado conduciendo y con su nalgona atrás; si iba de pantalones (o sea de deportes) a veces estiraba ligeramente las piernas y arqueaba la espalda para respingar más el culo, hasta pegaban de gritos algunos transeúntes (varios albañiles no paraban de lanzar sus mejores frases). En la búsqueda de nuevas formas de hacer lo mismo, me lo cogí en la moto varias veces.

No se le paraba mucho que digamos —los enanos se me volvieron mi punto de referencia, es especial Joel—, pero lo suficiente para metérmela; me trepaba de espaldas y me acostaba en el tanque de gasolina, abría las piernas y lo recibía (normalmente cuando lo incitaba a hacerlo así no llevaba calzones); ahí de puntitas empujaba y empujaba, se agarraba del manubrio igual que yo y apenas podía sostenerla, ya se iba de un lado, del otro. Eso hacía que apretara más mi pelvis y hasta le costara trabajo sacarla o meterla; nos caímos algunas veces, sobretodo al principio. Una ocasión me dejó manejar la moto mientras me subía la falda y metía su pene en mi culo, era una sensación diferente sobre todo porque no conducía la moto muy bien y frenaba a cada rato

Las clases, bien gracias, casi todas las tareas cuando no eran de equipo me las hacían los chicos que recibían como premio besos (a algunos le dejaba sobarme las nalgas), eso sí para exámenes me iba con las "monjitas" para realmente pasar, nada brillante en ese sentido pero no reprobé nada de clases. No es que no me interesara aprender pero usaba más mi tiempo en otras cosas.

Mis necesidades sexuales se volvían extremas, o era una buena cogida lo que requería o simplemente excelentes roces, lo intermedio no me servía de mucho. Me di cuenta que a algunos si les gemía de alguna forma se excitaban más, otros se encendían con decirme groserías (a estos trataba de evitarlos), como que en la primaria todo era muy sencillo, la que buscaba complicar las cosas era yo.

Mucho antes que pase a contarles sobre mis clases de deportes y mi maestro, quiero relatar sobre mi primer y gran amor. Sé que no les será de tanto agrado pero eso es una de las claves para que yo cambiara en algunas cosas.

Se llamaba Alejandro, otro Alejandro (no de los "enanos"). Lo conocí antes de que terminara la primaria, llegó a la calle. Era bajito, como de mi altura, regordete, moreno, con el cabello negro y su mirada muy iluminada, eso la sonrisa y su voz ingenua es lo que me impactó.

Cuando me lo presentaron no sabía que le llevaba dos años siempre pensé que era mucho menor, platiqué con él como con un amiguito, la voz me resultaba como un rico arrullo, me llenaba de un agradable calor. La siguiente vez que lo ví, lo estuve correteando por toda la calle y al alcanzarlo lo tiré en la banqueta y me le fui encima con besos y poniéndole la mano encima del pene; Alejandro estaba espantado pues no se esperaba que hiciera eso.

No entendía por qué me comportaba así con él; tenía un novio (al que me cogía cuando quería y como quería), podía tener a quien yo quisiera si lo deseaba, al menos eso pensé. Tenía a varios chicos detrás de mí, los más grandes también me buscaban como los "siete enanos"; los maestros no despegaban la mirada de mi trasero, igual vecinos adultos y jóvenes. Pero a este mocoso menor que yo dos años lo tenía metido en mis pensamientos, cada que sabía que estaba cerca palpitaba mi corazón, se me subía el color, me punzaban las nalgas, se me doblaban las rodillas… era algo verdaderamente diferente a cualquier cosa que hubiera sentido. Prácticamente lo perseguía, lo acosaba todo el tiempo, no podía entrar a su casa porque se encerraba en algún cuarto y no salía hasta que me fuera. Le rogaba que saliera que no le iba a hacer nada, y al principio salía pero no podía evitar írmele encima para besarlo. Él me pedía que no lo molestara así "Que no lo molestara" ¿acaso no se daba cuenta de cómo estaba yo, de que todos querían conmigo?", le daba la oportunidad de ser "suya" y no la quería… no entendí.

