Mis amores con un cura
Un seminarista de 17 años, calentón, ingenuo y apasionado y sus cortos y ardiente amores con un cura alemán, osuno rubio y bello.
Mis amores con un cura
Cuando comencé a colaborar en la parroquia del padre Hans, en aquellas largas vacaciones del Seminario, sabía que yo era un pequeño impostor. Habìa entrado a la carrera religiosa con el enorme beneplácito de mis padres, pero en realidad era una forma de huir de mi mismo. Mas que dar curso a mi vocación sacerdotal, buscaba tapar mis "inclinaciones" me gustaban los hombres. Y esas "inclinaciones" eran en mis ojos adolescentes y pueblerinos una aberración. La culpa me golpeaba. La vergüenza me inundaba los brazos y las piernas flacas. El terror empañaba mis anteojos de fuerte aumento. Estaba aterrado que mi padre se enterara. Su único hijo varón había resultado puto. Mi viejo, estoy seguro, hubiera preferido que le saliera un hijo ladrón a un hijo marica.
Mis diarios rezos habían sido insuficientes. El Señor no me había escuchado: ay mi Dios no quiero ser como esos dos muchachos de la vuelta, tan afeminados y excluídos en sus gestos amanerados y desafiantes. No quiero quedarme solo en la vida, quiero conocer el amor, formar una familia, ay Dios haceme normal Dios te prometo lo que tu me pidas si me haces normal, si dejas que me incline por las mujeres, esas criaturas suaves y piadosas, que no me mueven un pelo. Dios haceme hombre, macho, heterosexual y masculino. Haceme novio, marido, padre . No quiero ser puto. Quiero pensar en alianzas, reglas, dolores premenstruales, tamaño del corpiño que regalar. Quiero ser padre. Ay Dios, que te cuesta: prometo nunca mas usar la trusa de mi hermana mayor, el polvo para el rostro Flor de Durazno, la crema depilatoria Emile Damian. Nunca mas mirarè a otro muchacho, ni me masturbarè pensando en uno. Te lo juro .Lo prometo. Besaré vulvas femeninas, tetas, ombligos de hembras. Y si tienen olor a besugo, apretaré la nariz y lo haré igual.
Pero nada, nada de nada ¿ Que he hecho mi Señor para terminar gustando de la carne de cerdo?
Me faltaban cojones para aceptar mi condición de gay. No tenía huevos, valor ni coraje. Era un as en el arte del disimulo: si no te das cuenta te miro el culo . Y disimulando, disimulando me convertí en el chico piadoso que quería ser sacerdote. Un tesoro mi hijo, será hombre de la Iglesia, y viera que inteligente y dulce es .
La visión de los otros seminaristas en las duchas, con sus cuerpos masculinos en plena juventud, aquellas pijas moviéndose pendularmente, aquella sexualidad reprimida que llenaba de ansiedad y de leche agria aquellos huevos juveniles, toda esa situación de encierro y represión, esa inquietud encerrada de tantos hombres desnudos juntos simulando una castidad casi imposible, me resultaba insoportable. Yo solo veía un desfile interminable de pijas, pelotas, garchas, huevos, bolas, vergas, gambas culos, piernas nalgas, garchas, testículos. Ay papi que lindo estas, dame ese palo enjabonado que te lo dejo limpito ..Que culito hermoso y que feo es de cara
Y entre tantos hombres en pelotas, tantos seminaristas esbeltos y atléticos, aquel osito, aquel gordito peludo unos años mayor que yo, que me deslumbraba con la amplitud de pecho y sus espaldas, su vello repartido por todas partes, aquella panza soberbia, redonda y contundente, desafiando las reglas de la belleza clásica, aquellas piernas fuertes, aquel enorme culo, redondo y saliente, aquellos huevos, aquella sexualidad a flor de piel. El muchacho me atraía , y yo no sabía porqué . Si está bien, yo sabía porqué pero lo negaba. Como deseaba acostarme sobre ese cuerpo fuerte, velludo, fornido e inmensamente varonil, y recostar mi cabeza casi rapada en ese pecho amplio esas tetas rosadas y regordetas. Su panza tan masculina y elevada , cubierta de pelos suaves me volvía loco. Nos mirábamos mucho y estoy casi convencido que habia una fuerza de atracción que nos hacía estremecer pero nunca hicimos nada, mas que mirarnos con lujuria. Mi oso del Seminario, tan hermoso y extraordinario.
