Mirando, al ritmo de Manu Chao

Como una cena de compañeros de curro, acaba en orgía.

Tú estabas ahí, borracha, bailando en medio de la habitación. Sensual y divertida, te movías al ritmo de Manu Chao mientras nosotros tres te mirábamos con cara de gilipollas. Pero (claro) había tres tipos distintos de gilipollas:

  • Javi, el gilipollas seguro; seguro de que al final de la noche, el que te iba a hacer gozar una y mil veces, iba a ser él.

Luego estaba:

  • Julián, el gilipollas empeñado; empeñado en obtener, mediante todo tipo de trampas y argucias, tan siquiera un beso de tu boca...

Y, al final, estaba:

  • Yo, el gilipollas al cuadrado; gilipollas con novia, deseándote más del doble que los otros dos gilipollas juntos, en fin...

Volvemos a ti (¿cómo distraerse?). Ahora habías cogido las cariocas y las bailabas moviendo rítmicamente tus caderas (adelante, atrás), hipnotizando seis pares de ojos que no hubieran cambiado de vistas por nada del mundo. Lo cierto es que con el pedo que llevabas te salían bastante mal: se te enredaban, te dabas con ellas... Pero eso no importaba... Al menos a nosotros, que permanecíamos allí, sentados, babeando...

Javi se levantó y nos ofreció algo de beber, al fin y al cabo, él era el anfitrión.

Ya llevábamos un chuzo considerable, pero a una cerveza no le íbamos a hacer asco. Ni Marta tampoco. Lo bueno es que la cama (de Javi) le pillaba bastante cerca.

¡Joder! No soy celoso ni con mi novia, y en ese momento odiaba a mis dos colegas sólo por mirarla...

No era para menos: su melena pelirroja rozaba sus blancos hombros desnudos, de piel tan suave a la vista. Iba sin sujetados, y sus senos se elevaban graciosamente en los pezones. Llevaba una camiseta de tirantes, una falda por encima de las rodillas y unas sandalias planas. Y nos hacía soñar con lo que habría debajo de su ropa.

Javi volvió con las cervezas, y al darle a Marta la suya, le dio un húmedo beso, como marcando el territorio. Ella le devolvió el beso encantada, y le susurró algo en el oído que a ambos hizo reir.

En ese momento, y más por cortesía que por ganas, le comenté a Julián que deberíamos irnos, que ellos querrían estar a solas. Pero Julián no me oyó, o hizo como que no me oía, y con decisión impregnando su mirada, se levantó hacia Marta, que estaba de espaldas a nosotros quitándose las sandalias, ligeramente agachada, mostrando una parte muy interesante de sus muslos.

Javi dio un trago a su cerveza, y le miró interrogante, mientras Julián cogía a Marta de la cintura y le besaba el cuello, pegándole el paquete al culo. Ella continuó de espaldas, bailando, con el gilipollas ese pegado a su culo tremendo.

Supongo que pensó que era Javi, pero me dio un morbo tremendo pensar que no. Marta se giró, con los ojos cerrados y abrazó a Julián buscando su boca, mientras adelantaba la pelvis para continuar rozándose con su ingle caliente.

Javi, decidido a no perderse el polvo que se avecinaba, se acercó a Marta por detrás y le lamió la nuca, de oreja a oreja. Ella hizo un pequeño gesto de sorpresa y se dio la vuelta muy lentamente, abriendo los ojos, para ver quién estaba despertando su enorme sensualidad a lengüetazos.

Entonces su cara de sorpresa fue total. Supongo que pensaba que estaba con Javi, y el que ahora se unía éramos o Julián o yo. Yo, que estaba pegado totalmente al sillón si no fuera por mi polla, que se elevaba dolorosamente, como queriendo acercarse al cielo (al cielo de su boca, o al de entre sus piernas, joder).

En ese momento, la situación cambió: ya no había tres espectadores, sino uno solo; y la reina de la noche ya no actuaba sola sino con dos mediocres farsantes...

Pero ella seguía bailando, entre sus dos cuerpos, su danza incitante, pero con una novedad: me miraba. Supongo que preguntándose por qué yo no bailaba con ella, o simplemente dedicándome el espectáculo, mientras la bragueta de mi pantalón amenazaba con romperse.

