Mis amores fraternales (08: Elena en soledad)

“Elena en soledad”. Octavo capítulo de la historia de los relaciones de los hermanos Elena y David. Han pasado tres años y Elena echa de menos el amor fraternal.

Elena en soledad

Hoy es 14 de agosto.

Poca gente sabe lo que esa fecha significa para mí, En realidad sólo tres personas Ana, María y por supuesto David.

Hoy se cumple el tercer aniversario de la última vez que mi hermano y yo hicimos el amor.

Recuerdo perfectamente aquella noche en el Cabo de Gata. Fue muy dulce. Desde entonces no nos hemos vuelto a acostar. No ha vuelto a surgir la situación aunque ambos lo hayamos deseado.

Y hoy le añoro especialmente. En realidad sólo tendré que esperar 24 horas. Regresa mañana. A él también le han caído varias asignaturas para septiembre y se tendrá que poner las pilas pronto si no quiere arrastrarlas para al curso que viene. Pero él siempre ha preferido el goce de la vida antes que detenerse a pensar en lo que se debe hacer. Así para todo y los estudios no son una excepción. Yo como siempre, la responsable de la familia, aquí estoy, 15 días encerrada para dos asignaturas. Y él de acampada en Cantabria. Hace bien.

Quizá sea algo egoísta, pero quiero estar ahora junto a él. Quiero contarle mis penas y que él me escuche y me consuele y, si es menester, que también me abrace y me bese aunque sea sólo como hermano. No pido más.

Pero él tiene su vida. Y seguramente ahora está donde él quiere estar que es con Marta de vacaciones.

La primera vez que nos acostamos, en aquel viaje a Galicia, fue maravilloso y a la vez terrible. Yo no supe como reaccionar y llegué a no querer ni verle, a huir de él. Pero aquello lo superé. Y al año siguiente durante aquellos maravillosos días en Cabo de Gata junto con Ana y María lo volvimos a hacer, y nunca nos hemos arrepentido ni él ni yo. Desde entonces hemos sido los mejores hermanos del mundo, y nos hemos querido como hermanos, y como amigos, y como amantes incluso, aunque no hayamos vuelvo a tenernos carnalmente el uno al otro. Siempre el uno ha estado para el otro cuando se le ha necesitado.

Y yo hoy le necesito, le necesito más que nunca. Carlos y yo lo hemos dejado y quiero que David me consuele. Pero él llega mañana. Qué agónica espera. Y le necesito porque en parte él es el culpable de que Carlos y yo hayamos roto nuestra relación. Sí, David es el culpable aunque él nunca lo sabrá. Es el culpable de que mi última pareja y yo lo hayamos dejado y es el culpable de que ninguna de mis relaciones haya funcionado.

Aunque es injusto por mi parte pensar eso. En realidad la culpable soy yo. Y es que en cada relación con un chico busco el mismo grado de complicidad que gozamos mi hermano y yo. Y eso es imposible. David y yo llevamos 20 años de relación, 20 años juntos queriéndonos. Debo asimilar eso.

Carlos ha sido el chico con el que más cerca he estado de lograr esa compenetración. Pero al final he descubierto que no era así. Quizá haya sido el hecho de que él haya pasado el año estudiando en Italia y que la distancia haya quebrado nuestra confianza. Será lo que sea pero ahora no me siento con fuerza de seguir con él. Ahora con quien quiero estar es con David. Aunque sólo sea para pasarnos la noche en vela hablando de nuestras cosas o de las cosas de los demás, o de nada en especial sino simplemente estar juntos en la misma habitación, con eso me bastaría.

¿Tendrá él los mismo sentimientos que yo? Sí, seguro que desea estar conmigo.

Querrá estar conmigo recordando aquellos días tras regresar de Cabo de Gata, cuando todavía seguíamos de vacaciones y nos quedábamos viendo la tele hasta tarde mientras mis padres dormían en su habitación. Yo le pellizcaba su cola medio empalmada por encima del pijama y él a mí las tetas. Nos provocábamos a sabiendas de que no podríamos hacer nada. ¿Cómo lo íbamos a hacer con nuestros papas a sólo un cuarto de distancia?

Fueron nuestras últimas vacaciones antes de entrar en la universidad. Empezamos el curso, él con 19 años recién cumplidos y yo a punto de llegar a los 18. Los primeros meses en la facultad fueron muy divertidos. Hicimos nuevos amigos y nos montamos muchas fiestas aunque cada uno por su lado. Nos vino bien para no estar tanto tiempo juntos o pensando el uno no en el otro.

Por aquellas fechas Ana volvió con su novio Enrique. Fíjate, aún siguen juntos. Sabía yo que cuando cortaron aquel verano no iba a ser definitivo. Claro que qué bien se lo pasó Ana, sexualmente hablando, durante aquel periodo de soltería. Qué se lo digan a mi hermano, qué me lo digan a mí e incluso a su propia hermana María. Por cierto, Maria fue lo nunca visto. De estar pasando de un chico a otro, se quedó pillada con Jorge y estuvo con él dos años más. Hasta que conoció a Javi, que es con quien esta ahora, también muy enamorada. Eso sí, María ha sentado algo la cabeza desde aquellos días de Cabo de Gata pero sigue teniendo sus polvos esporádicos al margen de sus parejas. Pero ella es así. Nada ni nadie la cambiará.

A David y a mí nos costó más encontrar pareja. Ligábamos eso sí. Yo ese primer año de la universidad estuve con un par de chicos y tuve buen sexo con ellos, pero la cosa no llegó a consolidarse. Me pasó lo que me ha pasado desde ese verano de Cabo de Gata que quiero que sean como mi hermano o por lo menos mantener una relación parecida con ellos a la que tengo con David. Y eso, repito, es imposible. A ver cuando me hago la idea. El problema lo creí tener resuelto cuando al final de ese mismo curso conocí a Carlos. Y ahora ya ves, también lo he dejado con él y por el mismo motivo. Si no se hubiera ido a Italia a estudiar...

David tardó mas tiempo en pillar novia pero ahora le ha dado fuerte. El sí ha sabido relacionarse con el sexo opuesto. El primer año de universidad no ligó nada de nada, pobrecito. Pero el segundo sí. Empezó fuerte el curso acostándose con dos chicas pero fue en navidades de ese año cuando conoció a Marta. Desde entones ahí están, los dos enamorados. Y yo sola.

Y eso que David sigue siendo el mismo de siempre conmigo. Vale que no nos hemos acostado, pero él me ha seguido contando todo. Sé más yo de su relación con Marta que ella misma. Igual que David conoce todos mis secretos de pareja y de lo que no es pareja. Él y yo hemos continuado igual, con novios o sin novios. Nos seguimos saludando con un beso en los morros, siempre que no nos vea nadie, claro. Si estamos solos y tenemos que cambiarnos lo hacemos el uno delante del otro sin ninguna vergüenza. Sólo faltaría después de todo lo que hemos vivido juntos David y yo. Y de vez en cuando yo le toco de manera traviesa su paquete o él me pellica mis pezones de forma un tanto picarona. Pero de ahí no ha pasado, desde Cabo de Gata no nos hemos ofrecido ni siquiera nuestras lenguas.

Quizá sea mejor así. Yo solo sé que hoy quiero estar con David, lo necesito.

Son la 11 de la noche del día 14 de agosto. Y él regresa mañana.

CONTINUARÁ

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