Mis alumnos me follan
Orgías, sexo oral, anal, no consentido. Todo puede ocurrir en una fiesta de estudiantes en la que drogan a la única profesora.
Me despierto desorientada, con un regusto amargo en la boca y sin saber qué ha ocurrido, el cuerpo me duele y al mirar hacia abajo compruebo que estoy desnuda y llena de fluidos.
Me horrorizo, llevo una mano a mi boca y contengo el grito que empuja mi garganta.
Hasta donde recuerdo estaba en una fiesta de mis estudiantes, soy profesora universitaria y me invitaron los del último curso.
Me había vestido sexy pero sin provocar demasiado. Blusa blanca, falda de tubo negra y zapatos de tacón.
Siempre me había sentido a gusto con los chicos jóvenes, pues mi espíritu era muy jovial. Daba clases de historia antigua.
Me llamo Núria, tengo el pelo castaño, aunque lo he decolorado con mechas, treinta y ocho años, busto generoso, cintura fina y caderas adecuadas a mis tetas.
Sé que resulto atractiva, tanto a los chicos, como a los profesores y eso me excita. Siempre me ha gustado gustar.
En la fiesta fui muy bien recibida, la daban en casa de uno de mis alumnos estrella, sus padres estaban fuera. Cuando llegué me sorprendió ser la única mujer, pero los chicos alegaron que mis alumnas habían hecho una fiesta por su cuenta.
Me supo mal largarme, además no tengo nada en contra a pasar un buen rato solo con los chicos.
Había música, bebidas y todos parecían muy contentos porque no hubiera declinado su invitación.
Se mostraban atentos, se turnaban conmigo para bailar y no dejaban de ofrecerme un delicioso ponche que había elaborado la madre de Juan.
Hasta ahí es todo lo que recuerdo.
Me levanto y me fijo en las paredes que me rodean, huele a humedad, parece que esté en un sótano oscuro. Algo llama mi atención, es un punto de luz. Me acerco. Es un televisor, aprieto el botón para ver si de ese modo veo algo más. Aunque de inmediato aparecen unas imágenes que impiden que me mueva.
Soy yo, durante la fiesta de anoche.
No paro de reír y los alumnos me jalean a que me quite la blusa y les enseñe las tetas. Río y río, me las acaricio sobre la camisa y ellos corean que siga.
No puedo creerlo, no recuerdo nada de aquello.
Mis dedos comienzan a desabrochar la prenda a ritmo de un reggaetón, la lanzo y busco el sistema de cierre del sujetador. «No lo hagas», me digo a mi misma. Pero mi yo de la tele parece no escuchar, me quito la prenda agarrando mis pechos con un brazo.
Ellos me incitan a que las muestre y yo sigo bailando provocadora hasta dejarlas ir.
Los chicos enloquecen y yo me siento perversa, tiro de mis pezones, los retuerzo y ellos se acercan mirándome con deseo. No me reconozco, no sé qué me ha llevado a actuar así.
Veo a Juan de frente, lo llamo con el dedo, él se acerca y le ofrezco mis pechos insolente. No se lo piensa y empieza a lamerlos y morderlos, haciéndome jadear.
Mi cuerpo se curva, los otros vitorean al muchacho que se está dando un festín y que sube mi falda a la cintura sin que yo oponga resistencia.
Cierro los ojos porque no llevo bragas, nunca lo hago y sé lo que todos están viendo sin reparos.
Juan se aventura a meterme los dedos y yo grito como una perra que siga, que siga.
Me muero de la vergüenza, parezco una puta barata de gasolinera.
Mi alumno me tumba en el suelo, me quita la falda y yo me abro de piernas invitante.
Alberto, su mejor amigo, toma el relevo levantándome el culo, subiendo mis piernas a sus hombros dispuesto a comerme el coño.
Grito, chillo pidiendo más y sus dedos me penetran mientras la lengua fustiga el clítoris. Veo como chorrea su barbilla, alguien ha cogido la cámara y la acerca.
Mis dedos pinzan los pezones y tiran de ellos.
—¡Quiero más! ¡Quiero más! —Grito.
Uno de mis alumnos más tímidos, que padece de sobrepeso es animado por los otros a perder su virginidad en mi boca.
Parece incómodo. Y yo lo llamo.
—No seas tímido, Lucas, ven te la voy a mamar como nadie ha hecho en tu vida.
Me espanto de ver lo que he sido capaz de hacer o de decir.
Lucas, cohibido, se acerca bajándose los pantalones y los calzoncillos, yo separo los labios y agarro su polla y sus pelotas para acercarlas a mi boca y engullir.
Él gruñía sudando y yo le agarraba del culo para que profundizara los embates, uno, dos, tres…
La cámara enfocaba mi cara de viciosa y el aullido de Lucas al correrse. No aguantó nada. Los chicos reían y yo seguía lamiéndosela para extraer hasta la última gota.
En cuanto salió otro ocupó su lugar, porque yo lo pedí, grité que quería comerles a todos la polla y que me follaran como la perra que era.
Me echo las manos a la cara y lloro. No voy a poder mirarles nunca más a la cara, ni a sus padres, estaba actuando peor que una puta, quería lo que me estaban haciendo, quería ser utilizada.
Grité corriéndome como una cerda en la boca de Alberto quien aprovecha para comerme el ojete. Le suplico que me sodomice, antes de que la siguiente polla busque descargar en mi laringe.
Cuando lo hace mis alumnos, ya desnudos toman posiciones uno se tumba en el suelo para que lo monte, otro me separa el culo para follarlo, un tercero busca mi boca y así vas haciendo turnos llenándome por completo.
No puedo dejar de correrme, de pedir más y más leche.
Los quiero a todos, guapos, feos, gordos, flacos, altos o bajos. Tengo sitio para todos ellos y quiero que me inunden.
Ni siquiera me he dado cuenta de que me estoy excitando al verme. Que mis pezones están duros y mi mano acaricia el coño empapado en jugos.
Comienzo a masturbarme contemplando como me utilizan, como muchos ni esperan a tomarme, se pajean y se corren sobre mi cuerpo. Azotan mi culo, me comen las tetas. Es una auténtica bacanal donde yo soy la estrella.
Pasan horas disfrutando de mi entrega, y mi cara de lujuria deja claro que lo estoy disfrutando.
Me corro viendo como todos ya han disfrutado de su momento y dos se ponen a follar mi coño y mi culo con los puños, provocando un nuevo orgasmo y después me los entregan para que se los limpie.
Estoy agotada, descienden conmigo hasta el sótano y me abandonan con una última corrida sobre mi cuerpo.
El vídeo se apaga. Tengo la boca seca y el coño y los ojos húmedos.
No hay rastro de mi ropa, estoy desnuda y ahora que mis ojos se han acostumbrado a la oscuridad veo una nota en el suelo.
Muchas gracias, profesora, ha sido su mejor clase.
Ahora ya nos queda claro a todos, cómo eran las orgías romanas,
y queremos repetir, así que será mejor que se prepare para a próxima.
En la siguiente no habrá escopolamina, follará porque necesita nuestra pollas
y porque o quiere perder su empleo.
Prepárese, porque a partir de hoy es nuestra.
Sus alumnos, que la quieren.