Mireya, Ama a los 18 (parte 4)

Mireya se encuentra con la primera dificultad seria ante uno de sus sumisos

La calidad de la dominación de Mireya cada semana era mejor, la muchacha había tomado ya contacto con 5 sumisos y sumisas que habían logrado convencer a su Ama para que les permitieses seguir estando a sus pies. La chica estaba muy contenta con ellos, todos eran muy generosos con sus tributos y aquello al Ama le estaba permitiendo financiarse su carnet de conducir, aparte de otros caprichos, como ropa nueva o un móvil de última generación.

-         ¿De dónde has sacado el dinero para pagarte el carnet, Mireya?- le preguntó su madre, una mujer algo más alta que su hija, de piel morena, pelo largo y rubio y una figura envidiable para estar a las puertas de los 50 años.

-         He estado ayudando a la madre de una amiga por las tardes- mintió la chica con total naturalidad consciente de que si no quería que su madre le hiciese más preguntas incómodas tendría que moderar sus gastos.

-         Si trabajas deberías decírmelo- dijo la mujer un tanto molesta porque su hija le ocultase aquellas cosas.

-         Bueno, no es nada serio, la ayudo de vez en cuando- comentó la chica tratando de restar importancia al tema.

Mireya, aquella tarde, como casi todas dio su clase práctica para tratar de aprobar el examen de conducir el lunes siguiente. La muchacha sabía que en cuanto tuviese su carnet podría entrar y salir del pueblo sin tener que contar con nadie, ni con sus hermanas, ni con su madre, ni con el transporte público…

-         ¿Crees que aprobaré?- le preguntó la chica a su profesor de autoescuela mientras salía de la rotonda dando al intermitente.

-         Seguro que sí- dijo su instructor, un hombre de unos 40 años, muy sobrio.

-         ¿Podría llevar el coche hasta la casa de una amiga y tú lo llevas de regreso a la autoescuela?- dijo la chica.

-         Claro, siempre que no esté muy lejos.

-         Para nada- respondió Mireya dando a la intermitencia para indicar la dirección que iba a tomar.

Mireya bajó del vehículo en una zona bastante desconocida para ella, se sabía mover muy bien por la ciudad, pero aquella parte no la transitaba a menudo ya que formaba parte del extrarradio. De todos modos ya había informado a su tía que iba a ir aquella tarde a esa zona para someter a un nuevo sumiso, tomaba siempre aquella precaución por si alguno de sus sumisos se revelaba o la pasaba alguna cosa.

La chica en aquella ocasión no había quedado con su esclavo en ningún sitio público, sino en el propio domicilio del sumiso. Mireya que pensaba que tardaría más en hallar el bloque de edificios de su nueva presa se sorprendió cuando vio que era el primero de una fila de construcciones de alto nivel.

-         ¿Quién es?- preguntó la voz del que debería ser su sumiso, después de tocar el telefonillo.

-         Soy Mireya- dijo la chica con decisión.

-         Pase Señorita- dijo el hombre al momento.

Mireya entró en el edificio sonriente, sin duda aquel sería el sumiso que le daría un tributo más alto por sus servicios, desde luego dominar hombres y mujeres para la chica era un auténtico placer, pero además hacerles pagar por ello era algo a lo que la chica no estaba dispuesta a renunciar. Por el momento no había salido descontenta con los pagos que sus esclavos y esclavas le habían hecho.

Agustín, que así era como se llamaba su esclavo, le recibió en su apartamento totalmente desnudo. Aquel era el sumiso de mayor edad al que iba a someter, 52 años, pero para su edad tenía un cuerpo bastante bien formado, piel clara, pelo rubio corto y con algunas calvas, era corpulento pero no gordo y desde el momento en que había recibido a su Ama llevaba una imponente erección.

-         Espero que no le haya costado mucho encontrar mi casa, Ama- dijo el sumiso arrodillado en el suelo.

-         No ha sido muy problemático, pero en el camino se me han manchado los zapatos- dijo la chica sonriendo mientras observaba la lujosa casa de Agustín- ¡Límpiamelos, perro!

El sumiso al oír a su joven Ama comenzó a lamer los zapatos de poco tacón que Mireya usaba para conducir, tarea que se hizo un poco más difícil para el hombre cuando su invitada comenzó a caminar por la casa. Mireya disfrutó viendo como el hombre gateaba torpemente tras ella para seguir lamiendo, hasta que finalmente la muchacha se sentó en el sofá y apoyó los pies sobre la mesa del salón, para que su esclavo también pudieses dejar impecables las suelas de sus zapatos.