Incluso un día que varios vecinos de la calle fueron un fin de semana a una casa de uno de ellos en Cuernavaca, me enteré de que él estaba allá y como pude convencí a uno de los "enanos" que me llevara. Llegamos en la noche y ya estaban dormidos, luego de que abrieran lo fui a buscar, estaba enojado de que llegáramos (ciertamente el plan original para ellos era más tranquilo y con nuestra llegada lo hicieron también varias botellas y mucho ruido), no lo dejé en paz todo el tiempo y me burlé, le pegaba lo más fuerte que podía, lo pellizcaba, le di una correteada y le bajé los pantalones, ya le iba a bajar el calzón para darle la mamada de su vida cuando lo ví a los ojos… su hermosa mirada se había ido, la tenía de furia

Lo solté, me fui a llorar y después de un rato me puse a coger con todos los que se dejaran para descargar mi pena, manera un poco tonta de hacerlo pero de momento es lo que hallé. Él solo observaba ya no con enojo sino una mirada de incomprensión. Mis gritos se oían en toda la casa (lo hacia fuerte para que oyera) y en un momento no cerré bien una puerta y llegó a verme con las piernas en alto y un chavo dándome por el culo, cuando lo caché viendo la escena decía "que rico, si otros supieran que hacer con una chica como yo no estarían parados en la puerta como pendejos…" Alejandro solo se fue (creí ver lágrimas en sus ojos y el tiempo que estuve en la casa él se iba al otro extremo.

Me sentía dolida por su rechazo lloraba todas las noches y cualquier cosa sexual dejó de interesarme un rato (pequeño), me dolía que no me quisiera cerca, cada que lo veía me dolía el corazón, y en vez de hablar con él le eché a todos en su contra, se burlaban de él, le quitaban sus cosas, en fin, lo maltrataron por mi culpa. Yo cada que lo tenía al alcance le pegaba como fuera, él nunca respondió y se le veía en los ojos que a veces le hubiera encantado darme unos buenos golpes.

Por razones que no recuerdo le dejé de ver, él se volvió muy retraído, ensimismado, ya no platicaba con los de la calle, yo traté de olvidarlo por todos los medios, como ya no lo veía tanto y con el tiempo se fue de la colonia, pues yo volví a lo mío. Años después me lo encontraría y ahí las cosas fueron diferentes (pero eso lo contaré en otro momento).

Espero que no se hayan aburrido con este rollo de Alejandro pero él hizo que viera el sexo diferente, me di cuenta de que también hay sexo con amor… Eso yo no lo había visto. Como cubría mi deseo de sentirme querida y deseada con tanto chico alrededor no había caído en la cuenta de lo que era el amor… No lo pude olvidar por mucho tiempo.

Ese tiempo traía un humor de perro, nada me parecía, jugaba con los chicos más.

Ahora paso a relatar algunos momentos de la clase de deportes, no muchos pero sí de los más significativos, la mayoría fueron más eróticos que otra cosa.

El quinto año (perdón que regrese a quinto) fue cuando el maestro se descaró en sus pensamientos, incluso una vez la miss Anita (mi maestra de quinto) se le enfrentó (ella no se daba cuenta de que yo también ponía de mi parte) porque era un descarado que me veía el culo cada que podía. La primera clase de quinto fue verle la cara desorbitada (y la de mis compañeros) al ver como enfrente de él apropósito me puse de perfil y como había que quedarnos en shorts, bajé lentamente el cierre de la falda, el botón, el broche y la fui bajando poco a poco de cintura y cadera y luego la solté para que cayera al suelo… pobrecito, el rojo se adueño de su rostro; el año pasado los shorts que usaba eran holgados, pero este era "pintado", se me metía en el culo y como era blanco usaba calzones azul marino a propósito. El pene se le notó de inmediato, los compañeros como en automático comenzaron a murmurar dos cosas: "que buena está y mira al maestro…" No dejaba de verme el culo, cuando nos ponía a brincar hacía felices a todos los chicos que miraban como iban para arriba y luego para abajo mis glúteos, como rebotaban y los apretaba o los aflojaba, él iba dando vuelta al grupo pero no quitaba los ojos de su objetivo, yo sentía como clavaba su mirada ahí.

