Miradas furtivas entre extraños

Llegar a casa el viernes, encontrarme unas maletas en la puerta, y pensar quien coño había llegado, apareciendo mi mujer y decirme se iba el fin de semana con sus amigas, y los cri@s con su hermana. Diciéndome... ‘Bueno, ahora que tienes el fin de semana para ti solito, dime... ¿qué piensas hacer?’.

Miradas furtivas entre extraños

Fue llegar a casa el viernes a mediodía, y encontrarme unas maletas en la puerta, pensé... ‘quien coño había venido’, pero estaba muy equivocado, pues apareciendo mi mujer del interior del piso, esta me informo que se iba el fin de semana con sus amigas, y finalizando por hacerme saber que, los cri@s se quedarían con su hermana para que estuvieran con sus primos. Decirme esto, acabando por preguntarme...

  • “Bueno, ahora que tienes el fin de semana para ti solito, dime... ¿qué piensas hacer?”.

Obviamente le dije... ‘que no sabría que hacer’, echándome está en cara mis pocas ideas, y mi falta de planes, pero es difícil decirle que iba a hacer, cuando ella me ha cogido por sorpresa. Quizás más aun, cuando mi idea para ese fin de semana, era irnos a visitar la feria del libro u otras exposiciones, pudiendo picar o comer en la calle. Pero viendo que como es costumbre que se lo había olvidado, acabando por anteponer sus amigas a la familia, y claro está a nuestra deteriorada relación. Acabé por quedarme solo en casa, pensé en quedar con unos amigos, pero estos me dijeron que tenían ya planes, no sabiendo que hacer, acabe por quedarme finalmente dormido.

Cuando desperté, viendo la hora, me tome un café y me arregle para salir, no porque me iba solo a tomar unas copas, plan de lo más agobiante y aburrido, sino pensé en acercarme a comprar algo para picar y cenar el fin de semana. Salí informal, me puse mis vaqueros, mi camisa de mangas largas a cuadros azul y blanco, mocasines y un chaleco de mangas largas, prenda que solo me la coloco en los hombros y anudada por los puños de las mangas.

Fue salir y darme cuenta que refrescaba, pero aún así no me puse el chaleco, caminando diez minutos quizás un poco más llegué al supermercado, dándome cuenta que había poca gente, extraño pero verdadero. Tomé una cesta y recorrí las diferentes calles del supermercado, tomando pan, picos, vino, carne, etc., acabando por dirigirme hacia la caja. La cajera muy cortésmente me dio las buenas noches, horas que la verdad no eran, aunque en la calle lo parecía, comenzamos a conversar, dándome cuenta de que la chica deseaba hablar. Pensé que quizás haya estado unas horas sin que hubiera un cliente, o que quizás los anteriores sea de esas personas que solo hablan lo necesario, o esos otros que no ven oportuno de conversar con personal ajeno a su estatus.

Pues eso, comenzó a darme conversación y como precisamente prisa no tenia, y menos tenía en casa alguien esperándome, cosa que no me importo dársela. Comenzamos a hablar desde el mismo día al tiempo, diciéndome que estaba helada, no solo por estar frente por frente a la puerta de acceso, sino que desde hacía horas y al estar de píe, tenía frio en los pies y esto se lo había transmitido al resto del cuerpo.

Muy cortésmente por mi parte, acabe por ofrecerle mi chaleco a modo de entrar en calor, cosa que ella agradeció pero que tuvo que rechazármelo, explicándome que no porque fuera de un extraño, sino porque las prendas debían de ser parte del vestuario. Agradeciéndome según ella de corazón el detalle, cosa que poca gente por no mentar ninguna tienen, interrumpiéndola y recordarle lo ante mencionado, cuando me dijo de un extraño. Pues cogí y me presenté, continuando por decirle que no era tal extraño, ya que iba a ese supermercado desde hace años, viéndola cada día. Respondiéndome ella...

  • “Tienes mucha razón, yo también me he fijado en ti, siempre te he visto venir solo”.

Debo decir que ese ‘solo’, me sonó de una manera muy diferente, pero cuando quise decirme algo, está me interrumpió al presentarse, haciéndome saber que se llama Laura, (chica a la cual no eche más de treinta, rubia de cabellos no muy largos, corte de hasta los hombros, ojos marrones, no muy alta quizás no pasando del metro sesenta y muchos, sonrisa cautivadora, llamativa presencia y buen trasero).

