Mis ardientes sobrinos

Quisiera relatarles, mis estimados lectores, lo que me ocurrió cuando tuve un rico encuentro con mi sobrino, su adorable esposa (Jessica) y una de sus amigas, creo que sería muy egoísta de mi parte no hacerlo:

MIS ARDIENTES SOBRINOS

Cabe aclarar que la estatura de Jessica mide 1.65, pesa algo así como 52 Kg., es delgada, bien formada y un rostro divino, Perla por su parte mide 1.60, pesa unos 55 Kg., también es blanca y no tiene tan buen cuerpo como Jessica pero no está como para despreciar la oportunidad de cogérsela.

Un día en que estaba de visita en casa de mi sobrino Alberto y su esposa Jessica, coincidió que llegó una amiga de ellos, Perla, que también está bastante antojable, la cuál llevaba unos catálogos de ropa interior femenina y de lencería, mismos que entregó a la esposa de mi sobrino y ella los comenzó a hojear.

Una vez que vimos los catálogos Alberto me invitó a tomar una cerveza en el jardín que tienen en la parte trasera de la casa, mientras tanto Perla y Jessica estaban en la cocina preparando algo sencillo para comer, la plática con mi sobrino derivó hacia los que habíamos visto de ropa:

  • ¿Qué te pareció la ropa? - me preguntó mi sobrino.

  • Está muy bonita, sobre todo para que la disfrutemos nosotros, los hombres - respondí con una sonrisa pícara.

  • Tienes toda la razón - dijo él -, la usan ellas pero es para alegrarnos la vista.

  • Tu esposa la luciría perfectamente - comenté -, porque es muy guapa y tiene un cuerpo que muchas envidian.

  • La verdad esa fue una de las razones que me llevó a casarme con ella, me fascina su físico - respondió él.

En ese instante llegaron ellas con lo que acababan de preparar, dejamos el tema pendiente, mientras compartíamos los cuatro la comida.

Al cabo de un rato, Perla y Alberto se separaron del grupo, ella para ir al baño y él para traer más bebidas, por eso pude comentar rápidamente a Jessica:

  • Definitivamente había varios modelos que se te verían preciosos - comenté casi susurrando -, no puedo imaginarme la bella visión que tendrá tu marido cuanto te pongas alguno.

  • ¿En serio piensas que me quedarían bien? - respondió ella.

  • No me digas que lo piense porque puedo tener pensamientos pecaminosos, sabes que eres linda, que tienes un cuerpo muy lindo y, tan solo de imaginarlo me perturbo.

-Gracias - musitó levemente con algo de rubor en sus mejillas-, no pensé que te hubieras fijado tanto en mí.

  • Pues lo he hecho tanto que casi puedo adivinar tus medidas - afirmé -, debes ser 32-B de sostén y talla 5 de pantalón.

  • ¿Cómo lo sabes?, esas son mis medidas reales - preguntó con asombro.

  • Para que te des cuenta de lo bien que me he fijado en ti, y eso que no te he tenido entre mis brazos para darte más detalles - le manifesté seguro de lo que decía.

El sonrojo aumentó de tono y se disculpó mientras se levantaba para ir a la cocina. Me quedé admirando su precioso trasero mientras caminaba hacia la casa, no pude más que pensar lo rico que se la pasa mi sobrino con ella.

Pasados unos minutos regresaron los tres y escuché que Perla le decía a Jessica como continuando con su plática:

  • Si gustas voy a mi casa y te traigo lo que pediste, tengo justamente la talla y color de tus prendas, ¿Qué dices, aceptas?

  • Pero no tengo dinero en este momento - alegó Jessica -, sabes que no me gusta deberle a nadie.

¡Ay amiga! - respondió Perla -, en cuanto cobre tu marido su salario, me lo pagas - expresó mientras volteaba a ver a mi sobrino.

Ante ese argumento Jessica no tuvo más remedio que aceptar la oferta de su amiga.

Perla se disculpó diciendo que regresaría en un par de minutos y salió rápidamente.

Alberto y yo nos quedamos sorprendidos por la rápida salida de Perla, pero continuamos en nuestra plática.

Al poco tiempo regresó Perla con las prendas que le habían pedido, las mostró ante nosotros para que las viéramos perfectamente, luego, las puso sobre Jessica para que nos imagináramos cómo luciría con ellas, mi mente voló y pude visualizarla desnuda, cubierta únicamente con las minúsculas ropas, no pude evitar una leve erección y tuve que distraerme porque de lo contrario sería demasiado notorio que mi excitación crecería aún más, Alberto reveló que las estrenarían esa misma noche y las risas acallaron las protestas de Jessica debido a la confianza con que mi sobrino hizo su comentario.

Seguimos bromeando durante algo más de tiempo hasta que le pude decir a Jessica:

  • ¡Qué envidia tengo de mi sobrino!, se va a dar un gran banquete contigo hoy en la noche.

