Miradas, descubriendo a Bea (I)
La apertura de un edificio de oficinas frente a mi trabajo me dio la oportunidad de conocer a la mujer más increíble de mi vida, pero esa mujer tenía un secreto, que estallo y dio un vuelco a nuestra relación.
Parece mentira, hacia menos de un año que habían tirado esa casa y ya habían levantado un edificio de oficinas de cuatro plantas y lo tenían prácticamente terminado, por dios, con lo tranquila que es esta calle, esto lo va a revolucionar todo, pensó Sergio.
Perdonad, me voy a presentar, me llamo Sergio, tengo 37 años, castaño ojos de color miel y alto, más o menos 1.85, soy atractivo y cuido mucho mi imagen, voy todos los días a correr y dos veces por semana al gimnasio, al lado del taller donde trabajo hay una tintorería y a cambio de hacerles el mantenimiento de su coche ellos me lavan y planchan la ropa, con lo que voy hecho un pincel. De siempre me ha gustado la mecánica del automóvil, todos mis estudios y mi formación se centraron en esa rama y me prepare bien a fondo.
Tengo un taller de reparación de automóviles justo enfrente de este nuevo edificio, por eso mi comentario. A los 20 años, me quede huérfano de padre y madre debido a que tuvieron un accidente de tráfico y soy hijo único, mi juventud como tal saltó de joven alocado y fiestero a hombre serio y responsable, teniendo que tomar las riendas de mi vida, y empezando a administrar todos mis bienes. Gracias a mis padres, me dejaron una casa pagada y una cuenta corriente muy saneada más un fondo de inversión, con este último pague el traspaso de mi taller y así llevo viviendo 15 años, y no me va nada mal, gano dinero, vivo bien, llevo una vida sana y ordenada, tengo una asistenta que va dos veces por semana y mantiene limpia mi casa. Lo único que no dejo es que me hagan la comida, he aprendido a cocinar y preparo unas comidas que según la gente que las ha probado me han dicho que están deliciosas y que tengo buena mano para la cocina. Si acaso, lo único que echo en falta es a una compañera, pero visto lo visto con mis últimas conquistas, decidí que llegados a este punto y con mi edad, no aguantaba estupideces ni tonterías, prefería cascármela como un mono y si estaba muy desesperado, pagar por sexo sin complicaciones.
Llegó el momento en que la calle se atiborró de camiones de mudanzas y se empezó a descargar todo el mobiliario, iban a montar la sede de una consultoría y todo tenía que estar funcionando en menos de un mes, esto último me lo dijo el dueño de la empresa, un hombre de unos 50 años con muy buena presencia y un cochazo impresionante, lejos de ser un señorito, y un vanidoso, se presentó y estuvimos charlando, me cayó bien desde el principio y como se suele decir hubo química entre nosotros, mientras él dirigía como se debían colocar todos los muebles en las diferentes plantas, me dejo su coche para hacerle una revisión, cuando me quise dar cuenta ya estaba en marcha la empresa, todos los días a las ocho de la mañana era un continuo fluir de gente entrando a ese nuevo centro, y como era de esperar la calle, antaño muy tranquila, se volvió intransitable. Bueno, habría que adaptarse a todo esto de la mejor manera posible.
Con el paso de los días, me fui fijando más en la gente que entraba todas las mañanas, una chica joven y muy alta, guapísima, y con un cuerpo de escándalo, acaparo toda mi atención desde el principio, para que os hagáis una idea, imaginaos a Ariadne Artiles (modelo española, es mi amor platónico), pues de ese estilo pero el doble de guapa os lo aseguro, me fije que estaba cara al público, es la primera persona que veía el cliente según entraba en la empresa, y no me extraña, con esa cara y ese cuerpo, yo solo entraría por hablar con ella. Seguí sus hábitos, llegaba casi a la misma hora que yo, se bajaba de su desvencijado coche y se iba a tomar café al bar de la esquina, casi tres meses estuve estudiándola, y prácticamente enamorándome de ella, era preciosa, pero para mí, inalcanzable, yo era invisible, no estaba en su entorno ni había cruzado una mirada conmigo en todos estos meses. Ese amor platónico sabía que no me llevaba a ningún lado, era consciente de que yo no iba a hacer nada mas y para intentar odiarla un poco, me imagine que tendría hombres a su alrededor como moscas cojoneras, todos ellos vacíos de cabeza pero con unos cuerpos muy cuidados y guapísimos, vaya modelos 100%, eso es lo que mi mente imaginaba.
Seria mediados de mayo, un viernes por la tarde me disponía a irme a mi casa después de una semana dura, muy dura, de trabajo, serian cerca de las ocho de la tarde, cerré el taller y cuando me iba a ir escuche el inconfundible ruido de coche/cascajo que no arrancaba, el motor de arranque si movía el motor sin problema, fallo de batería no era, mire a mis espaldas y allí la vi, a mi musa, intentando arrancar el coche y con una cara de mal humor que daba miedo aun siendo una preciosidad, ella insistía, a ver si en una de estas…pero no.
—Bueno, pensé, que se las apañe, que llame a una grúa o a su seguro, fijo que con ese cuerpazo y esa cara la ayudan hasta para mirar la hora.
Metí la llave en el contacto y me quede mirando al cuadro de relojes con sus luces encendidas, golpee mi frente con el volante varias veces mientras me lo repetía.
—Bobo…bobo…bobo, si estas deseando acercarte y ayudarla, ¿Ahora te vas a hacer el duro?
Quite las llaves del contacto, me baje y la mire, era una preciosidad, ese día iba con una camisa entallada blanca, minifalda negra, medias negras y zapatos de tacón, su melena negra en una cola de caballo, así de lado se la veía su silueta mientras miraba el motor, su culito respingón y su pecho generoso, ufffff, me estaba poniendo malo,
—Hola vecina, ¿Tienes algún problema?
—Hola Sergio, sí, tengo un problema, mi pequeñín no quiere arrancar, es una suerte que estés aquí para ayudarme.
Me la quede mirando muy sorprendido, sabia mi nombre y quien era….
—Me…me…me has llamado por mi nombre, tartamudee sorprendido.
—Pues claro, ¿Cuánto tiempo llevo trabajando aquí?, casi cuatro meses, llegamos siempre a la misma hora, vamos a tomar café al mismo bar, te quedas mirándome como un bobo, incluso te he visto que te quedas mirándome a través del ventanal de la entrada, pero no te has acercado ni te has presentado, hasta hoy, pues yo me he preocupado en saber algo de ti, por ejemplo tu nombre.
Note como me subían los colores, no era invisible para ella, de hecho sabia más de mí que yo de ella, como se suele decir, ”ZAS, en toa la boca”, ella me miraba entre divertida y enfadada, tenía que decir algo, pero estaba en blanco, me había desarmado totalmente, me aclare la garganta la notaba seca.
—Bien, veo que sabes más de mí de lo que imaginaba, pero juegas con ventaja, yo no sé tu nombre.
—Beatriz, aunque me gusta que me llamen Bea, sonrió y con cara de guasa me dijo, te ha costado preguntarlo, ¡¡EHHH!! Jajajaja.
Me notaba la cara arder, debía de estar más rojo que la grana, me sentía como un corderito frente a un lobo hambriento, eso unido a su belleza y a la seguridad en sí misma me “acojono”, ella debió de notarlo, y borro esa mueca de cachondeo de su cara.
