Mis amores fraternales (06: Cabo de Gata)

“Cabo de Gata”. Sexto capítulo de la historia de mis relaciones con mi hermana. Superadas las cuatro fases de aceptación del incesto, las playas de Almería serán el escenario de la quinta. Elena, Ana, María y yo iniciamos un nuevo e inolvidable verano.

MIS AMORES FRATERNALES (06 Cabo de Gata)

Regresé del Interrail el 30 de julio. El viaje en tren por Europa había sido realmente intenso. París, Ámsterdam, Bruselas. Mis amigos y yo arrasamos por toda aquellas ciudades, sobre todo en la capital holandesa. Estaba cansado del viaje pero contento del balance. A diferencia de mis compañeros de ruta lo que no estaba era deprimido porque la aventura hubiera llegado a su fin. Y es que yo lo veía de otra manera, todavía restaba por consumir más de la mitad de mis vacaciones, y lo que me esperaba era muy atractivo. Iba a pasar 15 días en compañía de mi hermana y de mis amigas del alma, Ana y María en un apartamento en Cabo de Gata.

Con que nuestra estancia en tierras de Almería deparara sólo una décima parte de las emociones vividas el año anterior en el Camino de Santiago ya merecía la pena el viaje. En cualquier caso, esta vez sería muy distinto. Nada de ir a pie o en autobuses y trenes. María y yo nos habíamos sacado ya el carné de conducir y disponíamos de dos coches prestados por nuestros respectivos padres.

Y era distinto también porque yo ya me había acostado con dos de mis compañeras de viaje. Con Elena, o sea, mi propia hermana y con María mi amiga más íntima. Seguía deseando a Elena pero no iba a forzar la situación. Después de consumar el incesto en Galicia ambos lo habíamos pasado mal. Ahora nuestras relaciones pasaban por un excelente momento. Nos había costado pero finalmente logramos recuperar la confianza entre nosotros dos. Así que nada de provocar situaciones sexuales con Elena, por más que yo lo deseara. No quería por nada del mundo poner otra vez en peligro la estupenda relación que nos unía. Otra cosa es sí ella propiciaba un encuentro. Entonces se vería.

En cuanto a María, la situación era muy distinta. A ella le encantaba el sexo y seguro que no tendría problemas en acostarse conmigo otra vez, siempre y cuando se diera la situación apropiada. No sé por qué me daba que algo ocurriría. María en ese momento estaba enrollada con un chico pero seguro que no era impedimento para que nosotros dos pudiéramos tener alguna sesión de pasional sexo.

Y Ana era la gran incógnita. El año anterior tuvo novio y en ningún momento me planteé siquiera la posibilidad de un affaire con ella, pero este verano la historia era distinta. Estaba soltera y con ganas de vivir la vida. Ya veríamos que pasaba. En cualquier caso tendría que tener en cuenta los posibles celos que podría provocar en mi hermana en caso de enrollarme con alguna de las otras chicas. El tema era complejo.

En definitiva, y al margen del sexo, estaba seguro de que los 15 días en Cabo de Gata con mis tres "hermanas" iban a dar mucho de sí.

Nada más llegar a casa y tras contar a mis padres el viaje por Europa me puse de inmediato preparar el de Almería. El plan era el siguiente mi hermana regresaba mañana, el 31, a Madrid desde Londres donde había pasado el mes, Ana y María estaban en San Juan y la dos irían desde allí al Cabo de Gata. Mi hermana y yo partiríamos de Madrid el día 1 de agosto temprano. Me iba a pegar mi primera gran paliza de kilómetros como conductor.

Qué alegría se llevó mi hermana cuando me vio en el aeropuerto de Barajas. Ella esperaba a mis padres pero se encontró conmigo. Vino casi dando saltos hacia mí, y cuando estuvo a mi altura se abalanzó a mis brazos como una amante reencontrándose con su novio soldado al volver de la guerra. Me dio dos besos, eso sí, en las mejillas. Una vez en el coche y antes de que arrancara fue cuando me dijo...

  • Bueno no te he dado el beso que te mereces, hermanito.

Puso los labios en los míos y me provocó la primera de las erecciones veraniegas. Estaba claro que Elena me había echado de menos aquel mes, al igual que yo a ella. Y estaba claro también que Elena tenía más que superado el leve trauma que le provocó nuestra relación sexual del pasado verano.

