Mis aventuras como calienta pollas (1)

Confesiones de mis primeros años de vida sexual, el descubrimiento de la calentura dentro de mí. Como me satisfacía con tres chicos de cuarto de primaria.

Mis aventuras como calienta pollas

o la vida de Fátima D. 1

La primaria I

Confesiones de mis primeros años de vida sexual, el descubrimiento de la calentura dentro de mí. Como me satisfacía con tres chicos de cuarto de primaria.

Es la primera vez que escribo algo de mi vida sexual, sí, obviamente desde temprana edad la he tenido. Y depende de la respuesta que vea escribiré más. Me animo pues de casualidad me mostraron la página y tras leer varias historias (que algunas se ven muy "pachecas") otras son buenas, diría entretenidas, otras cachondas, algunas muy sabrosas y otras dan una buena envidia. Entonces fue cuando me dije, no ha sido demasiado común mi vida, sí cosas de "cajón", "clásicas", ya muy leídas para los lectores de la página, otras quizás no.

Mi nombre es Fátima Daniela, nací en Morelia Michoacán, pero ahora vivo en el Distrito Federal; por divorcio parte de mi familia se mudó a la capital desde que yo era niña. Solterita por gusto y hoy día tengo 26 años y desde la adolescencia mido 1.63 m de altura, soy de piel morena casi color canela, mi cabello es negro azabache y largo por debajo de los hombros (cuando era chiquilla lo traía casi a la cintura), ojos color miel grandes, ceja tupida, cara redonda, labios carnosos, nariz de "bolita", senos medianos (al menos eso creo, son 34 B), las piernas no tan mal formadas, parecen más largas de lo que son por la forma de mi trasero y este es mi orgullo, grandes, paraditas y bien redondas y se notan mucho pues desde finales de la primaria he tenido cinturita; muchas veces me han dicho que son operadas, pero no, naturales totalmente. Siempre he tenido que usar ropa grande por mis pompas. En general tengo que comprar medida 13 pero mi cintura es menor (12), de otra forma no me podría meter los pantalones y menos cuando subo un poco de peso. Ya en últimas fechas a veces me mando hacer ropa a la medida, sobre todo si son vestidos de noche o para celebraciones especiales. Con los pantalones a la cadera vuelvo locos a los que me ven, trato de no usarlos pues realmente se vuelven tontos los hombres y a veces me molestan más de la cuenta. Tal vez algún día ponga una foto mía, ya veremos.

Fui muy maliciosa desde chiquilla, sin saber bien por qué me dediqué a intentar dominar a los niños de una u otra forma, desde los 10 años ya mi cuerpo parecía reloj de arena, mi cintura mucho menor a mi cadera aunque mis senos no eran grandes entonces mi trasero sí, desde que tengo memoria mis nalgas han sido grandes. Ya desde entonces me ha gustado lucirlas pero no de cualquier forma, siempre he tratado de que sea algo así como un "regalo sorpresa", claro está que cuando me pongo shorts o cierta ropa no se pueden ocultar y con otra ropa son tan evidentes por mi cinturita, todo mundo se puede imaginar el tamaño pero pocas veces la forma, ese es mi "regalo" para quien las ve, toca o llega a poseer.

En la niñez veía a mis amigas, vecinas o compañeras de la escuela con cuerpos bien diferentes, lisos o planos, rectos, sin cinturas tan marcadas, muchas con pancita, yo también estuve gordita de niña pero con las nalgotas ahí (mi abuela una vez al verme le dice a mamá: "la niña salió igual a la familia, nalgona y chichona"). Ya desde entonces algunos niños me buscaban más que a otras amiguitas además de que soy muy alegre y bullanguera desde entonces. Creo que fue entonces que me gustó tener a los niños a mí alrededor y que me dieran toda su atención.