Y en el momento que vimos cierto movimiento al fondo de la tienda, no porque otras personas vinieran hacia su caja, pero si para tenerla en alerta, pensé en pagarle ya, haciéndole saber que iba a hacer con tarjeta y cuando fui a pasarla, hacerle decir el aparatito que no tenía línea. Acabando por saberme saber que debía de abonarlo en metálico, eso o esperar a que el supervisor viniera y se lo arreglara, cosa que le hice saber que iba a ser en metálico. Tome el monedero, viendo que quizás lo suelto que llevaba no me llegaría para pagar, ya que, al estar acostumbrado a pagar con tarjeta, como que suelo llevar billetes. Pues, tras soltar todo el suelto, aun me faltaba por abonar un euro con veinte céntimos, decidiendo en dejar algún producto.

Laura no dejaba de decirme que no pasaba nada, ya que la culpa no era mía sino del mismo aparato, insistiéndome una vez tras otra que no devolviera nada, mostrándose ella más angustiada que yo mismo. Acabando por decirme...

  • “Mira, vamos a hacer una cosa, te digo que por un euro con veinte céntimos no me van a echar, pero si eso te sugiere un problema para ti, podemos arreglarlo de la siguiente manera. Esta noche cuando salga, me recoges y me invitas a tomar algo, o si prefieres mañana mismo”.

Proposición que me extraña, llegando a pensar que no sea dado cuenta que llevo un anillo de casado, pero que, tras aceptar por mi parte, debo decir que sería tan culpable como ella, pues ni yo mismo se lo he dicho. Acabando por intercambiar número de móviles, dejando dicha invitación para esa misma noche a la salida, quedando en recogerla en el aparcamiento a las once de la noche. Y dicho esto, acabe por marcharme, no dejándola sola, pues apareció otro cliente para pasar sus alimentos.

Me marché hacia casa, pensando que sin comerlo ni beberlo ya tenía plan, obviamente no pensé en nada malo, no di por sentado como cuando eres joven que una cita pueda acabar en la cama, más aun, cuando no la conozco de nada. Pero sí que pensé que debí de darle buenas sensaciones, no queriendo joderla, no deseando fastidiar este principio de contacto, pero, aun así, no os miento que deseaba tenerla entre mis brazos y de paso, ver esos senos que me imaginaba.

Por lo que, tras llegar a casa, me prepare algo de picar, no deseando llenarme por si más tarde cenaría con ella, luego me duche y me vestí algo más arreglado, recogiendo el piso antes de salir por si las ‘moscas’. Y viendo la hora, acabe por marcharme hacia el coche, tomándolo e irme hacia el aparcamiento, deseando llegar antes de tiempo y no queriendo hacerla esperar. Y mientras esperaba, se me paso por la cabeza que esta me daría el plantón, obviamente no agrede, sino que le olvidaría por el cansancio o las supuestas obligaciones.

Pero cuando la vi salir de la puerta de empleados, viéndome apoyado sobre un coche, esta me hizo señas, venía con prendas algo informales a como yo iba arreglado. Prendas que no era otras que un suéter, un pantalón tipo leggins, ropas que se molestó con ella misma, intentando dejar la cita para mañana sábado e ir ambos más arreglados, pero que, tras insistirme, acabo por montarse en el coche y la lleve a un bar que conocía.

Bar restaurante que tenía una mesa reservada, donde tras entrar y sentarnos, pedimos la bebida mientras veíamos la carta, pidiendo platos exóticos, tras la primera copa cayo la segunda. No dejamos de hablar de lo sucedido en el supermercado, me contaba anécdotas que le ocurrían, conversando de todo un poco, pero sin llegar a hablar de nosotros mismos. Siendo interrumpido en esos momentos por una compañera suya, persona que le saludo y le comento algunas cosas referentes a la tienda. No dejando de mirarme, como si deseara que Laura me presentara, pero que esta misma le corto la conversación, haciéndole saber que eso se habla en el trabajo y no fuera de él. Pidiéndome irnos a otro sitio, donde poder tomar una copa y a ser posible estar menos expuesto, levantándonos y llevarla a un local de copas cercano.

Lugar que tras entrar y elegir ella el sitio, pedimos unas copas, pidiendo ella un Gin tonic con ‘Puerto de Indias’, mientras yo pedí un mojito, copas que comenzamos a abrirnos. Comenzando a iniciar una conversación más abierta, refiriéndome ella sobre todo hacia el sexo, preguntándome...

  • “Te gustan los preliminares antes de comenzar, o eres de esos que van directamente al grano”.

Y claro está, conteste...