Durante el trayecto a casa me contó parte de su estancia en Londres. Sin duda se lo había pasado bien. Le pregunté si había ligado y me contestó que sí. Que estuvo con un chico británico los últimos días allí y que con él tuvo tórridas sesiones de placer. No es que me agradara escuchar aquello pero había aprendido a aceptar la vida privada de mi hermana. En esa ocasión no me invadieron los celos y casi hasta me alegré de que ella se acostara con otros hombres.

Poco pudo descansar Elena y poco pudieron mis padres ver a su hija menor. Al día siguiente los dos hermanitos partíamos a las siete de la mañana destino hacia Aguamarga, en Cabo de Gata, donde teníamos alquilado el apartamento. Antes se supone que allí debían de llegar Ana y Maria. Desde Alicante la distancia es mucho menor. El caso es que se iniciaba nuestra nueva aventura.

A pesar del kilometraje el viaje se me hizo bastante corto. Estuve concentrado todo el trayecto en la carretera. Tengo que reconocer que me imponía aquello de recorrer por primera vez tanta distancia. Menos mal que mi hermana no paró de hablar en todo el día. Me contó con pelos y señales su viaje al Reino Unido. Su buen humor era obvio y además contagioso. Creo que definitivamente mi hermana tenía ganas de estar conmigo y como consecuencia aumentaban las mías de estar con ella, que ya de por sí eran enormes.

Tras 12 horas de viaje (Sí, vale, fui bastante lento), llegamos por fin a Aguamarga. Nada más llegar comprobamos que era un pueblito bastante encantador con sus casitas blancas y su enorme playa con chiringuitos como colofón de la localidad. Buscando nuestro apartamento vimos casas espectaculares, otras menos lujosas pero con encanto, también las había bonitas y con vistas al mar, vimos también alguna que su categoría no llegaba ni a la de simple bungaló pero aún así nos gustaron por su estilo. Y no se crean, encontramos también algún bloque de edificios bastante feos. Pero no había comparación con el que resultó ser nuestro apartamento. Sin lugar a dudas el más horrible y en peor estado de todo aquel pequeño pueblo. Pero qué más daba. Teníamos bastante con eso. Además es lo que tiene haber buscado el precio más barato de toda la costa almeriense.

Llamamos al timbre y enseguida escuchamos los gritos de las hermanas Pereda eufóricas por nuestra llegada. Al entrar en casa vimos que habían colocado grandes carteles dándonos la bienvenida y alusivos a lo bien que lo íbamos a pasar. Qué alegría estar los cuatro juntos otra vez. María me saludó con un pico en la boca y Ana no quiso ser menos. Aunque no solía besarme en la boca, contagiada por el buen rollo, también se decidió a rozar su labio con el mío.

Aquella noche salimos a cenar a chiringuitos y a tomar alguna cerveza en las terrazas de la playa pero volvimos pronto a casa para descansar del viaje y aprovechar desde temprano la jornada siguiente. En el reparto de habitaciones hubo cierto debate. El apartamento disponía de dos cuartos y un pequeño salón. Todo tan cochambroso como su aspecto exterior. El caso es que María propuso que ella y yo durmiéramos juntos y que las inseparables Ana y Elena ocuparan el otro cuarto. Pero fue mi hermana quien dijo que mejor dividiéramos las habitaciones por hermanos. Es decir, Elena y yo por un lado y Ana y María por otro. Nadie se atrevió a contradecirla. Aquello lo interpreté como un gesto de mi hermana hacia mí. Me enviaba una señal dejándome claro definitivamente que había superado completamente los problemas que tuvo conmigo tras el tórrido incesto. Nuestra relación era inmejorable.

Aquella noche para terminar de dejarlo claro, mi hermana se puso el camisón delante de mí. Un año después volvía a encontrarme con sus bonitas tetas. Sus nalgas no las pude ver porque no se quitó las bragas, una pena. Lo que no había cambiado, y nunca cambiará, es la reacción de mi pene al contemplar la desnudez de Elena. Tardó escasos segundos en empalmarse tras la exhibición de los pechos de mi hermana. Por otro lado su camisón, blanco pero que dejaba transparentar sus tetillas, no ayudó precisamente a destensar mi miembro.