Jardín de niños, pre-primaria y los primeros tres años de primaria estuve en escuelas particulares pero mi familia tuvo problemas económicos y entonces tuve que entrar en una escuela de gobierno (la mudanza al Distrito Federal). Al principio me resultó muy raro, pues la primaria de donde venía solamente era de niñas, salía muy tarde y estaba en Morelia, y la de gobierno era mixta y salía mucho más temprano, muy al principio me iban a recoger en coche pero después vieron que la zona no estaba tan mal y relativamente no era lejos, así que me regresaba sola o con amiguitos (era otra época).

Los niños me recibieron mejor que las niñas. Los chamacos que se veían retrasados de grupo (mayores de edad) fueron los primeros en ser mis amigos, me contaban como era la maestra, quienes los inteligentes, los tetos, los lelos, las monjitas, las locas aceleradas, etcétera. De la escuela que provenía los programas iban más avanzados que en la de gobierno entonces me aburría mucho, ya había visto muchas cosas incluso hasta el año siguiente, eso me hizo muy floja para estudiar.

Justo ahí comenzó mi afición a lo sexual. Recuerdo mucho a mi "primer hombre", bueno, mi primer niño. Su nombre era David y todo el cuarto grado estuve sentada con él, pues los pupitres eran como escritorios para dos personas (al año siguiente los cambiaron); al principio no quería sentarme con un niño, pero la maestra nos ordenó de acuerdo a la lista, me toco con David, un güerito flaquito muy lindo, de esos siempre peinaditos; como yo tenía unas nalgotas, le dejaba menos espacio para sentarse que si se hubiera sentado con alguien más eso hacía que estuviéramos muy cerca uno del otro. Un día comencé a ponerle la mano en las piernas sin darme cuenta real de lo que hacía pues las clases eran muy aburridas para mí y su pierna estaba brincando mucho, imagino que estaba nervioso por la clase de matemáticas. La primera vez en cuanto sintió mi mano me la aventó y me di cuenta de lo que yo había hecho, no fue a propósito pero desde entonces ya lo hacía con toda la intención y él fue cediendo a mis intentos. Esa primera vez fue casi una hora antes de salir, llegó el momento en que desde la entrada le acariciaba las piernas y su bulto sobre los pantalones; me gustaba sentir como se iba sintiendo calientito y a veces sentía un ligero movimiento, entonces comenzaba a picarle el trasero, se apenaba y enojaba mucho pues no sabía qué hacer, era dócil, me encantaba jugar con él así. A veces lo veía llegar con desgano como si le molestara mucho lo que le hacía pero los lunes sin falta llegaba feliz a verme, lo que era una señal de que le gustaba. Terminamos jugando a que vivíamos en un castillo y tratábamos de poner una de las mochilas como muro para que no nos vieran las niñas de a lado (una era muy estudiosa Lulú y la otra era la chismosa del salón Carolina), del otro estaba una pared y una ventana con cortinitas las que normalmente estaban cerradas, él se sentaba junto a la pared.

La cosa llegó a que en diciembre antes de salir de vacaciones, un día hacía mucho frío, de plano le bajé el cierre, él estaba rojo rojo de pena, temblaba, eso me gustó muchísimo, ponerlo a temblar. Le bajé el cierre justo cuando la maestra sin querer tiró una regla para dibujar en el pizarrón, él se quedó tieso, metí la mano en su pantalón y busqué su pitito, era una sensación muy rara hurgar en sus calzones y sentirlo en mi mano, era un poquito flácido, como que aún no se le paraba mucho, lo apretaba con la mano suavecito hasta que sacaba unas gotitas dulzonas (por supuesto que me las llevé a la boca, primero creí que se hacía pipí, pero como eran pegajositas las probé y me di cuenta que no) casi todos los días le ordeñaba sus gotitas de miel, ahora ya sé que es lubricante y me encanta. Si veía que la maestra fuera a acercarse o nos miraba mucho tiempo le sacaba la mano y en cuanto podía la volvía a meter. Con el tiempo David se fue controlando al grado de que de plano se sentaba y de inmediato se bajaba el cierre, a veces se enojaba mucho cuando no le metía la mano, entonces lo castigaba uno o dos días, sobre todo si era miércoles o jueves, así pasarían más días para el lunes. Obviamente alguien se dio cuenta, era uno de los niños más grandes del salón que se sentaba dos bancas detrás de Lulú y Carolina, el era Rafa. Fue de los primeros en hablarme y me llevaba bien con él pero no le contaba a nadie lo que hacía con David, y creo que él tampoco dijo nada.

