Miradas X. Reto superado
Microrelato. La mirada sobre los pechos de una mujer que sale del baño.
La puerta del baño masculino cerrado, un tío meando que ya se retrasa más de lo que mi vejiga va a poder soportar. La puerta del aseo femenino también cerrada y ni una chica haciendo cola que al menos que entretenga la espera. Maldita suerte la mía. Había visto ir hacia el baño a una mujer que desde hacía rato había despertado mi interés. Estaba sentada con su pareja, su marido intuyo, y mantenía una pelea constante con la tela de su vestido para que sus muslos no quedasen expuestos. Su pareja parecía empeñada en dejar al aire sus piernas. Estaban jugando y a mi me estaban poniendo caliente.
Cuando la vi dirigirse al servicio, de espaldas, me fije en su trasero redondo. No era muy alta pero tenía un cuerpo hecho para el deseo. Así es que decidí ir tras ella. Quién sabe si había cola en los dos aseos y podía recrearme un rato mirándola o incluso algo más. Pero no había tenido suerte. Esperaba. Cada vez me impacientaba más y empecé a dar pequeños saltitos, casi imperceptibles para calmar el empuje del alcohol consumido en mi bajo vientre.
La puerta del baño femenino se abrió y apareció ella. Mi vista se dirigió instantáneamente sobre sus pechos. El vestido era muy escotado y sus tetas escapaban al control de la tela. El sujetador las elevaba lo suficiente para mostrar la generosidad de su escote. Ahí me quedé prendido unos segundos, pero de repente noté un pequeño azoramiento en su cara, un rápido movimiento de su mano para meter algo en el bolso. Sólo pude adivinar una mancha negra que desapareció engullida casi al tiempo que la mano bajaba veloz para recolocar la falda del vestido que se había abierto impúdica, dejando ver buena parte de un muslo redondo y suave.
La mujer salió rápidamente aunque yo sabía que se había fijado en mi mirada, que había sentido el calor de mi deseo en sus pechos y la intriga por sus rápidos y nerviosos movimientos con la mano. Al instante, el baño de hombres se abrió y salió su pareja. Iba a cumplir con los deseos de mi vejiga pero decidí esperar un instante. El marido se dirigió hacia ella, que esperaba de espaldas en la barra. Con descaro le apretó el culo y comprobó que había cumplido el reto. La miró con una sonrisa cómplice, lasciva.