Mis alumnas ahora me enseñan...
Otra sorpresita de mis alumnitas. Tetitas, almejitas y dulces pies.
Bueno, luego de una impasse de algunas semanas regresaron los piecitos juveniles a mi vida. Nada hay mejor para torturar a un joven en la flor de la edad, que cuatro pares de pies traviesos e irreverentes de estudiantes universitarias de 18 y 19 años.
Otra vez mi departamento y llegar con algo de temor por las sorpresas. Las relaciones con mis angelitos eran más que fijas. Ellas a estudiar y yo obligado a chupar deditos bajo la mesa y dulces y aterciopeladas almejitas acostado boca arriba, o sumergido entre un par de piernas en la cama. Mientras otro par de piernas te espera para que te sumerjas en la bahía de su deliciosa almejita.
Ya se habían vuelto muy "de la casa", y me manejaban a su antojo. Tenía los labios doloridos y la lengua cansada de satisfacerlas con mi boca. De chupar deditos de pies traviesos, comer helados entre dos o tres pies embadurnados de crema, beber cerveza de sus almejitas o de las cascaditas formadas entre los deditos de sus pies. Y siempre ligaba, aunque sólo fuera una paja con las manitos mirando o chupando sus pies. Pensándolo bien, iba en positivo.
Esta vez llegué con algo de aprensión, y tuve razón en mi corazonada. Había un extraño silencio. Noté havaianas conocidas puestas en fila que marcaban el camino hacia el gabinete de trabajo donde tengo mis trastos, entre ellos un banco de gimnasia de esos compuestos, con todo, remos, pesas, banca, etc.
Cuando entré desconfiando, cauteloso, se me tiraron encima, las cuatro, y aproveché para meter mano donde pudiera, chupar algún dedito o tomar una mano y pasármela por la entrepierna. Pero entre todas me dominaron, sentí un culito duro y redondito asentarse sobre mi cabeza, otro más sobre mi estómago, y un par de pies sobre mis muslos. Otra más me tomó los brazos me los llevó hacia atrás y se paró sobre mis manos, menos mal que con los piecitos descalzos. El griterío y las risas era infernal. Al final, ni recuerdo como, terminé desnudo y atado con pañuelos al banco de gimnasia, pero en posición inclinada. O sea, con la cabeza más alta que el resto del cuerpo.
Allí comenzó la tortura. Me pasaban las manos por los huevos y los pies por las piernas y la cara. Estaba al palo, parecía una torre mi verga durísima. Se sentaron en sillas alrededor mío, dos de cada lado y me acercaban los deditos deliciosos, pero sin tocarme la verga ni una vez, pasaban apuntándome a milímetros, y no me la rozaban siquiera. Se me estremecía de placer y de desesperación porque me tocaran aunque fuera sólo una vez...!!!!!!!
Y comenzó lo de siempre, Marilú la malhablada y desfachatada, acercó una respingona tetita a mis labios y se me apoyó en la boca. Resignado pero feliz abrí los labios y empecé a chupar el pequeño pezón. ¡ Qué piel suavísima y dulce ! Mientras, más abajo, un par de juveniles pies se me apoyó en los testículos, cerca, pero lejos del miembro desesperado. Suavemente me pellizcaba la piel con esos deditos tan suaves pero tan crueles. Mientras tanto, el pezón salió de mi boca y fue reemplazado por su compañero, tan cremoso y delicado como el otro, y a los segundos nada más se arrrancó de mi boca, con un sonoro ¡ chup ! por la succión, y el delicado vellón tostado de la siempre osada Marilú se me acercó a la cara, mientras su manito abría unos labiecitos tibios, carnosos y aterciopelados para que mi lengua hiciese su trabajo de subir y bajar, enrollarse y desenrollarse, entrar y salir, y mis labios chupar y apretar con suavidad ese pequeño clítoris ávido. Esa vagina suave estaba ya mojada, sedosa y con un suave sabor salado. A los cinco minutos estalló en un orgasmo y me apretó la cara con los muslos, a la vez que se agachaba y presionaba contra mi nariz y boca ahogándome. Felizmente salió enseguida para dar el paso a otra.
