Mis amigos ilse y tibo
Mi amiga me hace una invitaci{on misteriosa y resulta una cita con Tito
Desde que éramos chicas nuestras familias de Ilse y la mía, fuimos muy amigos. Vivíamos en granjas contiguas e íbamos a la misma escuela. Ella es año y medio mayor que yo pero nos llevábamos como si fuéramos de la misma edad. Cabe decir que nuestros padres se querían como hermanos, salían, hacían compras y paseábamos juntos.
De la escuela a nuestras casas viajábamos en un autobús público, pero a pesar de la monotonía durante esos viajes nos entreteníamos contándonos lo relevante del día de la escuela, tonterías de niñas, pero interesantes para nosotras.
Pasaron los años y un día ella y su familia tuvieron que mudarse a un nuevo rancho que su padre había adquirido, una hora y media de distancia en coche. En un principio nos mantuvimos en constante contacto, nuestra amistad tenía que continuar, pero con el tiempo tuvieron que disminuir las largas pláticas telefónicas.
Un día, casi 2 años de haberse mudado, recibí su llamada y me pedía que la fuera a visitar el próximo fin de semana, que no se lo dijera a nadie, sus padres, junto con los míos, estarían ocupados en la capital del Estado en la feria anual que duraba desde el jueves y el domingo era la clausura. Yo ya había asistido a esas ferias y no me interesaba volver, así que no me era problema irla a ver y quedarme unos dos días con ella, pero la razón de su petición me parecía extraña, además del tono en que me lo pidió, pidiéndome que no le fuera a contar a nadie en mi casa que iba a estar con ella. La curiosidad me mataba, pero ella no me quiso adelantar nada.
Llegó el viernes y, después de comprar algunas golosinas para comer, una botella de vino blanco y cervezas partí para su casa. Al llegar me recibió con mucho amor, lo mismo que su perro, un labrador muy bien educado, se llama Tito, que me lamia toda y me brincaba con mucha alegría, ya nos conocíamos de antes y me recordó.
Una casa hermosa con la alberca parte al sol y aire libre y la otra dentro de la sala. Me cambié de ropa, quedé con el calzón del bikini y un shorcito encima, y una blusa. Ilse me recibió ya vestida con un shorcito también y blusa suelta, sin brasier las dos.
Nos sentamos en el suelo, frente a la alberca y comenzamos a platicar y tomar unas cervezas. Desde que venia en el camino pensaba en qué podría ser la urgencia de Ilse de verme. Me pasaron por la cabeza muchas posibilidades, hasta la de que a lo mejor estaba embarazada y quería abortar.
Mientras tomábamos la cerveza, creo que nuestras pláticas ya reflejaban nerviosismo, por lo menos la mía en que me estaba desesperando por saber la razón de la petición de Ilse que al final, afortunadamente inició ha hablar pidiéndome, primero, que guardara en secreto lo que me iba a pedir y luego, con mucha cautela y pena me dijo que estaba desesperada por hacer sexo con su perro, pero que si a mi no me agradaba que no lo haría y lo olvidara.
Me estiré y toqué al Tito, lo acaricié y éste reaccionó, se puso de pie y fue conmigo a que lo siguiera acariciando. Ya Ilse me aclaró que desde hacia varios días ella lo había estado preparando, pero que no se había dejado por miedo estando sola. En ese momento al Tito le sobé el vientre e hizo algunos movimientos que reflejaban claramente su interés. Ya Ilse se había preparado, se quitó el shorcito quedando desnuda de la cintura para abajo y permitió que Tito le lamiera su entrepierna. La lengua de Tito no solo se quedaba en el exterior, se incrustaba más y más entre sus piernas hasta alcanzar su pubis y sus labios vaginales, yo observaba que hasta su entradita. Ella no permanecía quieta, se balanceaba y poco a poco fue abriendo las piernas y me repetía que sentía maravilloso tener la lengua de su perro entre su conchita. Así estuvo un rato, el Tito se aburrió y dio la vuelta. Lo llamé y lo invitaba dándole palmaditas en la espalda de mi amiga para que intentara subírsele. No tenia éxito así que se me ocurrió ofrecerle el olor y sabor de los jugos de Ilse. Sin preguntarle si estaba de acuerdo, le metí mis dedos en la vagina e inmediatamente se los daba a oler, o lamer, al Tito, que le gustó y empezó a acercarse a su ama, que ya estaba preparada en posición de perrita, esperando. Este me lamia la mano, le lamia un poco a Ilse y se alejaba.