Se dio cuenta sin querer pues un día se levantó rápido porque la maestra lo regañó y de castigo lo paró toda la clase, no me dio tiempo de sacar la mano, entonces vio cuando la sacaba para que "no nos viera" (el movimiento mas que nada); ahí se terminó nuestro secreto, mas no nuestro juego, simplemente lo tuve que hacer con otros pero eso sí, bajo mis condiciones.

Por alguna extraña razón no habíamos tenido clases de deportes hasta enero, después de mi cumpleaños, no me había molestado, al contrario, me daba gusto no tener que mostrar a todos el tamaño real de mi trasero, claro era por tener clases entre niños como compañeros. La primera clase sólo la tuvimos con ropa de deporte, es decir blanca. Yo llevaba una falda grande y larga; el maestro me pidió que llevara pantalones y shorts. En algún momento nos puso a brincar, ahí fue don el idiota de Rafa dijo una frase que no he podido olvidar y ahora hasta me gusta, dijo: "A Fátima le brincan mucho las pompas y se mueven de forma diferente como si fueran de dos niñas"… ese imbécil me ofendió mucho, me enojé tanto que lo perseguí y le pegué hasta que me regañó el maestro. Luego David me dijo en voz baja ya en el salón "se ven muy bonitas y me gustó como se mueven…" Se dio un silencio entre los dos lo que faltaba del día, ni siquiera le metí mano. Ya en la casa pensé, esa va a ser la forma en que me sigan los niños. Hasta entonces me di cuenta de que siempre era yo la que le hacía cosas a David, su movimiento más atrevido era abrazarme o empujarme cuando se enojaba por los hombros y jugar con mi cabello de vez en cuando.

Vuelvo a mi afición de meter mano. En enero (después de la clase de deportes) David faltó una semana, Rafa aprovechó para decirme que ya me había visto meterle mano a David… Cuando comenzó la semana y estaba sola en la banca, Rafa se sentó conmigo "arrinconándome" a la pared, la maestra nos vió y no dijo nada, en el recreo estábamos juntos casi todos los días, platicábamos mucho. Ahora tengo que hablar de Rafa un poquito antes de seguir mi relato, era mayor dos años, entró después a la primaria y había dejado uno o dos años, por eso íbamos en el mismo grupo, a él se le notaba ya la manzana y se le empezaba a dibujar el bigote, se notaba mucho que no era como todos los demás, por eso se llevaba con chicos de quinto hasta sexto. Era más alto que yo y lo caché o descubrí mirándome el trasero varias veces, cuando platicábamos en el patio se me repegaba de costado, como esperando para abrazarme muy fuerte pero no lo hacía… hasta entonces. Resulta que durante la clase escribe en mi cuaderno "ya sé que haces con David", me espante, estaba muy seria y no dije nada, entonces quiso poner una mano en mi pierna. Se la retiré y le escribí "¿Qué quieres decir, qué hago?" Entonces me di cuenta que no sabía del todo pero sospechaba, contestó "le pones la mano en su pierna y a veces se la sobas y a hasta le das nalgadas". Este mendigo me espiaba (aunque no muy bien) y no me había dado cuenta. Escribí "¿estas seguro?" y respondió "sí" y siguió "yo quiero que me hagas lo mismo"