En nuestro segundo día, en realidad el primero completo, tuvimos que retrasar nuestra entrega a los placeres playeros. Y es que lo primero es lo primero y debíamos hacer la compra. Alimentos y bebidas, muchas bebidas. No estábamos para gastar demasiado dinero en bares y establecimientos así que más valía que nos abasteciéramos bien en baratos supermercados para ahorrar. Cuando terminamos era ya tarde así que fuimos a la propia playa de Aguamarga.

Esperaba que mis tres compañeras me deleitaran con un top less, como hacía dos años ya en Cullera, pero la playa de Aguamarga era de un ambiente excesivamente familiar que no invitaba a las chicas a exhibiciones corporales. Tiempo habría. Si de algo está sobrada la zona de Cabo de Gata es de playas poco transitadas e incluso nudistas.

Aquel día establecimos ya la que iba a ser nuestra rutina diaria. Playa por el día y cena y bebida en casa por la noche. Luego o bien salíamos de bares y discos o bien nos quedábamos hablando en casa hasta las tantas. Aquella segunda noche ocurrió esto último.

Los dos siguientes días no pasó nada relevante. Cambiamos eso sí de playa, a otras menos atestadas, cercanas a la zona conocida como La Isleta. Mis chicas tampoco me deleitaron con sus pechos pero nos lo pasamos muy bien. Continuaba el buen rollo.

Y al quinto día por fin empezó a dar señales de vida la sensualidad que siempre es fiel acompañante de mis tres amigas. Volvimos a la zona de La Isleta pero no a la misma playa de los anteriores días sino a otra mucho más apartada y a la que incluso había que llegar andando. En aquel lugar no había tanta gente. Oficialmente no era una playa de nudistas pero había muchas personas que debían de creer que sí. Vimos varios culos, penes, y pubis femeninos, y desde luego proliferaba el top less.

Ana, Elena y María no necesitaron más motivaciones. Nada más llegar se quitaron los sujetadores de sus bikinis. Ni siquiera a Ana, las más reticente normalmente, le costó demasiado. Total ya se las había visto hace dos años en la playa de Cullera. En cuanto a los pechos de mi hermana y de María, ellos y yo éramos ya viejos conocidos.

Como ya era habitual en mí, la compañía de las tres chicas con sus pechos descubiertos me provocó una erección que nada pudo mitigar, ni siquiera el agua fría. Estuve, por lo tanto, empalmado toda la jornada playera. Las chicas no fueron ajenas a mi estado y causé bastantes carcajadas a lo largo de la mañana. Pero los tiempos habían cambiado desde la primera vez que pude ver sus lindos pezones y ya me daba menos vergüenza que supieran el efecto que ellas provocaban en mí.

Los mayores momentos de excitación los tuve en el mar. A ellas les pareció muy divertido mi empalme así que en el agua, sobre todo María pero también participaron la otras dos, se dedicaron a tocarme el paquete en cuanto podían. En varias ocasiones se abrazaban a mí a sabiendas de que el contacto directo de mi piel con sus tetas aumentaba mi calentura. En fin, un infierno.

Nos habíamos llevado bocadillos para comer en la playa así que no regresamos a nuestro apartamento hasta bien caída la tarde. Ya en casa cenamos unas ensaladas bien regadas de cerveza y seguimos bebiendo y fumando algún que otro porro.

Pasada la medianoche nuestros cerebros estaban ya altamente afectados por las cervezas y los cubatas injeridos. Los cuatro charlábamos muy animadamente, tanto que salió el tema del sexo. Concretamente el asunto a debatir era: ¿Con quien ha sido tu mejor polvo?

Empezó Ana, aunque era obvio que todos sabíamos la respuesta. Ana se había enrollado con muchos chicos pero follar lo que se dice follar sólo lo había hecho con su ex novio Enrique. Su respuesta carecía de todo interés. Luego me tocó a mí. Me había acostado con cuatro mujeres, y dos de ella estaban presentes en la sala. Por supuesto dije que María y Elena estaban empatadas y que ambas me habían proporcionado los mejores polvos. Protestaron pero aduje que era incapaz de decidirme por una. Desde luego, de haber contestado sinceramente sin dudarlo hubiera elegido la noche con Elena, aunque he de reconocer que los polvos con María fueron también fantásticos. Por otro lado, qué gusto daba poder volver a hablar con esa naturalidad sobre sexo con mi hermana.