—Sergio, perdóname, de vez en cuando tiendo a hacer esto sin darme cuenta.
—Bien, no pasa nada, dije algo incómodo por la situación, vamos a ver qué le pasa a tu “chiquitín” anda, hazme el favor, intenta arrancarlo.
Al sentarse en el coche, solo introdujo su pierna derecha para accionar el acelerador, la pierna izquierda estaba fuera del coche con lo que tenía las piernas ligeramente abiertas, no lo pude evitar, era un imán, mi mirada se dirigió a su entrepierna, las medias eran de esas que no llevaban liguero, ni eran enteras, llevaban un elástico que se adaptaba a su muslo e impedían que se cayesen, subían hasta la parte alta de sus perfectas piernas, casi rozando su ingle….y el triangulito de su sexo cubierto por una braguita también negra….fueron unos segundos, pero que se grabaron a fuego en mi retina, la erección fue inmediata. Respire hondo y me centre en lo que ocurría.
—Bea, dale al arranque.
Cuando giró el motor, un feo sonido de falta de compresión en los cilindros llego a mis oídos, era muy mala señal, aparte de un sonido metálico de algo roto.
—Para, para, para, no le des más, esto no suena bien, le dije.
—No me digas eso Sergio por favor, me matas si me dices que me he quedado sin coche.
—Pues siento decirte, que de momento si, hasta el lunes que le pueda echar un vistazo estas sin coche.
—Ufffff, con la mala combinación de transporte que hay hasta aquí, me voy a tener que levantar una hora antes.
—Lo siento Bea, pero no puedo hacer milagros, aunque ya me gustaría.
—Tranquilo, sabía que mi “pequeñín” no tardaría en darme un disgusto, ya esta mayor y está pidiendo a gritos la jubilación.
Quise ayudarla, la veía un tanto desesperada, su cara era de frustración total.
—Bueno, dime por dónde vives, no me importa acercarte a tu casa.
Bea me miró sopesando mi ofrecimiento, se la veía indecisa.
—No quiero molestarte Sergio de verdad, me cojo el metro y ya está, no es que viva cerca de aquí y seguro no te pilla de camino.
—Bueno Bea, me da igual, te puedo acercar a casa, te lo ofrezco con toda confianza.
—¿Conoces el barrio de Valdederas?, dijo Bea.
—¿Que si lo conozco? vivo allí en la avenida del Alba
La cara de Bea se ilumino, paso de ser triste a ser de sorpresa total, estaba alucinando
—Venga ya, ¿de verdad?, yo vivo en la calle Poniente al lado del bar La Roca.
—Tú vives en la calle de arriba, desde mi terraza veo la esquina del bar, estamos a poco menos de cien metros.
—Ahora sí que sí, somos vecinos en todos los sentidos, dijo Bea con una gran sonrisa.
Sergio no se explicaba como viviendo uno tan cerca del otro no se hubiesen visto en la vida en el barrio, una mujer de semejante belleza no pasa desapercibida para nadie.
Abrí el taller y deje el coche de Bea metido dentro, aunque era un cascajo y no valía ni para chatarra, ella se quedó más tranquila, no quería dejar todo el fin de semana su coche en la calle. Nos fuimos hacia nuestro barrio, de camino charlamos de muchas cosas, era muy fácil hablar con ella, de vez en cuando mi mirada se iba hacia sus piernas, al llevar minifalda, dejaba una buena parte de piernas al aire y es que eran preciosas largas y muy torneadas, cuando llegamos a su portal aparque y me baje a ayudarla.
—Muchas gracias caballero, rio Bea divertida.
Me iba a despedir de ella, había sido agradable el trayecto hasta allí acompañado por ese bellezón y se me ocurrió, ¿porque no?
—Bea, ya que te has quedado sin coche, si quieres me paso a buscarte y te llevo al trabajo, y si por la tarde vienes a tu casa, como salimos prácticamente a la misma hora también te puedo acercar.
La cara de Bea se ilumino, y una gran sonrisa se dibujó en su bella cara.
—¿Harías eso por mí?, ¿no te voy a importunar?
—Bea, que vivimos al lado, que no es problema, además, siempre llegamos prácticamente a la misma hora, y vamos a tomar café, que mejor que hacerlo acompañado.
—Vale, te lo acepto siempre y cuando aceptes que te invite a una cerveza, es lo mínimo que puedo hacer, anda que es viernes y no me apetece meterme en casa tan pronto.
—Vale, te acepto la invitación.
Me extraño que me dijese que no quería meterse en casa tan pronto, pensé que una mujer así tendría la agenda llena, y no le quedaría un hueco en todo el fin de semana.
Quien dijo una cerveza dijo tres, me pregunto mucho por mí, le explique la edad que tenía y que desde los 20 años estaba huérfano de padres, eso la impresiono y apeno a la vez, que me hice a mí mismo y he sabido adaptarme a las circunstancias, ella me miraba muy atenta a todo lo que decía y se sorprendía de lo que la contaba, miro la hora en su reloj.
—Perdona, la dije, te estoy entreteniendo y tendrás planes.
—No Sergio, ni mucho menos, yo no tengo ningún plan, estoy preocupada por ti, tu mujer te va a echar de menos ya es tarde.
—No tranquila, no estoy casado ni hay nadie que me espere. Nos quedamos unos segundos en silencio, se me está ocurriendo, que si no tenemos nada que hacer, porque no nos vamos a cenar y a tomar algo, ¿Te apetece?
—Por mí no hay problema, me encanta la idea, me dijo Bea.
—Hecho, si me lo permites me acerco a casa, me ducho y me cambio de ropa, en una hora te recojo aquí.
—Me parece muy bien, hare lo mismo, dentro de una hora aquí.
En ese momento, Bea hizo algo que no me esperaba, paso su brazo por mi cuello, arrimo su cuerpo al mío dejándome sentir su calor y su pecho y me beso en la mejilla, se separó echándome una sonrisa y dándose la vuelta me dejo con cara de bobo mientras la veía entrar en su portal.
A la hora, un poco antes estaba en la calle frente a su casa esperándola, yo iba con unos Levis que me sentaban muy bien, una camisa blanca de Ralph Lauren y unos bonitos zapatos Glent, elegante a la par que informal, además en el fondo quería impresionarla, había sacado del garaje mi última adquisición un Mercedes CLA AMG Edition un coche precioso, casi tanto como la mujer a la que estaba esperando. A los pocos minutos apareció, tanto ella como yo nos quedamos con la boca abierta, ella de verme a mi apoyado en ese cochazo y yo de verla a ella, bellísima impresionante, llevaba el pelo suelto, su cara perfectamente maquillada unos labios rojo pasión que pedían ser besados hasta morir, un top amarillo de tirantes muy finos, dejando al descubierto sus perfectos hombros y un pantalón negro muy ajustado que definía cada una de las curvas de su perfecta anatomía y unos botines de tacón alto que realzaban su perfecto trasero.
—Sergio, estas guapísimo, ¿y este pedazo de coche? Qué bonito es, madre mía.
—Tu sí que eres bonita Bea, eres bellísima.
Bea me sonrió alagada, mientras le abría la puerta y dejaba que se sentase y se pusiese el cinturón, miro un momento hacia arriba y saludo con la mano, mire yo también y vi la cabecita de una mujer asomada a una ventana.
