Mis amigos (02: El maratonista - ¡Mi Puto!)

“EL MARATONISTA”, un muchacho que bautizamos así porque todas las noches que íbamos trotaba por todo el parque dándole varias vueltas y luego se iba.

MIS AMIGOS

Capitulo II: EL MARATONISTA (¡MI PUTO!)

...Javier parqueó en un estacionamiento muy extenso y poco iluminado a un costado del parque. Llegábamos a las banca (en las que solíamos sentarnos) por medio de un caminito improvisado que atravesaba entre los árboles que bordeaban el parque y que lo comunicaba con el estacionamiento. Estuvimos sentados allí como una hora hablando y conversando, de repente Ariel, de forma muy sutil, dice: "aquí viene". Yo me giré y pude ver que se aproximaba un tipo corriendo, cuando se acercó un poco más a nosotros lo reconocí. Era "EL MARATONISTA", un muchacho que bautizamos así porque todas las noches que íbamos trotaba por todo el parque dándole varias vueltas y luego se iba. El chico tendría unos 17 años, cabello castaño y muy guapo. Nunca nos determinaba, tal vez pensaba que éramos unos chicos problemáticos, así que simplemente nos ignoraba.

Cuando el chico ya había pasado frente a nosotros y se alejó unos metros, Julián sacó de su bolsillo un pequeño frasco, se levantó humedeciendo un pañuelo con la sustancia contenida en el recipiente, entonces Javier dijo: "hora de trabajar" y salió corriendo detrás del chico seguido de Julián y Ariel, mientras Marcos me sujetaba de los brazos. Entonces yo le pregunte que sucedía y él me dijo que no era nada, que sólo nos íbamos a divertir. En eso observo como el chico voltea al sentir que lo persiguen, pero ya era muy tarde, Javier se fue con todo sobre él tumbándolo de inmediato al suelo donde forcejaron por un instante; el maratonista no pudo hacer nada contra Javier ya que éste era más corpulento y fuerte. Javier se sentó encima del abdomen del chico mientras le sujetaba las muñecas sobre la cabeza. Cuando lo tuvieron totalmente inmóvil, Julián le pus el pañuelo sobre la nariz mientras el chico empezaba de nuevo a forcejear, pedir auxilió y a maldecir a sus atacantes. En ese momento logré liberarme de Marcos y corrí hacia donde dominaban al muchacho gritándole a los chicos que lo dejaran, traté de quitarle de encima a Javier, pero Ariel me empujó haciéndome tambalear y caer de nuevo en manos de Marcos quien me gritaba que me calmara. Yo estaba muy asustado, no sabía que pretendían ni en manos de quienes me encontraba. Mi preocupación y angustia se agravaron más cuando el forcejeo del chico se hizo más leve hasta que cesó. Entonces les grité que lo habían matado; Javier se levantó, alzó el cuerpo del chico y se lo echó al hombro dirigiéndose al sendero que llevaba al estacionamiento, mientras me decía que el maratonista sólo estaba dormido.

Yo estaba desesperado y muy... ¡muy asustado!, yo les preguntaba porque habían hecho eso, que lo que hacían no era correcto y que se meterían en problemas, mientras tanto Marcos, con cierta facilidad (a pesar de mi resistencia) me conducía hacia el auto, seguidos de Ariel y Julián.

Cuando llegamos al auto, Javier abrió el baúl del coche en donde introdujo al chico después de atarle las muñecas y los tobillos con una cuerda. Entonces no me pude controlar, aumenté mí forcejeo mientras les gritaba como un loco que no sería parte de esa locura. Trataba de golpear a Marcos que me sujetaba por detrás, pero era inútil, él era mucho más fuerte que yo. Entonces Julián le grito a Marcos: "ya aporrea a esa niñita, gime como una perra". Marcos le gritó que se callara (aun en esa situación me "sobreprotegía") y le pidió el pañuelo con el que habían neutralizado al maratonista. Mi corazón se quería salir del miedo y la incertidumbre, le suplicaba a Marcos que no lo hiciera pero, como toda mi resistencia desde que inició de esa pasadilla, fue inútil. Sólo sentí el pañuelo sobre mi rostro y un olor envolvente, luego no supe más.

