Miradas nocturnas

Las miradas pueden gritar en el silencio...

Miradas Nocturnas

Mirada perdida, el cuerpo erguido en su asiento, la mandíbula apretada, y los nudillos cerrándose blancos sobre el volante. No hacía falta utilizar la perspicacia femenina para saber que el estaba tenso. El día había sido largo, cansado y para colmo poco fructífero. Fuera, la lluvia reflejaba el ánimo de ambos.

Ella se arremolinaba inquieta en su asiento. No sabía que decir para despejar aquellos nubarrones de la cabeza de su chico. Odiaba verlo así, no sabía si era por su silencio, o por aquella mirada fría y distante que tanto la incomodaba. ¡Odiaba verlo así!

Puso la radio, algo de música para destensar el ambiente. Las ondas, caprichosas e irónicas, regalaron unos compases de Celia Cruz, "la vida es un carnaval". Pero un gruñido incomprensible y una mirada arrastrada hasta la suya le hicieron entender que no era el momento de escuchar salsa. Sus dedos giraron un poco más y cazaron el "the long way home" de Norah Jones, y el ambiente pareció relajarse un poco. Al menos logró que él rompiera su silencio.

-Ha sido una locura, no se en que estábamos pensando-

Era una queja, pero cambió su mirada… ya era algo mas templada.

En aquel momento, una mano, femenina y tímida, cruzó el espacio que separaba ambos cuerpos, y se posó sobre la rodilla de su acompañante.

-Olvídalo, no pienses mas en eso, por favor-

La lluvia pareció entender algo incomprensible… Una fuerte luz, y su consiguiente trueno partieron el aire. Del sobresalto,  la inocente mano se desplazó pantalón arriba. Él redujo la velocidad, y bajó un segundo la mirada hacia la mano que escalaba por su pierna burlando la barrera de su enfado. Sus ojos buscaron los de ella intentando comprender lo que sucedía, y al ver su mirada comprendió.

Una vez mas, cual celestina, la lluvia se hizo cómplice de un juego silencioso que no necesitaba de palabras. Arreció el aguacero, y sirvió de excusa para que un intermitente, rompiera la oscuridad de aquella carretera con un aviso anaranjado de pausa.

El coche se detuvo en el parking de una pequeña gasolinera abandonada. Las luces del vehículo eran la única iluminación con la que contaban sus miradas, y huyendo de ella cerraron sus ojos en un beso. No era un beso normal, era un beso que los liberaba de la tensión vivida, de la discusión. Era un beso cargado de adrenalina, de emociones contenidas. Las manos de el, se escondieron bajo la blusa, en busca de un sujetador que perdió rápidamente la batalla por mantenerse cerrado. Ella sintió un escalofrío de satisfacción con aquel gesto, que le hizo apretar el bulto que su mano aprisionaba sobre el pantalón.

La pasión se convirtió en urgencia, y unos dedos suaves pero firmes recorrieron el sujetador, hasta escabullirse por debajo de él, amasando así unos pechos tibios y tersos. La respuesta fue inmediata. Con un gesto rápido y preciso, la mano que había iniciado aquel juego, sorteó la bragueta y liberó el miembro de su acompañante.

Mientras el besaba sus pechos ya al descubierto, ella masajeaba un falo deseoso de atenciones.

La situación no duró mucho, ansiosa de algo más, separó aquellos labios de su pecho. Lo miró fijamente a los ojos, y sin mediar palabra, se arrodillo sobre su asiento y posó sus labios sobre la punta del falo. Lo beso, con un beso corto y limpio, y acto seguido dejó que fuera su aliento el que lo acariciase, provocando una reacción inmediata en el cuerpo de su "contrincante". Sonrió satisfecha al comprobar los efectos de su beso, y empezó a lamer el tronco lentamente, lubricándolo a la perfección. Alternó sus labios con su lengua hasta que logró una erección completa. En ese momento, introdujo el pene lentamente entre sus labios, dejando que el notase como se introducía cada centímetro entre sus labios. Poco a poco fue acelerando el ritmo, acompasando su boca con un suave masaje con su mano en la base. Un par de movimientos de pelvis, le indicaron que él estaba a punto de acabar. Se incorporó, y liberándose de su ropa interior, se sentó a horcajadas encima de él. Fue recibida con un beso cargado de agradecimiento y una palabra.

-Espera, así no-

La tomó en volandas y la sacó del coche.

-¡Estás loco, llueve!-

Pero su interpelación no tuvo respuesta. Bajo una lluvia intensa, la estiró encima del capó, y sorteando su falda devolvió el cálido beso que ella le había brindado segundos antes.

Ella podía notar el frío del metal en su espalda, millones de gotas cayendo sobre su cuerpo, como millones de pequeñas caricias, y una boca cálida besando y acariciando su intimidad. No le importaba que alguien pudiera verlos, su libido estaba al máximo, y cualquier estímulo sería recibido con excitación.

De repente el beso paró, y la tibieza se convirtió en calor. Una penetración lenta, progresiva. Una penetración que se hacia desear. Entrando y saliendo, avanzando pocos milímetros a cada vez. Un gruñido ronco salió de su garganta.

-¡Fóllame!-

Y con sus talones empujó las nalgas de su pareja, obligándolo a terminar aquel juego de renuncias. El la tomó por los talones, los subió a sus hombros e inició un movimiento suave y acompasado, que se fue acelerando al ritmo de sus respiraciones. Con un percepción que solo da el conocimiento, él descifró en su entrecortada respiración que se acercaba el final, e impuso un ritmo frenético en el que ambos descargaron toda la pasión y la adrenalina. De repente, todo se detuvo, se miraron con ojos cansinos y se fundieron en un abrazo inerte.

Se dejaron mojar por la lluvia unos instantes, y entraron de nuevo en el coche. Estaban callados, pero una sonrisa traviesa atravesaba sus rostros.

-Lo siento, no volveré a ponerme así por una tontería- dijo el.

-Da igual, tenías razón. Es una locura ir a IKEA en fin de semana…-contestó ella.