Le llegó el turno de María y empezó dejando clara su intención de ser sincera. Dijo que ella se quedaba con tres grandes polvos en su vida. El primero de ellos con el chaval con el que actualmente estaba enrollada, el segundo fue con su ligue del otoño pasado y el tercero, pero muy cerca de los de cabeza, recalcó, el que echó conmigo en Santiago de Compostela. Menos mal para mi autoestima que me incluyó en la terna aunque fuera en último lugar.

Para el final quedó el testimonio que yo más deseaba oír, el de mi hermana Elena. Empezó haciéndose la remolona justificándose en que lo tendría que pensar pero todos protestamos. Finalmente se decidió a contarlo pero dejó unos segundos de suspense...

  • Venga hombre no te lo pienses tanto- gritó María.

  • Es que me da un poco de vergüenza decirlo- dijo tímida Elena.

  • Pues si te da vergüenza está claro. Entonces tu mejor polvo fue el que echaste con David- se atrevió a vaticinar Ana.

Todos nos quedamos mirando a Elena quien efectivamente confirmó:

  • Bueno, vale, sí. El mejor polvo de mi vida es el que eché contigo.

Cómo me gustó escuchar aquello. Era la confirmación de que mi hermana disfrutó con nuestra noche de amor. Y además me enterneció la forma en la que enrojecía según pronunciaba aquellas palabras.

Para celebrar aquella confesión me fui a por más cerveza mientras las chicas siguieron hablando de sexo riéndose a carcajadas de sus propias tonterías.

Cambiamos de tema varias veces a lo largo de la velada pero siempre volvíamos a lo mismo. Elena, quizá por el apuro que había pasado al reconocer en público, aunque fuéramos sus más íntimos amigos, que le gustó su polvo conmigo, fue la que más bebió aquella noche. Tanto que se desinhibió bastante. En un momento dado me preguntó.

  • A ver David, una pregunta. Imagina que tienes que elegir a María o a mí para follar esta noche ¿A quien elegirías de la dos?

Me pilló por sorpresa la cuestión.

  • ¿Y qué te hace pensar que os elegiría a ti o a María? Me quedaría con Ana que es a la única que no he probado.

  • Toma, os fastidiáis- dijo Ana al escucharlo.

  • Hay que joderse, acuéstate con tu hermano para esto- dijo Elena con su ácido sentido del humor.

  • Tengo una idea-terció María- Vamos a sortear quien se folla esta noche al niño. Sacamos la baraja y quien obtenga la carta más alta se lo lleva.

  • Oye ¿Os creéis que soy un objeto sexual?

  • Sí- dijeron las tres a la vez.

Pero a continuación Elena añadió.

  • Yo paso.

  • Vaya, primero provocas y luego te rajas- denunció María.

  • Paso de follarme a mi hermano aquí con vosotras. Me moriría de vergüenza, tías.

Desde luego la conversación, seguro que por culpa del alcohol se estaba yendo de madre. Yo, en cualquier caso, asistía curioso a ver como terminaba aquello.

  • Pues venga Ana nos lo rifamos entre tú y yo- insistió María.

  • No, yo paso también, fóllatelo tú.

  • No, pues así no, en frío no me apetece- dijo finalmente María.

Estaba claro que las niñas habían pretendido calentarme y lo peor es que lo lograron.

  • Espera tengo una idea para hacer interesante esto- dijo misteriosamente mi hermana- David tú te vas a la habitación y apagas las luces. Una de nosotras entra y te folla, y tú no sabrás quien es.

  • Vale- dije yo aunque estaba seguro de que estaba ante una nueva provocación sin que fuera a haber mayores consecuencias.

  • ¿Pero como sabremos que no encenderá la luz?- preguntó Ana.

  • Porque le ataremos a la cama- propuso María y todas aplaudieron su idea.

  • Ah no, entonces no, paso- dije yo.

Las tres me abuchearon y me insultaron. Yo habría aceptado su juego pero temía que fuera una trampa. Capaces eran de dejarme atado toda la noche y sin nada de sexo.