¡Noooooo... ¿qué hacen, qué quieren?... suéltenme... noooooo... por favor… malditos maricas...

Fuertes gritos, poco a poco, me fueron trayendo a la realidad. Con dificultad pude abrir mis ojos. Enfrente de mí había estaban mis amigos como jamás me los hubiera imaginado. Javier y Julián se encontraban totalmente desnudos sobre la cama cada uno a un lado del cuerpo (también desnudo) que supuse era el maratonista que no paraba de gritar pidiéndole a mis amigos que detuvieran los lascivos toques y besos que realizaban sobre él. Yo no reaccionaba estaba como en shock, hasta que vi el movimiento de Marcos que se dirigía hacia mí desde un costado de la cama donde manoseaban al maratonista. En ese momento me di cuenta de que no sabia donde estábamos, era un cuarto relativamente amplio y me encontraba sobre un sofá muy grande y con las manos y tobillos atados. Me asusté mucho, pensé que también sería violado por mis "amigos", que obviamente no conocía del todo.

Marcos llegó hasta donde estaba, entonces noté que se había quitado el suéter y no sé porque (tal vez fueron las escenas que acababa de presenciar) pero ver su tórax y su abdomen desnudos, mostrando todos sus atributos, me puso algo nervioso, sobre todo cuando se arrodilló enfrente de mí viéndome con sus intensos ojos azules. Comenzó a desatar las ataduras de mis tobillos mientras me veía con una mirada muy seria pero que dejaba entrever una chispa de picardía... como diciéndome: ¡tranquilízate y disfruta del espectáculo!. ¿Por qué hacen esto?, le pregunté, me miró fijamente (su mirada siempre me hacia sentir muy seguro) respondiéndome que le estaban dando una lección al maratonista porque era un engreído ya que nunca nos había determinado cuando pasaba ante nosotros en el parque. Yo le dije que eso no nos daba el derecho a castigarlo, entonces me replicó, de un a forma muy lasciva, que no lo estaban "lastimando" y le dije que tampoco le daba el derecho de violarlo. Entonces me tomó de los brazos (aun sujetos por las muñecas) levantándome del sofá y llevándome hacia la cama donde se realizaba el "espectáculo". Marcos, detrás de mí, puso su boca muy cerca de mi oreja izquierda y me dijo (más bien me susurro): "no lo estamos violando porque a los que se viola no lo disfrutan".

En efecto, entre los gritos y quejidos de desesperación del maratonista, se escapaban cada vez más gemidos provocados por el placer que le estaban ocasionando Javier y Julián. La imagen era impactante, el maratonista tenía cada una de sus extremidades atadas a uno de los extremos de la cama dejándolo totalmente expuesto a sus violadores mientras su miembro crecía a cada minuto; no pude evitar tomar detalle del espectáculo a la mejor manera de una película pornográfica gay... de hecho, en eso se podría convertir, porque Ariel estaba capturando todo lo que sucedía sobre esa cama con una videocámara. Yo, por mi parte, estaba impresionado por lo que estaba presenciando, los músculos de la amplia espalda de Javier se marcaban con cada uno de los movimientos que éste hacia cuando su boca lamía y besaba el cuello del maratonista, empezó a bajar poco a poco hasta llegar a uno de las tetillas, el cual empezó a chupar y morder con fogosidad, mientras una de sus manos de encargaba del otro pezón.