Pasó un buen rato y escribí "regresando de recreo te sientas junto a la pared y cuidado te mueves o dices algo, te va a ir muy mal si lo haces. A partir de hoy no vamos a platicar en el recreo si te lo hago, si no te toca, podemos estar juntos". Sí aún tengo el cuaderno, ha sobrevivido a todas las limpias de cachivaches por su valor estimativo. Así lo hicimos, con el timbre corrió al salón, hasta Araceli, una amiguita (de las monjitas) dijo que nunca lo había visto entrar tan rápido al salón. Llegué y lo miré de tal forma que él estaba como buscando sus regalitos de los Reyes Magos. Me senté y lo fui acomodando a empujones, en cuanto la maestra se descuidó bajé el cierre y metí la mano tan rápido que él sólo brincó y dijo "Ah". Ya tenía experiencia en buscar en el calzón de David así que hallé mi objetivo de inmediato, él estaba congelado pero no demasiado pues se le puso dura y erecta rapidito… vaya diferencia con David, éste era pito de adolescente, quizás más que pito. Rafa no lo podía creer, estaba embobado, al grado que la maestra le preguntó que si se sentía mal, yo ya sabía como sacar la mano rápido y ser menos evidente, al menos ella nunca se dio cuenta. Se me quedaba viendo impactado y encantado a la vez, lo iba apretado hacia la pared, trató de meterme mano pero recibió por respuesta un pellizco que le duró dos semanas el moretón. La que mandaba era yo y ya le había dicho.

Me dio mucha risa pues al poquito tiempo de que le estaba apretando el pitote, la miel salió (David ya aguantaba más tiempo), era mucha más de la que podía llevarme a la boca sin sacarlo de su lugar, eso me impresionó, no todos eran iguales, quería verlo y ya tendría mi oportunidad. Él estaba muy nervioso hasta espantado. Ya no seguí, solo me recargué en él el resto de la clase y se sentía muy caliente (y lo estaba). A la salida, por supuesto que me acompañó a casa. David vivía a tres calles de mi casa pero era raro que nos viéramos fuera de la escuela. Con Rafa, nos acompañaba parte del camino pues también vivía por el rumbo, él y José Luis (ya luego hablaré de él). Ese día Rafa como pudo se deshizo de José Luis y nos fuimos solos. De pronto lo empujé en la esquina de una calle por la que no pasábamos normalmente y lo llevé de la mano hasta unos árboles muy grandes, iba detrás de mí y sentía como clavaba la mirada en mis nalgas, ahí sin decir nada lo jalé del cinturón lo empujé a un árbol en el pequeño hueco que dejaban dos coches estacionados, le bajé la bragueta y saqué el pene; entre que sí quería y no sabía cómo reaccionar ante mis movimientos, no se esperaba que tomara la iniciativa así.

Le decía "cállate y ponte flojito", lo saqué y estuve viéndolo con detalle lo apretaba, estiraba, con fuerza y suavecito, medio tosco; hasta ese entonces no había visto uno, el de David se sentía más chiquito por eso sólo lo conocía con la mano, como si fuera ciega sólo lo palpaba y no me había dado más curiosidad, pero éste lo tenía que ver. Rafa estaba recargado en el tronco, medio aturdido por la experiencia que estaba viviendo, decía que lo hubiera pensado de muchas pero nunca de mí, eso me gustó, romper la idea que tenían de mí. Me sentí tentada a chuparlo pero me dio cosa hacerlo, eso sí, toda la miel que salía la tomaba con los dedos y me la llevaba a la boca, Rafa solo me miraba, yo estaba concentrada en su cosa, si venía alguien poco me importaba, él se encargaría de eso a partir de entonces, yo a lo mío y él a vigilar. De pronto, dejó de hablar, su respiración cambió y eyaculó, fue tan rápido que manchó mi falda y apenas pude brincar para atrás, saboreé eso que salió, blanco, sabía diferente a la miel, más espeso, sabía raro, me gustó más la miel. Él estaba como espantado, se lo guardó como pudo dijo que sentía el trasero muy raro y se sentó en la banqueta, me senté a su lado mientras me quitaba la "crema" que me había caído en la falda, parte al pañuelo parte a mi boca. Él callado, como en otro lado. De pronto veo su reloj y digo que me voy que se hace tarde, ni me miró, entonces dije que no le dijera a nadie sino no lo volvía a hacer, ahí bien que volteó a ver con una cara de "¿Va a ver más? Me fui, en casa estaba maravillada con el pito de Rafa. Debo admitir que traté de descubrir a mis hermanos con la cosa de fuera, pero no demasiado, ya sabía cómo hacerlo con los niños, supuse que si me lo proponía vería los que quisiera.