Muchos años después lo vi en una disco gay, seguía siendo sacerdote pero de vez en cuando se soltaba las trenzas . Que sensación de tristeza me dio verlo ahora cuando ambos aceptábamos nuestra condición, muchos años despues. Se llamaba Marcial, y si aún lo recuerdo con tanta ternura , es porque lo nuestro nunca existió. Fue solo un intercambio de miradas, un brillo de los ojos que emergía de aquellos claustros opacos, de aquella vida gris y marrón, del encierro que yo había buscado.
Huyendo de la atracción por Marcial y por tantos otros hombres jóvenes, en esas vacaciones, me acerqué a aqulla parroquia de un pueblo suburbano donde el padre Hans manejaba un comedor escolar. El trabajo era arduo y el cansancio conseguía borrar al menos temporariamente esa necesidad imperiosa de otros machos, de otras pieles, ese desgraciado plano inclinado del sexo. Me calentaba con cualquier cosa y con cualquiera y necesitaba exhorcizar esa necesidad imperiosa de la carne, pero no sabìa como.
Cuando llegó el padre Rudolph (Rudy) me senti menos solo y mas acompañado. Los otros muchachos no me prestaban atención, y el trabajo en esas condiciones era rutinario. El padre Rudy había llegado a la Argentina por primera vez, no hablaba español aún y respondía a la misma forma física de Marcial: era un oso rubio, gordito y fuerte, de 1,78 m de estatura, cabellos color trigo maduro, ojos verdes claros y una piel no muy expuesta a los rayos del sol. Rudy era un oso hermoso, demasiado bello para ser cura, demasiado atractivo para aquel pueblo perdido, demasiado sexy para tomar clases de español conmigo.
El padre Hans me había seleccionado para darle clases de nuestro idioma y todos los dias iba a la pequeña biblioteca anexa a su cuarto, a enseñarle español aprovechando mis conociemientos de inglés, idioma que el hablaba con fluidez.
Al principio me costó que aprendiera algunas palabas, pero luego una vez entrados en confianza, el diálogo se hizo mas fluido y el aprendió un vocabulario cada vez mas amplio.
Le enseñé algunos insultos propios del habla popular argentina y el los aprendió muy pronto y rotas las barreras en el trato, comenzó una amistad muy cálida que en mi caso era calentura, deseo, ganas de hacer algo con aquel oso clerical.
En la primera quincena de enero me iba de vacaciones con mi familia y por eso le comenté que por ese tiempo no le daría clases. El demostró que sentiría mi ausencia y asi me lo hizo saber. No me das un beso me dijo, a modo de despedida. Mi corazón de mariquita inocente ahí saltó y le dije "no uno sino diez". Pero fue un solo beso, un beso en la mejilla sonrojada de Rudy, un beso casi casto, húmedo y tierno. El giró la cara luego y noté sus ojos emocionados. Eramos dos solitarios: el un cura alemán en un país lejano, gay y reprimido , un osito excepcionalmente sexy y dulce y yo un adolescente confundido , mas adulto que lo que indicaba mi edad, pero tan solo y sufriente como el. Ambos teniendo que esconder nuestros sentimientos. Dos machos calientes sin salida .
Esas dos semanas de separación fueron de dolor. Ay Dios decía, me condenas a ser puto, a depender del amor que la sociedad desprecia, me ciegas con esta tentación de la pija de los otros, ese terror de entregar mi alma al diablo, este temor de morirme sin conocer el amor y encima me traes a un oso germánico que necesita de mis besos para no sentirse mas solo. Y yo tambien necesito esos besos mi Señor, Y yo aquí camino por estas calles que huelen a mar y a sal y mi carne se estremece por este deseo absurdo e imposible de un hombre, al que el sexo le está vedado.
Ay Dios, elijo esta carrera para que mi sexo enmudezca y se vaya muriendo de a poco y resulta que me haces crecer el deseo, incrementas mi necesidad del cuerpo de los otros. Que cruel es eso mi Dios .
En la segunda semana, inventé la necesidad de volver a mi pueblo por un requerimiento del padre Hans, y mis botines viejos llegaron hasta la parroquia, y sin tocar la puerta , me introduje en la noche, y saltando los charcos de la lluvia reciente, asustando a unas pocas palomas que emprendieron vuelo al percibirme, fui corriendo hacia el cuarto de Rudy, mi oso dulce con sotana, y, sin permiso, como un intruso, como un virus desbocado, como un pájaro nocturno me llegué hasta su cama, hasta el rincón triste donde su cuerpo regordete roncaba el sueño de cerveza de aquel sábado de enero.