Alcancé a atisbar más piececitos que iban y venían en el aire, aunque apenas rozándome. No daba más de calentura y las carcajadas y risitas campaneaban en la habitación. Era deliciosamente burlonas y atrevidas, pero no crueles ni maliciosas. Mis deliciosas angelitas torturadoras se divertían a mi costa, pero sin ser malvadas. Me hacían sentir el partícipe necesario de su maravilloso juego. Confiaban en mi boca eficaz y en mi locura por sus pies por la que no iba a pedirles ser penetradas, y en mi discreción para no revelar jamás el secreto de los cinco. Que poco me conviene además.
Las cuatro chicas tienen: 18 Luna y Sandra y 19 Marilú y Ruth. Esa edad es la de las locuras y la de no pensar. O sea, maravilla de maravillas. No tienen problemas en gozar y buscar el goce de nuevo durante horas. Darme de comer pies y más pies, desean ser lamidas y chupadas para disfrutar el máximo posible. Son limpísimas, carecen de grandes escrúpulos y buscan nuevas maneras de disfrute para mí y para ellas, aunque no quieren ser cogidas en lo posible. Aunque, salvo Ruth, que es virgen, las otras han probado varios chicos, no les interesa el tema por el momento. Por otro lado sentimos mutuo afecto los unos por los otros. La insufrible María Luz ya no está en la ciudad y no va a decir nunca nada. Tenemos fotos de ella sentada sin bragas en la cara de un tipo que le lame el coñito, en muchas se la ve empalada por el culito, y mi cara no aparece. Y hasta una de las chicas le está lamiendo un pezón, como para comprometerla lo más posible.
Volviendo al gran momento de sexo sin fronteras, apenas se desmontó Marilú de mi cara, mis mejillas fueron inmediatamente envueltas y acariciadas por los lechosos, grandes y suaves pechos de Ruth. Es algo regordeta pero muy bien proporcionada y bonita, es toda redondita y suave, y tiene unos piecitos de piel blanca, sabrosos y con deditos bien formados, siempre cálidos, y de un suave sabor saladito. Se calienta hasta gemir cuando le chupo los deditos y le paso la lengua entre ellos. Le enseñé, como a todas, a pintarse bien las uñas de los pies y le gusta el color nacarado, y la verdad es que les sienta mucho ese tono.
Me envolvió la cara con el manto de sus tetas grandes y turgentes y me relamí con esos pezones marrones, grandes y durísimos. Le encanta que le apriete con mis labios los pezones y con la punta de la lengua se los acaricie haciendo círculos. Sentía la calentura de su cuerpo desnudo sobre mí, enseguida apoyó las rodillas sobre el banco de gimnasia, a mis costados y apoyó los empeines de los pies sobre mis muslos, por lo que sus deseables deditos quedaron apoyados a milímetros de mi verga desesperada, y sentía contra la piel las uñas que tan amorosamente le barnizo. Se movía en un movimiento de vaivén restregándo sus hermosas tetas contra mi cara, bajando hacia mi pecho, hasta que sentía contra mi verga el calor de la piel de su culito redondito y levantado. Se quedaba así unos segundos y volvía a subir.
Pronto se paró con las piernas abiertas a ambos lados de mi cuerpo y su vagina con un matorral de vellos enrulados se acercó lentamente a mi boca. Le gusta mucho que meta mi lengua entre los pelitos y le abra la rajita con ella, más que chuparla, lo que más le gusta es que le de lengüetazos en el botoncito carnoso y rosado, como si fuera un helado, así está un tiempo largo hasta que empieza a temblar y lanza un ¡uuuuuhh ! Largo, interminable hasta que queda jadeando y sonriéndose de placer. Me planta un beso sonoro en la punta de la verga y se acuesta en el suelo a disfrutar del posorgasmo con los ojos cerrados. Sus besos casi me hace derramar, pero son lo suficientemente rápidos para que no ocurriera. Es la única que lo hace. Saben que si eyaculo quedo con poca energía. Además, las acabadas que ellas me dan entre sus pies son después de al menos un par de horas de juego, así que quedo de hospital. Por largo rato soy incapaz hasta de moverme.