—Es mi madre, me dijo Bea. Aunque parezca mentira, no se creía que tuviese una cita. Últimamente no salgo mucho.
Me puse a los mandos del coche y arranqué, Bea solo hacía que mirar todo, todas las luces y pantallas del coche, le encantaba.
—Dime Bea, ¿tienes algún sitio especial, donde quieras ir a cenar?
—No, prefiero que me sorprendas, si te digo la verdad las veces que he ido a cenar con las amigas, ha sido tan patético, que he terminado en un Burger King.
—Vale, espero que te guste donde te voy a llevar.
Un cliente que tengo, es propietario de un restaurante a las afueras de Madrid, un sitio único, a mí me gustaba ir de vez en cuando por lo agradable del ambiente, cuando llegamos nos recibió con los brazos abiertos, y se quedó fascinado de la belleza de Bea, nos dio la mejor mesa y empezó la noche. La cena fue divertida, Bea me atiborro de preguntas, intentaba buscar alguna explicación a mi situación, porque teniendo 37 años y siendo tan detallista y teniendo la vida resuelta no estaba “pillado” por ninguna mujer.
—Mira Bea, no le busques explicación, creo que soy muy normalito, pero no sé si he tenido mala suerte o es que... La mire, pero me quede callado.
—¿O es que, qué? dijo Bea.
—Nada, mejor déjalo, si te soy sincero no es que me guste hablar de eso, solo soy un hombre que busca a una mujer que me quiera y que se deje querer por mi sin necesidad de alicientes externos.
Bea se dio cuenta que la conversación había ido por derroteros no deseados, me incomodaba adentrarme en algunos aspectos de mi vida personal, la última mujer con la que estuve, me hizo mucho daño, me pidió meter a otro hombre en nuestra cama porque decía que el sexo conmigo era monótono, y ante mi negativa, prefirió dejarme decía que necesitaba salir de la monotonía, probar cosas nuevas. Sinceramente creo que me llevaba siendo infiel hacía tiempo, lo notaba, de hecho creo que esa tercera persona que quería meter en nuestra cama era el tío que se estaba tirando, aunque eso es una cosa que solo he ido deduciendo, pero no puedo asegurarlo. Esa relación me dejo muy tocado y me blinde un poco en mí mismo para no sufrir.
—Siento si te he molestado, dijo Bea, es mi condición femenina, eso me convierte en cotilla y me gusta enterarme de todo.
—Tranquila, no te preocupes, solo que son temas algo personales y aunque me encuentro muy a gusto contigo, no tengo la suficiente confianza.
Se hizo un silencio incomodo, aunque no dejábamos de mirarnos a los ojos.
—Bea, ¿Te puedo preguntar algo que me tiene intrigado?
—Claro que sí, dime.
—Bea, no lo entiendo, ¿Cómo una preciosidad como tú, no tiene planes para el fin de semana? La idea que tenía era que tendrías a moscones a tu alrededor y tu agenda llena de citas todos los días del año.
Bea esbozo una amarga sonrisa.
—¿Sabes ese refrán que dice “La suerte de la fea, la guapa la desea”?, Pues ese es a grandes rasgos mi vida últimamente. No te voy a negar que tengo amigas y amigos, bueno, más que amigas y amigos son conocidos, amigos y amigas de verdad, ninguno, y me lo han demostrado, cuando los he necesitado ellas no podían aludiendo compromisos inaplazables, y ellos llegaban raudos como buitres, a ver si me podían separar de mis bragas lo antes posible, pero de buen rollito, y sin compromisos.
Bea se quedó callada mirando al mantel, tenía su vista perdida y en su cara había una combinación entre tristeza y rabia.
—Un fin de semana, harta de estar metida en casa, y después de intentos fallidos por quedar con mis “amigas”, me fui a un pub, donde solíamos parar a menudo y nos conocían, cuando entre el dueño me saludo muy amablemente como siempre, y me dijo que mis amigas estaban al fondo. No me lo podía creer, me acerque y efectivamente, todas las que me pusieron mil excusas por que no podían salir estaban allí, me habían ninguneado, se quedaron blancas cuando me vieron, solo pregunte ¿Por qué?, —Joder Bea entiéndelo, cada vez que vienes con nosotras los tíos es que ni nos miran. No salía de mi asombro, me di media vuelta y me fui, pero llegue a escuchar, —Menos mal que se ha ido, si no nos fastidia la noche. En ese momento me di cuenta que tenía que conocer gente nueva, pero está siendo bastante difícil, las chicas con las que mejor me llevo en el trabajo me dicen que los tíos rumorean, hablan entre ellos, que les asusta pedirme ir tomar algo o salir, según ellos sería muy complicado les acongoja, no están seguros de sí mismos.
—¿Y con esas compañeras de trabajo no sales?, pregunte.
—He salido en alguna ocasión, son solo dos, pero encima una está casada y la otra tiene novio, con lo que salir nosotras solas es complicado, y ellas aunque no me lo han querido decir, sé que no quieren que conozca a sus parejas.
—¿Por qué, por si se los quitas?
—Pues debe de ser eso, otra cosa no se me ocurre, tampoco soy tan mala, me considero muy buena persona. Te lo aseguro Sergio, desde el instituto siempre he tenido problemas, las chicas que conocía me utilizaban para atraer a los chicos que les gustaban para tirárselos y luego no me querían ni ver, y mi paso por la universidad no fue mucho mejor. Muchas de las chicas con las que estaba me decían que no fuese tonta, que me aprovechase de mi belleza para conseguir lo que quisiese de los tíos, pero se lo que significaba eso y los valores que me inculcaron mis padres, me aconsejaban no actuar así, no soy una chica fácil, ni mujer de una sola noche.
Esto último me lo dijo mirándome con esos inmensos ojos azules que tenía como advirtiéndome de lo que NO debía de hacer, aunque realmente de momento esa idea ni se me había pasado por la cabeza, en ese instante me parecía un milagro que semejante mujer estuviese cenando conmigo.
—¿Y dime, que carrera has estudiado?
Bea volvió a esbozar esa sonrisa de tristeza.
—Tienes ante ti, a la primera de su promoción en ciencias empresariales, hace dos años que termine, y no encuentro trabajo para lo que estudié, solo algún trabajillo de modelo, pero me salí de ese mundo porque me querían para algo más “fuerte” y no estaba dispuesta. Antes de entrar a trabajar donde estoy ahora me presente a una oferta de trabajo dentro de mi sector, me hicieron una entrevista, según entre, el entrevistador y la forma de mirarme ya no me gustaron, ni iba provocativa ni nada por el estilo, iba elegante y maquillada, el hijo de puta después de mirarme y repasarme como a una cualquiera, me pregunto todo cachondo, ¿Cuándo la chupas….tragas o escupes?, le dije que le iba a denunciar, se rio de mí y me dijo que adelante, que sería mi palabra contra la suya. Se supone que mi vida tenía que ser una pasada, pero ahora mismo no me gusta nada lo que estoy viviendo.
Vi como a Bea le temblaba la barbilla y le caían dos lagrimones, eso me hizo sentir muy mal, me levante me senté a su lado y la abrace, mientras besaba su mejilla y limpiaba sus lágrimas, ella me miro sorprendida y me asuste…
—Lo siento, pero no me ha gustado verte llorar, perdona si te he molestado.