Después de aquello la joven Dominante ordenó a su esclavo maduro que la sirviese un refrigerio, misión para la que el hombre tan solo tardó unos segundos en los que se presentó con una bandeja con una vaso de tubo con hielos y una lata de Coca-Cola. La muchacha gozó del cómodo sillón durante unos minutos, mientras que su esclavo le servía de reposapiés.

-         Debes de ganar una pasta, perro. ¿a que te dedicas?- preguntó la chica.

-         Soy empresario, Ama- dijo al momento sin moverse de su posición- tengo un par de empresas.

-         Veo que no te va nada mal- dijo la chica estirándose para coger una foto que había sobre una mesita, en ella aparecía Agustín junto a una mujer de su edad y un par de adolescentes- tu hijo parece un buen partido y tu hija también es muy guapa.

-         Gracias Ama, mi hija es de su edad, mi hijo un año mayor que usted- dijo el hombre.

-         ¿Estás seguro de que no se van a presentar aquí?- preguntó la chica un poco preocupada.

-         No Ama, yo vivo normalmente en Valencia, pero vengo mucho a Madrid por trabajo- dijo el sumiso.

Mireya decidió hacer cambiar a su esclavo de posición para seguir interrogándolo, la postura que la muchacha decidió fue que se mantuviese de rodillas, con las manos a la espalda mientras su Ama le hacía preguntas personales y le sobaba el cuerpo con sus pies. Aquella práctica normalmente a sus sumisos les volvía locos y aquella no fue una excepción, ya que la polla del esclavo creció más de lo que Mireya esperaba, dotando a su sumiso de un miembro cercano a los 20 centímetros.

-         ¿Puedo correrme Ama?- preguntó el sumiso después de sentir durante unos segundos los pies de su Dueña sobre su miembro palpitante. La respuesta de Mireya fue una rápida patada en los testículos que hizo al hombre inclinarse protegiendo su masculinidad con las manos.

-         Perro, que te corras es un gran premio para ti, que solo te daré cuando lo merezcas- dijo con dureza.

-         Lo siento Ama- dijo con la voz ahogada.

-         Un lo siento lo vale- dijo la muchacha levantándose rápidamente del sillón- llévame a donde haremos la sesión, cerdo. ¡Allí te enseñaré modales!

El hombre llevó a Mireya sobre su lomo hasta dejarla a los pies de una cama de matrimonio con un cabecero de hierro del que colgaban un par de grilletes de cuero, a parte el sumiso sacó de debajo de la cama una caja con una gran variedad de artículos ideales para la dominación.

Mireya, al ver aquel arsenal de juguetes sado comenzó a rebuscar en la caja para saber  con lo que contaba, mientras que ordenaba a Agustín que se tumbase en la cama boca arriba. Tan pronto como lo hizo el Ama se acercó a él para amarrarle los brazos al cabecero atarle las piernas a las patas de la cama por medio de unas cuerdas gruesas que su sumiso había puesto a su disposición.

La muchacha como siempre que tenía sometido a alguno de sus esclavos admiró su obra, en aquella ocasión tenía a un hombre de más de 50 años, de complexión fuerte y de una altura muy superior a la suya, atado y totalmente a su merced.

La joven Dominante, como de costumbre comenzó por fustigar a su esclavo, que era su gran pasión. Para hacerlo la chica se hizo con una fusta larga que encontró entre los artilugios que había en la caja. Mireya comenzó por el pecho del hombre, dando un par de series de golpes rápidos que el sumiso aguantó con mucha entereza, cosa que a la fustigadora no la gustó, gozaba mucho más cuando el sumiso gemía de dolor, así que para comenzar a recibir súplicas por su parte la joven Ama comenzó a azotarle los testículos.

El maduro empresario no tardó en comenzar a rogar porque no le golpease los huevos, sugerencia por la que el hombre se llevó por parte de su Ama un par de bofetadas y una pinza metálica en cada pezón. Pero Mireya cesó de golpear sus pelotas cuando vio que la erección del hombre había casi desaparecido, lo cual no la convenía, si el hombre no estaba excitado con el tiempo no obedecería, así que la muchacha comenzó a quitarse la ropa usando a Agustín como asiento.