Apenas salida Ruth se me acerca Luna, sólo con sujetador y me da un beso donde traslada su saliva mi boca, me encanta que ellas me den su saliva, me calienta enormemente. Es una saliva cálida y con gusto a boca de chica. Me suelen escupir el miembro para lubricar las pajas que me hacen con los pies.
Luna abre su vagina para que la coja con la lengua. Le encanta que se la meta y se la saque como una verga chata y húmeda para así acabar tan silenciosa como es ella. Es la que se corre más rápido.
Mientras penetro a Luna con la lengua siento que se ríen por la cremosa y transparente csecreción que aparece tímidamente en el agujero de mi verga, por la brutal calentura. Y siento, (espero que sea) un dedido de algún piecito travieso que me toca y se separa, que me toca y se separa, mientras se ríen por el hilito cremoso que se estira entre la cabeza caliente y lo que me la toca suavemente. Cuando Luna acaba y se retira alcanzo a ver, ¡ sí !, el piecito con uñas sin pintar, pero maravilloso por su perfección, por sus dedos largos y sensuales y su bello talón armonioso de la capitana Sandra que levanta y sube rítmicamente el dedito gordito de su pie derecho tocando mi cabeza y riendo al ver el hilito cremoso que se estira y se acorta. Le pido que no siga que estoy a punto de acabar.
Se me acerca, sólo con un top y corriendo sus braguitas a un lado, me regala su saliva cálida y con olor a menta y se da vuelta para que le lama la almejita y el redondo y suave anillo. Lo hago con gusto, sintiendo sus nalgas en las sienes, y oliendo su perfume de mujer: Se lavan a conciencia porque no nos gustan los olores. Así que sus culitos están limpios y perfumados con jabón de baño. Incluso siempre estoy bañadito (a veces por ellas), limpio y perfumado hasta dos veces por día. Le paso la lengua por el ano virginal y ella se estremece y se mete dos deditos en la rajita ya mojada. Se inclina hacia adelante para que meta mi lengua, ahora, en su coñito y se hamaca suavemente, usando como bastón la base de mi verga, donde se aferra con sus dos manos, sus dedos apretando mi adoloridos testículos.
Yo solo saco la lengua. Es ella la que va y viene y se frota contra mi boca casi acalambrada, debememos llevar más de una hora así.
Finalmente se despega de mi, gira el cuerpo y se pone con su vagina frente a mi cara. Abro mi boca y atrapo su botoncito rosa y chupo, chupo y chupo hasta que se aprieta contra mi cabeza hasta hacerme doler y grita su acabada con un gemido animal, se sienta sobre mi pecho y recuesta su cuerpo hacia atrás, aplastando mi verga con su espalda. Como se da cuenta que me duele, se acomoda un poco y permite que mi cabeza dolorida asome por su axila derecha. Las otras ríen por la imagen, y rápidamente toman más fotos de la escena. Las fotos son una constante en nuestras fiestas.
Apenas se recupera, levanta sus piernas y apoya su incomparables pies contra mi cara y frota yendo y viniendo mis mejilas y mi frente con sus plantas suavecitas. Siento mi verga apretada entre su costado y su brazo y pienso que si no me hacen acabar me muero.
Casi leyéndome el pensamiento se levanta, y las cuatro se sientan en las sillas que han traído, y comienza la danza de sus pies sobre mi cuerpo. Luna se ocupa de mi boca e introduce sus largos deditos con anillitos y uñas pintadas de violeta oscuro en mi boca, tiene una plateaba ajorca en el tobillo que la hace maravillosa.