Al día siguiente tampoco fue David, de hecho toda la semana faltó. Rafa ni tardo ni perezoso se sentó junto a la pared me miraba con los ojos grandotes. Al rato lo premié dándole una buena sobada a su paquete, en el recreo salió conmigo y le hice notar que no, era parte del acuerdo. El resto del día nos pusimos de acuerdo cómo funcionaría la cosa. El favorito era David, y no permitiría que le hiciera algo, hasta lo debía defender si alguien le quería hacer algo por lo que fuera. Para no perder oportunidad no le quedó mas que aceptar. Pero a él le dejaría hacer mucho más con el tiempo. Él tenía una novia que por lo visto no habían hecho nada parecido. Hasta cierto punto no me importaba si seguía con ella.

A la salida con fuimos con José Luis, y si se descuidaba, a Rafa le ponía la mano en el trasero y le pellizcaba. José Luis También era mi amigo, era un poco gordito y más alto que yo pero menos que Rafa. Cuando regresábamos a casa, siempre me ponía en medio de ellos (aún no alcanzaba mi altura actual, eso fue en la secundaria) y por supuesto lograba que alguno de ellos cargara mis cosas y eso les daba oportunidad de retrasarse y mirar mi culo. David iba a un lado de ellos, le decía que llevaba mis guaruras y ellos decían dando un paso atrás "somos Guardaespaldas" y miraban lo que deseaban desde entonces, lo que querían ser era "guardaculos".

El jueves era la clase de deportes. Desde que llegué a la escuela todos los niños de todos los grados se me quedaban viendo, iba con unos pantalones blancos ajustados pues no hallamos unos más grandes. Se me notaba perfectamente redondo el trasero; hasta los maestros me miraban con ojos de plato. El peor fue el de deportes, a partir de entonces hasta sexto me ponía en primera fila y a su derecha un poquito alejada de él supongo que para verme de perfil pues no me quitaba la mirada de encima, cuidado y no brincaba o corría, de inmediato me arreaba (llegando a nalguearme en sexto). De hecho él fue la última experiencia que tuve en la primaria (ya lo contaré). La clase de deportes fue muy chistosa pues todos los niños querían estar junto a mí, atrás, a un lado, en mi equipo. Ahí fue cuando varias niñas me dejaron de hablar, pero yo no tenía la culpa. A partir de entonces cada vez más niños de otros grupos iban a buscarme, dejé de gastar en el recreo, todo me lo invitaban. Siempre traía mínimo a tres alrededor, aprovechaba para hacerles gastar y hasta le tocaba a mis amigas pues lo iba repartiendo entre ellas.