El tener a una muchachita de la edad de su hija, sentada sobre él y comenzando a desnudarse hizo que la erección del sumiso volviese a renacer, alcanzando los casi 20 centímetros en escasos segundos, Mireya, viendo que el estímulo había sido suficiente se quedó tan solo con el sujetador puesto y tomó asiento sobre la cara del sumiso.

Desde aquella privilegiada posición, Mireya se dedicó a azotar con la fusta el cuerpo de Agustín, mientras este trataba de llevar al orgasmo a su Ama con su habilidosa y experimentada lengua.

-         ¡Más rápido, cerdo!- ordenó la chica fustigando con ganas el rosado prepucio del pene de su esclavo, ante un leve gemido de dolor- ¡Esto te está poniendo caliente como un perro!- dijo la chica inclinándose para agarrar el pene del hombre y acariciarlo de arriba a bajo un par de veces. Lo que hizo que su ritmo aumentase.

Mireya se ocupó de calentarlo durante algunos minutos más, siempre procurando que no llegase al orgasmo, cosa a la que era muy fácil adelantarse ya que el hombre gemía de manera exagerada cuando comenzaba a excitarse de verdad.

Finalmente Mireya acabó por correrse en la cara de Agustín mientras golpeaba con su fusta las pinzas que presionaban con fiereza los pezones del maduro sumiso, pinzas que arrancó al final cuando notó como el hombre succionaba de su vagina tratando de tomar hasta la última gota de sus fluidos.

-         ¡Por favor Ama, hágame llegar al orgasmo, se lo ruego!- pidió el hombre cuando Mireya quitó sus nalgas de la cara del hombre.

-         ¿Tienes condones?- preguntó la muchacha, haciendo sonreír al hombre.

-         Sí Ama, en la mesilla- dijo al momento.

-         No te alegres mucho, esclavo, porque cuando decida que puedes correrse lo siguiente que harás será tragarte tu semen.

-         Como desee mi Ama- dijo en tono dócil.

Mireya no tardó en enfundar en gran pene del hombre en uno de los preservativos que guardaba en la mesilla, Agustín gimió de placer cuando notó como las manos de Mireya se afanaban en ajustarle el condón.

Desde aquel momento Mireya se dedicó a calentarlo deliberadamente, acariciándole las pelotas, quitándose el sujetador y restregando sus tetitas por la cara de su esclavo que las lamió con deseo, apuntando su sexo sobre la punta del pene de Agustín haciendo que este implorase porque su Ama se dejase penetrar… Pero Mireya no se lanzaba a darle placer, le gustaba que sus esclavos supieran esperar, la espera siempre les hacía que al final de la sesión se sintiesen mucho más dependientes de ella. La chica estaba segura de cómo quería acabar aquella sesión, iba dejarse penetrar por el gran falo de aquel hombre y lo iba a cabalgar a su gusto, llevando las riendas desde el inicio hasta el fin. Pero los planes de Mireya cambiaron de repente…

La chica se sobresaltó cuando notó unas manos agarrándola por la cintura mientras acariciaba el glande de Agustín con su húmedo sexo. Mireya giró rápidamente la cabeza para tratar de ver como su esclavo se había liberado, pero antes de que pudiese hacerlo las fuertes manos que la tenían cogida ejercieron fuerza sobre ella para que la sobresaliente polla de su esclavo la penetrase con fuerza hasta el fondo.

Mireya gritó de dolor, nunca nadie le había penetrado tan salvajemente, siempre había sido ella la que había controlado sus relaciones sexuales y por aquel motivo de dispuso a parar aquel atropello dando a su esclavo donde más dolía… pero Agustín se adelantó a los sádicos pensamientos de Mireya y le agarró los brazos mientras esta lo cabalgaba de espaldas.

-         ¡Suéltame cabrón!- exclamó la chica mientras trataba de zafarse de las fuertes manos del hombre.

-         Lo lamento Ama, pero me ha calentado demasiado sin darme nada, así que ahora cogeré lo que yo considere- dijo el hombre entre jadeos.

Mireya furiosa de que un esclavo se le hubiese rebelado continuó tratando de zafarse, pero la fuerza del empresario era muy superior a la suya y con la excitación añadida de estar follándose a una jovencita hacía que la diferencia entre sus fuerzas fuese aún mayor.

La chica viendo que no tenía otra salida comenzó a fingir con aquella penetración, la que no la desagradaba del todo ya que su idea desde el principio había sido cabalgar sobre aquella polla, pero no de aquella manera. El Ama gimió de gusto y después de unas 20 embestidas por parte del hombre Mireya comenzó a moverse por su cuenta, cosa que al hombre le volvió confiado e hizo que la presión de sus manos sobre los brazos de Mireya se redujese.

