Miroslav

Una persona del pasado vuelve a su vida, una vecina y amiga de la infancia que ha cambiado mucho. ¿Será capaz de soportar su asedio o caerá en la tentación?

Me llamo Miroslav, soy un ciudadano de un país eslavo de la Europa del este, aunque he vivido gran parte de mi vida en España, más tiempo incluso que mi país natal, de ahí que domine tan bien vuestro idioma. Actualmente tengo veintiún años y soy estudiante de Ingeniería Aeroespacial  en una universidad de vuestro país, con la idea de volver a mi país natal para hacer un Master y trabajar allí, ya que ahora hay mucha demanda.  Soy el típico eslavo, muy alto, rozando los dos metros, fuerte, rubio y de ojos azules

Durante muchos años he vivido en un pueblo de la costa mediterránea, en la cual también había campos donde se cultivaba fruta y verdura. Mis padres y mi abuela vinieron aquí después de que yo naciera durante la temporada de invierno a trabajar, así como muchos de mis compatriotas. En aquellos campos ya había bastantes nacionalidades, pero sobretodo abundaban los ciudadanos del este, de los cuales mi abuela fue de las primeras en llegar en la época de los noventa, recién salidos del bloque comunista. Al ser de las primeras, se hizo la “jefa” y representante de la comunidad de ciudadanos del este, por lo que tenía “cierto poder” y ciertos tratos de favor con respecto a la adjudicación de puestos de trabajo, todo aquel ciudadano del este que quisiera trabajar en la recolección en aquella zona, primero tenía que hablar con mi abuela y ella le conseguía trabajo, sin ese trámite, trabajar allí era poco menos que misión imposible.

Mis padres vinieron a trabajar con ella cuando era un recién nacido durante aquellas temporadas, en las cuales me llevaban con ellos colgado de una mochila portabebés, para después apuntarme en la guardería, colegio... y así hasta hace poco. Vivíamos durante la época de la recolección en un apartamento de verano en la playa, ya que en temporada baja los precios de los alquileres eran muy baratos. Igualmente aquel apartamento era una pasada, ya que sus zonas comunes tenían piscina climatizada, jacuzzis, saunas, gimnasio… Vamos, que según mi abuela, aquello era mitad trabajo, mitad vacaciones. Todos los propietarios eran de clase media, media-alta y alta, ya que los fines de semana se llenaba de gente y se veían muchos coches de alta gama. También se veían utilitarios, pero los coches caros no eran una minoría precisamente.

¿Por qué explico esto? Para haceros una idea de quien soy yo y ahorrarme bastantes explicaciones de carácter pueril en mi relato. También tengo que decir que he cambiado nombres y omitido datos para evitar ser identificado, ya que desconozco si alguien conocido pueda leerlo y reconocerme.

Ahora vamos a ir a por lo importante.

Justo al lado de la puerta de nuestro apartamento alquilado vivían un matrimonio con su hija pequeña, la cual se llamaba Daniela. Bueno, tengo que hacer un inciso,  yo también era pequeño, de hecho solo nos llevábamos dos años de diferencia, siendo ella la menor. Ellos eran gente con dinero, su padre era un empresario dedicado al mundo de la automoción, su madre era una administrativa oriunda de una gran ciudad  que lo dejó todo para casarse con él y vivían allí de forma permanente. Cuando éramos pequeños,  nuestros padres trabaron una buena amistad y recuerdo haber pasado bastante tiempo en su piso jugando con Daniela, así como ella vino muchas veces a mi casa también a jugar. Ella era todo lo contrario a mí, yo tenía el carácter típicamente eslavo, serio e introvertido. Sin embargo ella era una niña muy precoz, parlanchina, extrovertida, descarada… pero también muy simpática y cariñosa, hasta el punto de que mi madre siempre decía entre risas que era muy  “española”. Luego se trasladaron al pueblo natal del padre y solo venían los fines de semana y veranos, para alquilarlo definitivamente al cabo de dos años después de haberse ido, por lo que ni los fines de semana venían. No volvimos a verlos durante mucho tiempo, hasta este.