Por su parte, Julián trabajaba las áreas inferiores del cuerpo del maratonista; con su lengua recorría cada una de los montículos y los canales entre éstos que formaban el marcado abdomen del joven, en un momento bajó al ombligo y empezó a lamerlo hasta que comenzó a deslizarse, siguiendo la línea de bellos finos que partía desde el ombligo hasta mezclarse con la mata de bellos oscuros, luego se desvió hacia una de las ingles donde se detuvo un tiempo. Eso fue suficiente para que le maratonista se perdiera en un torbellino de placer porque todos sus gritos y gemidos ya no demostraban desagrado sino todo lo contrario. Entonces Julián le desató los tobillos, tomó una almohada colocándosela debajo de la cintura, luego tomando cada muslo y empujándolos hacia el abdomen del chico, dejó totalmente expuesto su agujero. Julián viendo el capullo del muchacho, expresó con cierta picardía: ¡mira, si es virgen, lo tiene rozadito y chiquito!. Ese comentario trajo a la realidad al maratonista que empezó a forcejear, pero cuando Julián empezó a lamer su ano perdió el control nuevamente y los gemidos volvieron a apoderarse de él.

Todas las caricias que le estaban proporcionando, habían convertido a ese chico en una masa de huesos y músculos agitada, transpirada y temblorosa. Pero debo admitir que era una masa de huesos y músculos muy atractiva, tenía brazos fuertes, unos 18 años, una carita de niño que lo hacia ver muy inocente, cabello castaño claro (casi rubio), ondulado y corto, ojos verde grisáceos, contextura media, un pecho lampiño y musculoso, tetillas rosaditas y un abdomen marcado. La situación produjo en mí nuevas sensaciones, estaba excitado por circunstancias enteramente homosexuales... lo que más me sorprendió fue que eso no me avergonzaba. Podía sentir mi miembro creciendo cada vez más debajo de mi bóxer; y es que ese espectáculo me superaba, ver a ese hermoso chico atado a una cama todo sudado y gimiendo como perra en celo al ser sobado, chupado y manoseado por dos chicos igual de atractivos y varoniles, provocando que su pene de unos 17 cm estuviera totalmente erguido y liberando su lubricante, a punto de estallar... es algo que supera a cualquiera, sobre todo si es lo más cerca que has estado del sexo siendo totalmente virgen.

Mientras yo me encontraba totalmente absorto, sin perder detalle de lo que ocurría en esa cama, el maratonista dio un grito mientras arqueaba su cuerpo completamente, comprendí que Julián logró meter su lengua en el ano del chico. Entonces, Javier dejó de jugar con el pecho del maratonista, y levantándose declaró: "voy a romperle el culito por primera vez". Entonces Marcos le dijo que no, que no era su turno de hacerlo. Javier, obviamente enojado, le replicó que sí era su turno. Marcos respondió: "si fuéramos 4... seria tu turno, ahora somos 5 y por lo tanto... es el turno de Thomas". Mi pene saltó de inmediato cuando "comprendió" esas palabras, pero mi conciencia y mi moral no me lo permitían, además era cierto que toda esa situación me tenía muy excitado pero en ningún momento me había planteado el participar de lo que le estaban haciendo a ese muchacho, así que muy nervioso le dije a Marcos que no lo haría. Javier miraba a Marcos para que le permitiera desvirgar al muchacho (Marcos en todo momento era quien mandaba), pero Marcos le indicó que siguiera con lo que estaba haciendo y que no dejaran que el chico se corriera. Javier aun más enojado continuó con sus carisias pero esta vez eran más bruscas.

Marcos pus su mano derecha en mi bulto, que de inmediato empezó a palpitar inevitablemente. Mientras me acariciaba esa área, su otra mano empezaba ha desabrochar los botones de mi camisa y con su boca muy cerca de mi oído me preguntó si estaba seguro de no querer romperle el culo ha ese pretencioso. Cuando logró descubrir mi pecho empezó a juguetear con mis tetillas y su mano derecha desabrochaba mi pantalón para introducirse de inmediato y empezar a estimular mi verga sobre mi boxer. Ya para ese entonces yo había cerrado mis ojos, me tenía loco, gemía, temblaba y me estremecía atrapado entre su amplio torso y sus hábiles manos, mientras me decía que sino quería desquitarme de ese chico por creerse superior a nosotros. Yo no respondía, me sentía flotar por las sensaciones que él me provocaba.

