Mis amigos doblegan a mi madre [Introducción]

Un inocente trabajo de clase causará la obsesión de los compañeros de nuestro protagonista por la madre de éste. Este es el capítulo introductorio para ver si os interesa la trama.

Me llamo Miguel y soy un joven estudiante de 20 años cuya vida cambió por completo hace unos años debido a una serie de inesperados sucesos. Mi vida hasta aquel entonces era la típica de un estudiante adolescente, quejándose de todo cuando aún no sabía nada de la vida, pero mis supuestos amigos me demostraron que lo que para mí en aquel momento eran quejas, en realidad no eran más que tonterías de un crío sin preocupaciones. Pero empecemos por el principio.

Yo tenía 16 años y cursaba cuarto de ESO; era un alumno aplicado que había mantenido unas notas más que correctas hasta el momento; mi situación familiar como hijo único me permitía disfrutar de caprichos que otras familias no podían permitirse por lo que se podría decir que disfrutaba de una situación acomodada. Mi padre se pasaba la mayor parte del tiempo fuera de casa por el día debido al trabajo y mi madre se dedicaba a las labores del hogar. Ella superaba por poco los cuarenta años aunque mantenía un tipo muy jovial que la podía hacer pasar por una mujer de treinta y poco. De estatura baja y cuerpo bien moldeado, su figura destacaba allá donde iba ya que sin llegar a resultar despampanante, sí que alegraba la vista a cualquier hombre que se cruzase en su camino.

Mis dos mejores amigos eran Javi y Martín, dos compañeros de clase que conocía desde que empezamos juntos en la escuela hace ya muchos años. Desde entonces los tres habíamos sido como uña y carne y habíamos desarrollado una relación de confianza plena entre nosotros, relación que no mucho después se vería mermada por lo que os contaré. Había empezado el curso de cuarto de ESO y estábamos empezando el otoño. En clase de literatura nos pidieron realizar un trabajo por grupos sobre distintas épocas históricas; a mi grupo, que estaba formado por Martín, Javi y Luis (un chaval algo problemático con el que por suerte no había tenido problemas hasta el momento) nos tocó realizarlo acerca de la antigua Grecia. Por diversas razones acabamos quedando en mi casa para hacer el trabajo el viernes de esa semana por la tarde.

El viernes llegó y sobre las cuatro de la tarde llegaron Javi y Martín; estaba sólo en casa ya que mi madre había salido a hacer la compra así que fuimos para mi cuarto y esperamos la llegada de Luís quien no tardó más de cinco minutos en timbrar. Con el grupo completo comenzamos a pensar en cómo podríamos estructurar el trabajo y repartir tareas entre nosotros. Todo iba muy bien hasta que llegó mi madre de hacer la compra. Iba vestida con una malla negra bastante ajustada y una camiseta azul celeste que realzaba sus ya de por si destacables pechos. Dejó las bolsas en la cocina y se acercó a mi cuarto para saludarnos sin siquiera haberse parado a secar el sudor que recorría su cara debido al peso de las bolsas y la distancia entre el super y mi casa. Tras el saludo de rigor por su parte le presenté a Luís, quien no la conocía ya que no mantenía con él una relación nada amigable; pude notar en su cara como había quedado gratamente sorprendido por la presencia de mi madre, lo cual me molestó ligeramente, aunque lo acepté sin decir nada. Su sonrisa se amplío cuando se levantó de su silla para acercarse a ella durante la presentación y darle dos besos.

¿Pero qué se cree este payaso? – Pensé para mis adentros – Menudas confianzas se gasta.

Luís hizo gala de sus mejores maneras para saludar a mi madre y después volvió a su silla son una risa entre cordial y pícara que no me gustó nada. Mi madre volvío a la cocina para colocar la compra y nosotros volvimos a centrarnos en el trabajo, aunque desde ese momento Luís parecía estar en babia porque no aportaba nada y se le veía como centrado en otros menesteres.

Venga Luís, espabila, que tenemos que acabar hoy – Le dijo Martín al cabo de unos minutos de pasividad por su parte.

Perdonad – replicó – pero … os seré sinceros, estaba pensando en la madre de Miguel. ¿Os habéis fijado menudo tipo tiene? Quiero decir … tiene un cuerpo que quien diría que te a tenido a ti dentro – dijo mirándome fijamente.

Oye, no te pases de listo. – respondí de inmediato - Hemos venido a trabajar y no puedo forzarte a currar si no quieres, pero al menos respeta a mí familia si no quieres

¿"Si no quiero que"? – me respondió sacando su perfil de pandillero.

Me quedé callado sin saber qué decir por unos segundos, cuando Luís volvió a tomar la palabra.

Mira Miguel, tu madre está muy buena, y nosotros somos hombres hechos y derechos, así que no te hagas el tonto porque seguro que tú ya te habías fijado en ella más de una ocasión y te habías pegado un homenaje en su honor.

Pero cómo te atreves!! – respondí al instante. Lo cierto es que nunca había mirado a mi madre de ese modo, y aunque tenía claro que sí que era atractiva, no le daba mayor importancia y prefería mirar compañeras de clase u otras mujeres externas a mi familia.

Nuestras miradas se cruzaron y pude ver cierta pizca de mala hostia en su mirada así que preferí dejarlo pasar y seguir para adelante, aunque Luís parecía no estar por la labor pues apenas dos minutos después nos interrumpió pidiéndome un vaso de agua. Ambos nos levantamos y lo guié a la cocina y le dije donde estaban los vasos. Mi madre todavía estaba colocando la compra, agachada de cara a un armario que estaba a la entrada de la cocina, y Luís, demostrando todo su cinismo, le dijo que no se preocupase, que él ya pasaba por detrás de ella sin problemas y así no la molestaba.