La chica pensó en liberarse directamente de un rápido tirón, pero sabiendo que si fallaba el hombre no volvería a confiarse prefirió cambiar de estrategia. Mireya, lentamente movía su pierna derecha cada vez que escuchaba un gemido más fuerte de su penetrador, la chica se poso nerviosa cuando apoyó su pie sobre el muslo del hombre, pero este estaba tan excitado que no sospechó a donde se dirigía. La muchacha sonrió levemente cuando logró poner su pie entre las piernas del hombre, que ella misma había atado para que su polla quedase totalmente expuesta.

Cuando Mireya consideró que el hombre estaba lo suficientemente confiado con su docilidad la chica elevó su trasero, sacando el pene de Agustín de su sexo y aterrizando sobre el estómago del hombre haciéndole soltar un ligero quejido, pero nada comparado con los que profirió después de que Mireya le diese un total de 5 golpes de talón el las pelotas hasta que logró liberarse los brazos. La joven Dominante de un brinco se colocó entre las piernas de su esclavo y cogió una de sus bolas con cada mano.

-         ¿Cómo te atreves a tratar de violarme, hijo de puta?- le gritó mientras le apretaba los testículos y le hacía caer sin fuerzas sobre la cama mientras gemía de dolor, aún así trató de que sus manos llegasen hasta sus huevos con la intención de protegerlos- ¡Las manos detrás de la cabeza si no quieres dejar de ser hombre, cabrón!- le dijo Mireya con dureza mientras apretaba un poco más los genitales del hombre que soltó otro quejido mientras alejaba las manos.

-         ¡Para por favor!- pidió el hombre con la voz ahogada volviendo a acercar las manos, pero alejándolas cuando notó un importante incremento de la presión en sus dañados testículos.

-         Así que te esposaste a un par de barrotes sueltos del cabecero de cama- dijo el Ama mirando como el hombre aún tenía los grilletes puestos en sus muñecas- Te crees muy listo ¿Verdad?- preguntó mirándolo con firmeza y apretando aún más los huevos del hombre al que se le estaba poniendo la cara roja.

-         Lo siento… Ama, no pude… soportarlo- dijo el hombre entre quejidos.

-         No sabes lo que acabas de hacer, hijo de puta- dijo Mireya estirándose para llegar a la caja de juguetes sin soltar ni por un momento las pelotas de Agustín- ¡acerca el brazo derecho puto inútil!- ordenó con dureza para que el esclavo no volviese a intentar ninguna otra cosa.

Mireya con habilidad y rapidez le puso al sumiso una esposa en la muñeca y le obligó a que se volcase sobre su costado derecho para que pudiese unirle las dos manos a la espalda. Agustín, sabiendo que hacerlo lo dejaría indefenso ante la chica que había tratado de violar intentó resistirse, pero el último apretón de bolas que Mireya le dio le hizo cambiar de idea.

Una vez lo tuvo totalmente indefenso el Ama se sentó sobre el pecho del hombre y comenzó a abofetearle sin contemplaciones, hasta que la dolió la mano de tanto golpearlo, el sumiso la miraba suplicante, pero Mireya no estaba dispuesta a perdonarle.

-         No más, por favor se lo ruego- pedía el hombre con lágrimas en los ojos.

-         ¿Dónde está mi tributo, malnacido?- preguntó Mireya haciendo que la esperanza se reflejase en el rostro del esclavo.

-         En esa mesilla, mi Ama- dijo el hombre indicando con la cabeza a la derecha.

La Dominante se levantó del pecho de su víctima clavándole los nudillos, haciéndole gemir de dolor. Después se sentó al borde de la cama y examinó el interior del sobre, sin duda un tributo generoso que en otras circunstancias habría aceptado, pero no después de que el hombre que debía servirla hubiese tratado de forzarla.

-         No es suficiente- manifestó la sumisa mirándolo con dureza.

-         Pero Ama, hay más de 500 euros- dijo el hombre que consideraba haber sido generoso.

-         ¿Con 500 euros crees que tienes derecho a violarme, maldito gusano?- le preguntó la muchacha tirándose de nuevo a su indefensa masculinidad, viendo como el hombre estaba paralizado e impotente ante la joven.