El viernes imaginamos que David ya regresaría el lunes así que todo el tiempo que pude le daba sus sobadas a Rafa, eso sí, cuando comenzaba como a ponerse tieso y cambiaba su respiración me detenía y se quedaba pasmado, como enojado, no sabía qué le pasaba. Ya luego una aprende que era todo eso, de hecho luego nos íbamos a la biblioteca a ver libros de grados más arriba para ver el aparato reproductor, pero no decía todo aunque daba buena idea. Ese viernes evitamos a José Luis, fuimos a donde no hubiera nadie, en una calle que nunca había gente cerca de un parque, ahí fuimos, él quería el parque pero yo no, en esta calle (había muchas bodegas y una o dos casas) había muchos lugares oscuritos. En el primer espacio así, lo empujé a donde pude, le bajé el cierre y me hinqué frente a él…supongo que esperaba lo mismo de la vez pasada pero yo quería más, me lo metí en la boca sin avisar, él gritó y se echó para atrás, me le quedé viendo y lo jalé hacía mí, le dije no seas miedoso, ven, y ahora lo besé, dije "te lo hago despacito"; observaba su cosa, estaba circuncidado, entonces veía la cabecita muy bonita, era morenito, más largo que gordo, lo besé varias veces y luego abría los labios poquito, lo fui metiendo suavecito, como para que no se me acabara la paleta; sabía rico, el sabor era saladito, y Rafa no pudo aguantarse y eyaculó en mi boca, al sentir el chorro casi me ahogo, no es que fuera mucho pero no lo esperaba, tuve que sacármela para tomar aire, sentía su líquido en mi nariz tosí y él estaba más espantado que la vez anterior. Cuando recupere la respiración me fui sobre mi objetivo, ya estaba flojito, pero lo apreté, lo jalé, acaricie, lo lamía o besaba hasta que se puso duro otra vez, me sentí como triunfadora de haberlo "despertado" (eso me fascina, ver cómo se va hinchando hasta ponerse duro y grande), Rafa no podía decir nada, el solo estaba recargado en el frente de un auto y yo medio recargada en la defensa de otro. Estaba en cuclillas pero era muy cansado así que puse las rodillas en el suelo montando la mochila, "no quería ensuciar mi ropa" pero ya la traía chorreada. Ya cuando estaba dura otra vez, arremetí contra ella, la chupaba como paleta, una deliciosa paleta que no se acababa conforme la chupara, era dura, medio arqueada como platanito curveado hacia arriba, era mía, para mí y de nadie más (así pensaba y por las caras de Rafa, no me equivocaba). El olor de su sudor me hacía sentir rara, más ansiosa, lo agarraba fuerte de las nalgas para que no huyera, lo empujaba hacía mí, con la boca le apretaba su plátano conforme entraba, luego echaba la cara para atrás oprimiendo los labios para que no saliera tan fácil, succionaba fuerte, él comenzaba a mugir, ponía sus manos en mi cabeza y enredaba los dedos en el cabello, trataba de imponer su ritmo pero no pudo, me sentía tan desenfrenada. Cada vez estaba más excitada, no quería soltarlo, cuando volvió a eyacular no lo dejé sacarla de mi boca, aguanté para no dejar escapar nada de ese líquido, de sabor raro pero agradable, me supo como un poquito a plátano caliente con leche Nestlé, rico. Me gusta más la mielecita previa pero esto era más y no había que dejar ir nada. La segunda vez cuando termina de expulsar el semen, le suelto las nalgas y me voy al suelo, feliz, ¿cómo era posible qué me hubiera perdido de esto antes? Él se coloca junto a mí checando que nadie anduviera por ahí, acariciaba mi rostro, y sin esperar me besa en la boca, de piquito. Lo miré y comienzo a pararme cuando me sujeta fuertemente las nalgas, instintivamente le doy un cachetadón y luego lo pego al pecho como acurrucándolo para que no sintiera dolor, tomé sus manos y las pongo en mi culo pero le digo, no me pellizques ni me aprietes o te vuelvo a pegar, él espantado y sin saber bien cómo reaccionar, sólo las acaricia suavecito, rico muy rico. Así estuvimos un rato con su cara pegada a mi pecho y acariciando mis pompas de arriba abajo, haciendo círculos, en diagonal, de vez en cuando decía, eres muy bonita Fátima, me gustó sentir sus manos en mis nalgas. Pero todo tenía un final, nos levantamos y regresamos a nuestra ruta para la casa.