  • “Me encantan, soy de esos que opinan que sin los preliminares como se puede disfrutar, pues unos besos aquí y unas caricias allí, opino que son tan importante como unos azotes”.

Ríe ella sonrojada, pero que no le impide, volver a preguntar...

  • “Sabes una cosa, muchas veces me he sentido atraída por utilizar esposas o que me aten en la cama en cruz, dejándome hacer de todo”.

Dejándole claro que, si la ato a la cama en cruz, era obvio que era para hacerle de todo, no pudiendo poner ella ninguna objeción, finalizando por decirle que incluso le pondría una mordaza de boca a modo de silenciarla. Replicándome ella...

  • “Que cabrón eres... no”.

Volviendo a reír pícaramente, notándose que el alcohol está haciendo mella, no solo en sus ojos o forma de hablar, sino también en su forma de comportarse, pues aquella mano que tenía sobre mi muslo hacia ascendido hasta mi entrepierna. Acabando está por decirme...

  • “Uuummm!!, creo que tu amiguito tiene ganas de guerra, no te apetecería comprársela”.

Acabando por responderle...

  • “¿A quién te refieres, a mi amiguito o a ti?”.

Respondo aventurándome, pero no solo de palabras, pues me acerco con la intención de saborear sus labios al mismo tiempo que una de mis manas rodea su cuello. Dejándose ella besar, muerdos suaves y tiernos, mientras aprovecho para acariciarla desde su mismo cuello e ir descendiendo hasta su cintura, atrayéndola hacia mí. Separando mis labios de los suyos, e ir descendiendo hacía su cuello, besando y notar como se estremece por cada beso, ascendiendo hasta su oído. Acabando por decirle...

  • “Y si cogemos una habitación para darle guerra a mi ‘amiguito’, aprovechando las trincheras de tu cuerpo, y de paso contratacamos en el ascensor”.

Suelto, y mirándome a los ojos, me dice...

  • “Lo de las trincheras de mi cuerpo, te refiere a mis ‘michelines’”.

Río y le conteste, no tonta, me refiero a esos dos virtudes que tienes como senos, y por no ser menos galán al soltarte otras más, pidiéndome ella que apartará lo de galán y ser más claro...

  • “Pues mira, esas dos virtudes son tus pechos que deseo con todo mi cuerpo, comértelos y devorar tus pezones, como esas otras virtudes, no solo me refiero a tu cuerpo en general, sino el morder tus nalgas y el devorar tu coñito”.

Y soltarme ella...

  • “Por fin, eso es lo que quiero que me abres sucio y seas indecente”.

Y ante lo dicho, volver a decirle...

  • “Entonces que, me vas a dejar que te folle como la perra encelo que eres”.

Me mira y tras tacharme de cabrón, acaba por decirme pues vamos a que me lo demuestre, y mientras pagamos, nos encaminamos hacia el hotel, estando este a unos metros. Haciéndole saber entre sarcasmos e ironías... ‘que no soy ningún semental, sino un simple mortal insatisfecho, e incluso adicto al sexo’. Respondiéndome...

“Tranquilo que no busco ningún semental, sino como tú mismo dices... ‘un simple mortal’, pero ya te digo que juegas con ventaja, ya que me vas a coger desentrenada”.

Y ante mis palabras por mi persona, está acaba diciéndome...

  • “Sabes, siempre me digo que soy una mujer amante del morbo y de las situaciones morbosas, me gusta mucho el tabú, el jugar y por supuesto disfrutar, considerándome un poco sumisa y de cuerpo caliente”.

  • “Normalmente soy de mente abierta, aunque depende de las situaciones, el morbo y de la caña que me des, entonces me transformo en una mujer bastante dominante”.

Y en un momento dado llevado por la excitación, me hace detenerme, mirándome a los ojos dirige su mano a mi entrepierna y no dejando de palpar mi miembro sobre el pantalón, no dejando de decirme que debo de tenerla muy grande. Me da por hacerle la confidencia que no es para tanto, cosa que ella me dice...

  • “Eso es lo que menos me importa, siempre que el dueño sepa utilizarla y sepa tratar a una mujer en la cama, si eres capaz de satisfacerme, eso es lo que menos tienes que pensar”.

Reanudando el paso, llegando al hotel y pidiendo una habitación para una sola noche, no hay preguntas indiscretas, tras darle mi DNI pago al momento, para evitar pagar cuando nos vayamos. Y tras darnos la tarjeta de acceso a nuestra habitación, nos dirigimos como una pareja feliz hacia el ascensor, entrar y pulsar el botón cinco. Y mientras subimos, acabamos por besarnos, no dejando de acariciarnos, palpándole las nalgas y notar su leggins por su coñito húmedo... mmmm!!. Dándome por decirle...

