Mirando como se follan a mama

Cierto día mi madre se quejaba de lo poco que ligaba. Me sentí en la obligación de ayudarla y la llevé a un club de encuentros. Ligó y se la follaron 4 tíos, aunque el último en follarla fui yo.

Mirando como se follan a mama.

Cierto día mi madre se quejaba de lo poco que ligaba. Me sentí en la obligación de ayudarla y la llevé a un club de encuentros. Ligó y se la follaron 4 tíos, aunque el último en follarla fui yo.

A veces las madres hacen heroicidades para sacar adelante a sus hijos, pero también nos encontramos en ocasiones con hijos que hacen auténticos esfuerzos por satisfacer los deseos de sus madres. Este es el caso de Melchor, un chico de 27 años que cierto día se encontró a su madre apenada y un tanto desolada por lo mal que le iba su vida sentimental, de modo que tomó la iniciativa y decidió ayudar a su madre a ligar, aunque no midió bien las posibles consecuencias y en el ardor de la noche se encaramó encima de su madre y fue quien mejor la folló.

Soy Pancho Alabardero, tengo casi cuarenta años, vivo en Madrid, mantengo relación con colegas que adoramos el sexo con imaginación y compartimos experiencias, confidencias y vivencias y a veces, sólo a veces, nos gusta darlas a conocer. Este relato les encantará y es posible, sólo posible que se sientan identificados con Melchor, en cuyo caso les rogaríamos que nos hicieran llegar sus comentarios acerca de lo que ustedes propondrían a sus madres para que disfrutasen de una intensa segunda juventud sexual.

Hola soy Melchor, tengo 27 años, vivo en Madrid, trabajo en las oficinas de una importante compañía española, vivo con mi madre que tiene 49 años, y una hermana menor de 14 años. Mi madre se separó de mi padre cuando yo apenas contaba con 8 años de edad y al cabo de dos años se volvió a casar con su segundo marido fruto del cual nació mi hermana pequeña, aunque también se volvió a separar al cabo de algunos años y desde esa vivimos los tres solos en casa.

Mi madre se llama Alejandra y es una mujer muy independiente, quizás por eso no le duraron nunca ni los maridos ni los distintos novios que desde su segunda separación ha ido frecuentando, aunque siempre ha sido muy considerada con nosotros, sus hijos, por lo cual jamás volvió a meter nunca un hombre en casa, aunque según he podido ir dándome cuenta, sus escarceos amorosos han sido frecuentes y apasionados, pues inevitablemente sus cambios de humor necesariamente repercutían en casa.

Eso hasta hace apenas unos meses, que no me ha pasado desapercibido que mi madre sencillamente se me ha marchitado. Sale poco, se compra poca ropa, viste con desgana, se arregla superficialmente y se pasa la mayoría de las horas en casa viendo la televisión, por lo que no hay que ser demasiado avispado para decirse: "Houston tenemos un problema"

-Qué te pasa, hoy tampoco vas a salir- le pregunté este fin de semana al verla repanchigada en el sofá sin aparente intención de salir.

-No me apetece- me contestó mecánicamente sin apartar la vista del televisor.

-Pero mujer, no has quedado con ninguna amiga, no hay ningún amigo que le puedas llamar- le dije animándola a que cogiese su fusil y saliese de cacería por la gran ciudad.

-No me apetece- fue su segunda y reflexiva respuesta, esta vez acompañada de una mueca de aburrimiento en su bellísima cara.

Mi madre es una mujer más bien garbosa y alta, mide 1,75, es de complexión media, pero de tetas generosas, de cara alargada y labios carnosos, de ojos verdes, de pelo negro azabache, de nariz aguileña muy proporcionada y de sonrisa a flor de piel. Nada que ver con la mujer que en esos momentos estaba viendo sobre el sofá del salón de casa.

-Y tú qué vas hacer- me preguntó al verme vestido y dispuesto a salir a pasar la noche de fiesta.

-Pues ya lo ves: a quemar la noche y a ver si consigo mojar- le contesté de manera despreocupada y alegre para ver si se le animaba el semblante, pero lejos de eso, su contestación me dejó planchado.

-Quien pudiera hacer lo mismo, hace meses que nadie me echa un polvo- me contestó con suma añoranza y casi, casi, rozando el pesimismo.