Lo cierto que es podía haberlo hecho así, pero ví como el cabrón de mi compañero ralentizaba su marcha más de lo debido y como al pasar por detrás de mi madre, que se encontraba colocando la leche en su sitio, le echaba una mirada lasciva como pocas hacia sus pechos desde su envidiable posición y se relamía los labios. Tras eso miró hacia mí y se volvió a reir. No podía hacer nada así que esperé para que bebiese su vaso y volver a mi cuarto, pero aún quedaba la segunda parte, pues tras beber el agua, Luís volvió de camino al pasillo, donde lo esperaba, y pasó nuevamente por detrás de mi madre. Esta vez ella estaba de pié por lo que había más sitio para ambos, pero aún así tuvo la cara de dejar caer un pack de galletas que había en una de las bolsas de la compra, tras lo cual pidió perdón al momento y se agachó a recogerlas, momento que aprovechó para acercar su cara a centímetros del culo de mi madre y, otra vez más, realizar una serie de gestos con la lengua que merecían el peor de los castigos. Sin embargo, dado que yo no era precisamente fuerte, que mi madre no se había enterado, y que tampoco quería llamar la atención de ella, me volví a callar y volvimos a mi cuarto.

Luís llevaba en su cara grabada una sonrisa de triunfador que me revolvía el estómago, pero saqué fuerzas de donde no había y proseguimos con nuestro trabajo para clase. Todo fue relativamente bien hasta mitad de la tarde, a eso de las seis, cuando mi madré entro en mi cuarto con unos refrescos y unas galletas para nosotros que dejó sobre mi mesa.

Muchas gracias señora – dijo Luís.

No hay de qué muchachos. ¿De qué es el trabajo que estáis haciendo?

Sobre la antigua Grecia – contestó Javi.

¿Ah sí? Pues he leído últimamente varios libros sobre esa época así que si necesitáis ayuda avisadme y os

No creo que sea necesario mamá – dije cortándola.

Pues yo creo que sí que vendría bien algo de ayuda. – dijo Luís – Hasta ahora hemos sacado todo de Internet pero qué mejor que una pequeña guía de alguien que sepa del tema en profundidad

Claro que sí, además no tengo nada que hacer ahora – sentenció mi madre en ese momento.

Cabe señalar en este punto que estábamos trabajando en una mesa circular no demasiado grande, por lo que hacer sitio para una quinta persona en ella podía ser complicado. Sin embargo Luís se encargó de coger una silla de la cocina y la colocó estratégicamente a su lado, donde se sentó mi madre como buenamente pudo, quedando ella entre el propio Luís y Martín, quien no lograba quitar la cara de asombro de su rostro. En los siguientes minutos pude ver, más claro de lo que nunca hubiese querido, como Luís aprovechaba cada ocasión que se presentaba ante él para recorrer el cuerpo de mi madre con sus ojos envenenados, así como rozarla con su brazo para coger cualquier cosa que, curiosamente, se encontrase en ese momento en el otro extremo de la mesa y justo le hiciese falta. Lo cierto es que tenía un don, ya que visto desde fuera seguramente no levantaría ninguna sospecha, pero a mí no me engañaba y las miradas que me echaba en ocasiones, como desafiándome, afianzaban el odio que empezaba a sentir hacia él.

Realmente no pasaban de simples juegos, pero en un momento dado el brazo de Luís se acercó peligrosamente a la pierna de mi madre, quedando éste apoyado suavemente entre las dos sillas y tocando muy ligeramente la rodilla de mi madre, quien no percibió nada y siguió a lo suyo ayudándonos con el trabajo. Sin embargo yo sí que lo había visto y estaba a punto de sobrepasar mi paciencia. Por suerte el resto de la tarde no tuvo más sorpresas más allá de las miradas de turno y toqueteos muy leves.

Esa noche apenas pude pegar ojo después de lo sucedido. La semana pasó y llegó el lunes; fui a clase como un día más con la mente mucho más relajada y habiendo prácticamente olvidado todo lo ocurrido, pero poco después comprobaría que yo era el único que lo había olvidado, pues en la salida de clase Luís me agarró por el hombre y me llevó hasta una esquina del pasillo y me dijo:

Voy a ser directo. O haces lo que te pida desde este momento o puedes ir cambiando de colegio porque te voy a hacer la vida imposible.

¿A qué viene esto? – respondí muy sorprendido y medianamente temeroso.

Pues es muy sencillo. Tu madre me pone brutísimo y las tonterías del otro día no se van a quedar así … por lo tanto, si no quieres que este sea el peor curso de tu vida, más vale que hagas lo que te pida. No haré nada que tu madre no quiera, pero necesito tu colaboración para una serie de ideas que tengo.

Callé, con un silencio que por si sólo daba respuesta a todas las dudas que Luís pudiese tener sobre mí. Mi debilidad ante él era evidente y no quería meterme en problemas pues no estaba acostumbrado a ellos y no era buen momento para empezar con ellos. Además, iluso de mí, pensaba que lo que Luís querría por mi parte no iría mucho más allá de simples tonterías de adolescente.

Como veo que no me vas a responder lo tomaré como un sí. Para demostrármelo espero que mañana por la mañana me entregues un vídeo de tu madre desnuda. Tú verás cómo lo haces pero si no lo tengo créeme que lo pasarás muy mal. Ella no tiene porque enterarse, así que no pierdas el tiempo y haz lo que te digo.

Dicho esto se marchó hacia la salida del colegio y yo quedé completamente asustado y sin saber qué hacer, allí, apoyado en la pared del colegio. Éste es el punto clave que daría un giro completo a mi vida y, especialmente, a la de mi madre, aunque ella todavía no lo sabía. Marché camino de mi casa pensando cómo podría cumplir esta primera tarea de Luís.

Continuará