Todo el fin de semana estuvo hablando por teléfono. A partir de ahí si no iba David, él se sentaba conmigo y lo ponía a tono para la salida, si estaba David, él debía permanecer lejos en ese sentido. Cuando le quería chupar la verga le decía en el recreo que ese día teníamos que ir ha hacer tarea especial. A veces terminaba con la cara bien chorreada por no poder tragar todo de un jalón (ni era tanta pero se me escapaba por no tragar rápido). Poco antes de que terminara el curso, José Luis fue mi siguiente víctima, el sospechaba que había algo entre Rafa y yo, nos trataba de seguir cuando lo queríamos perder, y (afortunadamente) una vez nos cachó pero sólo lo estaba chaqueteando con las manos, cuando Rafa lo vió me dijo suéltame ya, Pepe viene; él estaba como a 10 metros, a mis espalda entonces no vio a Rafa con la cosas de fuera pero cuando llegó con nosotros, estaba sacado de onda, preguntó que si éramos novios, que porque no le habíamos dicho, cosas por el estilo.

De pronto Rafa no aguantó y mojó el pantalón, José Luis se le quedaba viendo, y entonces lo tomé de la mano y me lo llevé en el camino le conté que sólo jugábamos a los novios pero no lo éramos, y que como era mi amigo también jugaría con él. Estaba impactado, como que no captaba, así que sin que se diera cuenta lo fui dirigiendo a calles oscuras, y acomodándolo junto a una pared, cuando estaba recargado ya, me acerqué tanto que sin decir más él mismo me abrazó y besó, le puse la mano en la entrepierna y estuve sobando poco tiempo pues se le paró rápido, él también era mayor de edad, un año menos que Rafa. Al sentirla parada me empujó, pero me voy sobre él, caímos al piso por el movimiento, y ahí en la banqueta, encima de él, abro la bragueta y se la saco; sólo lo masturbé, a él no se la chupaba, no me inspiró. Como Rafa al principio no lo podía creer. Como le veía la misma cara desde ese momento le dije mis condiciones para hacer eso, además de no seguirnos cuando yo quisiera irme con Rafa y hasta avisarnos si alguien más nos espiaba y a Rafa luego le dije lo mismo para con José Luis.

Un día trataron de imponerse y hasta estar juntos cuando los masturbara, pero entonces paré todo con ellos y les dije que los castigaría no haciéndoles más nada. Afortunadamente eran bastante inocentes y sí se enojaron pero no me obligaron, al contrario después de un tiempo accedieron (dos días). Les advertí que lo que hiciera con uno no necesariamente lo haría con el otro (imagino que se contaban todo). Fue difícil mantenerlos a raya hasta el verano. Me buscaban en casa, hablaban por teléfono, trataban de hacer todas las tareas conmigo, por eso me comencé a llevar con las monjitas, así neutralizaba a los calenturientos. El último día de clases, me despedí de David y sin saberlo fue la última vez que lo vi, se mudó de casa y no nos avisó; de haberlo sabido le hubiera dado la despedida completa.

Me fui con los chicos, iba entre ellos y de pronto sin decirme los dos me toman una nalga cada quien y así nos fuimos dos calles, sentía riquísimo esas manos sobando cada una, trataban de separarlas y la ropa lo hacía fácil; las apretaba, caminaba un poco más lento, más rápido, las aflojaba, me adelantaba tantito y me daba una vuelta y las paraba para recibir las ansiosas manos que trataban que no me escapara, intentaron meter mano debajo de la falda y cuando creían que por fin lo harían me les escapaba. Eso me puso tan excitada que por eso traté de controlarme y no les hice nada para su enojo. El verano traería otras cosas como ser objeto sexual de varios chicos, pero eso es otra historia. Antes de despedirme, al finalizar cuarto año, ya podía decir que había aprobado materias fuera del curso normal. Ya conocía lo excitante y rico que era meterle mano a un chico, ya me había chaqueteado a dos chicos muchas veces, se la había chupado como loca a uno, le dejaba tocarme el culo a dos niños pero como yo lo deseaba; volvía locos a todos cuando iba vestida para deportes; era cada vez más difícil esconderme de los chicos, muchas veces no hicimos nada pues nos seguían o espiaban, tratábamos de que no nos vieran, supongo que más de uno nos cachó. Quinto sería la apertura de un mundo amplio e interminable.