A finales de Mayo solemos empaquetar las cosas e irnos a nuestro país para pasar las vacaciones, ya que los propietarios del apartamento  lo alquilan para la temporada estival. Cuando volvimos en Octubre yo me instalé en la capital para seguir con la universidad, pero solía venir los fines de semana para estar con mis padres.  Un fin de semana salía del apartamento, ya que había quedado con otro chico de mi país, amigo mío, el cual había convencido para que viniera a trabajar aquí. Justo cuando cerraba la puerta, apareció en el rellano una chica absolutamente espectacular, la cual se dirigía resuelta a la puerta de al lado mientras sacaba las llaves de su bolso. Al principio pensé que serían unos nuevos alquilados, pero el caso es que aquella chica me resultaba familiar y me quedé intrigado mientras la miraba fijamente. Ella también hizo lo mismo en cuando se percató de mi presencia, y al cabo de unos segundos me atreví a realizarle la pregunta que me rondaba por la mente.

  • Perdona si te resulto muy descarado, pero… ¿Por casualidad no serás Daniela?

  • Si.- Respondió un poco sorprendida.- ¿Cómo es que sabes mi nombre?-

  • Bueno… No sé si te acordarás de mí, pero de pequeños jugábamos juntos….

Antes de que pudiera continuar, Daniela puso una mueca de sorpresa.

  • Ah, claro, ahora si me acuerdo… Tú eres Miroslav ¿Cierto?

Asentí con la mirada. Entonces Daniela puso una mueca de gran alegría y se abalanzó sobre mí para darme un abrazo, el cual me pilló desprevenido. Al mismo tiempo aquel gesto me puso nervioso, pude notar su calor a través de su ropa, la piel de su cara, con la que tomé contacto a través de nuestras mejillas era muy suave así como su cabello, olía genial y pude notar como sus pechos se apretaban a mi torso, esperando que aquel gesto no despertara a mi querido amigo inferior.

  • ¡Madre mía Miroslav! Cuanto tiempo sin verte, tenemos que ponernos al día.- Exclamó muy contenta mientras se separaba de mí.

  • Vaya Daniela, la verdad es que has cambiado mucho.- Respondí.

  • Tú tampoco eres el crío que vi por última vez.- Dijo con un tono de picardía mientras me guiñaba el ojo y sonreía de medio lado.

Ese último comentario hizo que volviera a ponerme nervioso, porque el “pibón” que tenía enfrente realmente se lo merecía. Era bastante alta incluso para ser una chica, un metro setenta y ocho calculé a ojo.  El pelo castaño claro con reflejos dorados, largo y ensortijado, el cual caía generándole un rizo grande y bien cuidado, como si se lo hubiera hecho en la peluquería para hacer tirabuzones; pero recordaba que tenía el pelo igual cuando era pequeña, por lo que su rizo era natural. Sus ojos eran de un marrón verdoso, tenía una mirada preciosa, alegre y curiosa, una cara de muñeca con unos labios gorditos, coronados con unos dientes blancos como perlas que se veían cada vez que sonreía.  Era delgada, pero con curvas en los sitios adecuados, bajo el escote de su camiseta de tirantes se podía ver un par de pechos turgentes, generosos, redonditos y llenos, unas piernas muy largas y bien torneadas que se podían intuir a través de los ajustados vaqueros que llevaba puestos y que le realzaban un culito que quitaba el sentido, también redondito, turgente y respingón. Vamos, que mi amiguito de abajo se estaba empezando a despertar y no quería verme en una situación comprometida.

  • Perdona que te deje tan abruptamente, pero he quedado y tengo que irme. Cuando quieras me llamas aquí al lado y quedamos a tomar un café.

  • Por supuesto, eso está hecho.- Contestó agradablemente mientras introdujo la llave en la ranura y abrió la puerta.- Saluda a tu familia de mi parte.

  • Lo mismo digo.- Contesté mientras me alejaba y la saludaba con la mano levantada.

Mientras me dirigía al ascensor intentaba tranquilizarme, porque notaba que mi amigo inferior se había desperezado del todo y amenazaba con salirse del calzoncillo. De hecho me dolían los huevos y en ese momento estuve tentado de volver a casa a darme una ducha bien fría para calmarme. Si no fuera porque ya había quedado y llegaba tarde eso era lo que hubiera hecho.

Aquella noche no podía dormir, no hacía más que pensar en ella. Me la imaginaba acostada en su cama, con un camisón de seda bien cortito que entreveía su culito mientras dormía abrazada a la almohada. Tenerla tan cerca de donde yo estaba me estaba poniendo cachondo perdido, así que me hice una paja a su salud que me supo a gloria. Luego me sentí culpable, porque hablábamos de alguien que había conocido en la infancia, pero estaba claro que esa infancia ya había pasado y no volvería nunca más. La niña deslenguada que había conocido se había convertido en una chica que estaba tan buena que solo verla me garantizaba una noche de insomnio.

