Mirando a Yolanda

2 experiencias de una amiga que me pide que os relate

Una buena amiga de "todorelatos", Yolanda, con la que tuve la oportunidad de intercambiar varios correos sobre relatos de esta magnífica WEB, tanto míos como de otros autores, me ha pedido que os relate a mi manera, dos historias reales y que sucedieron con 25 años de diferencia. Lo haré en primera persona, espero que os gusten tanto como a mí de oírselas contar a la protagonista en un encuentro inolvidable que tuvimos en Madrid

EL DESPERTAR

Era el final de los 70, España acababa de salir de la dictadura de Franco, la gente vivía todavía la inercia de la represión moral. Yo tenía entonces 14 años y en mi educación de colegio de monjas no había el más mínimo rincón para malos pensamientos que hasta entonces, si alguno inocentísimo había, sacaba de mi cabeza rápidamente temerosa de castigos divinos, confesiones vergonzosas y duras penitencias.

Vivía en un pueblo de Castilla la Mancha, en el seno de una familia acomodada, religiosa y de moral indiscutible, me dirigía a mis padres de usted y nunca se me hubiera ocurrido desobedecerles o contradecirles en nada.

Ese verano fui a veranear a casa de mis tíos en Tarragona. Mi tía, la hermana mayor de mi padre, era muy buena cocinera y acababa de montar un restaurante en el puerto donde servía un pescado estupendo, mi tío trabajaba en un banco y durante ese mes de agosto estaba de vacaciones, a él el restaurante no le decía nada, sólo se ocupaba de llevarle los números a mi tía. Me encantaba veranear allí, salté de alegría cuando me llamaron para invitarme, me encanta el mar.

Nada más llegar me encontré a Cecil la vecina de mis tíos. Cecil era francesa, tenía mi edad y otro verano que estuve por Tarragona nos hicimos muy amigas, ella era muy alegre, un poco gamberrita y siempre estaba de broma, nos reíamos muchísimo, guardaba un gran recuerdo de mis vacaciones junto a ella. Cuando la ví casi no la reconocí, estaba desarrolladísima, mucho más que yo, a pesar de no habernos escrito ni llamado durante todos esos años la complicidad volvió de manera instantánea, como si nunca nos hubiéramos separado.

Por la mañana siguiente estuvimos hablando durante horas, la verdad es que me sorprendió muchísimo, era muy atrevida, más de lo que me podía imaginar, me sentí como una niña pequeña a su lado, ella me hablaba de chicos, de dar besos con lengua y de meterse mano cuando pensaba que llegar a pasear dándose la mano era ya casi un compromiso. Cecil ya había tenido varios novios, me aseguraba que era virgen pero, entre risas pícaras, me decía que ese verano, quizás, eso cambiaria.

Cuando yo le contaba mis cosas y le demostraba sin querer mi inocencia supina ella se reía a carcajadas y me decía que lo que me hacía falta era un buen novio que me tocara bien mientras entre risas y forcejeos me tocaba los pechos por encima de la camiseta. Estaba realmente confundida, toda mi educación casta y pura se derrumbaba y, a pesar del temor, la curiosidad me atraía a Cecil de manera inevitable.

Cecil me contaba que uno de los juegos que más le gustaban era mostrar las braguitas cuando iba en tren, usábamos el tren para ir a la playa a un pueblo cercano, y me quiso mostrar como lo hacía, se sentaba frente algún señor incluso lo más sorprendente para mi, frente algún viejo y se hacía la dormida abriendo un poco las piernas y dejando ver sus braguitas. Yo miraba desde otro asiento y podía ver como los hombres no podían quitarle la mirada de encima, se sentían nerviosos y excitados. Cecil, mientras, escondida detrás de sus gafas de sol, con la cabeza recostada sobre el cristal, entreabría un poco los ojos y espiaba con placer la reacción de sus víctimas.