  • “Quítate los leggins, venga aligera”.

Ella me mira sorprendida, quedándose aún más cuando me da por animarla al tiempo que tiro de él hacia abajo, no dejándome de mirar y soltarme...

  • “Nooo... hombre, y si se abre el ascensor y hay alguien, no quisiera pasar por esa vergüenza”.

Animándola una vez más, sugiriéndole que tire de su suéter hacia abajo, como si este se tratara de un vestido, duda unos segundos y acto seguido, veo como comienza a quitarse el leggins. No perdiendo detalle, menos de ese culazo que tanto se le marca, sintiendo mi polla hasta molestarme en el interior de mis pantalones. Me mira con una expresión picarona y al mismo tiempo me sonriente, tachándome de malo y de pervertido, pero admitiéndome que le gusta y le excita. Y coge y me recuerda...

  • “Tú no eras ese que, hace un rato me dijo algo de contratacar en el ascensor”.

Y obviamente y ante su indirecta, cogí y me agaché, entre risas me quiso apartar, pero con rapidez y astucia, comencé a besar y lamer su coñito sobre sus braguitas. Ella tímidamente intentaba apartarme, pero que finalmente apretaba mi nuca contra su pubis, sintiendo como mi lengua lamia desde su clítoris hasta su vagina. Sintiendo su coñito empapado, mientras acaba por soltarme...

  • “Uuuffff!!... cabrón, me estas dejando para que me puedas follar más fácilmente... uuummm!!”.

Y sonar el sonido de haber llegado a nuestra planta, salir y tener la suerte de que no había nadie, dirigiéndonos directamente a nuestra habitación, entrar y llevarla directamente a la cama. Mientras ella me desviste, quedándome con la corbata pues tenía otros pensamientos con ella, quitándole a ella las pocas prendas que le quedaba, no dejando muy lejos sus medias. Comiéndome la muy cabrona la oreja, diciéndome...

  • “Quiero que seas muy perverso conmigo”.

Y como quien dice, me vino a la mente esas palabras, cogiendo mi corbata y darme por sujetar sus muñecas, acabando por amarrarla al cabecero de la cama. Tomando sus medias y amarrar cada pierna suya a un extremo de los pies, finalizando por colocarle como mordaza un pañuelo, mirarle maliciosamente. Y comenzar a besar su cuello e ir descendiendo hacia sus pechos, bajando por su vientre hacia su pubis, comenzando a devorarla. Iniciándome en su coñito y no dejarla hasta que la boca me babeaba de sus orgasmos, y dolerme los oídos de escucharla suplicarme que me la follara, y eso que tenía el pañuelo.

Pero cosa que hice una vez que cumplí con sus orgasmos, comencé a penetrarla, manteniéndola amarrada, dándome por quitarle la mordaza y usar este pañuelo para vendar sus ojos. Comenzando a maldecirme e insultarme, volviéndola a introducírsela y está entre gemidos, me pedía más caña... ooohhh!!.

Y como olvidar, como cuando solté sus tobillos, tomando sus piernas y alzarlas, levantándolas hasta acabar colocármelas en los hombros, tomar mi miembro y volverá introducir mi capullo... uuummm!!. Postura que se de sobra que es mucho más placentera para ella, pues las penetraciones son mucho más profundas para ella, no dejando de gemir y suspirar. Postura que también me permitió, disfrutar de su cuello y pechos, cuyos pezones devore sin dejar chupar a pesar de dejárselo enrojecidos.

Y en todo esto, ella no dejaba de suplicarme que la soltara, no dejaba de amenazarme con dejarme ‘sequito’, y que tras no más de quince minutos, acabo por explotar en un nuevo orgasmo. Acabando por sacársela con sumo cuidado y suavidad de su interior, ayudándola sin llegar a soltarla y menos quitarle la venda. Dándome por girarla, colocando ahora sus piernas flexionadas, colocándola en posición de cuatro (perrito), soltándome asustada por la posición. Suplicándome...

  • “Por favor... por detrás no, nunca me la han metido por el culo”.

Como si pensará que, por solo colocarla en posición de perrito, significará penetración anal, cosa que, sin llegar a decirle, me basto solo con penetrarla, comenzando nuevamente a gemir y suspirar. Mientras alternaba sus pechos con sus caderas, acabando por soltarle las muñecas, cosa que ella liberada ni llego a quitarse la venda, pero si acabo por decirme...