Y apoyé mi boca adolescente, sobre su flequillo iluminado por algun rayo de luna, y besé sus ojos, y el se despertó sobresaltado y yo lo abracé y el me apartó y luego me estrechó en sus brazos y sonrió. Me besó en ambas mejillas y mientras lo destapaba de sus cobijas grises , busqué su boca y el me dijo, "Asi vas bien .
En ese beso estaba mi reclamo de una vida, ay Dios que bien besaba Rudy, y que lindo pasaba su lengua por mi boca enloqueciéndome. Le comía la boca a besos y el respondía con sus labios , su lengua fuerte y hùmeda, con tus manos acariciando mi pelo adolescente , ese que hoy ya no tengo, y mi nuca y mis hombros
Ay Rudy, mi amor .Aquella noche solo hubieron besos y abrazos y caricias y me quedé dormido en sus brazos fuertes, mi cara frìa contra su pecho peludo , contra sus vellos rubios y rizados y suaves.
Tras servir la cena de los niños, una noche me hizo un gesto y no supe que querìa hasta que me percaté que estaba invitándome a pasar a su cuarto y cuando lo hice , lo esperé unos segundos y el entró y me dijo "en que lado de la luna vivis?" y comenzó a sacarme la ropa y yo a desnudarlo y el a besar mi boca y yo a responder y en cada beso y abrazo había muchas palabras no dichas, un deseo inmenso que recorría mi piel juvenil y que en la suya se hacía piel de gallina, porque era una lucha desesperada contra la tentación y que siempre se perdía, y el comenzó a besarme el pecho despacio y yo a sentir su lengua recorrer mi torso, hundirse en mi ombligo, recorrer mis ingles y mis huevos y el interior de mis piernas y por fin el tronco duro de mi pija erecta y se la puso en la boca y sentí la fuerza de su succión que me hacía doler y retiré su boca de mi pija, y el me dijo "que no querés" y yo le dije que quería que si queria pero que lo hiciera mas suavemente y moderando su pasión continuó chupándomela hasta que mis gemidos casi se hicieron gritos y estalle en cuatro chorros largos y blancos sobre su pecho peludo tan osuno com fuerte ay mi amor. Me detuve un instante y apreté sus huevos gordos y calientes y luego chupé su pia hasta que casí gritó de la desesperación y tras un rato que me pareció muy largo , echó su leche sobre mi cuello y mi pelo y mis brazos.
Y casi todas las noches nos sorprendía la luz del día deslizandose por las cortinas, abrazados, con su cuerpo pegado al mio y mi boca oliendo sus besos y mi piel oliendo a su piel y yo me preguntaba si eso era el amor o solo una aventura y le pedia mas y mas pero había obligaciones que cumplir, tareas que realizar , compromisos. El padre Hans se percató de nuestra excesiva intimidad, de nuestro estar siempre juntos, de esa complicidad que nos hacía reir al mismo tiempo de ciertas cosas. Nos descubrió porque no había manera de esconder ese vínculo inmombrable entre un hombre de la Iglesia y un seminarista y por fin le dio a Rudy la opción de quedarse en el país pero sin mi , o de volver a su país.
Ay primer amor , angel rubio que hoy peinas canas, rascas barriga y bebes cerveza, perdona la ingenuidad de haber creído en el cariño que me expresabas. Perdona por ese amor inmenso que te tuve y que tanto lloré cuando te fuiste. Acepta mis sinceras excusas por no haber podido comprender que no fui nada para vos, y que yo pudiera haber sido otro adolescente confundido y calentón, que atrajiste para apaciguar tu nostalgia y tu soledad. O para aprovechar tu sexualidad desatada y diabólica. Disculpa mi clara ceguera de pensar que me amabas y que darías tu vida por mi. Y por favor, si alguna vez escuchas a Bach desnudo y osuno, velludo y feliz como aquellos domingos conmigo, al menos recuérdate de mi, aunque ya no te acuerdes de mi nombre, ni de mi piel , ni de mis gemidos al hacer el amor. Aunque ya no tengas presente el color de mis lágrimas, ni el verdor de mi aliento.
En alguna de esas ciudades de tu país, llenas de tavernas con olor al lúpulo desplazándose por los pisos, recuerda por un segundo, aunque mas no sea a aquel adolescente que te amó.
galansoy
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