Es curioso como al pasar de niña a mujer tienes tanto poder con los hombres, el efecto hipnótico de los pechos o nuestros movimientos inocentes de niñas con cuerpos de mujer que marcan unas primeras curvas pueden hacer enloquecer a los hombres.

En la playa Cecil coqueteaba inocentemente con el de las hamacas para que no le cobrara, con el de los patines para que se lo prestara un rato, con el del chiringuito para que le diera una coca cola, ¡era terrible!, lo conseguía todo sólo con su cara de niña y su cuerpecito de lolita que no paraba de menearse, y de vez en cuando, arrimándose a ellos para rozarles con los pechos cubiertos por el bikini como si no se diese cuenta del efecto que les producía.

Al volver de la playa quise probar de mostrarme un poco frente a un hombre en el tren como lo hacia ella, me dejó las gafas de sol, ella se puso mis pantalones y yo su faldita. Llegamos al tren hacíamos ver que íbamos separadas, con la mirada me indicó un asiento frente a un hombre mayor, gordito, sudoroso, con traje y la corbata medio abrochada y que parecía salir de una aburrida oficina después de trabajar todo el día. Me senté frente a él, me sonrió, yo le devolví la sonrisa de manera inocente pero no podía aguantarle la mirada, me giré hacia la ventana, por el reflejo de esta podía ver cómo me miraba de arriba abajo, supongo que pensando que tenía suerte de que me hubiera sentado frente a él. Arrancó el tren y a los poco minutos me hice la dormida, a través de las gafas de sol y entreabriendo los ojos como hacía Cecil observaba como el hombre seguía el vaivén de mis piernas al ritmo del tren esperando poder ver en cualquier momento mis braguitas. De vez en cuando levantaba la vista hacia mis pequeños pechos que se marcaban debajo de la camiseta sin nada más que los tapase. Realmente sentía un placer enorme al sentirme observada por ese baboso.

Poco a poco fui abriendo más mis piernas hasta que la cara de felicidad de mi compañero de viaje me delataba que estaba viendo lo que buscaba, disimuladamente se puso la mano encima del paquete que había tapado con un libro y se frotaba cada vez con menos control y menos disimuladamente.

Al bajar del tren Cecil me felicitó, me dijo que había descontrolado completamente a ese hombre y que se estaba haciendo una buena paja a mi salud. Todo eso fue para mí muy nuevo, sentía una gran vergüenza y que había hecho algo realmente pervertido y sucio, pero a la vez una gran satisfacción de sentirme por primera vez deseada.

Esa noche mi tío y yo fuimos a cenar al restaurante de mi tía, en la mesa me fijaba en mi tío y pensaba si él también era un pervertido baboso que me espiaría a mí y a Cecil en el tren, pensaba si sería capaz de tocarse de b ajo de un libro. Todos estos pensamientos me excitaron muchísimo y a pesar de saber que me estaba pasando absolutamente del límite me propuse exhibirme ante él.

Mi tío era bastante mayor pero tenía su atractivo, lo que se llama un señor interesante, era muy simpático y siempre me hacía bromas, no había tenido hijos y me trataba como a su niñita. ¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar?

Cuando llegamos a casa me puse el camisón y me lo mojé expresamente en el baño por lo que se pegaba a la piel y mis pechos transparentaban bastante. Me presenté de esa guisa ante mi tío que se quedó petrificado e intentando desviar la vista de mis pechos. Le pedí una camisa suya y me dio una de manga corta bastante holgada y me la puse junto a unas braguitas blancas con dibujitos.

