Miradas: El trasero de la camarera

Microrelato que cuenta la visión de una camarera y la reacción que provoca

Sus pechos debieron sentir la humedad del deseo de las miradas que se concentraron en ellos. La ausencia de contención de la joven no permitía actitudes tibias y mucho menos relajadas. El grupo de amigos se tensó para sostener aquella profusión humana, femenina. Sonrisas nerviosas, miradas asombradas, tripas cuarentonas reprimidas violentamente. Pero la tentación pasó de largo y las miradas concentraron en la redondez lunar del trasero firme, de la falda ajustada, milimétrica; de las piernas ciclópeas, marmóreas, soportes necesarios para sostener un cuerpo mitológico.

La joven camarera centró su atención en la mesa cercana. Una pareja joven compartía tertulia nocturna con quienes parecían los padres de ella. La desbordante sensualidad de la joven atraía las miradas de todos ellos. De todos menos del joven novio, que hacía esfuerzos ímprobos por mantenerse alejado de las curvas tentadoras. No la miró cuando le preguntó qué deseaba tomar. Casi parecía a punto de explotar por la tensión de no dejarse llevar por el deseo de la mirada. Al fin y al cabo sus “suegros” estaban delante, aunque ellos la miraban sin recato, no podían dejar de hacerlo.

La muchacha desbordante se movió sinuosa hacia la barra, pidió las bebidas para la mesa familiar y, mientras esperaba, se arrojó en los brazos de un joven que, vigilante, se apostaba sobre un taburete, pendiente de sus movimientos. Ella se inclinó angustiosamente sobre el joven celoso de su trofeo y le cortó la respiración al dejar reposar sus pechos bíblicos sobre él. Comenzó a ponerse rojo y se dejó llevar por el abrazo cálido, tierno y peligroso de la chica. La falda del mini vestido se inclinó al unísono sobre el joven y el trasero, más Júpiter que Luna, apareció redondo y blanco antes nuestras miradas asombradas. ¡Qué espectáculo se estaba perdiendo el joven abrazado y satisfecho!