En las abdominales de pie siempre se ponía de lado para verme de perfil. Cuando las abdominales eran de piso o lagartijas, de plano se ponía enfrente de mí para ver desde lo alto el ancho de mi cadera, esa mirada la conocía muy bien en mis "siete enanos", pelaban los ojos al ver cuan anchas eran a pesar de la edad. Cuando nos enseñó a jugar voleibol el muy cerdo se ponía detrás de mí y decía señorita López, "el balón lo debe sujetar de esta forma…" y me abrazaba bien pegado a mis nalgas, muchas veces sentí su miembro de adulto pegadito a mis espalda palpitando rico, aunque trataba de no hacerlo el instinto le fallaba de vez en cuando.

Cuando andaba querendona me hacía la que no entendía como se hacía, él ni tardo ni perezoso me "enseñaba cómo hacerlo", y en la manera para colocar el balón al compañero de a lado para que clavara, levantaba mis brazos y aprovechaba para repasar mi cintura y torso; no sé si sospechó que a veces le incitaba a tocarme, porque muchas veces le ponía cara de "ahora qué hice mal".

A veces me le acercaba y le decía en tono de puchero, "maestro, no sé como hacer esto o aquello" y él me mostraba posando sus manotas en mi cintura y dirigía mis movimientos. Bien que se daba cuenta de que me dejaba manosear por algunos de los compañeros y se le veía una cara de envidia. Hasta Víctor y Rafa dijeron que no acelerara al profesor pues un día me iba a hacer algo que yo no quisiera; no pasó más allá de los manoseos y la última vez que lo ví lo incité a hacer algo más pero realmente no mucho más allá de lo que se atrevía a hacer.

Cuando jugábamos fútbol algunos compañeros al pasar detrás de mí me sobaban las pompas, a unos les respondía con un cachetadón o un golpe en la espalda cuando huían y a otros, los alentaba discretamente sin decir nada o pararme otra vez cerca de ellos. En ocasiones cuando iba a haber un tiro indirecto o directo (o algo así) y hacían barrera para que no fueran a buscar la oportunidad de gol me les repegaba hasta que sentían mis nalgas en sus genitales, así no se movían para nada, así o acercándoles totalmente mis senos en el pecho o espalda los neutralizaba en la jugada, decían que yo hacía trampa pero nadie se llegó a mover cuando lo hacía. Había ocasiones en que al agacharme o hacer sentadillas se me bajaban un poco los shorts y se dejaba ver mi calzón, en ese entonces los usaba normales para la edad, como se emocionaban algunos de ver sólo el resorte, no entendía porque les llamaba la atención eso.

En sexto al maestro se le ocurrió conseguir que la escuela de a lado nos permitiera usar su alberca pues la nuestra no tenía… A veces aún pienso que consiguió esas clases para verme en traje de baño pues al siguiente año ya no hubo más clases de natación, "a saber qué pensaba", son ideas de sentirme deseada tal vez.

No olvido los ojos de todos, niñas, niños, encargados de la alberca y de mi querido maestro al verme salir del vestidor en traje de baño. Se le cayó lo que traía en las manos y no pudo evitar decir, "hay carajo…" todos lo miraron fijamente.

Cuando me mojaba ya se levantaban los pezones a mí y algunas de las compañeras no a todas. Entre los ejercicios y las prácticas, los chicos a veces se me acercaban desde abajo, se sumergían y buceaban hasta estrellarse en mí, todos lo intentaron, pocos no se llevaron pellizcos o cachetadas, a uno o dos les di patadas para que se quedaran tranquilos. Pero a algunos, bueno, era riquísimo sentirlos, Víctor halló la manera de que si podía se hundía y me soplaba todo el aire en la vagina o culo… se sentía muy chistoso en el agua. Lo hizo poco pero fue muy rico.