Bajé a la sala donde estaba mi tío sentado en la butaca, estaba escuchando un programa de radio. Me paseé un poco disimuladamente por delante suyo, mientras miraba las cristaleras del mueble de la sala podía ver cómo me seguía con la mirada. Estaba nervioso y se le notaba, me senté en el sofá, podía notar cómo me recorría con la mirada, me veía sexi, poco a poco me fui tumbando, le contaba cosas del colegio, de mis amigas, de mis juegos infantiles él me miraba en silencio, no podía evitar que se le notara que su mirada se desviaba a mis piernas, a mis braguitas que aparecían entre los muslos. También me miraba los pechos que tímidamente abultaban la camisa y a través de un botón abierto que dejé expresamente se podía ver algo de carne. Me encantaba el contraste de la conversación infantil y la mirada adulta de mi tío. Ese juego me ponía a mil y hacía que me envalentonase dejándole ver cada vez más descaradamente mis braguitas y mis pechos a la vez que inocentemente le rozaba con ellos entre juegos.

Me fui a la habitación, puse un espejo pequeño que había encima de la mesita estratégicamente apuntando hacia la puerta, dejé la puerta entreabierta y me puse en la cama boca arriba dejando ver completamente las braguitas con las piernas bastante abiertas. Dejé abierta la camisa para que se viera al máximo mi pecho pero sin dejar ver los pezones y en esa posición esperé a que subiera mi tío.

Ya eran cerca de las doce, no podía dormir de la excitación, de repente oigo que se apaga la radio que escuchaba mi tío, se enciende la luz de la escalera, los pasos se acercan a mi puerta y se detienen frente a ella, tímidamente entreabro los ojos para ver a través del espejo, él está allí, en la puerta, observándome. Se lo piensa un buen rato pero al final abre un poco más la puerta para que entre más luz y se acerca a mí, ya ha salido del ámbito del espejo y no puedo verle pero oigo su respiración acelerada cerca de mí, casi encima de mi pecho, tengo que hacer esfuerzos para que la mía no me delate, noto como su dedo se desliza suavemente por la solapa levantando la camisa y dejando a la vista todo el pecho, no contaba yo con eso, me estaba mirando los pezones podía notar el aire que expiraba sobre ellos, me entra un escalofrío que me hace temblar y mi tío pega un salto pensándose descubierto.

Cuidando mucho de no hacer ruido se va despacio de la habitación. Yo estaba excitadísima, no podía creer lo que acababa de hacer y el placer que recibía al mostrarme, mis manos no pudieron evitar dirigirse a mis pechos y tocarme para poco a poco bajar hacia mi sexo y por primera vez en mi vida masturbarme torpe pero maravillosamente pensando en todo lo ocurrido ese día.

Esa noche casi no pude dormir, necesitaba más y estaba decidida a conseguirlo.

Le conté lo ocurrido a Cecil que no daba crédito de lo calientapollas que me había convertido de la noche a la mañana, se rió un rato y me confesó que ella se había mostrado, simulando descuidos, varias veces completamente desnuda ante su abuelo, y que eso la ponía muchísimo. Nos reímos un buen rato mientras me contaba como se lo montaba para dejarse ver sin que se notara que realmente se estaba exhibiendo.

Se me había ocurrido un plan perfecto y se lo conté a Cecil, ella estaba alucinada de lo guarrilla que me había vuelto, nos propusimos de ponerlo en marcha esa misma tarde.

El plan consistía en simular que me había caído de la bici encima del barro de la calle y que me había hecho un fuerte golpe en el muslo. Cecil me ayudó a embadurnarme de barro y me llevó a casa agarrándome como si no pudiera andar.

Mi tío abrió la puerta y le explicamos que me había caído dándome un fuerte golpe, yo simulaba llorar y que notaba un fuerte dolor que no me dejaba andar, iba perdida de barro, hasta en la cabeza. Mi tío me ayudó a pasar y Cecil se despidió metiéndome mano por debajo de la falda y guiñándome el ojo cuando mi tío estaba girado.