Ahora era Javi quien le comía la boca, mientras Julián le quitaba la camiseta y le lamía la espalda, del cuello a la cintura, dejando un rastro de caracol en su nívea espalda.

Javi no perdía el tiempo: hundía su rostro entre sus tetas, mientras aspiraba su aroma y rozaba la cima de los pezones con la lengua. Marta, entre risas y jadeos, se acercó al sofá que había al lado del mío, con esos dos detrás, y me ofreció el espectáculo más erótico de mi vida.

Arremangándose la falda hasta la cintura, se quitó las bragas mostrándonos sin asomo de pudor su pubis sin depilar pero con escaso vello cubriendo su vulva roja e hinchada, chorreando jugos. Julián no pudo resistirse a tal visión y se amorró a ella como si su vida de ello dependiera. Marta disfrutó de esa comida, cachonda como estaba, y le debió de abrir el apetito porque apartó a Javi de sus tetas y le bajó los pantalones y los calzoncillos de un solo tirón, para meterse su ansioso rabo en la boca. Cosa que hizo sin demorarse, lamiendo desde el capullo hasta que brilló de su saliva, para luego metérselo hasta el fondo, mientras le acariciaba los huevos.

Yo, como un zombi, me había puesto de pie tras el sofá, desde donde tenía una vista insuperable, y me acariciaba por encima del pantalón mientras la miraba.

Ella, liberando la mano que presionaba contra sí misma la cabeza de Julián, buscó la mía y, quitándola de mi tensa bragueta, la colocó encima de su teta izquierda, haciendo que la acariciara mientras la sacudían los espasmos de su primer orgasmo.

Javi y yo nos corrimos segundos después, yo, en mi pantalón; él, en su garganta.

Julián, con la polla amenazando con explotar, cogió a Marta en brazos, llevándola hasta la cama y se puso a follarla como loco, mientras Javi y yo nos acercábamos a ambos lados de la cama.

Javi se puso cerca, de manera que Marta pudiera acariciarle la polla mientras Julián la follaba de esa manera tan salvaje.

Yo me empecé a sentir culpable y cachondo de nuevo, hasta que lo segundo superó a lo primero y me acerqué al otro lado de la cama, para sentir su pequeña mano en mi miembro. Creí morir cuando me tocó (estaba ardiendo), pero empezó a mover la mano y eso hizo que mi polla adquiriera proporciones históricas, tan sólo deseando introducirse en ella, en cualquier parte de ella.

Julián ya estaba a punto de correrse, y Javi le estaba metiendo prisa, porque decía que le tocaba a él follarla. La pugna entre los dos la excitó muchísimo (lo noté en la presión sobre mi polla) y se corrió entre convulsiones interminables, que hicieron que Julián se corriera también.

Javi, bendito Javi, le dio la vuelta para follarla desde atrás, dándole a Marta la posibilidad de chuparme la polla al ritmo de sus suaves embestidas.

Julián, exhausto, se tumbó con la cabeza debajo del pecho de Marta, para poder comerse sus tetas, y su tripa.

Ella sorbía mi polla como si fuera un biberón y entrecerraba los ojos mientras Javi le metía la polla hasta el fondo en cada embestida.

A punto de tener su tercer orgasmo de la noche, a Marta se le bajó el pedo de golpe y debió empezar a pensar en el lunes por la mañana, cuando se encontrase cara a cara con sus tres compañeros de trabajo: Julián, Javi y yo.

El caso es que mientras yo eyaculaba en su boca, y ella y Javi se corrían juntos, Marta se puso a llorar.

Y se paró el mundo. Javi nos echó de su casa, abrazándola mientras se deshacía en lágrimas y yo me sentía fatal (no tanto por mi novia, sino por Marta y por lo mal que la habíamos hecho sentir).

Y mientras Javi consolaba a Marta, y yo prometía llamarla al día siguiente, el capullo de Julián hablaba de la paja que se iba a hacer pensando en ella, en cuando se lo contara a los colegas...

No pude resistirlo: le di un puñetazo para que se callara, y me fui silbando calle abajo, mientras le escuchaba gritar, amenazando, que se lo iba a decir a mi novia... Total, no estábamos bien desde hacía tiempo, y no sabía como cortar.

Así que al día siguiente llamé a Marta, y me lo cogió Javi diciendo que no volviera a llamarla nunca.

Y no lo hice. A pesar de que aún sueño con ella...