Mi madre de siempre había sido una mujer echada para delante, mi hermana y yo la llamábamos "La Llanera Solitaria" porque nada ni nadie se le ponía de por medio, cuando quería salir a tomar unas copas, salía, cuando quería bailar, bailaba, cuando quería follar, follaba, pero hoy estaba triste, desangelada y desaborida. Yo había quedado con amigos, pero no podía dejar a mi madre sola esa noche. Mi hermana estaba pasando el fin de semana con su padre y me pareció a mí que si en algún momento mi madre precisaba de ayuda, hoy era el día, de modo que le dije:

-Venga, vístete que nos vamos los dos a quemar la ciudad-

-Pero qué dices loco. Vete tu sólo que conmigo al lado no vas a conseguir mojar- me contestó sorprendida por mi propuesta

-Eso ya se vera, a lo mejor mojamos los dos- le dije apremiándola y haciendo que se levantase de sofá.

Apenas una hora después estábamos los dos cenando en un restaurante mejicano, unas margaritas de entrada, unos guacamoles, unas carnitas, unos jalapeños, unas cervecitas y salimos del restaurante con ánimo de ponernos la noche por montera.

-¿Qué hacemos nos vamos de botellón? Me preguntó mi madre alegre y divertida.

-De botellón nada, llévame a algún sitio que conozcas donde se pueda ligar que esta noche follamos- le dije envalentonado y animado por ver como mi madre había conseguido recuperarse. Era la llanera solitaria de siempre, aunque esta vez acompañada.

Y me llevó a un club de encuentros, es decir, un lugar donde van las parejas, matrimonios sobre todo, a follar o ver follar. Uno de los más glamorosos de Madrid, lujo y sofisticación desde que penetras dentro, algo por cierto nada fácil de conseguir, tan sólo si vas acompañado, porque los "singles" como aquí llaman a los lobos solitarios no son bien recibidos en fin de semana.

Era la hora ideal del día ideal. El ambiente estaba de lujo, la concurrencia espléndida, mi madre arrebatadora, yo atribulado. Veía tan sensual y tan lanzada a mi madre que me empezaban a entrar celos. Se la iban a follar y yo me iba a quedar a dos velas, y más o menos esa era la luz que brillaba en una de las salas privadas donde una azafata que estaba distribuyendo a los clientes en la entrada nos condujo, eso si, después de preguntarle a mi madre si quería participar en un "gang bang" que no es otra cosa que una bacanal en cristiano.

-A eso hemos venido- le contestó mi madre a la eficiente azafata, que me miró con ojos de picarona y me dijo

-Acompáñenme que esta noche van a ser las estrellas invitadas-

Bueno, estrellas no sé, pero en la salita sólo se entraba por invitación, aunque nosotros no llevábamos invitación, pero entramos. La salita era un pequeño recinto circular con unas 14 butacas y una pista en el centro enmoquetada y un poco elevada, de modo que más que una pista de baile, más bien parecía un escenario donde se desarrollaría la función. Nada más sentarnos el camarero nos sirvió en la mesa una botella de champán y dos copas. En la salita había en ese momento otra pareja sentada al lado, más o menos de la edad de mi madre, también había un par de caballeros y nada más entrar nosotros se colaron en la sala al menos cuatro hombres más, por lo que la sala estaba a tres cuartos de aforo, es decir unas diez personas, aunque sólo dos mujeres.

En todas las mesas servían champán, aunque según pude observar sólo le cobraban a los caballeros, a la otra pareja y a nosotros no nos cobraron. La música era más bien melódica, la luz lo suficiente sólo para ver siluetas y no tropezar, la salita tenía en los lados unos ojos de buey en el que poco a poco se apostaba gente mirándonos, hombres y mujeres que comentaban entre ellos. Mi madre y yo nos mirábamos, pero no nos atrevíamos a decir nada, lo mismo más o menos les ocurría a los otros invitados cuando al rato se volvió a abrir la puerta y entró otra pareja, ambos con antifaces puestos.

-Joder, que sofisticado. Quienes serán esos- le dije a mi madre.

-Esos no quieren que los reconozcan, pero no te preocupes, aquí nadie te reconoce- me dijo tranquilizándome.