Le pedí a mi tío que me llevara arriba que necesitaba bañarme y si podía prepararme el baño, él lo hizo mientras yo me desnudé en la habitación y me quedé sentada en la cama en braguitas y tapándome los pechos inocentemente con los brazos. Cuando entró en la habitación mi tío y me vio así se quedó parado pero intentó seguir con normalidad, me pregunto si no sería mejor llevarme al hospital, pero le dije entre sollozos que no, que era sólo un golpe pero que me dolía mucho. Le dije que me agarrara y que me ayudara a ir a la bañera, torpemente me cogió de la cintura, y yo le pasé el brazo por el hombro dejando un pecho completamente desnudo a la vista. Al entrar al baño miré de reojo al espejo, él también estaba mirando al espejo para verme mejor, nos cruzamos la mirada una fracción de segundo y él la apartó inmediatamente. Salió del baño y yo me desnudé del todo, y me metí dentro para quitarme todo el barro. Le llamé para que me ayudara a salir, yo me tapaba toda, le pedí que me ayudara a levantarme que no podía, que me dolía mucho, aparté mis manos de los pechos y mi sexo dejándolos completamente a su vista haciéndole un gesto con inocencia que quería que me agarrara para subirme, él completamente confundido siguió el juego, me abracé a él, y me levantó quedando por un instante mi cuerpo desnudo y mojado completamente pegado al suyo, le pedí entre sollozos que me ayudara a secarme, cogió una toalla y me la empezó a pasar por todo el cuerpo mientras yo simulaba no mirar y llorar, empezó por la espalda pero pronto se atrevió a pasarla por mis pechos, y las piernas sin perder detalle de un centímetro de su piel. Me cogió completamente desnuda en brazos y me llevó a mi habitación. Yo ya ni me molestaba en simular taparme. Le dije que quería acostarme para ver si se me pasaba el dolor y me quedé desnuda en la cama en la misma posición que la noche anterior pero esta vez sin nada, todo estaba expuesto.

Al rato oí un ligero jadeo y movimiento, me quedé quieta, él estaba allí, muy cerca, se estaba masturbando, no había duda. Un apagado resoplo marcó el final le siguieron unos mal disimulados pasos y luego silencio, estaba completamente excitada, me sentía allí desnuda completamente expuesta y no me disgustaba.

Ya casi era la hora de cenar cuando lo oí entrar en la habitación y se sentó a mi lado, estuvo un buen rato mirándome y luego me despertó para ver cómo estaba y si quería ir a cenar al restaurante, le dije que ya se me había ido el dolor y que tan sólo tenía alguna molestia, me tapé vergonzosamente con las manos y él me dio un beso en la mejilla. Me dijo que mejor no contarle nada a mi tía para no asustarla.

A partir de ese día siempre nos mirábamos con complicidad y cada año me invitaban a pasar unos días con ellos, a mi tío cada año le hacía un par de regalitos voyeurs del estilo del que os he contado hasta que, una noche y después de una discusión con un noviete y con alguna copita de más el jueguecito se me escapó de las manos, pero eso ya os lo contaré en otra ocasión quizás en "sexo con maduros", o "primera vez" o "sexo oral"… me lo tengo que pensar

VOLVIENDO A EXPERIMENTAR

Ya han pasado muchos años de esa primera experiencia adolescente y mi vida ha dado muchas vueltas, tuve varios novios, en el sexo lo he practicado casi todo, incluso en la universidad tuve una experiencia estupenda con una compañera de la residencia, me casé, tuve dos hijos, me separé y ahora tengo, entre otras, una relación intermitente con un pervertido que se dedica a escribir relatos voyeur y que se llama Jambo (je, je perdonad la licencia)

Mis experiencias exhibicionistas me han acompañado durante toda la vida, es mi debilidad, mi vicio, mis parejas nunca lo han sabido, es mi secreto íntimo. Lo hago siempre con disimulo, con la inocencia de un descuido, sigo mostrando descuidadamente mis bragas en los asientos de los trenes o del metro, me encanta exhibirme en los probadores de las tiendas delante de todos esos mirones que simulan esperar a la mujer o la novia y no sacan ojo de las cortinas. En la playa siempre hago topless y si detecto mirones cerca siempre les muestro algo más apartándome la braguita del bikini simulando sacar arena o dejando caer la toalla mientras me cambio. También me encanta dejar las cortinas ligeramente abiertas y dejarme ver, supongo que todos mis vecinos me han visto ya, y me gusta.

