Mirón en la playa (5)

Parte cinco de "Memorias de una Viciosa"

Aquél soleado día, me desperté con ganas de calentarme un poco al Sol. Era Agosto, por lo que, las playas solían estar abarrotadas en aquellos días. Mi yo racional, muy inspirado ese día, ordenó a mis pies dirigirse a una de las mejores calas que había por aquella zona. Así, estaría relajada y calmada... O eso creía.

Cuándo llegué, había un hombre que, ojeando un libro, levantó la mirada y me descubrió cuándo estaba colocando la toalla. De reojo, le vi que no me quitaba la vista de encima, cosa que, a mi yo más pervertido le encantó. Coloqué la toalla, y me dispuse a echarme crema. Pero sólo en las partes en que mis delicadas manos podían llegar.

-Si quieres... Te puedo ayudar.

"Vaya. Directo al grano", pensé, sonriendo.

-No, gracias, puedo yo sola - Dije, cortésmente.

"Muy bien, Ana, hay que ponérselo difícil".

Pero, por mucho ahínco que puse, no era capaz de llegar a mi espalda. Refunfuñando, miré de soslayo al hombre, que sonreía.

-Como veo que puedes tú sola, voy a proseguir con mi lectura.

"Cabronazo. Cómo sabe dar donde duele". Carraspeé.

-¿Sí? - Preguntó él.

-Verás... Ehh... No puedo darme crema en la... Espalda... ¿Te importaría...?

-Cómo no, señorita - Dijo, levantándose.

Al acercarse, un ligero olor a crema de lavanda, invadió mis fosas nasales. Olía endemoniadamente bien.

-¿Por los hombros también?

Sin responder, me tumbé boca abajo en la toalla, y me quité la parte de arriba del bikini.

-Veo que sí.

Comenzó a pasar sus grandes manos por mis hombros, mi sexo, comenzó a palpitar lentamente ante su contacto, cosa que mi cerebro regañó; "sólo te está dando crema, maldita sea".

-¿Te importa que me dé un poco?

Me volteé tan rápido, que olvidé por completo que me había desabrochado la parte de arriba del bikini. Mis tetas, quedaron a la vista de aquel desconocido.

-Bonitas vistas.

-Vaya, ¿eres así de cínico con todas? - Pregunté, mirándole a los ojos.

-Sólo con las chicas guapas...

Comenzó a darse crema, sin mi consentimiento, por sus marcados pectorales.

-Huele de maravilla.

-Sí...

-¿Vienes mucho por aquí?

-Sólo cuándo quiero estar sola.

-Vaya... ¿Es una invitación a irme?

-Ehh.... En absoluto...

-Bien - Dijo, tendiéndome la crema solar - Gracias.

Se dirigió a su toalla, y mi yo interno, empezó a refunfuñar, molesto.

"Eres muy tonta, Ana. Pero tonta de remate. Acabas de perder una oportunidad única".

Me tumbé en la toalla, molesta conmigo misma.

Al cabo de un rato, un gemido hizo que levantase la mirada de inmediato. Lo que vieron mis ojos, no se me ha olvidado en mi vida. Ahí estaba aquel hombre, mirándome fijamente, con la mano en la polla, acariciándose lentamente. No se detuvo en ningún momento, mientras, mis ojos no dejaban de observar su mano, moviéndose alrededor de su polla.

-Por fin se ha despertado la bella durmiente - Dijo.

Me incorporé, y, sin decir una palabra, introduje dos dedos en la parte de abajo del bikini, y comencé a tocarme lentamente.

-¿Te parece decoroso lo que estás haciendo? - Pregunté.

-No. Y, por lo que parece, a ti tampoco.

Me miró con deseo. Le miré con lujuria. Nos miramos con ganas.

-¿Cómo te llamas? - Preguntó, con un suspiro.

-Ana. ¿Por qué?

-Porque estoy deseando gemir tu nombre mientras te follo.

Me levanté como un resorte, me acerqué, y le comencé a comer la polla lentamente. Mis instintos primitivos, comenzaron a aflorar.

-Eso es, Ana. Chúpamela.

Mi boca intentó introducir su polla por completo, pero me vino una arcada.

-Eh, eh... Despacio, cielo - Dijo.

Pero yo no estaba por la labor. Mis dedos, buscaron mi ardiente raja, y se introdujeron despacio, mientras, por banda sonora, escuchaba los jadeos de aquél hombre.

-La chupas de maravilla. Si sigues así, me correré.

"Claro que la chupo de maravilla", pensé. "Soy una puta muy valiosa".

-Quiero que me folles - Dije, sacándomela de la boca.

Me coloqué a cuatro patas, sin darle opción de responder.

-Eres muy ardiente.

-No lo sabes tú bien, nene.

Dirigió su abultado miembro en mi coño, y comenzó a moverse despacio.

-Eso es... Despacito, cielo.

-Sé como tratar a las putitas como tú.

Esa respuesta por poco hace que me corriese en ese momento.

-No soy una putita... Soy la más puta de todas.

Al escuchar esa frase, comenzó a metérmela tan rápido, que, por poco no me caigo sobre la arena. Abrí mi ano, para darle un mejor acceso.

-Qué culazo tienes, cariño.

-Fóllamelo enterito.

Sus gemidos, me excitaron tanto, que llevé una mano a mi hinchado clítoris, y me froté con ahínco.

-Me quiero correr en tu boca.

-Tu putita exige que así sea - Dije, sin parar de gemir.

Sin parar de follarme la puerta de atrás, me daba azotes en los glúteos, haciendo que mis dedos aceleraran las masturbación clitoriana. Estaba a punto de correrme.

-Me corro, no aguanto más - Dijo, saliendo de mí.

-En mi boca, cerdo.

Me agaché ante él, abrí mi voraz boca, y las gotas de semen inundaron mi lengua, mientras no dejaba de correrme, empapando la toalla con mis flujos.

-Jo-Der - Dije, pasado un minuto.

-Eres una bomba, nena.

Le miré, me levanté, agarré mis cosas, y me dispuse a irme. A él, no pareció hacerle mucha gracia.

-No te vayas

Es lo único que pude escuchar, mientras abandonaba aquel lugar, desnuda, con mi ropa en las manos, mientras los veraneantes me miraban al pasar.