Bueno, a mi que me reconozcan o no me importa un bledo, pensé para mí, aunque pronto cambié de opinión, porque nada más entrar la última pareja se levantaron, se subieron al entramado y comenzaron a desnudarse mientras la música ahora era algo así como una invitación a follar, joder que música más pegadiza, más insinuante, más sugerente, más provocadora, y se ve que no sólo yo pensaba eso, porque al minuto se levantó la otra pareja y también se subió al escenario, bueno la otra pareja y prácticamente todos los caballeros, que nada más tomar contacto con las damas comenzaron a desnudarlas poco a poco.

Mi madre no, mi madre se me estaba desnudando en la mesa y cuando sólo le quedaban las bragas y el sujetador se subió también al escenario y saben aquello de que los últimos serán los primeros, pues eso, eso es lo que le ocurrió a mi madre, que le duraron las bragas y el sujetador lo que un pastel a la puerta de un colegio, fue la primera en quedarse en pelotas.

Cuando las tres damas se quedaron despelotadas yo me dije: aquí no hay color, mi madre gana este partido por goleada. Una de ellas era bastante bajita y de pocas tetas, la otra, la última en entrar y que sólo conservaba su antifaz puesto, tenía carnes para dar y tomar, aunque mi madre era la que más expectación levantaba.

Bueno, no sólo levantaba expectación, lo levantaba todo, porque de pronto vi a mi madre en toda su esplendorosa belleza rodeada de tíos con la polla empalmada. Más que mi madre parecía una chica de almanaque, las manos se prodigaban sobándole las tetas, sobándole el culo, acariciando su pelo. Las otras damas también recibían ciertas atenciones, pero no les oculto que mi madre era el centro de las miradas.

Yo no me atreví a salir al escenario, joder, como iba a salir a follarme a mi madre. Miré a mí alrededor y sólo estábamos sentados el acompañante de la última pareja que había entrado en la sala y yo. Ambos nos cruzamos las miradas, pero inmediatamente las dirigimos al centro donde mi madre continuaba siendo severamente sobada y ya, la dama de carnes generosas, estaba siendo follada por un caballero que obviamente no era su acompañante dado que éste estaba sentado.

Al momento observé cómo el acompañante de la dama de las tetas pequeñitas se retiraba y se sentaba plácidamente en su butaca, mientras que su posición privilegiada, es decir montado sobre su delicadísima esposa, la tomaba uno de los caballeros y también comenzaba a metérsela para mayor placer de su marido, pues el muy jodido se sacó su polla y comenzó a hacerse una paja mientras disfrutaba viendo como se la metían a su amada esposa, aunque de vez en cuando se acercaba al estrado para susurrarle cosas al oído a su esposa.

La escena de la chica delicada y el pajero me impactó. Yo me preguntaba: qué puede decirle un marido a su esposa cuando otro se la esta follando.

Eché una ojeada a los ojos de buey donde la gente se amontonaba para ver el espectáculo, aunque la verdad creo yo que poco se podía ver, porque la luz era de lo más tenue, aunque era lo suficiente para ver con total nitidez que uno de los caballeros ya se la estaba metiendo a mi madre.

En ese momento me empalmé como un burro y sentí unos celos enormes. Me dieron ganas de saltar al escenario, echar al tío que se la estaba metiendo a mi madre y ocupar su lugar. Fue una situación muy extraña, sentía una calentura descomunal, obviamente nunca había visto follar a mi madre y nunca había visto como se la metían una y otra vez. Me quedé pasmado, me quedé petrificado, pero no apartaba ojo de lo que la estaban haciendo a mi madre. Otro chico, este incluso parecía más joven que yo, la estaba follando por la boca y mi madre se la tragaba toda dentro, no sé donde se la metía, pero la polla del chico desaparecía entera dentro de su boca.

Apenas unos cuantos minutos y vi que el tío que se la estaba metiendo a mi madre se levantaba. Parecía que ya se había corrido y de inmediato otro caballero, este quizás el mayor de todos, casi podría decir que es posible que superase de largo los setenta, se subió encima de ella y se la metió a placer. Y otra vez se me subió la sangre a la cabeza de ver como se estaba follando a mi madre, la sangre me hervía, el viejo se la metía y se la metía por el chochito de mi madre y el chaval se la metía y se la metía por la boquita de mi madre.

Otra vez otros cuantos minutos y el viejo se levantaba, aunque para mí más que minutos parecían horas. Aún no había dejado casi el hueco libre el viejo cuando otro tío se subía encima de mi madre. Joder, porque no se follan a las otras y dejan ya en paz a mi madre, me preguntaba, aunque de inmediato obtuve la respuesta, es que las otras también estaban siendo folladas, porque el pajero tenia los ojos medio desorbitados viendo como se la metían a su exquisita y amante esposa y acercándose cada tanto a decirle confidencias al oído.