—Tranquilo Sergio, me ha encantado que lo hayas hecho. Me ha hecho sentir bien.
El ambiente entre nosotros se estaba enrareciendo, lo notaba y di un giro a la conversación llevándola por caminos más divertidos, si en la primera noche que salía con ella terminábamos llorando, malo, muy malo, nos invitaron a unos chupitos que yo rehusé porque tenía que conducir, aunque Bea sí que los tomo con gusto. Cerca de la una de la mañana nos fuimos después de una sobremesa bastante divertida, en la que nos reímos bastante después del amago de casi fracaso, ambos queríamos que esa noche fuese divertida y así fue.
—Dime Bea, ¿Qué quieres hacer ahora?
—Bailar, me encantaría bailar, pero no en una discoteca de estas de moda, algún sitio tranquilo donde tomar una copa y que pongan buena música.
—Te gusta la música de los 80.
—Me encanta, seria perfecta.
Conocía el sitio, El Ebanito, buena música de los 80 y con pista de baile, la iba a encantar y hacia allí nos dirigimos. Fue una noche mágica, la veía disfrutar como a una niña, era el centro de atención de todo el pub, su belleza, su manera de moverse, su sensualidad, no pasaba desapercibida para nadie, ni yo mismo me conocía, me gustaba bailar, pero desde que llegamos no habíamos parado.
Cuando la iba a decir que no podía más, que nos sentásemos un poco, empezaron a poner música lenta, Bea se puso enfrente de mí y paso sus manos entrelazándolas alrededor de mi cuello, yo agarre suavemente su cinturita, mis manos casi la conseguían abarcar, me acuerdo perfectamente de la canción, Nadie como tú, de Presuntos Implicados, yo estaba muy nervioso, casi temblando, ella me miraba de manera muy especial según íbamos bailando, y llegados a este punto, miro mi cara y mi pelo acariciándolo y se abrazó a mí con fuerza, dejándome sentir cada centímetro de su cuerpo, yo hice lo propio y la abrace, la estreche contra mí, y me empape de su fragancia, de su calor, hacia cerca de un año que no sentía esta sensación y tener entre mis brazos a semejante belleza y encima dejándome sentir su cuerpecito fue motivo más que suficiente para que en mí, algo empezase a cobrar vida. La canción seguía su curso la letra era todo un canto de intenciones y la atmosfera que se había creado era mágica. La siguiente canción también de Presuntos Implicados, Esperare, la situación seguía siendo increíble, lo que me hacía sentir, notaba su pelo, su perfume…su todo, estoy seguro que ella notaba mi erección, era imposible que no la notase, percibía como su pierna se metía entre las mías y rozaba mi sexo.
—Gracias por esta noche tan mágica, me susurro Bea al oído mientras se abrazaba aún más si cabe a mí.
Deseaba besarla y hacerla mía, mis sentidos se habían empapado de ella y no quería que ese momento terminase, estuvimos casi una hora más bailando muy, muy pegados, sintiéndonos, acariciándonos muy tímidamente casi sin notarlo, pero las luces se encendieron y dieron por finalizada la noche en El Ebanito, se separó de mi mirándome con cariño me dio un pico y dándome la mano nos dirigimos a nuestro sitio a terminar la copa.
—Y además eres un gran bailarín, Sergio es que eres una mina, rio Bea.
Se me hizo cuesta arriba, Bea me dijo que estaba agotada y nos fuimos a casa, durante todo el trayecto no dejo de decirme lo bien que lo había pasado conmigo, la deje en su portal y nos intercambiamos los números de móvil para que el lunes le mandase un mensaje cuando saliese de casa a recogerla. Me volvió a besar muy cerca de la comisura de los labios y me dejo sentir nuevamente su cuerpo pegado al mío y reitero su agradecimiento por la noche tan maravillosa que la había hecho pasar. Me fui a casa y me sentí solo, muy solo, quería con toda mi alma que estuviese allí conmigo, cerré los ojos y me excite recordando su cuerpo pegado al mío, me tuve que masturbar, no tarde ni un minuto en descargar una gran corrida que dejo manchados mis bóxer y mi camisa, había sido una noche muy especial para mí, pero quise bajar a la tierra, seguro que no volvería a pasar, pero por una hora sentí su cuerpo fundido con el mío palpitando a la vez y transmitiéndonos multitud de sensaciones, cuan equivocado estaba.
Pase todo el fin de semana, mirando mi móvil, intentando buscar una excusa para mandarla algo al wasap y entablar una conversación, pero estaba tan bloqueado y tan nervioso que no quería parecer desesperado. Solo el domingo por la noche me atreví a mandarla algo.
«Mañana a las 7 estaré esperándote en tu portal, cuando salga te mando un wasap. Que descanses»
La respuesta fue casi inmediata, me encanto ver su estado «escribiendo», pero me dejo descolocado su respuesta.
«Estoy deseando que den las 7 para verte. Nunca he estado tan contenta de que sea lunes. Que descanses tu tb.Bsos.»
Si os digo que me costó dormirme una barbaridad no os mentiría, y que no dormí nada bien pensando en que había querido decir con eso de “Estoy deseando que den las 7 para verte”, vamos era más que evidente lo que había querido decir, pero, ¿sentía algo por mí? A estas alturas me sentía terriblemente atraído por Bea, y ¿Quién, no?, por mi cabeza pasaban multitudes de ideas, pero había algo que me detenía y me decía que fuese con cuidado, y eso eran los 11 años que nos separaban, y lo dolido que me dejo mi última pareja, no quería adelantarme y llevarme un chasco que me dejase muy tocado, el cansancio me venció y me dormí.
El incesante sonido del despertador me sobresalto y me levante, me afeite, duche, perfume, escogí mi ropa, note que algo había cambiado en mi rutina, y salí disparado a recoger a mi musa, en el garaje le mande un wasap, «salgo hacia tu casa», inmediatamente sonó en mi móvil un wasap suyo, «ya te estoy esperando en el portal», no tarde ni tres minutos en llegar, y efectivamente ella estaba allí, increíblemente hermosa, me baje del coche y a ella se le ilumino la cara, le abrí la puerta y ella antes de entrar me dio un beso en la mejilla, cerca de la comisura de los labios.
—Buenos días Sergio, me alegro de verte.
—Buenos días Bea, más me alegro yo, estas guapísima.
Bea sonrió agradecida, durante el viaje al trabajo, estuvimos hablando del fin de semana, de lo bien que se lo había pasado el viernes, y del rollo de fin de semana el sábado y el domingo.
—No he salido en todo el fin de semana, salvo a correr e ir a comprar el pan, dijo Bea.
—Pues lo llego a saber y te llamo para hacer algo yo he estado igual, le dije, mientras me repetía mentalmente…bobo…bobo…bobo.
—Hubiese estado muy bien, me lo paso muy bien contigo, la próxima vez hazlo.
¿Habría próxima vez? Hablamos de muchas cosas, había mucha química entre nosotros y se había creado una atmosfera de complicidad que me gustaba, el resto de la semana fue así, aprovechábamos todos los minutos que podíamos para tomar café a media mañana, comíamos juntos, y por la tarde antes de irnos a casa tomábamos algo en una terraza. Yo no me cansaba de mirarla, me aprendía sus gestos, su risa, miraba a través del inmenso ventanal y de vez en cuando nuestras miradas se cruzaban y era como un subidón. Estuvimos así un par de semanas, en las que tomamos mucha confianza, parecíamos una pareja pero sin sexo, había gestos de cariño, la invite a comer a casa un par de veces, los fines de semana lo pasábamos genial, paseábamos cogidos de la mano o agarrados de la cintura, estaba feliz de estar con ella.