Ojo, cuando la conocí no era virgen ni mucho menos. Había tenido mis historias con chicas muy guapas, tanto españolas como de mi país. De hecho, aquellas vacaciones en mi ciudad natal había conocido a una chica encantadora que me tenía prendado por su forma de ser y acabábamos de empezar a salir juntos. La idea era esperar ese año para ver como seguía la relación y, si todo iba bien, ella se vendría conmigo a la capital a estudiar en la universidad en la que yo estudiaba. Estaba enamorado de ella, no tenía ninguna duda, congeniábamos del todo, me hacía sentir genial cuando estaba a su lado, era mi media naranja… pero sexualmente no tenía ni punto de comparación con aquello que había sentido al ver a Daniela, era como si una bestia dentro de mí se hubiera despertado y no pudiera aplacar por mucho que intentara razonar sobre ello.

Volví a la capital y al siguiente fin de semana regresé al apartamento a ver a mis padres, pero esperaba ansioso para volver a ver a Daniela. Bajé un momento al aparcamiento para coger mi coche, ya que tenía que comprar unas cosas, y vi que en un coche cercano al mío hacía un movimiento extraño, al fijarme bien vi que había mucho movimiento dentro de este y me acerqué, ya que podrían estar robando. No era la primera vez que habían entrado dentro del aparcamiento en un descuido de algún propietario y reventado puertas de los coches para robar los radiocasetes o cualquier cosa que luego se pudiera revender, así que me fui resuelto para pillar desprevenido al ladrón.  Pero cuando me acerqué, lo que vi a través del cristal del coche fue otra cosa muy distinta.

El coche era de Miguel, otro chico de mi edad, hijo de otros propietarios de la finca y que habíamos salido alguna vez de fiesta. Estaba sentado en el asiento del piloto, con la cabeza apoyada en el reposa cabezas, los ojos cerrados  y con una cara de enorme placer, tirando la cabeza hacia atrás. En su entrepierna pude ver los rasgos de una cabeza de alguien que se movía arriba y abajo, pero no podía ver su rostro. Este le tenía agarrado por los cabellos, como si con ello acrecentara el movimiento.

“Joder, le están haciendo una mamada…”

Tenía que haberme ido, lo sé, pero no podía dejar de mirar. Aun así me retiré un poco para que no me vieran, pero podía seguir viendo perfectamente lo que ocurría en el interior. El movimiento se intensificó y vi como Miguel tiraba la cabeza más atrás, con tensión, mientras cerraba los ojos con más fuerza y puso una mueca agónica, haciendo un rugido que incluso se pudo oír fuera del coche. Decidí que era el momento de marcharme hacia mi coche, mientras pensaba en lo afortunado que era Miguel porque alguien pudiera hacerle una mamada y mientras yo me tenía que conformar con un dolor de huevos impresionante, el cual solo tendría alivio a través de una paja que ahora no podía hacerme y que tendría que esperar al regresar a casa.

Una vez llegué al coche, abrí la puerta del conductor y me dispuse a entrar, cuando salieron del coche. Miguel se fue por el lado contrario hacia donde yo estaba, por lo que no me vio, pero la persona que salió del coche si se dirigió hacia mí, y cuando pude ver quien era casi me caigo al suelo.

“Pero si es Daniela…”

En mi mente surgieron un montón de pensamientos que no lograba ordenar. Lo primero que pensé es que Miguel  y Daniela eran pareja, pero por cómo se habían despedido era evidente que no lo eran. Luego pensé que estaban liados, pero… ¿Desde cuando? Pero incluso teniendo un lio, la despedida hubiera sido más cálida de lo que había visto, por lo que intuí que no llevaban mucho tiempo, puede que aquella fuera la primera vez…

Mientras pensaba en todo aquello sin poder mover un solo músculo, se acercó Daniela con paso firme y elegante, moviendo pomposamente ese soberbio culito que la naturaleza le había dado. Era evidente que me había visto y se diriguia hacia donde yo estaba. Por un segundo pensé en meterme en el coche a toda prisa y huir, pero me quedé estático, sin poder mover un músculo. Se puso frente a mí con una expresión en la cara de lo más pícara, alzó una mano y me pellizcó levemente la barbilla.

  • Gracias por guardarnos el secreto.- Dijo mientras me guiñaba el ojo y sonreía de medio lado, para después  irse a la puerta de salida del aparcamiento, como si aquí no hubiera pasado nada.