-         Lo siento Ama- dijo el hombre asustado de que la sádica muchacha siguiese torturándolo- dígame cuanto quiere por favor, se lo conseguiré- pero aquello no era lo que Mireya quería y así se lo hizo saber propinándole un rodillazo en las bolas- Hay una caja fuerte… tras el cuadro del mar…- dijo el hombre cuando vio que Mireya se disponía a dar un segundo golpe- coja lo que quiera pero no me golpee más se lo ruego.

La chica aceptó la oferta de su asustado esclavo y se levantó para dirigirse a la pared en la que estaba el cuadro que el hombre había nombrado, Agustín viendo que aquello apaciguaba a su Ama no tardó en darla la contraseña encontrándose la chica con un buen puñado de billetes que la muchacha cogió para ir a contarlos mientras estaba sentada sobre la cara de su esclavo.

-         Esto está mucho mejor- dijo Mireya sonriendo y metiendo hasta el último billete en su bolso, había recaudado casi 4000 euros- ahora continuemos.- el rostro del hombre se llenó de miedo al oírla y no tardó en protestar.

-         Pero la di todo eso para que no me pegase más, Ama, se lo ruego- pidió el hombre llorando.

-         No te voy a pegar más, hijo de perra- respondió Mireya- lo que voy a hacer es asegurarme de que no me vuelves a molestar.

Durante la siguiente hora Mireya estuvo haciendo fotos y vídeos comprometedores con su sumiso, algunos sexuales en las que aparecía cabalgando su flácida polla, ya que la muchacha no estaba dispuesta a volver a dejarse penetrar, en la que el hombre la comía el coño y el culo, besándola con pasión sus firmes pechitos… y otros mucho más humillantes: sacándolo maquillado, con un pie entero dentro de su boca, con un gran “putita de mi Ama” escrito sobre su pecho con pintalabios, un video en el que mostraba la secuencia completa en la que Mireya lo meaba en la boca…

-         Bueno esclavo, esto ha sido muy lucrativo, pero me temo que no se volverá a repetir. Si vuelves a intentar ponerte en contacto conmigo sacaré todo esto a la luz, mandándoselo por supuesto a todos tus familiares y amigos- le avisó la chica.

-         ¿Ahora me va a desatar Ama?- preguntó el hombre mientras observaba la chica se iba vistiendo.

-         Claro- dijo la chica mientras le ponía un grillete de cuero el tobillo derecho- pero te voy a esposar las piernas primero, nunca se sabe que tontería puedes hacer esta vez.

Una vez tuvo engrilletados los dos tobillos, la muchacha los unió con una cadena de unos 30 centímetros, para que pudiese moverse, pero no con la suficiente soltura.

-         Bueno, mi perrita maquillada- dijo Mireya sonriendo mientras observa el aspecto con el que había dejado a su esclavo- creo que es el momento de que me des las gracias por la sesión.

-         Muchas gracias por esta sesión, mi Ama- dijo el sumiso.

-         Vaya, parece que no te he enseñado a ser lo bastante educado- dijo Mireya mirándolo con enfado- creo que un par de horitas más de sesión te harán ser un poco más agradecido.

-         No Ama, por favor, deme otra oportunidad para darla las gracias- pidió el hombre asustando ante la posibilidad de ser torturado un par de horas mas.

-         Vale- dijo Mireya dando una patada en los huevos del hombre que le hizo caer arrodillado a sus pies- pero mejor en tu posición natural.

-         Muchas gracias por esta sesión, mi Ama y por enseñar a este perro que no es un hombre sino un esclavo que solo sirve para obedecer- después de decir aquello dio un beso a los zapatos de Mireya- Gracias por hacerme ver que soy inferior a cualquier mujer, mi Ama, la juro que nunca trataré de forzar a ninguna otra mujer.

-         Eso está mejor- dijo la chica encaminándose hacia la puerta de salida.

-         Pero Ama… no me deje así por favor- Mireya se giró sonriente.

-         Ahí tienes tu teléfono- dijo Mireya señalando el móvil de Agustín que reposaba sobre la mesa del salón- estoy segura de que podrás llamar a alguien de confianza para que te venga a ayudar.

Sin esperar réplica alguna del hombre, la chica se dio la vuelta y cerró con delicadeza la puerta. Mientras bajó en el ascensor el Ama pensó en que debía de ser más cuidadosa si no quería que la sucediese algo así de nuevo, no siempre iba a tener la suerte que en aquella ocasión.

Continuará…

Agradeceré comentarios y sugerencias