Un día me pregunté de qué era capaz de hacer el maestro si tuviera la oportunidad. En la penúltima clase en la alberca, animada"me iba a ahogar". Estábamos haciendo clavados y de plano me aventé mal de la plataforma de diez metros, se notó que iba a caer muy mal y por lo que dijeron (de eso no me di cuenta pues sólo veía cada vez más cerca el agua, gritaba y esperaba el golpazo) cuando comencé a gritar se quitó la playera y se aventó para alcanzarme. " Plas" , un súper golpe al chocar con el agua y me hundía; entre el ardor y el golpe no me di cuenta pero de pronto vi su cara aparecer de entre el agua, el canijo me besó con los labios apretados y sus brazos envuelven mis nalgas; con una mano clavó los dedos entre mis glúteos y la otra va entre mis piernas, justo encima de la vagina. Así me va empujando para la superficie, yo me sentía muy excitada, tenía ganas de agarrarle le verga pero no podía, estaba aturdida y sentía que me ahogaba. Conforme llegábamos a la orilla me fue soltando de esos lugares y me sujetaba de brazos y cintura. Al salir, el resto de la clase me la pasé envuelta en su toalla y no lo solté; estábamos sentados yo temblaba entre el frío y el golpe,;lo abrazaba (a veces lo más discretamente posible) le recargaba ligeramente el brazo en el miembro (que estaba bien erguido) y le ponía la cara en el pecho, como cuando a los niños les duele algo y buscan refugio en sus padres. Creo que él se sentía a gusto pues dirigía la clase sin pararse. Me llevó con el médico de la escuela y luego en coche a casa. En el camino no dejaba de decir "pobrecita nena" y miraba mis piernas. Ahí se me ocurrió que le daría un regalo antes de salir de la primaria.

A partir de esa clase, cuando hacía algo mal el maestro ya no dudaba en nalguearme como regañándome, ahh , como me equivocaba. El regalo que le dí por salvarme del ahogo fue en la última clase de deportes antes de que entregara calificaciones. Estaba sentado en una silla viendo como jugábamos fútbol, sin más me torcí el pie cerca de donde estaba y entonces me fui brincando hasta él y le dije que me dolía el pie y sin más me senté en sus piernas. Automáticamente se le paró la verga, clarito sentía como me la clavaba en la pierna; mientras me sobaba el tobillo pues se movía y yo cooperaba de alguna forma para que el movimiento fuera grato para los dos pero sin ser "indiscretos" (como si fuera discreto una niña en las piernas del maestro a media clase), era obvio que todos nos veían pero aparentemente sólo me sobaba el pie, yo le pasé un brazo por el cuello y miraba mi pie, ponía cara de "me duele ahí" y sin querer "queriendo" cuando él estaba mirando mi tobillo de cerca, medio agachado, le acerco la cara a su oreja y comienzo a gemir con voz muy muy bajita: " me duele, aayy, así deja de doler ", reaccionó de inmediato y me pegó más su vergota a la pierna. Creo que se excitó demasiado, se puso rojo, me suelta y dice "ya no tiene nada señorita López… la voy a extrañar mucho, ojalá algún día me visite" me levanté y fui cojeando por mis cosas, me inclino para recoger mi uniforme (obviamente le mostré todo mi trasero mientras lo hacía). Él no se levantó de ahí, se puso algo encima y desde ahí dirigió el resto de la clase. Bien que quería cogerme pero nunca se animó a proponerlo.

Ya para ese momento yo hubiera aceptado siendo mi primer adulto pero eso no pasó sino hasta unos años después.

Cuando termino el sexto año, el último día de clases después que dieron el resultado de los exámenes comenzamos a dedicarnos recados en la ropa con plumones, pues para secundaria dejaríamos de vernos muchos Mientras nos despedíamos el ambiente fue poniéndose más cariñoso y álgido; en algún momento comenzaron a escribirme mensajes en la falda, al primero se lo pedí (Rafa), lo hizo en la nalga izquierda, Víctor en la derecha; los demás lo hicieron sin preguntar, aprovechaban para manosearme pero eso sí, —como no me gusta lo violento de otros hacia mí—, para escribir debían prometer ser tranquilitos en sus movimientos. José Luis lo hizo en mi Monte de Venus, me puse con las piernas ligeramente abiertas y todos estaba atrás como echaba en momentos las nalgas para atrás por las cosquillas que me hacía. Llegó un momento en que no pudieron evitarlo y alguien dijo "quítenle la falda al fin que trae shorts" (afortunadamente ese día los llevaba) y todos los chicos jalonearon metiendo mano hasta dejarme sin ella y bien que aprovecharon para manosearme a su gusto.

Así terminé la primaria, con varias manos arrancándome la falda, habiendo cogido rico con mis "enanos" y varios novios, mamando algunas pirinolas, metiéndome cosas en el culo, incitando a mi maestro de deportes, y conociendo mi primer amor.

En el próximo escrito les contaré de la secundaria y alguno que otro viaje, prometo entrar más en detalle. Gracias a todos los lectores, en especial a los que han dejado comentarios.