Un viernes, cuando cerré el taller, ella ya me estaba esperando, había sido una semana intensa, nos habíamos demostrado cariño y ganas de estar el uno con el otro, ella no había escatimado en detalles cariñosos hacia mí, y yo por mi parte, que queréis que os diga, me parecía que todo detalle hacia Bea era poco. ¿En qué situación me colocaba, nos colocaba esa realidad? Mi único objetivo era pasar el mayor tiempo posible con ella, me sentía vacío cuando por la noche la dejaba en su casa, y estaba pendiente de ella y de sus movimientos durante todo el día, joder, estaba muy colado por Bea, me costaba admitirlo, pero era la verdad, me había enamorado de ella como un adolescente, sus gestos, su manera de actuar, me decían que no habría problema, que ella sentía algo por mí, pero el miedo a una negativa suya no me dejaba crecer en esa relación, prefería seguir así, a perderla por una declaración de amor y no ser correspondido, mis últimos fracasos me habían hecho perder la seguridad en mí mismo.
Nos montamos en el coche, y tomamos camino del barrio, estuvimos hablando de la semana que habíamos tenido, llegamos a su casa y me baje como siempre a ayudarla me encantaba abrirla la puerta y tenderle la mano, ella siempre me miraba divertida, pero agradecía ese tipo de detalles. Estaba deseando que fuese viernes para pasar el fin de semana con ella.
—Gracias Sergio, eres un cielo.
—¿Quieres que nos tomemos algo? La pregunte deseoso.
—No, hoy tengo prisa, he quedado con un amigo.
Fue como una patada en el estómago, una sensación de angustia se apodero de mí, notaba una especie de nausea en la garganta y me costaba respirar, veía los labios de Bea moverse hablándome algo pero no la escuchaba, no me esperaba esa respuesta, mis ojos se aguaron ligeramente, seré imbécil, pensé, ¿quién en su sano juicio podía pensar que esa diosa se fijase en una persona como yo?, dios que estúpido he sido, pon los pies en el suelo Sergio que ya eres mayorcito. Intente poner mi mejor cara, deseaba desaparecer de allí, y me despedí de ella con un seco —Hasta el Lunes.
Por primera vez en todo el tiempo que hacía que nos conocíamos y desde que la dejaba en su casa, ni me moleste en ver si entraba o no en su portal, solo quería desaparecer, y meterme de guantazos por idiota, me monte en el coche, estaba furioso y salí hacia mi casa haciendo chillar las ruedas. Por el retrovisor vi cómo se quedaba Bea muy seria, mirando cómo me alejaba. No tardo ni diez segundos en mandarme un wasap.
«¿Qué te ha pasado?, ¿Estás bien?, ¿Por qué te has ido así?»
No quise ni responder, estaba rabioso, pero no con ella, conmigo mismo, me había construido un castillo de naipes y pensé que yo era el rey, y con una sola frase, habían tirado mi castillo y me había quedado sin mi reina. Llegue a casa, estaba frenético, el teléfono no paraba de sonar, miraba y todos eran wasap de Bea, no los quise leer, si lo hacía podría decir algo de lo que me arrepintiese, me hacía falta tranquilizarme, ordenar mis ideas, había sacado todo de contexto, y tenía que pensar fríamente, me puse la ropa de deporte y me fui a correr, eso me tranquilizaba, estuve más de dos horas haciendo un circuito, ni se los kilómetros que hice, pero me había agotado y tranquilizado, puse orden en mi cabeza, el problema lo tenía yo, yo era el único culpable de esa situación que se había creado, pensé que Bea casi me pertenecía y me había comportado como un niño al que le quitan su caramelo y eso no podía ser, era adulto y dueño de mis actos, no tenía, ni podía pedir explicaciones de nada, era su vida, ni ella me las tenía que pedir a mí, éramos amigos, solo amigos, el miedo al rechazo no me dejaba avanzar y con eso me tenía que conformar, esa conclusión me entristeció.
Era muy tarde cuando llegué, mire mi teléfono, lo había dejado en casa, infinidad de wasap de Bea y tres llamadas suyas perdidas, me había comportado muy mal con ella y no se lo merecía mañana la llamaría y me disculparía con cualquier excusa creíble que mi mente cobarde pudiese elaborar, me fui a duchar, cenaría y me iría a dormir. Saliendo de la ducha llamaron a la puerta, me puse una toalla a la cintura y me fui a abrir, allí estaba Bea, con cara de muy pocos amigos, entro sin decir nada y se fue al salón, parecía un león enjaulado, paseaba de arriba abajo y me miraba furiosa, iba vestida con un pantaloncito muy corto y muy ajustado que la hacía un culo precioso y una camiseta pegada a su cuerpo dejando adivinar su generoso pecho.
—¿Se puede saber qué demonios te ha pasado?, He estado toda la tarde muy preocupada por ti, ni respondías a mis mensajes ni a mis llamadas, me he pasado un par de veces por tu casa nadie respondía, hasta ahora que he bajado a la calle y he visto luz en tu salón, no sabía nada de ti, cuando me has dejado en casa te has ido como alma que lleva el diablo. ¿Qué es lo que ha ocurrido que te ha disgustado tanto?
Su cara, denotaba enfado y quería respuestas, lo malo de todo esto es que yo ni la esperaba, me había pillado con la guardia baja y no se me ocurría ningún tipo de excusa, yo solito me había metido en un lio.
—Bu…Bueno, veras Bea, co…como me dijiste que habías quedado con un amigo entendí que, bueno, yo…esto.
Tartamudeaba con voz acongojada, tenía la cara ardiendo de vergüenza y eso no era buena señal, y Bea puso mayor cara de enfado, si es que eso era posible.
—Así que ha sido eso, ¿no? Haber bobo, dijo Bea, tenía prisa, había quedado con un amigo, me tenía que devolver unos libros que le había dejado, y es que ni me dejaste terminar, quería quedar contigo pero un poco más tarde, por eso no podía tomar nada en ese momento, pero tu ni te despediste, me dejaste con la palabra en la boca y te fuiste a toda velocidad.
Bobo…bobo…bobo…me dije mentalmente cerrando los ojos para no ver la cara de enfado de Bea, cuando los abrí, su gesto se había dulcificado, casi pude ver que me miraba con cariño, se acercó a mí y me abrazo como cuando fuimos a bailar, sentía cada milímetro de su cuerpo pegado al mío, sentía su respiración, su perfume, su calor, yo también la estreche contra mí, me encantaba sentir su cuerpecito, pero como siempre algo en mí se despertaba cuando ella me abrazaba, y ahora era más embarazoso, solo llevaba una toalla, iba desnudo y estaba abrazado a la mujer más bella que había conocido.
—No vuelvas a hacerlo, no me asustes, lo he pasado muy mal, me susurro Bea en el oído mientras me daba un mordisquito en el lóbulo de la oreja…ufffff.
Me la jugué, pondría mis cartas sobre la mesa y que fuese lo que dios quisiera, no podía, ni quería seguir con esta situación así, deseaba más de ella, lo quería todo.