Joder, reconozco que me quedé como un pasmarote mientras no dejaba de mirarle su trasero, pero es que me dejó noqueado. Pensaba que iba a montarme un pollo, que me daría una bofetada, o incluso que me rogaría no decírselo a nadie, no se... pero aquello fue como hacerme cómplice de la mamada a Miguel, como si fuera un espectador o un “voyeur”. Y me di cuenta de que esa tía era tan peligrosa como estaba de buena. Me metí en el coche y mientras arrancaba, decidí que tenía que estar lo más lejos de ella si no quería meterme en líos raros. Estaba claro que ahora ya no éramos niños, sino adultos jugando a juegos de adultos, mejor era no tentar a la suerte y evitarme problemas.

Pero... a veces la vida no nos encauza hacia donde nosotros queremos y, aunque yo tenía claro que era mejor no acercarme a Daniela, ella no pensaba lo mismo, y eso lo pude averiguar al día siguiente.

Ya comenté que había piscina climatizada, y el domingo por la tarde me fui a nadar un poco. Cuando acabé, bajé a las duchas comunitarias, me quité el bañador y entre en una de las duchas. Estaba de lo más concentrado enjabonándome, de espaldas a la puerta, y con el ruido de la ducha no me percaté de que la puerta se abría sigilosamente.  Me giré para dejar la esponja en su sitio y al fijar la vista accidentalmente, casi me caigo de susto.

Tenía apoyado el hombro izquierdo en el marco de la puerta, recostándose en este, con los brazos y los pies cruzados calzados en sus botas altas, utilizando uno de soporte mientras el otro se apoyaba en la punta de la bota dando golpecitos.  Me miraba fijamente, la cual esta parecía de guasa, pero también había un punto de lujuria que me puso de lo más nervioso.

  • Hola guapetón.- Saludó con un tono grave, que me pareció super sensual, mientras coronaba ese saludo con una ancha sonrisa llena de blancos dientes. He visto que estabas nadando en la piscina y he venido a saludarte.

  • Joder...-Siseé asustado y al mismo tiempo enfadado.- ¿Que coño haces aquí?

  • Pueees..Observarte.- Contestó con un tono pícaro.

  • Me cago en la puta Daniela...¿Que no ves que esto es el baño de tíos? Que nos pueden pillar...

  • Tranquilo, ahora mismo no hay nadie.- Volvió a contestar con la mayor tranquilidad del mundo.- Todos se han ido, solo quedamos cuatro gatos en la finca, y por la hora que es nadie va a venir ya a los baños.

De pronto me percaté de que Daniela me estaba observando detenidamente y os parecerá una gilipollez, pero me di cuenta de que estaba desnudo ante ella. Me tapé mis partes íntimas en busca de un poco de intimidad. Pero la mirada que me obsequió Daniela me indicaba que era demasiado tarde.

  • Caray, tienes una polla de lo más interesante...- Indicó Daniela mordiéndose el labio inferior, lo que hizo que pusiera el agua fría para evitar que mi amigo hiciera acto de aparición.- Larga, gordita, rosadita y con un capullo precioso. Hasta se le pueden ver las venas. Es toda una polla de hombre, si señor...

  • Mira Daniela, será mejor que te largues.- Le dije preocupado, aunque intuí que no pensaba hacer ningún movimiento. Llevaba puesta una chaqueta de motorista de cuero negro, una camiseta escotada y unos vaqueros con las botas antes comentadas, lo cual significaba que no tenía intención de meterse en la ducha conmigo. Eso era algo que me tranquilizaba.

  • Te dejo tranquilo.- Respondió dejando de apoyarse en el marco con intención de irse, pero de pronto apoyó la mano en el marco, como si se hubiera olvidado algo y volviéndose a asomar me dijo como despedida.

  • Por cierto, estás tremendo.

Una vez que se fue, respiré aliviado y continué con la ducha, aunque mi amigo, a pesar del agua fría estaba poniéndose de lo más tieso. ¿Solución? Una paja, la cual con cuatro meneos fuertes descargué en seguida. Era pensar en su tono de voz, en esa mirada de leona a punto de comerse a su presa, en ese cuerpo... uf, si es que me ponía taquicardico perdido. Pero también era consciente del peligro que tenía, y reconozco que eso también me ponía cachondo. Debía andar con cuidado, porque algo me decía que me iba a meter en un buen problema.

Bueno, decidme que os ha parecido, a ver si os gusta y si os interesa seguirlo. Pues eso, muchos reviews y muchas gracias por molestaros en leer mi relato.