Sin que me lo esperara, la respuesta de que dio fue firme y decidida:

  • Pues si gustas, no es necesario que sea de noche para que compruebes si la ropa me queda realmente como lo imaginas.

Me quedé un par de segundos pensando en lo que le expresaría pero no me dejó responder porque continuó diciendo:

  • Desde que te conocí he tenido algunos sueños en donde estás con nosotros y los he disfrutado tanto que ya no puedo seguir esperando a que se conviertan en realidad, ¿aceptas mi propuesta?

  • ¡Claro que sí! - contesté sin pensarlo - pero ¿Alberto lo sabe?

  • Él ya lo sabe y estábamos esperando un momento para proponértelo - dijo con un brillo especial en los ojos.

No pude decir nada debido a la insospechada oferta, en ese momento regresó Alberto y en mi mente solo resonaban las palabras de Jessica.

  • Entonces… - dijo él -, ¿ya te dijo mi esposa de que se trata?

  • Sí - mi voz sonó algo insegura -, ya…

  • Pues si aceptas vamos a entrar a la casa para ponernos más cómodos, también Perla se quedará para acompañarnos.

Entramos los cuatro a la sala y sin ningún preámbulo Perla comenzó a desvestir a Jessica mientras mi sobrino y yo estábamos sentados viendo lo que sucedía.

En cuanto tuvo desnuda a Jessica, Perla le puso las prendas que acababa de traer, realmente era toda una maravilla ver a mi sobrina con tales prendas, al finalizar, Perla hizo lo mismo y al quedar listas las dos, modelaron para nosotros, dando vueltas lentamente y tocándose sensualmente sus preciosas tetas, piernas, nalgas y cara.

Como ya se imaginarán los dos estábamos completamente excitados, sin poder soportar más aquella lujuriosa visión, nos levantamos para abrazarlas, él a su esposa y yo a Perla, nos besamos largamente pegando nuestras caderas para sentir el rico placer que se siente al rozar con ropa las partes íntimas de una mujer, con delicadeza, ella me fue desvistiendo y a cada parte de mi piel que descubría la besaba y lamía con satisfacción, por su parte mis sobrinos se entretenían haciendo un delicioso 69 sobre la alfombra, no pude evitar quedarme admirando el cuerpo de ella, ya que estaba sobre Alberto chupándole el arma, pude ver su rosado orificio entre las nalgas y cuando más concentrado estaba en aquel hermoso trasero, sentí que Perla me comenzaba a lamer las pelotas, miré hacia abajo y, arrodillada como estaba, me miraba fijamente a los ojos como buscando la aprobación de la forma en que me estaba excitando.

Suavemente tomé su cabeza con mis manos y la insté a metérsela lentamente hasta que no pudiera tragar más carne, ella simplemente me dejó hacer y se fue comiendo todo mi trozo de carne hasta tocar con sus labios mis bolas, ¡se la metió completa sin problema!, las mamadas que me estaba dando eran de lo mejor, en verdad es una de las mejores chupa verga que me he encontrado a lo largo se mis encuentros sexuales, cuando la sacaba, lamía todo el tronco con lentitud y cuando la metía en la boca, movía la lengua de una forma indescriptible, simplemente le puedo decir que me puso extremadamente caliente.

Mientras tanto, mis sobrinos se deleitaban con el 69 que estaban haciendo, motivo por el cual, de vez en cuanto pude acariciar el apetitoso cuerpo de Jessica, también metiendo un poco un dedo en su rosado culo, a lo cuál ella respondía gimiendo para demostrar que sentía mis caricias y las disfrutaba, en cuanto Perla sintió que mi caramelo estaba lo suficiente tieso me dijo:

  • Ahora es tu turno de comerme mi cosita - dijo mientras se acomodaba en el sillón y abría las piernas dejando al descubierto su húmeda intimidad, de inmediato me coloqué de rodillas frente a ella y fui lamiendo la parte interior de sus muslos hasta llegar a su cueva llena de líquido viscoso que absorbí con gran placer, me tomó por los cabellos con suavidad y comenzó a enredar sus dedos en ellos al ritmo de mi lengua, abrí sus labios vaginales y me quedé admirando la poca cantidad de vello púbico que había en la entrada, saqué mi lengua y se la fui metiendo paulatinamente hasta que ya no pude más, Perla se arqueaba por el torrente se sensaciones que estaba recibiendo dentro de sí; los gemidos de ambas parejas aumentaban hasta el grado de hacer una especie de sonido salvaje producto de los escarceos previos a la penetración.

En cierto momento sentí una lengua que recorría el espacio que hay desde mi espalda hasta la raja de mis nalgas, también pude apreciar que las manos de Jessica me tomaban el pene y lo apretaban con ternura, eso me puso a mil, era demasiado el goce que estaba recibiendo, por eso, detuve mi labor dentro de la concha de Perla para voltear y ver que pasaba con mi sobrino, la escena que vi no era otra que Alberto le estaba dando en la posición de perrito y por la puerta trasera a su mujer mientras me excitaba a mí, Perla también lo había notado y se levantó para poder acostarse frente a Jessica para besarse apasionadamente los pezones mientras abría las piernas diciéndome con apremio:

  • ¡Métemela ya, necesito sentir tu rica espada cogiéndome!

