Miradas V
Un microrelato voyeur.
Su cuerpo se había desparramado en el sillón, vencida incondicionalmente, relajada. Sus muslos se entreabrieron, desinhibidos, aliviados por encontrarse en casa y poder mostrarse sin preocupaciones. Yo sé que son muslos tiernos, carnosos y firmes. Son la puerta de seda que abre un paraíso del que he gozado tanto que ya lo considero mi hogar. Ella no se daba cuenta, yo sí.
Un pequeño triángulo de color verde se dibujaba en el interior, desvelado por sus piernas abiertas y por la luz del sol que penetraba sin recato ni conciencia bajo su falda desvergonzada. No tenía sentido. No comprendía qué estaba pasando, pero mi sexo se removía en mi entrepierna. levemente aún, azotado por un hormigueo casi imperceptible que yo sabía que acabaría provocando una erección si no apartaba la mirada a tiempo de las piernas desnudas y lánguidas de mi mujer.
Ella no se daba cuenta, yo sí. Su tiempo se había dormido, se había acompasado al ritmo de su descanso; el mío se aceleraba al vaivén de mis pulsaciones, se eternizaba perdido entre sus muslos.
Ahora, en la ducha, aún percibo la hinchazón de mi miembro al recuperar de mi retina la impronta de su descuido. ¿Y si ella lo sabía?