  • Mira, haremos una cosa- continuó María- Si te dejas atar, en caso de que una de nosotras no te folle esta noche, mañana nos comprometemos a quedarnos las tres en pelota picada en la cala donde hemos estado hoy. ¿Estáis de acuerdo chicas?

Y Ana y Elena asintieron.

Acepté sin tenerlas todas conmigo pero pensé que merecía la pena arriesgarme. Me llevaron a la habitación y con las cuerdas del tendedero me ataron con fuerza al cabezal de la cama. Además me taparon los ojos con un trapo negro, aunque eso no estaba en el trato, pero bueno. La verdad es que hicieron un buen trabajo, estaba bien atrapado con esas cuerdas y nudos. Supongo que a lo largo de la noche podría acabar desatándome si lo intentara pero no sería cosa de cinco minutos, necesitaría un gran esfuerzo para liberarme de las cuerdas.

Antes de que salieran de la habitación, una de las tres, ya no pude ver cual, me bajó los pantalones y me dejó completamente desnudo, con el pene morcillón y yo muerto de vergüenza. Lo que sí pude es escuchar sus carcajadas antes de que el trío se marchara de la habitación, dejándome solo y a oscuras.

¿Cuánto esperé solo, atado, con los ojos vendados y desnudo en el cuarto? Pues perdí la cuenta pero yo creo que fueron más de 10 minutos. Lo poco que escuchaba era la risa lejana de las tres chicas, no me pude enterar de nada más. Pasado el mencionado tiempo estaba ya al borde de la histeria temeroso, sobre todo, de haber caído en una trampa de mis amigas. Pero llegó el momento en el que escuché abrirse la puerta de mi cuarto.

Agudicé el oído que era el único de mis sentidos capaz en ese momento de ofrecerme algo de información. Escuché el sonido de los pasos de unas chanclas. Intuí que sólo una de las chicas había entrado en el cuarto pero sin poder asegurar nada. Mi visitante estuvo varios segundos sin que yo supiera qué es lo que estaba haciendo. No oía ni sentía nada. Luego noté sus manos palpando mi cuerpo, concretamente mis piernas. Parecía estar tanteando el terreno. La luz continuaba apagada y, por tanto, ella también tendría dificultades de visión. Me tocaba la pierna sin intencionalidad creo yo, como asegurándose de que estaba ahí. Enseguida retiró las manos otra vez. De momento seguía sin tener ninguna pista sobre quien de ellas podría ser.

Sin que pasara un minuto de nuevo noté sus manos, esta vez en mi tripa. Intenté analizar el tamaño de sus dedos como pista para adivinar la identidad de mi anónima compañera pero no fue una fuente suficiente de información. Podría seguir siendo cualquiera de las tres. De momento aquella situación me tenía más tenso que excitado. Sabía que la luz estaba apagada pero aún así permanecía algo ruborizado de estar desnudo y maniatado.

Pero quien fuera no iba a perder más el tiempo. Su mano se fue directamente hacia mi pene que tras tanta espera estaba completamente flácido. Empezó a masajearlo delicadamente y pronto fue recuperando su vigor. Por la forma de pajearme podría ser María o quizá Elena, claro que sus delicadas maneras evocaban también a Ana, o sea, que seguía igual. Cogió el falo desde la base, primero lo agitó despacio, luego lo masajeó de arriba abajo. Al final en pocos segundos el miembro estaba ya completamente erecto y yo excitado. Mantenía la tensión por la incertidumbre de lo que fuera a ocurrir pero no pude evitar que aquello me calentara.

Pero llegó un momento en el que me olvidé de mis temores y me abandoné, fue cuando de verdad empecé a disfrutar de lleno de aquella situación. El punto de inflexión se produjo cuando mi desconocida amante dejó de pajearme y se metió mi pene en su boca, sin mayor calentamiento. Ahí supe que la cosa iba en serio. Lo hizo muy delicadamente como tanteando mi polla con su boca y lengua. Practicaba leves succiones. Llenaba su boca con ella y subía y bajaba sobre el tronco. Fue un placer, bastante intenso, quizá por inesperado. Su forma de chupar era la de María o la de Elena o por qué no, también la de Ana.