Me acomodé para clavarle mi garrote y, tal y como lo pidió, se la enterré hasta el fondo de golpe, el gemido que salió de su boca era una mezcla de dolor y placer pero supe que lo disfrutó al máximo porque comenzó a mover su cadera furiosamente como para llegar al su ansiado orgasmo, de repente, Jessica levantó la cara y, sacando la provocativamente lengua para humedecer sus labios, me pidió que la besara, ¡que acción aquella!, un rico cuarteto dándonos mutuamente lo que deseábamos, las manos te todos tocaban lo que encontraban a su alcance, nalgas, tetas bolas, clítoris o lo que fuera.

A los pocos minutos cambiamos de posición y de pareja, Alberto se acostó boca arriba el la alfombra e hizo que Perla se montara sobre él para que cabalgara con el palo dentro, Jessica me pidió que pusiera sus piernas en mis hombros porque así sentiría mi camote llegar al fondo de su vagina, para poder darle lo que pedía la subí al sillón, recostándola sobre el brazo del asiento y, levantándole sus hermosas piernas me dispuse a darle la mejor cogida que pudiera, ella cooperó tomando mi virilidad y, colocándola en la entrada de su concha, me pidió:

  • Quiero que me lo hagas lento, muy lento, porque tardo en llegar al clímax.

  • Lo que tú me pidas, preciosa, te la daré hasta que tengas no un orgasmo, sino un torrente saliendo de ti.

Con un gesto de lujuria dibujado en su rostro, sonrió y abrió las piernas hasta formas una “V” extremadamente abierta, dejándome con eso, encajar mi ardiente barra de carne en su interior, los gemidos de todos inundaron nuevamente el ambiente, demostrando así que no había nadie en aquella parte de la casa que no estuviera disfrutando a tope del sexo.

Antes de que Alberto y yo inundáramos con nuestra leche a nuestras parejas, Jessica nos pidió:

  • No vayan a terminar aún, quiero que nos avienten la leche en nuestras caras.

Perla a su vez pidió:

  • Yo quiero que me dejen chupar sus vergas hasta que ya no quede nada de semen en ellas.

Como estábamos dispuestos a complacerlas en todo, accedimos a las peticiones, pero antes yo deseaba probar el culo de Jessica, así que le di la vuelta sobre el sillón y, lubricando son mi saliva su ano, dirigí mi caramelo hacia la estrecha abertura, ella facilitó la penetración abriendo con las manos sus rosadas nalgas disponiéndose a recibirme por detrás, puse la palpitante cabeza de mi pene en la entrada y comencé a empujar con lentitud hasta que se la pude meter, en cuanto sintió que mi herramienta estaba dentro, apretó su esfínter varias veces para aumentar mi placer, también volteó trabajosamente para mirarme directamente a los ojos y, con una seña de afirmación pidió silenciosamente que se la clavara despacio, centímetro a centímetro mi tranca fue desapareciendo en su apretado orto hasta que mis bolas tocaron la parte baja de su trasero, fue hasta entonces que Jessica me dijo:

  • Ahora sí, prepárate para sentir lo que es un culo hambriento de carne.

No bien terminó de decirlo, cuando las contracciones de su esfínter se hicieron casi constantes, sus nalgas giraban en una y otra dirección sin darme punto de tregua, se hacía hacia delante y hacia a tras para que le diera desde la punta de mi espada hasta la empuñadura, no pude más que cerrar los ojos y dejarme llevar por tanto goce al mismo tiempo, una de mis manos se deslizo hasta su concha y mis dedos acariciaron su botoncito de placer, también se los metí profundamente para que terminara antes que yo, la labor pronto le rindió frutos, Jessica se vino acompañando su orgasmo con unos gemidos que brotaron sin que pudiere evitarlos, antes que cesaran, los jadeos de Perla anunciaron que ella también estaba derramando sus jugos de placer, en cuanto se repusieron, se prepararon para recibir el baño de leche que estábamos a punto de darles, se colocaron, juntas, cada una volteando al lado contrario de la otra, nos mamaron rápidamente hasta lograr que el semen brotara directamente sobre sus rostros, en cuanto Perla notó que ya no salía más leche, se metió ambos miembros en la boca y nos exprimió hasta la última gota de líquido que pudo, luego de saborearlo unos segundos, besó a Jessica para compartir con ella el sabor de la cogida., eso fue lo último que recuerdo porque me recosté en el sillón y caí en una reparadora siesta.

En otra ocasión le platicaré la segunda parte de los encuentros de tan ardiente cuarteo, hasta entonces, queridos lectores.

Espero sus comentarios en mi correo.

Don Pato

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