El haberle tocado la piel a Ilse y luego sus partes íntimas, me había puesto super excitada y aproveché para manosearla y acariciarle las pompas y su piel lisita y muy suave. Le besé su cosita y le metí la lengua entre sus labios lo que la enloqueció y creo que en ese momento produjo más babitas que en parte se me quedaron en mi cara y parte en mi mano. Me acerqué al Tito y le pasé la mano por el hocico y lo reanimó, fue derechito a montársele a Ilse. Le sobé el vientre provocando que su pene comenzara a crecer, ya montado comenzó como loco a bombearle, dándole piquetazos en sus muslos y en la entrepierna, lastimándola, pero Ilse estaba tan desesperada que no protestó ni se quejó, pero sí se vio que la lastimó. Después de unos 10 o 15 bombazos alocados y a alta velocidad, éste se bajó y se retiró. Hizo varios intentos similares, a veces si llegando a metérselo un poco, inclusive por el ano, pero Ilse protestó.
Yo, sin alguna experiencia sobre sexo con perros, la aconsejaba, “¡súbeles más a tus nalgas!, ¡no bájalas, abre las piernas, apriétalas”, y así luchábamos.
En un nuevo intento el Tito logró encajarle su miembro, seguramente todo, que si es algo larguito, pero de sus patas traseras se resbaló y se le salió dejándole rasguños en los muslos. El miembro, que había entrado delgadito, del grueso de una salchicha, pero duro como palo de escoba, ahora se veía gordo, aunque del mismo largo. Después de varios intentos logró volvérselo a meter, ya estaba bien lubricado y se metió fácilmente aún con ayuda de mi mano. Bombeó otra vez y se le volvió a salir, pero ésta vez sí le fue fácil volverlo a encajar, nuevamente yo se lo guie con la mano.
De nuevo, alocado y a alta velocidad el Tito alcanzó lo que creo fue su clímax. Ilse, que me había olvidado de ella, se movía y trataba de sincronizarse con su perro, sin lograrlo, pero excitadísima y contoneándose y diciendo frases locas, de excitación, en eso me jaló hacia ella, me sobo las piernas y me besó. Poniéndome todavía más excitada. Tito continuó con sus movimientos de bombeo, ya pausados y se quedó quieto por unos segundos en que nos distrajimos dándole el tiempo para que le metiera su bola ya bien lubricada, que era precisamente para eso que me necesitaba, para evitar que no se la fuera a meter por el miedo al dolor.
” ¿Ilse, ya casi está toda su bola adentro, quieres que trate de impedirlo?”
“¡No, duele un poquito, pero está muy rica, déjala por favor!” “¡Déjala, déjala ….!”
No había terminado de decirlo cuando el Tibo pasó su pata por encima de sus nalgas y quedaron colita con colita. Le ha de haber dolido bastante, pero me decía que estaba sintiendo sus palpitaciones y que con cada contracción le echaba más y más de su lechita que quería detener dentro, pero le escurría un poco entre las piernas.
La veía apretar sus manos a ratos y a moverse como jalándolo. Ya me tenía junto de ella, mi cadera pegada a su mejilla, en eso me metió la mano por debajo de mi calzón del bikini y me sorprendió al sobarme los labios de mi vagina, que estaban empapados de mis jugos ¡claro!, provocados por el estado de excitación tan grande que yo ya tenía solo de estar presenciando el que Ilse tenía el miembro de su perro todo adentro, que me pareció enorme.
Me pidió me bajara el calzón, lo hice y emocionada me coloqué junto a ella, con mi cadera, ya sin tela, pegada a su mejilla. Me jaló a que me metiera debajo de su cara, con mi pubis a la altura de su boca y comenzó a chuparme los labios y mi clítoris. Yo ya estaba exageradamente excitada con lo que estaba viendo que el perro se la metía, imaginándome que también a mi, así que no pude contenerme más y me vine inmediatamente, ella notó mi orgasmo y creo que también a ella le provoqué que se viniera mientras el Tito continuaba moviéndose y, de vez en cuando, bombeando. Mientras eso sucedía ella iba describiendo, con detalles, lo que estaba sintiendo. Me abrazó de las pompas, hasta me llegó a rasguñar y dejar una cicatriz del recuerdo de este día.
Después de no se cuanto tiempo, el Tito terminó y se despegó. Ella y yo nos quedamos recostadas en el piso, sobre la alfombra. En eso Ilse se soltó en llanto, decía que era por felicidad, la consolé y nos quedamos dormidas hasta el día siguiente.
Al despertar y limpiar la alfombra, se le dio de desayunar al perro que después de un rato comenzó a intentar montárseme, se dio cuenta de mis olores, pero lo retiré con cariño, Ilse se dio cuenta y me propuso que si yo quería probar con él, que lo hiciera. Yo me moría de ganas, me derretía, desde ese momento comencé a sentirme incoherente, desbalanceada y calientísima, con un cosquilleo y por poquito accedo a probar el sexo con el Tito. Lo dejé que me lamiera mi cosita todo el tiempo que quisiera, hasta le facilité el acceso haciéndome a un lado las pantaletas que ya traía puestas y bien mojadas, pero decidí que no era ese el tiempo, yo aún seguía siendo virgen.