Mi todavía desconocida amante dedicó bastante minutos a la felación. Cuando paró me quedé jadeante, casi me dieron ganas de suplicar que siguiera. Pero lo que ella hizo a continuación fue colocarme un preservativo en mi pene. Me iba a follar estaba claro y yo ya estaba aburrido de intentar adivinar quien era ella, a partir de ahora me centraría en lo importante, ya tendría tiempo después de pensar quien era mi folladora.

Con el condón colocado pensé que ella me iba a montar enseguida pero no fue así, se subió encima pero no se colocó a la altura de mi polla sino que se puso casi en mi cuello. Alzó su vagina y me puso el coño en mi boca. Por supuesto obedecí sus deseos y lo lamí con ganas mientras ella me cogía la cabeza para dirigirme. Me encantaba chupar un chochete sin saber a quien pertenecía. Su sabor era exótico y eso me bastaba. Hubiera sido inútil especular sobre la dueña de aquella vagina porque los coños suelen tener un sabor diferente cada día. Y aquel estaba realmente bueno. Lo chupé de arriba abajo, intentando llegar a su clítoris pero también adentrándome en las profundidades y chupando a lo largo de la raja. Ella me obligó a estar lamiendo un buen rato. Al final noté como se agitaba sobre mí pero tras aquellos pequeños temblores apartó sus genitales de mi boca. A cambio me regaló sus tetas, me dejó lamer los pezones erectos aunque no duró mucho, no me dejó disfrutar o centrarme mucho tiempo en esos pechos. Sí que me pareció que aquellas tetas no eran de gran tamaño, lo cual descartaba en principio a María. Aquellas tetas quizá fueran las de Ana sin descartar a Elena.

El caso es que ella misma se debió de dar cuenta de que sus pechos pudieran servir de huella dactilar para identificarla. Los apartó y se fue hacia mi cintura. Se introdujo el pene y comenzó a follarme, Primero lento, muy lento, luego suave, al trote. Estuvimos un buen rato. Yo cargado de excitación, jadeando y ella moviéndose a un compás continuo y progresivo: escuché sus primeros jadeos al tiempo que ella posó sus manos sobre mis pezones. Me los pellizcó. Aquello intensificó mi placer y mi morbo. No podía defenderme, seguía atado y bien atado y ella moviéndose sobre mi polla.

La progresión de sus movimientos llegó hasta un punto de máxima aceleración. Ella subía y bajaba sobre mi polla, escuchaba sus jadeos que me parecieron los de María, otra vez con dudas, pero me olvidé de ella y me concentré en mi placer. Aquel polvo me estaba pulverizando. Ella se removía, se revolcaba sobre mi polla. Al final Sus movimientos eran rapidísimos, se estaba corriendo encima de mí, primero incorporada pero terminó apoyando su pecho sobre el mío y todavía agitándose con mi polla en el interior. A mí me faltaron tres segundos, cuando ya estaba a punto de llegar al final ella detuvo sus movimientos.

Escuché su agitada respiración sobre mi pecho. Todavía seguía sin saber quién podría ser. El roce sus tetas con mi torso confirmó que muy grandes no eran, así que María quedaba descartada y Elena casi también ¿sería Ana? Insisto, me daba igual sólo quería correrme, que aquella anónima amante me hiciera llegar a un orgasmo. Pero no me atrevía a pedírselo. Esperaría sus siguientes movimientos.

Y ella se desmontó de mi polla y me quitó el condón. Se levantó de la cama y, creo que de pie, comenzó a menear mi verga. Primero despacio luego mas deprisa.

  • Aaaaaaaaaah- grite yo. Aquello me puso frenético

Mi semen salió a borbotones, con fuerza, como suele brotar cuando llevas largo tiempo excitado. Cayó en mi estómago, y supongo que salpicaría sus manos y la cama, pero lo importante fue la intensidad de mi placer. Enorme.

Paró. Me había hecho una buena paja, muy buena. Nos quedamos en silencio, sólo se escuchaba mi respiración. A los pocos segundos perdí a mi amante, no supe donde estaba hasta que me encontré por sorpresa sus labios en los míos y su lengua con la mía. Fue el beso de despedida. Se separó. Escuché sus pasos y a la puerta abrirse para luego cerrase. Y me quedé de nuevo solo.