—¿Tanto te importo? Pregunte acobardado.
Se separó de mí, y me miro con esos ojos azules que tenía, y me beso, fue un beso en principio de cariño, pero su lengua llamo a mis labios que se abrieron para recibirla, jugamos con nuestras lenguas, nos saboreamos y el beso se convirtió en pasional, literalmente nos comíamos la boca, mi polla estaba ya despendolada, no tenía poder sobre ella se había metido entre la piernas de Bea y se apoyaba en su entrepierna, Bea había cruzado sus piernas aprisionándola, mientras movía sus caderas levemente de adelante hacia atrás, dejo de besarme y se abrazó aún más a mí.
—¿Responde esto a tu pregunta? Y ahora Sergio, dime lo que estas deseando decirme y lo que yo quiero oír.
En esos momentos estaba terriblemente excitado, tenía una única idea en la cabeza y esa era follarme a Bea, mi cerebro se había quedado sin sangre y la cabeza de mi polla pensaba y actuaba por mí, mal negocio, con la poca cordura que me quedaba, y perdiéndome en el azul de sus ojos logre articular algo coherente.
—Bea, mi vida, estoy tan enamorado de ti que duele, ya no lo quiero esconder más, no puedo…te deseo más que a nada en este mundo.
Bea me volvió a comer la boca con pasión, bajo su mano y deshizo el nudo de la toalla que cayó al suelo inmediatamente, me quede desnudo delante de ella, agarro mi polla y acaricio toda su extensión, estaba amoratada, pegada a mi tripa y dando pequeñas sacudidas.
—Pero mira que preciosidad tenemos aquí, dijo Bea muy sensualmente, como a mí me gustan, grandes y gordas…
Me empujo suavemente hacia el sillón y me sentó, ella se quedó de pie, mirándome con ojos de loba, se quitó su camiseta y su sujetador, delante de mi aparecieron las tetas más bonitas que había visto, con una tranquilidad pasmosa, se quitó los pantaloncitos, eso no era un tanga, bueno si lo era pero llevado a su mínima expresión, delante de mis narices, se agarró las laterales de su mini tanga y tiro hacia arriba, la pequeña tela se hundió entre sus labios, perfectamente depilados, brillantes por la excitación, tenía un coño precioso, como era ella, perfecta. Puso un pie sobre el respaldo del sillón, abriéndose de piernas y dejando ante mí, muy cerca de mi boca su sexo, deseando ser mimado, lamido, aparte a un lado su tanga sacándolo de entre sus labios, la visión era de lo más morbosa y excitante, hundí mi cara y empecé a empaparme de su esencia y de su olor.
Ella jadeaba y me agarraba la cabeza con cariño guiándome para darla el máximo placer, me apodere de su clítoris con los labios y me dedique a castigarlo con la lengua. Mis manos se habían aferrado a su perfecto culo, con mis dedos muy cerca de su esfínter y estimulándolo, estuve así varios minutos, las caderas de Bea empezaron a moverse más rápidamente y apretando mi cabeza contra su sexo empezó a jadear muy fuerte y la sobrevino un orgasmo que la dejo relajada y con cara de felicidad.
—Como he deseado esto mi amor, dijo Bea.
Me beso muy tiernamente notando su propio sabor, fue bajando por mi pecho y mi abdomen besándolos, se arrodillo ante mí, cogió una goma que tenía en la muñeca y se hizo una cola de caballo en su pelo, agarro mi polla y me miro con lujuria a los ojos, dio un par de besitos en la punta y seguidamente vi como desaparecía mi polla en su boca, deciros que fue una de las mejores mamadas que me han hecho seria quedarme corto, disfrute de cada momento, sus ojos clavados en los míos, me demostraba cariño y sumisión, y buscaba mi placer.
—Bea, no voy a aguantar mucho más, estoy a punto de correrme. Hace mucho tiempo que nadie me toca así.
Ella agarro mis huevos y apretó en la base del pene, las ganas de eyacular desparecieron como por arte de magia, mi polla permanecía con una erección más que dolorosa, esperando su premio, Bea se levantó, y me dio la mano tirando de mí, me levante y volvió a comerme la boca con pasión mientras su pubis se frotaba contra mi polla de forma descarada, me dio la espalda con lo que mi polla se alojó entre los cachetes de su culo, lleve mis manos a su tetas y acaricie y mime sus pezones que se pusieron duros como diamantes
—Vamos a tu habitación mi amor, quiero sentirte dentro de mí.
La tome en brazos, y me dirigí a mi habitación, deseaba comerla entera, beberme todos sus jugos, saborearla, empaparme de ella, ahora fui yo el que la empuje suavemente y cayó de espaldas en mi cama, me arrodille y me apropie de su boca, jugaba con su lengua mientras mis manos no paraban acariciando cada milímetro de su perfecto cuerpo, bese su barbilla, su perfecto cuello, su pecho, ella gemía desesperada, movía sus caderas buscando placer, baje por su barriguita y me pare en su pubis y le quite su pequeño tanga, bese y lamí cada rincón sin acercarme a su coñito, estaba desatada, movía sus caderas con desesperación, abrí sus piernas todo lo que pude y ante mi apareció el coño más bonito que había visto en mi vida, empecé besando el interior de sus muslos, mientras subía a esa gruta que brillaba excitada pidiendo mis atenciones.
—Qué gusto me das, chúpame, cómeme. Ya no puedo más.
Alcé mi mirada, la sonreí y no la hice esperar más. Mis labios rozaron su rajita y mi dedo acariciaba sus ingles, su culo, mi lengua se abrió camino en sus labios vaginales en busca de su "botoncito". La estaba dando un placer enorme chupando su húmedo chochito, llenándola con mis besos, mis caricias y mis chupeteos. Cuando mi lengua llegó al clítoris, hice que su cuerpo se estremeciera de gusto nuevamente. Me agarro la cabeza y apretando sus piernas contra mi cara, comenzó un movimiento acompasado de sus caderas hacia mi cara sintiendo cómo la estaba comiendo el coño. Tuvo un orgasmo intenso, alucinante. Después de haberse corrido, yo no deje de chuparla, ella arqueaba su espalda y sus manos se agarraban a la colcha con desesperación, crispadas.
—Para, para, Sergio por lo que más quieras, me vas a matar de gusto.
Fui subiendo y besando otra vez su cuerpo, su barriguita, su pecho, me recree con sus tetas que la arrancaron gemidos de placer, su cuello, agarro mi cara con sus manos y me beso con una pasión inusitada, tenía mi polla justo en la entrada de su coñito, solo empuje suavemente y mi polla despareció en su interior sin problemas.
—Umm, así mi amor, como te siento.
Empecé a moverme suavemente, metía toda mi polla hasta que mis huevos chocaban con su culo y la sacaba hasta que casi se salía, quería que notase toda la extensión de mi polla entrando y saliendo de ella, se abrazó fuerte a mí, rodeo mi cintura con sus piernas mientras sus brazos me aprisionaban contra su pecho, empecé a subir la velocidad de las embestidas, la empecé a follar fuerte, casi con violencia, de repente, me clavo las uñas y empezó a correrse, las contracciones de su vagina así me lo decían yo no dejaba de embestirla con furia.
—No pares, haz esto eterno, te quiero siempre dentro de mí.
