Mis amigas

Como parte de mi Nueva Vida, quise compartir la gran experiencia que significó para mi comenzar a compartir como mujer con mis compañeras de clase con quienes establecí una gran amistad que perdura hasta ahora.

MIS AMIGAS

Jeanette

Resumen: Como parte de mi Nueva Vida, quise compartir la gran experiencia que significó para mi comenzar a compartir como mujer con mis compañeras de clase con quienes establecí una gran amistad que perdura hasta ahora.

Categoría: Transexuales

Fecha: 29 de octubre de 2009


A pesar de la aceptación y el apoyo que me brindaban mi tía Carmen y la empleada de la casa Liliana, así como las amistades que se iban enterando de mi Nueva Vida, había una barrera que no lograba superar: acudir a la universidad mostrándome como verdaderamente me sentía feliz, es decir, como mujer. No me atrevía a dar ese paso hasta que un día, por un hecho fortuito, tuve que hacerlo.

Para asistir a clases, siempre me vestía con ropa de hombre, pantalón y camisa muy holgados, aunque siempre llevaba pantaletas puestas, mientras que con una venda disimulaba los pechos que comenzaban a despuntar como consecuencia de mi ingesta de hormonas. Por supuesto que los gestos, por más que tratara de disimularlos, delataban mi tendencia, lo cual era aceptado por la mayoría de mis compañeros, aunque siempre debía resistir bromas y uno que otro chiste de mal gusto, pero entendía que fuera una reacción normal por parte de mis condiscípulos. Igual, cuando regresaba a casa, me liberaba de ataduras y retomaba el rol femenino que había asumido como rutina de mi vida y, de nuevo, volvía a vestirme y a actuar como la nena de la casa.

Esa rutina, como ya dije, no era conocida por ninguna persona vinculada a mi medio educativo, pero tarde o temprano, el misterio se develaría. Por la dinámica de los estudios, recurrentemente debíamos realizar algunas actividades en grupo. Por tanto, siempre procuraba participar en uno que en el cual participaban tres chicas (Claudia, Estefanía y Vanessa) quienes además de comprender mi situación, compartían conmigo inquietudes intelectuales y el gusto por varias expresiones artísticas, especialmente el ballet, la pintura y el teatro.

Para desarrollar nuestras actividades, solíamos reunirnos alternadamente en nuestras casas. Como todas ellas atendían los compromisos sociales como corresponde a toda chica de 20 años, novios y todas esas cosas, teníamos que fijar las fechas de reunión con anticipación. Incluso, eso nos daba la oportunidad de organizar alguna merienda o un té bien servido que compartíamos con gran camaradería, además que me brindaban la oportunidad de intercambiar conversaciones muy íntimas con ellas, lo que me resultaba muy gratificante, sobre todo porque me hacían sentir como una chica más. Pero, un día ya no hubo mas caso.

Habíamos quedado en reunirnos en mi casa y, sinceramente, no sé si en forma deliberada o no, olvidé por completo mi compromiso de atenderlas. Así que al regresar de la universidad, como siempre lo hacía, me duché y me vestí con mi ropa de mujer, me maquillé y me dispuse a estudiar en mi cuarto. Nunca se me olvidará que me puse un short rosadito de algodón livianito, muy apretadito, que revelaba la tanguita rosadita con encajitos a los costados, y una remerita del mismo color y sin mangas que también dejaba traslucir el sostén que hacía juego con la pantaletica. A la mano había colocado unas zapatillas al tono de taco bajo que debí ponerme apresuradamente cuando sentí el timbre de casa. Con franqueza, pensé que era Liliana quien había salido a efectuar alguna compra, pero no. Totalmente desprevenida abrí la puerta y cuál no sería la sorpresa: Claudia, Estefanía y Vanessa se encontraban por primera vez frente a frente a Jeanette. Ninguna de las cuatro podíamos reaccionar. Luego del silencio que inundó el ambiente, las hice pasar. Ninguna atinaba a pronunciar palabra alguna. Liliana llegó y saludó con su acostumbrada seguridad: "hola niñas" e inmediatamente acotó "las cuatro se ven muy lindas". Nos vimos las caras, cruzamos miradas cómplices y nos reímos todas. Luego nos abrazamos y lloramos de la emoción. Ahí mismo, me les presenté como Jeanette y las invité a conversar a mi cuarto. También era la primera vez que lo visitaban, la femenina decoración ya no las sorprendió.