Si tuviera que apostar diría que aquel extraño y a la vez motivador polvo fue con Ana. No descartaba a Elena. María creo que no, aunque los jadeos en algún momento me habían parecido los suyos. Conclusión: Seguía sin estar seguro.

Me dejaron allí atado un buen rato más. A lo lejos escuchaba sus risas pero no lo que decían. Cuando pasaron a la habitación estaban de nuevo las tres. Yo desnudo y atado deseaba ya que me liberaran pero estaba claro que aún tenían que hacerme sufrir un poco más. Fue María la que habló.

  • ¿Qué pasa David? ¿Te ha gustado el polvo misterioso?

  • Ha estado bien sí.

  • Bueno pues ahora tienes que decir quien de las tres ha sido, si aciertas te soltamos, si no, duermes atado toda la noche.

  • Ese no es el trato.

  • Ya pero tú estás atado así que no puedes defenderte jejeje- escuché decir a la voz de Elena.

  • Paso de decir nombres, me tenéis que soltar antes- Dije con cierto tono enfadado para ver si imponía algo de respeto

  • Tu verás.

Como vi que no cedían, me arriesgué...

  • Bueno, a ver, creo que ha sido Ana.

Hubo un segundo de silencio y luego las tres estallaron en una sonora carcajada.

  • Fallaste- dijo la propia Ana.

  • Ala, así te quedas- sentenció María.

Y me dejaron igual de atado y de desnudo pero ahora además con mi cuerpo manchado de semen. El polvo había sido estupendo, vale, pero aquello ya no me hacía gracia. O me soltaban o me iba a enfadar seriamente. Pero ellas seguían riéndose desde el salón.

Al poco tiempo se abrió de nuevo la puerta y se volvió a cerrar, entraba alguien ¿Quizá me iban a follar otra vez? Pero lo que percibí a continuación fue que esa persona me estaba desatando por fin. Me liberó una mano, luego la otra y yo mismo me quité la venda de los ojos.

Lo primero que me encontré fue la cara sonriente de mi hermana mirándome.

  • ¿Qué? ¿Has disfrutado?

  • Bueno, al final os habéis pasado un poco.

  • Pero ha merecido la pena ¿no?

  • Sí, ha estado curioso- y sin más detenimiento expuse- Si no ha sido Ana la del polvo... entonces has sido tú la que me ha follado.

  • Ah- dijo encogiendo los hombros en señal de que no me lo iba a decir.

Me dormí pensando en la misteriosa amante. Deseaba que hubiera sido Elena, seguía convencido de que me folló Ana y ahora habían vuelto a surgir las dudas sobre María. Pero bueno, ya habría tiempo de enterarme.

Al día siguiente volvimos a la playa recóndita. Yo insistí a las chicas en que debían ser penalizadas por haberme dejado atado después del polvo y que por ello se debían desnudar completamente en aquella cala. Ellas se negaron. Cuando llegamos había menos gente que el día anterior. Quizá porque hacía algo de viento. El día no acompañaba. Afortunadamente poco más tarde salió con fuerza el sol y aunque no se desnudaron se quedaron en top less. Yo estuve toda la mañana preguntando insistentemente quién fue de las tres la que me folló, pero se negaron a contestarme.

Yo ya, acostumbrado a emociones más intensas, me empalmé menos que otros días, es decir sin llegar a mi máximo potencial, pero el día era muy largo y las cosas cambiarían. Como casi siempre de la mano de María.

  • Bueno chicas, la verdad es que ayer nos portamos mal con David y le dejamos atado más tiempo del conveniente. Propongo darle una satisfacción y quedarnos en pelotas.

Las otras dos aceptaron y todas se quitaron en un santiamén sus braguitas del bikini ¡Vaya espectáculo! Ahora sí que estaba empalmado. Nunca antes había visto a las tres desnudas a la vez. A cada una por su lado sí, como bien saben los seguidores de estas aventuras, pero tenerlas a las tres a mi lado en pelota picada fue una sensación tremenda. Como dijo un repelente actor en una peor película: ¡Soy el rey del mundo!