Ruth y Marilú me apresan la verga con sus pies y me frotan de arriba abajo con las plantas. Marilú tiene las uñas de los pies pintadas de azul cielo. Sandra se pone de pie y apoya su pie izquierdo en mi pecho, pellizcando mis tetillas con sus deditos largos y sedosos. Luego de un rato donde cierro los ojos y me abandono al intolerable placer de sus pies encantadores, Ruth se para entre mis piernas, sobre la banca de gimnasia y apoya una planta suavecita sobre mi verga, aplastándola contra el estómago y yendo y viniendo con su piecito a todo lo largo. Lo hace deliberadamente lento e interminable. Trastabilla un poco y entonces se sienta a mi lado e intercambia los pies con Luna, y son sus piecitos de piel blanca y cremosa con las uñas deliciosas nacaradas los que se pasean por mi cara, boca y cuello.
Luna se sienta a un lado de mi cuerpo y Sandrita del otro, ambas sentadas en sendas sillas a la altura de mi cadera, mientras Marilú se sienta entre mis piernas y apoya su pie sobre el miembro que sus maravillosos pies más conocen.
Las otras chicas a ambos lados, apoyan sus pies de costado sobre mi cuerpo, y así las yemas de los deditos forman como una cuna para la cabeza y el tronco. Y así, un pie con uñas azul cielo va y viene sobando mi verga con la planta hasta que los dedos de arquean sobre la cabeza, vuelven hacia atrás donde el otro piececito apoya sus dedos sobre mis testículos y la cunita de deditos se frunce levemente para masajear desde abajo la cabeza y el tronco.
Extasiado chupo con delicia los deditos de Ruth que me sonríe y me pregunta si me gustan sus deditos. Siento el afecto de mis chicas en cada pie que me estremece de placer.
La cunita de yemitas de deditos deseables que pellizcan la cabeza y el tronco suavemene y el piecito que va y viene desde la cabeza hasta los huevos me llevan a una acabada que me nace desde cada lugar del cuerpo.
La leche empieza a saltar a chorros empapando los deditos, la planta que va y viene más rápido ahora por la lubricación. Me prendo como a una mamadera de los deditos de Ruth que me mira sonriente. El masaje y la cunita de deditos siguen hasta que dejo de estremecerme, cada ida y venida, y cada dedito que se mueve me hacen tensar de placer contenido y desbordado. Siguen por largos minutos hasta que mi miembro se ablanda.
Y así quedamos, ellas quietas sin sacar los pies de su lugar, a la espera de que recupere el aliento. Ruth retira sus deditos de mis labios, se arrodilla a mi lado y me abraza y me besa largamente. Mientras, siento los deditos que tanto placer me dan todavía quietos en su lugar. Las chicas están en silencio y con los ojos cerrados.
Finalmente se retiran de sus lugares y se van a bañar. Cuando ellas finalizan voy yo y terminamos sentados en el suelo, conmigo entre sus pies descalzos y tan apetecibles, con ganas todavía de plantar besos en sus dedos primorosos.
No me dejan vestirme, ni ellas lo hacen, y compartimos una taza de café.
Sandra apoyada la espalda contra la pared, flexiona sus piernas y deja caer las rodillas de costado apoyando sus pies sobre mi vientre, brindándome el espectáculo de sus deditos largos y uñitas primorosas. Yo tengo de almohada los pies de Ruth sentada con abrazando sus rodillas y su larguísimo cabello enrulado que me roza la frente. Luna está hecha un ovillo con su cabeza apoyada en uno de mis muslos, muy, muy cerca de mi verga blanda y adormecida.
Ponemos el dvd y en la pared proyectamos las fotos de encuentros recientes y de éste, y nos reímos y bromeamos.
Marilú se sienta a lo indio, con las piernas cruzadas cerca de mis manos para que pueda tocar sus pies primorosos si lo deseo, y me da mi café,...con un poquito de saliva de cada una. Así, no necesito azúcar.