Mis Amigos de la Juventud (3)
Cuando terminamos el penúltimo años de escuela preparatoria, en las vacaciones de verano, Victoria y yo nos dedicamos a participar en los concursos de bailes que había en nuestra ciudad...
Durante las vacaciones de verano, Victoria y yo nos dedicamos a participar en concursos de bailes que se organizaban en nuestra ciudad, principalmente cuando eran de tango.
Ella había renovado su guardarropa, comprando vestidos de seda que gacían lucir su figura estilizada y llena de curvas. Con esos vestidos, principalmente había dos con lo que causaba sensación: uno de los vestidos de color rojo escarlata azul, casi negro con una abertura hacia el muslo que dejaba ver hasta la cintura, combinado con una pantimedia color carne y debajo de ella una minúscula tanga, también color carne, y luego sobre de ellas se ponía unas medias con un liguero, las medias de lycra brillante, y ambos de color negro, así que en cada vuelta dejaba ver sus hermosas piernas y hasta una parte de sus preciosas y bien formadas nalgas. El otro vestido era negro, que le llegaba hasta los tobillos, pero ambos lados con tela transparente que llegaba desde los tobillos hasta las axilas, con una pequeña franja de tela, muy delgada, que cubrí la parte frontal y dejaba ver, por su parte posterior, parte de sus caderas y parte de sus nalgas. Con ambos vestidos usaba sandalias de plataforma con la suela y el tacon transparente. Se veía preciosa, con esos vestidos, y arrancaba suspiros de los hombres y envidia de las mujeres que la veían en el escenario.
Durante estos concursos quedamos en algunos primeros lugares, pero no nos importaba, lo que queríamos era bailar. En esa época nuestra relación se hizo más firme y las relaciones sexuales un poco más esporádicas. Además no podíamos dar rienda suelta a nuestros instintos debido a que estabamos fuera de una ambito conocido y los dos llegabamos vestidos de hombres, ya en camerino ella se transformaba en una verdadera mujer. Así que nos portabamos de lo más serios.
Cuando dabamos rienda suelta a nuestros instintos era los sabados, que su familia se iba de fin de semana a la playa y nos dejaban la casa para los dos solos. llegaba temprano el sabado, antes de las 7:00 AM, llevando unos vasos térmicos de café, que compraba en el camino hacia la casa de Victoria. ella me había dado la llave de la puerta principal, así que facilmente entraba, me iba al segundo piso donde estaba su dormitorio y la despertaba a besos. Se levantaba y nos metíamos a bañar. ella me tallaba todo mi cuerpo y yo el de ella, con abundante jabón, al estarnos enjuagando, ella se hincaba y me empesaba a dar una mamada, primero jugueteaba con la lengua con mi glande, pasandola como si se tratara de un caramelo, después metía toda mi cabecita en su boca y me chupaba como si quisiera abosrberme la vida misma. Me mordisqueba la verga en toda su extensión, me lamía los testículos y cuando casi estaba para venirme y vaciar mi preciada leches en su boca, me dejaba y me abría la llave del agua fría para que se me bajara el calor. Después pasabamos a su recamara y me hacía que la cubriera de crema perfumada, en todo su cuerpo, mientras tomaba en una posición muy sexy su café. Mientras me secaba, ella cubría su desnudez con una vaporosa bata larga, pero tan transparente que parecía que no llevaba nada encima, además se ponía un conchero para que no le pudiera ver su miembro dormido.
Cuando terminaba de arreglarme, que no era otra cosa que ponerme una crema perfumada para hombre y una tanga de hilo dental, bajaba a la cocina y ya Victoria me tenía preparado el desayuno. Se sentaba en mis piernas y me daba de comer en la boca. En ocasiones con una mano me daba de comer y con otra me acariciaba la verga hasta ponerla al punto. Cuando terminaba el desayuno, hacía la silla hacia atras para dejarle espacio para que se hincara y pudeira gozarse con mi verga en su boca. Entonce sí, eran una mamadas salvajes, que a veces me dajaban chupetones en el cilindro de carne, como los que hacen algunas las mujeres con la boca en el cuello de algunos hombres. Era como me decía ella, miestra se relamía los labios, con la leche que me había sacado, era su premio por el desayuno.
Después ibamos a un cuarto acondicionado, con piso de madera encerada y grandes espejos y equipo de sonido, para el baile y nos poníamos a ensayar, pero yo desnudo y ella únicamente con el conchero. Pasabamos algunas horas en eso. Cuando me quería propasar acariciandole las nalgas o tratando de acaricir el hoyito rosado que era su fundillito, se enojaba y me daba de manazos. Así que seguíamos ensayando con las manos quietas. Cuando terminabamos pasabamos a la alberca y nos poníamos a broncear al sol, pero no directamente, sino en una pequeña palapa. Y de vez encuando un chapuzón en el agua fresca de la alberca.