El otro esposo estaba impertérrito viendo follar a su esposa, viendo como un tío se la clavaba en su generoso chumino y yo, yo medio loco, con la polla a reventar, con la sangre bulléndome en las venas y con los ojos como platos viendo con el vigor que este tío se la estaba clavando a mi madre. Mientras tanto el chavalito seguía dale que te pego metiéndole la polla por la boca de mi madre. Joder, esto era demasiado para mi, estaba que me subía por las paredes y estuve tentado, realmente tentado de desnudarme y subirme al escenario a follarme a mi madre.

Algunos caballeros ya comenzaban a abandonar el escenario y tomaban asiento en sus butacas, la señora gorda con el antifaz también se bajó, eso si, después de haber sido apasionantemente follada por al menos un par de tíos. Nada más sentarse al lado de su marido, él le dio un beso y pude escuchar cómo la felicitaba.

-Enhorabuena, has estado magnifica-

-Gracias cariño, aunque se me han corrido demasiado pronto. Había necesitado al menos uno más pero esa tía es una acaparadora-

Esa tía, como comprenderán era mi madre a la que el chaval se la seguía metiendo por la boca, pero cuando la chica de las tetas pequeñitas se quedó libre, me quedé prácticamente estupefacto al ver lo que iba hacer, bueno estupefacto y a punto de que mi polla reventase, porque se encajó entre las piernas de mi madre y le hizo una mamada de antología.

Eso fue lo último, había pasado casi una hora y la sala comenzó a vaciarse. Mi madre y yo salimos entre felicitaciones de los asistentes y de inmediato abandonados el club.

-Qué te ha perecido- me preguntó mi madre nada más quedarnos a solas en el coche.

-Joder, una pasada. Estaba que explotaba de cachondo- le dije totalmente aturdido por lo que acababa de presenciar.

-Y por qué no te has subido a follarte a una de ellas tonto. La pequeñita estaba muy bien- me apostilló.

-Porque yo a quien quería follarme era a ti- le dije totalmente fuera de mi, mientras le metía mano a su entrepierna.

-Y por qué no lo has hecho tonto. Por qué no has subido a follarme, me hubieras dado una alegría y lo habrías pasado muy bien-

-Quieres follarme ahora- me preguntó, aunque la pregunta ya era inútil, porque ya la estaba follando. Ya la había dejado medio en pelotas, ya le había bajado las bragas hasta los tobillos, ya le estaba mamando el chochito, ya la estaba tumbando en el asiento del coche, ya le había abierto las piernas de par en par y ya se la estaba metiendo.

La follé como un demente, como un maniático, nunca, nunca había follado con tanta pasión, con tanta locura. Nada de lo que hasta ese momento había experimentado se le parecía ni de lejos, era lo más de lo más, se la estaba metiendo a mi madre, le estaba metiendo la lengua en su boca buscando hasta el último rincón donde apenas unos minutos antes un chaval le metía su polla, ella no me defraudaba, me daba lo que esperaba, bramaba, brincaba con su chochito lleno de mi polla, me estrujaba entre sus brazos... y se me corrió como una quinceañera.

No puedo precisar con demasiada lucidez cómo llegamos a casa, pero llegamos. Nada más cruzar el quicio de la puerta me arrodillé delante de ella, la desnudé y la lleve en brazos a su cama. Me subí encima de ella y bajé en busca de su chocho. Tenía la luz encendida, quería disfrutar viéndoselo, y se lo mamé, le metí la lengua en su chochito y le hice una mamada como jamás le había mamado nunca antes el chocho a una mujer. Ella no se quedó atrás y también buscó mi polla para metérsela dentro de su boca, me la estaba mamando, nos estábamos haciendo un 69, estaba mamándole el chocho a mi madre, creí que iba a morirme de pasión, pero no sucedió eso, lo que sucedió es que estuvimos toda la noche follando, de todas las maneras, en todas las posturas...

Me la follé, me follé a mi madre y quieren que les diga algo...

... ME ENCANTÓ

El sexo es una fuente de placer inagotable, no cuesta dinero, rejuvenece, embellece, es saludable, y además no contamina. Pancho Alabardero alabardero3@hotmail.com