Os voy a contar lo que me pasó hace dos años, soy profesora de educación física y uno de mis alumnos, Javier, se clasificó para un campeonato nacional en Asturias que se realizaría durante un fin de semana.

Organicé toda la salida para que no fuera muy cara para la familia de Javier que era bastante humilde, busqué un alojamiento en un turismo rural por internet, compré billetes de tren y entrenamos fuerte durante todo el mes anterior a la competición, la verdad es que Javier se esforzó mucho, marcaba muy buenos tiempos y me hacía mucha ilusión llevarle allí.

Un día, al pasar por delante del vestidor de los chicos, escuché a sus compañeros que le decían que por fin estaría con su enamorada (¡¡¡usease yo!!!) y a ver si se aprovechaba que estaríamos solos para seducirme, que al estar separada seguro que iba muy necesitada, él les contestó que no le gustaba que hablasen así de mí, y que se arrepentía de haberles dicho que yo le gustaba.

Esto me puso muchísimo, Javier me caía muy bien, era un chico tímido y educado y la verdad es que nunca pensé que él se fijaba en mí, así como otros chicos o incluso compañeros profesores les había pillado mirándome las tetas o el culo (y me gustaba), a él no se lo había notado, supongo que por su discreción.

El día de la partida me vestí bien coqueta, faldita, blusa blanca que dejaba transparentar un poco los sostenes blancos de encaje pero sin parecer vulgar o fuera de lugar. Al llegar a la estación me lo encontré con su hermano mayor Carlos que le había acompañado para ayudarle a cargar las bolsas, los dos se me quedaron mirando, les dí dos besos y me subí al tren, mirando de reojo ví como su hermano cabeceaba como diciéndole las suerte que tenia, Javier estaba rojo como un tomate, esto me estaba gustando mucho.

Salimos de la estación de Atocha muy temprano nos quedaba un largo viaje hacia el norte, pasábamos el tiempo como podíamos explicándonos historias y él jugando con la nintendo… Después de comer me cogió el sueño y me quedé medio dormida, en un momento dado me desperté ligeramente y ví como Javier recorría mi cuerpo con la mirada, lentamente empecé a abrir mis piernas y a jugar con el vaivén del tren. Javier, que estaba sentado frente a mí, se dio cuenta enseguida de lo que estaba pasando y disimuladamente iba mirando mis muslos que de vez en cuando dejaba ver el triángulo de mis braguitas blancas. Se tensó como un tronco y enrojeció tanto que incluso tuve miedo de que otra gente del vagón se diera cuenta. Me sentí como una reina jugando con Javier, él disimuladamente cogió su móvil y se puso a grabarme en vídeo, estaba un poco confundida pero le dejé hacer un ratito hasta que levanté la cabeza de golpe y él muy sobresaltado pensando que lo había pillado disimuló haciendo ver que filmaba el paisaje. Yo me partía por dentro de la risa, me levanté y fui al baño, me desabroché un poco la blusa para enseñar un poco más de escote y me lo mojé para refrescármelo. Volví a mi asiento, Javier seguía nervioso y más cuando me vió así. Le pedí que me enseñara a jugar a la nintendo, se sentó a mi lado y me empezó a indicar, yo me incliné un poco hacia delante para ver mejor la pantalla y para abombar mi blusa que dejaba ver ahora todo mi pecho cubierto de un sujetador blanco de encaje. Javier se posicionó para tener la mejor perspectiva y así estuvimos durante la hora buena que faltaba para llegar a nuestro destino.

Cuando llegamos a la casa nos vinimos un poco abajo, no tenía nada que ver con las fotografías de internet, era bastante cutre y desarreglada, por eso era tan barata. El dueño era un hombre mayor muy palurdo y nada educado que nos acompañó hasta el apartamento que había habilitado en unas antiguas cuadras en planta baja llenas de humedad, era ya bastante tarde y no nos daba tiempo de buscar nada más, por eso nos quedamos pero era para salir de allí corriendo.