  • “Si así lo deseas, puedes desvirgarme por detrás, pero debes de tener mucho cuidado, ya que nunca lo he hecho”.

Y aun teniendo su beneplácito, continúe follándomela por su único orificio que me importaba, acabando ella por apartarse, hacerme tumbar sobre la cama, y tras cogérmela... llevársela a la boca. Diciéndome ante...

  • “Vaya... vaya, no aparenta tanto, pero da una guerra que más de una quisiera”.

Acabando por metérsela en la boca, chupándomela no con tanta experiencia como otras que conozco, pero menos da una piedra. Acabando por sacársela y acabar por subirse encima, entrando sumamente fácil, pues no es para menos la guerra que lleva. Sintiendo ella mi miembro dentro, soltándome...

  • “Ahora me toca a mí, no voy a parar hasta escucharte suplicar, o me canse yo”.

Cosa que finalmente hicimos ambos, no le suplique parar a pesar de haberme corrido, y sí nos detuvimos, porque ella me hizo saber que no podía más. Sacándosela con sumo cuidado, no porque me pudiera hacer daño, sino porque decía que estaba rozada entera, alegando que hacía tiempo que no lo hacía al menos de esta manera. Dejándose caer a mi lado, quedándonos dormidos un par de horas, tiempo que nada más verlo en su reloj, acabo sobresaltándose e irse a duchar, pidiéndome que la dejara en los aparcamientos del supermercado. Y recuerdo, como cuando me estaba duchando, escucharla decir desde el interior de la habitación...

  • “Maldita sea”.

Acabando por maldecir y acto seguido comenzar a reírse, saliendo yo del baño y ciertamente asustado, preguntarle los motivos, respondiéndome ella...

  • “Siento muchísimo mi comportamiento, siento que lo he estropeado todo, sobre todo por la manera con la que te dado prisa”.

Dice y continua...

  • “Lo estaba pasando realmente bien, pero ha sido mirar la hora y sobresaltarme, no acordándome que mi marido está en la playa con el resto de la familia”.

  • “Perdóname, ni me acordaba y menos he caído que, ayer noche antes de salir del trabajo, le hice saber a mi marido que me iba de copas con algunas compañeras, y que él mismo, me animaba a que me lo pasara bien”.

Dice a medio vestir, mientras le invito a meternos en la cama y descansar, o llevarla sí así es su deseo a recoger su coche al supermercado, acabando por optar por la segunda opción. Y en el transcurso del viaje de regreso, íbamos ambos callado hasta el mismo parking, donde antes de bajar de mi coche, esta me dio un beso. Y cuando pensé que todo quedaba ahí, pues ese beso lo sentí mas como despedida que como otra cosa, siendo ella misma quien me sorprendió nuevamente.

Pues está, acabo por proponerme vernos al día siguiente, pero con el pensamiento que no hay nada más, ya que ambos estamos casados y tenemos familia. Dice y me hace saber que su turno es por la mañana, teniendo toda la tarde libre. Siguiendo por decirme, estaré más descansada y me arreglare para ti, sugiriéndome vernos si lo deseo, cosa que acepte. Repetimos, animándola con juegos morbosos y llenos de fantasías, experiencia tabú que me dejo hacerle de todo, no dejándome de decir que parecía un ‘niño con un juguete nuevo’.

Y a día de hoy, aún sigo encontrándomela en el supermercado sobre todo a la hora de pagar, donde nuestras miradas furtivas no dejan de cruzarse, no dejándole de preguntar por mi parte, aprovechando que nadie escucha... ‘por su jornada laboral’. Ella simplemente ríe, soltándome...

  • “Luego por el whatsapp te digo, y me dices si este fin de semana, tú mujer se marcha otra vez con sus amigas”.

Y no me da tiempo de llegar al coche, cuando la muy cabrona me ha mandado un whatsapp, donde me enseña un conjunto de lencería y se puede leer... ‘¿Cuándo lo estrenamos?’. No quedándome otra que resoplar, pues ese conjunto de ropa interior de encajes de color negro con ligueros a juego, como para no estar como..., bueno mejor callarnos.

No quedándome otra que buscar entre mis contactos, buscando con quien poder desahogarme, pues no estoy como para aguantar todo el día. Y bueno lo dicho, agradecer a todos aquellos que me leéis y os haya gustado, espero que no os hayáis manchado demasiado. Si queréis saber más de mí, me lo hacéis saber a mi email es: jhosua 1974 @ gmail . com (obviamente todo junto).