Uno de esos días, que le estaba aplicandole crema bloqueadora en la espalda, empecé a cariciarla desdes los pies hasta la nuca, entreteniendome un poco más en esos preciosos semicírculos que eran sus nalgas. Las caricias se hicieron mas sensuales, pellizcandole la piel y luego esas carnes turgentes, primero con el dedo índice y pulgar y después con todos los dedos de la mano, además le pasaba el canto de la mano entre esa hendidura que dividía a ambos globos, que eran sus nalgas, y empecé a acariciarle su hendidura rosada. Después de un tiempo con estas maniobras me agache hasta poner mi boca en sus nalgas y luego pasarle mi lengua, saboreandolo como si fuera un dulce, y darle pequeños mordiscos y así en esa forma me fui acercando hasta poder oler, ese olor rico que despedía su pequeño y sonrosado culito, y luego meter mi nariz en esa región, que se me había prohibido acercarme, y que al ver que no había rechazo me atreví a lamerlo con una lengua temblorosa, que esperaba en cualquier momento una negativa. Al no haberla, entonces me lancé con todo y empecé a darle unos pequeños lenguetazos en el culito y al continuar sin haber resistencia, entonces tomé sus dos preciosas nalgas, en ese momento muy duras por tener los músculos contraídos, que al separarlas dejó de tener esa tensión y me permitió libremente abrirlas todos lo que quice y poder ver ese espectáculo un hoyito sonrosado, lleno de arrugas que se contraía espasmódicamente como invitandome a besarlo y chuparlo. No tarde mucho en hacerlo, y en oir esos quejidos de placer que despiertan estos actos. Al último furon gritos desgarrados de pasión, y con palabras entrecortadas me pedía más. El sabor de ese culito, despertó en mi las más bajas pasiones, pues en algún momento pensé en violar a Victoria. Lo que me volvió a la realidad fue que entre palabras entrecortadas y quejidos de placer, me pedía que no siguiera, que no fuera malito con ella, que ya habría tiempo de que me dejara gozarlo, pero que ahora no podía romper la promesa que había hecho. Todavía por un momento seguí dandole violentos lenguetazos, mordiendole las arrugüitas y chupandole ese culo que me volvía loco. Hasta que sentí una golpe seco en la cara, era Victoria que me había dado una bofetada y me hizo salir del marasmo.
Le pedí disculpas y me preparaba a retirarme. Pero ella se acercó a mi y me dijo en el oído, con voz melosa: -No tontito, si te quiero mucho, pero ya sabes que hay una promesa de por medio que no puedo romper, anda ven y prometeme que haras lo que te digo. Se volvió a recostar, sobre su pecho y luego con sus manos abrió sus nalgas y volví a ver ese hoyito, tan rico, que era su culito, pero ahora de color carmecí, por las mamadas había perdido su color de rosa, y luego me dijo: -Mira pon entre mis nalgas tu verga, pero no me la vayas a meter y luego dejame apretar mis nalgas para que imitemos como si me estuvieras cogiendome y así puedas termina. - Pero prometeme que no haras ningun intento para meterla. - Cierra tus ojos e imaginate que me estas cogiendo. Así lo hice y logré en mi mente algo que había querido hacer desde hace mucho tiempo, tener relaciones sexuales completas con Victoria, pues casí sentí que se la estaba metiendo. Tuve una eyaculación abundante y Victoria la tomó entre sus manos y luego pasó su lengua, por las manos donde estaba mi abundante leche que me había sacado, y entornandome sus ojos brillantes empezó a degustarlo como si fuera el mejor fruto que hubiera probado. Me dijo con una voz de los más sensual y con sus ojos entre cerrados y con una mirada de deseo animal - No te desesperes ya habrá tiempo de gozar como se merece, no te arrepentiras y sabras que la espera no fue esteril. Después se relamió las manos y tragó todo lo que tenía en ellas. Caminó hacia la casa contoneando su cuerpo como verdadera diosa del sexo.
Pasamos el resto del día platicando de cosas banales, como cualquier pareja de novios. Por la noche cenamos a un lado de la alberca, comida compuesta por mariscos, los dos recostados y abrazados, yo desnudo y ella con el conchero, pues no le gustaba que la viera completamente desnuda. Aunque esa noche me permitió acariciarle su pene que era delgado y corto, pero que respondió a las caricias, se puso erecto, pero no logré que se viniera. Eso me entristeció, pero ella me tomó la cara con las dos manos y me dijo: - No te preocupes amor, depués gozaremos a plenitud. Seguimos así por no se cuanto tiempo hasta que nos quedamos dormidos abrazados, ella dandome la espalda y yo cubriendola con mi cuerpo.
En uno de esos fines de semana, estabamos platicando, Victoria me dice: - Amado, en realidad de amas y yo le conteste: - Creo que si. -Que tanto me amas. Le dije: -Pues mucho. - Entonces me podrías conceder una deseo. Le contesté: -Para que veas cuanto te amo y sin ser genio te concedo los deseos que quieras. Entonces se separó de mis brazos y se levantó, se dirigió hacia un cajón, que estaba semioculto, de donde sacó un arnes con una consolador de una dimensiones si no parecidas a mi aparato genital, si muy cercano a él. Entonces entornando sus ojos azules y con una mirada de lujuria me dijo, con esa voz melosa, que siempre, cuando se dirigía a mi, que quería lograr algo: -¿Me permitirías cogerte con esto?, como prueba de tu amor hacia mi, sabiendo que ya pronto tendré tu preciosa verga en mi culito y que podra hacer todo lo que quieras con él. Me levanté sorprendido y le dijo lo primero que me pasó por la cabeza: - ¿Pues que estas loca?, yo soy el que te quiero coger, pero nunca dije que me gustaría que me cogieran y menos con esa cosa tan grande que me destrozaría mi fundillo. Empezó a sollozar y a decirme que no la quería. - Mira Victoria, si te quiero, pero no por eso te permitiría que me metieras ese monstrúo de plástico en mi culito, son dos cosas distintas. Paró de sollozar y me dijo que me olvidara del asunto. Fue tan grande su disgusto, que se encerró en su cuarto y no salió durante toda la noche.
Yo me dormí en la sala, pero me quedó la idea dando vueltas en mi cabeza, por largo tiempo, de eso de dejarme coger con ese garrote, aunque fuera de plástico, hasta que me quedé dormido.
Después sabrán que paso con esa propuesta...