Como no podía ser de otra manera, la conversación giró entorno a mi transformación. Debí contarles con lujo de detalles todo lo que había y estaba viviendo, lo cual iba despertando la curiosidad de mis amigas que comenzaron a bombardearme de preguntas, cuyas respuestas casi que repetía de memoria. Lo mejor es que todas me comprendían y aceptaban como era.

En medio de la larguísima conversación, Liliana irrumpió con el té y, como era de esperarse, en algún momento compartimos el baño. Todas quisieron verme orinar y luego me pidieron verme desnuda. No podía dejarlas de complacer y los comentarios jocosos no faltaron, incluyendo las comparaciones de cuerpo. Revisaron todo mi ropero y se divirtieron mucho con mi colección de ropa íntima y de zapatos. Se probaron vestidos, bueno, de cuatro chicas juntas que están descubriendo a una de ellas qué se podía esperar. Hablamos sobre chicos y de nuestras relaciones sexuales con ellos. Cuando les confesé mi especial gusto por el sexo oral, me vi precisada de detallarles la forma cómo hacía gozar a los chicos, demostrándoles con un consolador cómo les chupaba los testículos y el pene. Todas confesaron su inexperiencia en esa materia y una de ellas fue mas allá confesando que nunca lo había hecho, pero que ahora comprendía lo que se estaba perdiendo y el por qué su novio le imploraba que se lo hiciera.

Mientras avanzaba la tarde que ya se transfiguraba en noche, surgió el cuestionamiento del por qué no ir abrir el juego en la universidad, o sea, asistir totalmente vestida de mujer. No les costó mucho convencerme y planificamos la forma como al día siguiente irrumpiría en la universidad como Jeanette. Confieso que dormí poco y muy temprano tomé una ducha y comencé a vestirme. Una pantaletica bikini color carne con unos encajitos en su parte delantera, un sostén en juego con copa lisa que revelaban mis pezones, medias naturales y un liguero también en juego completaron mi atuendo íntimo. Una blusita beige de cuello alargado que dejaba traslucir mis senos fue el complemento del trajecito sastre de pana lisa marrón que habíamos elegido con las chicas. Maquillaje muy tenue, el cabello corto que siempre peinaba muy femeninamente y unos elegantes zapatos marrones me concedían una apariencia muy formal. Así salí del cuarto y apenas me acerqué a la cocina a tomar mi desayuno, fui increpada incesantemente por Carmen y Liliana. Nunca me había sentido más segura y confiada en mi vida. Tomé las llaves de mi coche y fui a buscar a Estefanía, al arribar al estacionamiento se nos acercaron Claudia y Vanessa. Las tres me escoltaron y protegieron, además de que me ayudaban a satisfacer los consabidos cuestionamientos.

Pasó la primera hora de clases sin trauma alguno, mientras que la segunda comenzó con un breve inconveniente. El profesor encargado de dictar la clase pasó lista y al mencionarme por mi nombre de varón se sorprendió con mi respuesta de "presente" con voz totalmente atiplada. Quiso humillarme y me hizo recorrer todo el salón, el cual atravesé con donaire y proyectando en mi andar una gran seguridad. Sostuvimos un cruce de palabras, si se quiere un poco desagradable, el cual concluyó cuando le pedí que, por favor, a partir de ese momento me llamara por mi verdadero nombre: Jeanette. Mi sorpresa fue mayúscula, no solo por la seguridad que había exhibido, sino por los aplausos de aprobación que aún después de mucho tiempo, retumban en mis oídos. Mis compañeros me aceptaban como era. Fue un día de los más felices de mi Nueva Vida.