Nos repartimos las habitaciones y me di cuenta enseguida que el baño tenía un cerrojo con un agujero enorme, Javier que desde lo del tren estaba malísimo también se debió dar cuenta visto lo tenso que se volvió a poner. Enseguida se me ocurrió un plan, como llevaba una cámara de video, la escondería en la sala que daba al baño mientras me duchaba para ver hasta dónde sería capaz de llegar Javier.

Javier se fue a duchar primero mientras yo escondí la cámara, al rato de salir él entré yo, sin prisas me desnudé, me miré al espejo evitando fijar la mirada en la cerradura, donde estaba segura que se encontraba él, me duché excitadísima tapada por las cortinas de plástico semitransparentes, luego, con toda parsimonia, me sequé con la toalla y me puse crema por todo el cuerpo, luego me puse una ropa interior muy transparente de color negro y un batín muy corto de color blanco. Salí del baño y me fui directa a la habitación como si no quisiera que me viera así pero yo sabía que Javier estaba en la sala, simulé no verle pero notaba su mirada clavada en mí hasta que me encerré en la habitación.

Nos fuimos a cenar, Javier ahora sí que estaba enfermo, estaba segura que me había visto toda enterita, evitaba mirarme a los ojos, yo le hablaba de las competiciones a las que había ido de juventud, llegué a subcampeona de España de los 2.000 metros e incluso llegué a competir en un Europeo. Javier ni me escuchaba, estaba completamente desorientado por todo lo vivido en un solo día, empecé a tener miedo por la competición que se iniciaba mañana, quizás me había pasado con el jueguecito.

Al llegar de nuevo a casa nos despesdimos hasta la mañana siguiente y Javier se encerró en su habitación, saqué la cámara de su escondite, me fui a mi habitación y me dispuse cómodamente a visualizar la película.

No me defraudó, en cuanto yo entro al baño, sale Javier como un cohete de su habitación y toma posición de cuclillas frente a la puerta, al poco (yo ya debía estar completamente desnuda frente al espejo) se abre los pantalones y se empieza a masturbar, y no para ya hasta que después de un par de espasmos se corre en la camiseta que llevaba en la mano, saca el móvil y lo posiciona frente a la cerradura, al poco y procurando no hacer ruido se vuelve a meter en la habitación procurando no manchar nada. No me gustaba que me hubiera grabado con el móvil en el tren y en el baño, supongo que con lo tímido que era Javier no lo difundiría por el instituto, pero me daba miedo.

Me empecé a masturbar por la excitación de todo el día y en un momento dado escuché un ruido fuera, me di cuenta que la cortina de la ventana estaba un poco retirada y algo se escondió fuera de repente, Javier estaba en su habitación por lo que sólo podía ser el asqueroso señor de la casa. Era tal mi excitación que seguí con mi trabajo y dejé que me mirara.

Al día siguiente la competición fue un desastre, a Javier le eliminaron enseguida y no pasó ni a segunda ronda. Sus tiempos fueron malísimos mucho mayores que en los entrenamientos, esto nos hundió. Javier se sentía culpable por su desconcentración y llegó a llorar, y yo me sentía fatal porque sabía que toda la culpa era mía y de mi puto vicio. Era sábado por la mañana y hasta el domingo al medio día no teníamos el viaje de vuelta, estábamos eliminados por lo que ahora se nos planteaba el problema de qué hacer durante todo ese tiempo.

Se me ocurrió organizarle una fiesta para dos en casa, una idea que de paso le levantaría el ánimo aunque esto ya iría en otra categoría, quizás en "sexo con maduras", "primera vez", "sexo oral"… bufff tengo que pensar en que categoría lo continuo… claro que, como el dueño de la casa nos miró todo lo que quiso con mi consentimiento, igual también lo podría poner en este apartado, ya veremos