Entonces continuó, "¿recuerdas a los chicos de tu antigua escuela?, no se comportó de la misma forma, de seguro es uno de esos niños riquitillos que creen que, por tener más dinero que uno, pueden pisotearnos e ignorarnos como si fuéramos seres inferiores o no existiéramos... por cierto, ¿eso no fue lo que te ocurrió a ti? ¿no crees que es hora de que te compenses y que sometas por lo menos a una persona de esa calaña?". Yo les había contado a mis amigos las cosas que me ocurrieron en mi anterior colegio y Marcos supo muy bien como utilizar esa información para lograr convencerme... ¡y si que lo consiguió! Yo no sabia si en efecto ese chico era rico (ni me importaba tampoco) y a pesar de saber que el maratonista no era del colegio en el que yo había estado, Marcos logró que se reflejara en él todas aquellas personas que en ese entonces me habían causado tanto daño. Y debo admitir que mucho tuvieron que ver la escena que había presenciado, la vista de esos 3 cuerpos desnudos y sudorosos, los gemidos del maratonista y las manoseadas y las palabras de Marcos (que aun hoy, en ocasiones, retumban en mis oídos), en las ganas que tenía de desflorar a ese muchacho.

De repente, Julián gritó: ¡O lo clavan, o lo clavo porque este putito ya está a punto!, refiriéndose al maratonista. Marcos, al ver que no me oponía, me desvistió completamente, dejando en libertad mis 18 cm de pura excitación al aire. Fue conduciendo todos mis movimientos hasta que quedé arrodillado en la cama, entre las piernas del maratonista que empezaba a manifestar nerviosismo. Julián colocó las piernas del chico en mis hombros, yo me incliné hacia delante apoyando mis manos en la cama. Estaba muy nervioso, a pesar de la calentura, era la primera vez que tendría sexo con alguien y nunca pensé que ese alguien seria otro hombre.

El maratonista tenía una mirada de incredulidad, me imagino que jamás pensó que en una noche de entrenamiento iba a terminar con un chico entre las piernas partiéndolo en dos. Yo me acerque hacia él y le pregunté su nombre (tratando de ser condescendiente con él en tan comprometedora situación... al menos saber el nombre del chico a quien iba a violar) pero no contesto, sólo viró su cara hacia un lado, evadiendo mi mirada. Los dos estábamos como paralizados (yo sobre él con mi glande sobre su agujero y él atado a la cama con sus piernas en mis hombros) como esperando una señal, hasta que sentí una mano (¡quien sabe de quien!) en mi espalda baja que me empujó, por lo que mi glande ingresó con relativa facilidad en el ano del muchacho, quien pegó el grito por el dolor que mi pedazo de carne le producía. Por mi parte, yo estaba en el cielo, era la sensación más cachonda, caliente, arrecha (¡lo que sea!) que hubiera sentido hasta entonces, estaba en el maldito cielo y ya no quería salir de ahí jamás. Entonces, empecé a presionar suavemente mi miembro hacia dentro de ese agujero lleno de nuevas sensaciones, mientras el maratonista gritaba de dolor y suplicaba que me detuviera, mientras trataba de resistirse a mi entrada en su cuerpo. Con eso, lo único que lograba era excitarme más, saber que lo estaba desflorando y que él era incapaz de evitarlo. Sus gritos de dolor me hacían sentir superior a él, que yo tenía el control y él no tenía más que resignarse a recibir mi miembro en sus entrañas, rompiéndolo por dentro, centímetro a centímetro.

