Miradas: El desayuno
Al recuperar la postura, con naturalidad se levantó el vestido, largo hasta los tobillos, y dejó descansar su borde a medio muslo. (es un microrelato pero por el tema lo pongo en Voyerismo)
Lo primero que vi fue el caminar. Sus pies se asomaban tímidamente escapando del encierro de un vestido largo y ligero. Venía empujando un carrito de bebé, detrás de ella su marido hablaba por el móvil. Ella, alta y muy delgada. El vestido resaltaba las dos cosas. El pecho ligero, etéreo, flotaba en un escote generoso, veraniego, pero recatado. Se sentaron en una mesa frente a la mía, a unos seis metros de distancia. Ella frente a mi, con las piernas cruzadas. la derecha sobre la izquierda, dejando ver levemente la pantorrilla. Él, de espaldas a mi, hablando por el móvil.
Ella pidió el desayuno. Yo ya devoraba el mío, frené mi ímpetu, tenía la sensación de que algo iba a pasar. Se inclinó hacia la izquierda para acariciar al bebé. El marido seguía con su teléfono. Al recuperar la postura, con naturalidad se levantó el vestido, largo hasta los tobillos, y dejó descansar su borde a medio muslo. Oculto tras mis gafas oscuras la miraba ya sin disimulo. Giró ligeramente la cabeza y me devolvió la mirada con un discreto movimiento de la comisura de los labios. Sabía que la estaba observando y había decidido alegrarme el desayuno. Pedí otro café.
El marido seguía hablando por teléfono. De espaldas, algo rellenito, de vacaciones. Ella no. Ella desayunaba, atendía al bebé y me miraba sigilosamente. Se cansó de la postura y se subió un poco más el vestido, largo, eterno, inacabable. La pierna izquierda buscaba ahora descansar sobre la derecha. En el camino se entretuvo en el aire dejándome observar la tela de sus bragas. Un relámpago, no más. Volvió a arquear imperceptiblemente sus labios hacia arriba y tomó la taza de café para beber un sorbo. Mi teléfono sonó. El marido seguía hablando por el suyo. Tenía que irme.