Me tuve que poner boca abajo todo el día porque mi pene traspasaba las barreras del bañador. Ellas se divirtieron bastante a mi costa pero mereció la pena por disfrutar de aquella estampa. Del voluptuoso cuerpo de María, las dulces y enamoradizas curvas de mi hermana y la más desconocida y muy sugerente figura de Ana. Por cierto, cada vez estaba más convencido de que había sido ella la chica que me folló la noche anterior.

Estuvieron media hora tostándose al sol hasta que Elena y Ana decidieron ir al mar a refrescarse. Me quedé solo con María mientras yo admiraba los dos cuerpos de las otras dos bellezas alejarse hacia el agua.

  • ¿Sigues empalmado eh?

  • Pues sí, para que negarlo- con María me daba menos vergüenza reconocerlo.

  • Tienes que acostumbrarte o no podrás ir nunca a una playa nudista.

  • Claro, pero es que no es tan fácil. No podéis follarme por las noches y por el día pretender que no me excite con vuestros cuerpos.

Se quedó unos segundos mirándome, luego sonrió con cara de malicia y dijo:

  • Se me ocurre una solución. Ven conmigo.

Se levantó desnuda como estaba y con una mano me instó a que yo la siguiera. Nos alejamos hacia un montículo cercano al lugar de las toallas. Yo iba detrás de ella sin poder dejar de mirar sus dos nalgas meneándose con el andar. Nos metimos entre dos rocas. Allí no podía vernos nadie, a no ser, claro, que pasaran por delante, que todo era posible.

  • Bájate el bañador- me dijo.

  • ¿Qué?- Pregunté sorprendido.

  • Tú hazme caso y bájate el bañador

Excitado por la situación me lo bajé dejando al aire mi erecto miembro y algo avergonzado por aquella exhibición.

Pero aquel rubor se me pasó de inmediato al ver que María se agachaba ante mí, cogía mi pene y lo lamía posando su lengua en la punta. Se lo metió en la boca y lo chupó cerrando los ojos, parecía que hasta le gustaba el sabor. Luego animó la felación. Se lo introducía y sacaba de la boca zarandeándolo con la mano al mismo tiempo. Según aumentaba su intensidad crecían mis jadeos. En poco tiempo ella notó que yo estaba a punto. Se lo sacó de la boca y lo meneó con mayor dedicación mientras lo dirigía hacia su lengua. Esa imagen pudo conmigo. De inmediato comenzaron a salir chorros de semen que cayeron sobre su cara, boca y lengua. Ella los acogió sonriente. Antes de concluir mi orgasmo ya había pringado todo sus rostro. Luego se quedó lamiendo hasta recoger todas las gotas de leche aún en el glande. Cuando terminó de relamerlo me dijo:

  • ¿Ves? Ya no estás empalmado ahora puedes disfrutar un rato de la playa sin tensiones.

  • Vaya, pues gracias- dije sonriente.

Regresamos a las toallas y por el camino ella me dijo:

  • Ya sabes que yo en cuanto al sexo soy muy liberal pero no pienses que esto se lo hago a todo el mundo. Sólo a ti ¿eh? Y porque somos como hermanos.

Lo tendré en cuenta "hermana"- le respondí encantado con que ella fuera así.

Aquel día y aquella noche no hubo más emociones, o al menos tan fuertes. Yo hubiera preferido repetir una velada como la anterior pero esa vez decidimos finalmente salir de copas porque llevábamos muchos días encerrados en nuestro apartamento. Aún así fue una noche estupenda de juerga.

Las dos siguientes jornadas no estuvimos en playas porque el tiempo empeoró ligeramente. Nos dedicamos a hacer turismo por la provincia de Almería. Un día fuimos a Mojacar y a Nijar y otro al desierto y al pueblo del oeste donde se ruedan, o más bien se rodaban, películas de vaqueros. Por las noches aprovechando que era fin de semana también salimos de discotecas hasta tarde, así que no se repitieron los ardientes momentos que yo tanto ansiaba con mis tres chicas, o "hermanas" como prefieran.

Pero nos quedaban todavía siete días de vacaciones que nos depararían, sin duda, mayores y agradables sorpresas en aquellos bellos parajes andaluces. Entre otras la de saber quién fue la chica que me folló aquella caliente noche de agosto...

Continuará...

Si queréis hacerme cualquier comentario será bienvenido: jaimecorreo2000@yahoo.es