Notaba como cada vez que sacaba mi polla salían los jugos de ella cayendo por su culo hacia la cama, la habitación era un continuo sonido de jadeos y del sonido típico cuando las pelvis chocaban, seguía follándola con fuerza, sus caderas no dejaban de buscarme, y notaba toda su humedad en mí, estaba empapado de ella, note como mi orgasmo se acercaba imparable, su vagina se amoldaba a mi polla y literalmente me exprimía, era una sensación difícil de describir pero que me llevaba a la cima del éxtasis sin remisión.
—Bea, me corro, no lo puedo aguantar más.
—Córrete dentro, mi amor, no temas.
Seguía bombeando en el coñito de Bea, las embestidas eran profundas hasta que en un golpe de caderas clave mi polla en lo más hondo de su útero y empecé a correrme, el primer latigazo de semen hizo que Bea me mirase con los ojos muy abiertos mientras los ponía en blanco y un arrollador orgasmo atravesaba su cuerpo, cinco o seis latigazos más de semen regaron su interior, ella se abrazó con desesperación a mi mientras me besaba y gritaba su orgasmo en mi boca, moviendo sus caderas con desesperación, fue un orgasmos largo y muy intenso que nos dejó respirando agitadamente. Bea todavía me tenía aferrado a su cuerpo con brazos y piernas, mientras nos cubríamos de besos. Todavía notaba las contracciones de su vagina en mi miembro que apenas había perdido su dureza, con mimo me salí de su interior y me tumbe a su lado. Bea me miraba con amor.
—Muchas noches, estando en mi cama, me acariciaba, deseando que llegase este momento, soñándolo, pero la realidad ha superado a la ficción, ha sido increíble.
Bea cogió mi cara entre sus manos y me beso con dulzura, me la quede mirando, me encantaba perderme en esos ojos azules que tenía. Estuvimos un rato prodigándonos cariño, solo mirar a semejante mujer desnuda a mi lado hizo que desease poseerla de nuevo, estaba muy excitado.
—Date la vuelta cariño, quiero follarte desde atrás.
Bea, se dio la vuelta y me ofreció el mejor espectáculo que un hombre puede desear, su culo abierto y su sexo enrojecido por la intensa follada y chorreando mi corrida, apunte mi polla nuevamente y la deje ir dentro de ella, Bea soltó un gutural suspiro, y empecé a follarla con fuerza, salvajemente, me ensalive un dedo y lo acerque a su culito, quería ver su reacción, empecé a acariciar su anito con dulzura ejerciendo una ligera presión….
—Mételo dentro, follame el culito con tu dedo.
Metí mi dedo que entro sin problemas, notaba las contracciones de su esfínter, Bea estaba desatada movía sus caderas también para que fuese más fuerte la follada, ensalive otro dedo y le metí un segundo dedo que acepto sin problemas, me suplicaba que no parase, su manera de entregarse hacia que mi excitación subiese hasta límites que ni yo mismo conocía, vi como arqueaba su espalda y sus manos se aferraban a las sabanas con fuerza.
Note como mi polla era literalmente exprimida por los músculos de su vagina, no deje de follarla, ni con mis dedos, con lo que su orgasmo se amplifico y alargo hasta casi dejarla sin sentido, su cuerpo cayo a la cama desmadejado, yo no había salido de su interior, no me había corrido y tenía mi polla a punto de reventar, dura como una barra de acero, me movía lentamente entrando y saliendo.
—Por dios, Sergio, para, me vas a matar, estoy desfallecida y tú todavía no te has corrido.
—Quiero tu culo mi amor.
Ella giro su cabecita y me miro con lujuria, había un brillo especial en sus ojos, yo seguía moviéndome dentro de ella y Bea empezaba a mover las caderas nuevamente, sin salirme de su interior Bea volvió a ponerse de rodillas y con sus manos se abrió los cachetes del culo, dejando su anito brillante a mi vista, se abría y se cerraba de la excitación.
—Es todo tuyo mi vida, fóllatelo.
Saque mi polla de su coñito, brillante, llena de jugos y embadurne su anito para lubricarlo bien, varia veces, Bea se movía desesperada buscando mi polla….
—Fóllamelo ya, quiero sentirte dentro.
Apunte la cabeza de mi polla a su culo que entro con una facilidad pasmosa, empuje, Bea gimió vi como sus manos agarraban la sabana con fuerza hasta que sus nudillos se ponían blancos, cuando mis huevos tocaron su coñito, me quede quieto para que se acostumbrase al grosor, soltó aire de sus pulmones y fue ella la que empezó a moverse, lentamente, poco a poco, la sacaba un poco y la volvía a meter, estuvimos así varios minutos, hasta que empecé a sacarla y meterla completamente, Bea aullaba de placer estábamos los dos empapados en sudor, notaba mi orgasmo cerca, vi como la mano de Bea se metía entre sus piernas y se apoderaba de su clítoris, el ritmo era frenético hasta que mi cuerpo se tensó, brame furiosamente y empecé a correrme como nunca lo había hecho, Bea al notar los latigazos de semen en su interior volvió a correrse conmigo, los dos gritamos nuestros orgasmos hasta que quedamos desfallecidos.
La mire detenidamente, estaba bocabajo, su anatomía era perfecta, su piel, suave como la seda, las facciones de su cara, perfectas, estaba agotada, su respiración pausada me indicaba que dormía, hacia algo de calor, me levante y la tape con la sabana me tumbe a su lado, pegando su espalda a mi pecho y la abrace, amaba a esa mujer, era como un sueño hecho realidad, no quería comerme la cabeza, ¿Cómo esta mujer había querido acostarse conmigo si con un chasquido de sus dedos tendría al hombre que quisiese?. Me quede medio dormido, solo apague la luz de la habitación, y me abrace a ella como si fuese una tabla de salvación en medio del océano.
No sé cuánto tiempo había pasado, una sensación muy agradable, se apoderaba de mis sentidos, unos labios cálidos, llenaban de besos mi cara mientras una mano, acariciaba mis huevos con mimo, abrí mis ojos y encontré el bello rostro de Bea a escasos centímetros del mío.
—Buenos días dormilón, ayer me dejaste tan satisfecha que fui una mal educada y me dormí, espero que me perdones.
¿Qué la perdonase?, por dios, si era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo, lo que quería era repetirlo.
—Tranquila, ya encontrare la manera de perdonarte, la dije con cara de guasa.
Bea se puso seria, acaricio mi cara, y mi pelo, me miraba con esos inmensos ojos azules, me dio un suave beso en los labios y se separó de nuevo mirándome.
—Te amo Sergio, te he querido desde el primer día que te vi, eres lo que siempre he buscado para mí, me lo has demostrado día a día y sé que no me equivoco, ayer por la noche me lo confirmaste, te quiero en mi vida.
—Yo también te amo mi vida, eres un sueño de mujer y quiero ser parte de ti.
Me beso con pasión, nos sentimos hasta en el alma, yo estaba más que sorprendido de que semejante belleza se hubiese declarado de esa manera, esa maravilla de mujer me amaba a mí, y de lo que estaba seguro es que no quería defraudarla.
Se levantó y me dio la mano, mire su perfecta figura y ese culo que horas antes había sido mío, era una obra de arte, perfecto, me llevo a la ducha y nos metimos dentro.
—Vamos a ducharnos, y a comer algo, estoy hambrienta, y creo que tú también, anoche no cenamos.