Por fin logre introducirle todo mi sexo en su ano, mientras el chico gemía y jadiaba del dolor, moviéndose, tratando de sacar mi verga; sus movimientos provocaban masajes en mi pene y tuve que luchar para no correrme. Yo no me movía y cuando finalmente se cansó de luchar y permaneció inmóvil, me recargué más hacia él y empecé un mete y saca muy lento y algo torpe, por mi inexperiencia. Mis movimientos producían nuevas manifestaciones de dolor en el maratonista y provocaron que su erección disminuyera notablemente, pero ya no luchaba, me imaginé que por el dolor. Las sensaciones eran simplemente alucinantes, la estreches y las contracciones involuntarias de su culito me tenían en otra galaxia, en esos momentos sólo existíamos él y yo, mi pene y su culo. Él me miraba con los ojos entrecerrados, hasta ese momento el dolor lo había estado controlándolo bajo mi cuerpo, pero poco a poco sus gestos y gemidos de sufrimiento se fueron transformando en jadeos que parecían provenir del placer.

Yo por mi parte, disfrutaba la situación, estaba desvirgando a un chico lindísimo y masculino con un cuerpo de dios y que me recordaba a todos esos desgraciados de mi anterior colegio que me hicieron pasar los peores momentos de mi vida, por eso me excitaba cogérmelo, yo tenía el control y lo estaba utilizando para culiarlo, para que se derramara como nunca lo había hecho en toda su puta vida, convertirlo en un mendigo puto... ¡mi mendigo puto! ¡Y vaya si lo estaba logrando!, el chico había cerrado sus ojos y arqueado su cuello, entregándoseme totalmente, entonces yo acomodé sus piernas en mi cintura y empecé a culearlo con más fuerza. Y allí estaba yo, todo sudado, culiando a ese chico, volviéndolo loco, estirando sus pliegues anales y estimulando su próstata con mi ariete, mordiéndole los lóbulos de las orejas, besándole el cuello y chapándole las tetillas; y él, gimiendo, gritando, sudando y temblando bajo mi cuerpo cada vez que sentía mi pene mover los dobleces de su ano y frotar su puntito de placer y mis labios en su oreja, en su cuello o en sus tetillas. Su cuerpo sufría espasmos ocasionales y su verga había alcanzado su tamaño máximo, mojando mi vientre con su lubricante natural, lo que demostraba que él estaba disfrutando tanto o más que yo, entonces, de repente, gimió: ¡Jonaaa... than!. En un principio no comprendía, pero luego entendí que Jonathan era su nombre y que estaba respondiendo a la pregunta que anteriormente se había negado a contestar. Y más tarde aun, comprendí que el chico estaba listo para estallar sin haber tocado si quiera su miembro.

  • AAH... AAAAAHHHHHHH... AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH. Sus gritos pronosticaron la tormenta de semen que se avecinaba. El chico arqueó totalmente su cuerpo, gritaba y su ano apretaba con fuerza mi miembro cada vez que su verga de puto dispara su leche caliente, al ritmo de mis mete y saca en su culo; 1, 2,3... ya para el cuarto disparo yo no podía soportar más el espectáculo de ese machito corriéndose debido a mi verga partiéndolo en dos. AAAHHHHHHH entonces yo también presagie mi propia tormenta y entre gemidos, por un placer celestial, me corrí en el ano de mi nuevo "amigo" Jonathan (¡mi mendigo puto!) quien con su sexto disparo ya había satisfecho toda su calentura. Pero yo aún no acababa 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 disparos de mi leche terminaron en el ano de Jonathan, sin contar los numerosos espasmos que poseyeron a mi verga sin poder depositar más leche dentro de él. Mi primera corrida (por sexo de verdad, aclaro) se me hizo eterna y a la vez muy efímera, cuando al fin acabé, me desplomé sobre el cuerpo de Jonathan esparciendo en nuestros cuerpos los mares de semen con el que él nos había bañado. En ese momento sólo podía escuchar nuestras respiraciones entrecortadas tratando de regresar a la normalidad, con los ojos cerrados, recordando lo que acababa de pasar, me sentía realizado, acababa de someter a un chico, no sólo físicamente, también sexual y mentalmente, lo había convertido (al menos en esos momentos) en mi puto, porque disfrutó de lo que yo le hacía, lo hice gritar, gemir, sudar y correrse convulsionándose como una perra, lo hice mío y él no podía negarlo... fue ¡MI PUTO!

Continuara...