Nos enjabonamos bien, ella me lavo a mí en una de las duchas más sensuales y eróticas que recuerdo, se esmeró en mi pene lo lavo a fondo, recreándose en él, tenía una erección descomunal, me miro desde abajo con esos ojazos azules.
—Sabes, quiero un poco de leche antes del desayuno.
Empezó una mamada impresionante, veía el agua correr por su cuerpo, ella de rodillas y abierta de piernas mientras una mano suya desaparecía en su entrepierna, su mano libre recorría mi torso, en pequeñas descargas de placer, note como crecía mi orgasmo iba a estallar.
—Bea, me voy a correr…no aguanto más.
Empecé a correrme en su boca, ella no dejo de mirarme en ningún momento, notaba como según me iba corriendo se iba tragando mi corrida, cuando termino se levantó y abrió su boca, todavía quedaban restos de leche en su interior, se abrazó a mí y me beso con pasión mientras se frotaba contra mi….¿creéis que me dio asco?, al contrario, me excito aún más, mi polla no se había bajado nada estaba esperando algo más, me eche gel en las manos y empecé a bañarla, lo mismo que ella me recree en cada centímetro de su perfecto cuerpo, pero mis caricias se centraron en sus tetas, su culo y su coño, ella gemía desesperada, movía su culo aprisionando mi polla entre sus cachetes….
—Sergio mi amor, no pares, te necesito dentro de mí, quiero sentirte.
Me separe de ella y deje caer gel de baño en su culo y mi polla, ella apoyo sus brazos en la pared, arqueando su espalda y sacando su culo, apoye mi polla en su esfínter y entro sin dificultad.
—Ummmm…sí.
Una mano mía se fue hacia su chochito, carnoso, suave, destilando jugos, me apropie de su clítoris y empecé a estimularlo, mientras mi otra mano acariciaba sus tetas, estuve un buen rato recreándome en ella en su placer, Bea empezó a mover las caderas con desesperación, estaba a punto de correrse, y verla así me excitaba de tal manera que yo también notaba que mi orgasmo se acercaba, solo hacía unos minutos que me había corrido y tenía otro orgasmo en puertas.
Note como convulsionaba, no deje de moverme dentro de ella, bese su espalda y me aferre a su cuerpo con desesperación mientras me corría dentro de ella, fue un orgasmo largo y muy placentero, estuvimos así unos minutos mientras notaba como mi polla menguaba en su interior, la saque, la di la vuelta y la bese, ella se abrazó a mí y nos sentimos en cada fibra de nuestro ser, nos miramos con amor, nos lavamos bien y salimos de la ducha a desayunar.
Prepare un buen desayuno, tostadas, huevos revueltos, zumo de naranja, fruta, café, teníamos que recuperar fuerzas, sobre todo yo, ya no era un chavalín y esa mujer me iba a dejar seco.
—Bea, me ha encantado pasar la noche contigo, pero ¿no estarán preocupados en tu casa?
—Tranquilo, ayer cuando salí de casa le dije a mi madre que venía a verte, no es tonta, si ha visto que no he ido a dormir sabrá que estoy contigo, de todas formas ahora la llamo.
—Bea, ¿por qué no te quedas todo el fin de semana aquí?
Bea se levantó, se puso frente a mí, y se sentó a horcajadas sobre mi paquete, ella solo llevaba una camiseta que la había dejado, no llevaba nada debajo, me miraba como una leona acechando a su presa, mis manos se apoderaron de su culo, su perfecto culo mientras movía sus caderas nuevamente sobre mi polla.
—Me encanta la idea, pero solo pongo una condición, no quiero salir de aquí hasta el lunes por la mañana que nos vayamos al trabajo, quiero saciarme de ti.
Dicho y hecho, nos vestimos, antes de irnos, la deje un juego de llaves para que no me tuviese que esperar, solo tenía que llegar e instalarse, ella se fue a su casa a hacer una pequeña maleta y yo me fui a comprar comida y bebida para esos días, también me pase por la farmacia y compre una caja de Viagra®, quería darla lo mejor de mí mismo y como dije antes ya no tenía 20 años y aunque Bea me excitaba de sobremanera sabía que ese fin se semana me iba a dejar sequito.
Fue un fin de semana increíble, no hay adjetivos para describirlo, follamos hasta decir basta, Bea tenía su coño y su culo doloridos, y mi polla no estaba mucho mejor, la tenía en carne viva, el domingo por la tarde nos dedicamos a hacer vida hogareña, aun así nos prodigábamos en muestras de cariño, esa noche solo dormimos, muy abrazados pero solo dormir, el sexo era doloroso.
—Gracias, por este fin de semana tan maravilloso, me dijo Bea antes de dormirnos.
—Te quiero mi vida, me encanta como eres y como te entregas en todo lo que haces, eres mi diosa, la dije abrazándola fuerte contra mi cuerpo.
Me beso, con pasión como todo lo que hacía.
—Yo también te quiero mi vida, que descanses.
Las semanas empezaron a caer, Bea y yo pasábamos más tiempo juntos que separados, nuestro amor se afianzaba cada vez más, y nuestra relación se creó bajos buenos cimientos, pasaba más tiempo en mi casa que en la de sus padres, de hecho en mi armario había una barbaridad de ropa suya, su actitud ante la vida y su forma de ser me tenían enamorado, había creado un hogar de mi casa, era fuerte pero a la vez muy femenina, ponía pasión en todo lo que hacía, era buena y muy cariñosa y me amaba con toda su alma. Estaba rendido a sus pies, la colmaba de detalles, la regale un coche, me hizo ser mejor persona, mi amor hacia ella era incondicional y mi vida sin ella no tenía sentido, sus padres y yo nos conocimos, me invito a comer en su casa un par de veces, cuando vi a su madre, entendí de donde había sacado su belleza, y de su padre el tesón y la nobleza como persona.
A los seis meses, la pedí que se viniese a vivir conmigo, no soportaba estar separado de ella, me comió a besos y así empezamos nuestra vida juntos.
Un día paso por mi taller el dueño de la empresa donde trabajaba antes de cerrar a medio día, ella me miraba desde su puesto de trabajo, preocupada, la mande un mensaje.
«Cariño, voy a comer con el jefazo de tu empresa, ya te contare. Besos»
Como dije al principio el dueño de la empresa de Bea era todo un señor, pero campechano y sabia escuchar, no se le escapaba nada, de hecho me comento que sabía la relación que teníamos Bea y yo, y me felicito por la joya que me había llevado, pero yo quería más de él, así que encauce la charla por donde yo quería y le vendí las capacidades y las dotes de mando de mi chica, de hecho, no sabía que tuviese la carrera de empresariales, tras la comida, me dijo que estudiaría el caso de Bea, una persona así no debería estar de recepcionista, me dijo.
A las dos semanas la hicieron directora del departamento de marketing, la triplicaron el sueldo y la dieron un despacho, tenía a diez personas bajo su cargo y la asignaron una secretaria, durante los siguientes meses dio merecida prueba de que no se habían equivocado al ponerla en ese puesto.
Nuestra vida iba viento en popa, ganábamos mucho dinero, nos amábamos sin medida y todo iba sobre ruedas, éramos una maquinaria perfectamente engrasada y sincronizada, éramos muy felices, hasta que algo estalló en nuestra perfecta relación.
CONTINUARA.