Miradas (1)

Un adolescente descubre en su jamona madre el blanco de sus masturbaciones

Como todo adolescente que entra en la pubertad y es atacado pos las hormonas, Jorgito empezó a sentir cosas que eran nuevas para él. Ya las niñas no eran esas tontas que no servían para nada. Ahora las veía con otros ojos.

Pero se dio cuenta de que los cuerpos de las chicas de su edad no le atraían tanto como los cuerpos y las mujeres mayores. Y en un pueblo pequeño con el suyo, no había mucho en donde elegir.

Descubrió que muchas mañanas se levantaba con los calzoncillos manchados de un líquido blancuzco. Tenía vergüenza de preguntar que era aquello. También descubrió que su 'pito' se ponía duro a cada momento.

Como la mayoría de los adolescentes, ya sean de pueblo o de ciudad, Jorgito se enteró de lo que le pasaba por los amigos. Entre ellos se lo contaban casi todo. Como les empezaba a salir pelo en las pelotas. Le enseñaron lo que era una paja y como hacérselas.

Por supuesto, como todo adolescente que se precie, se hizo adicto a masturbarse. Ya no volvió a amanecer con los calzoncillos manchados. Como suele decirse, se le meneaba más que un mono. Antes de dormirse, al despertarse, y por el día. Se metía en el baño y daba rienda suelta a su imaginación.

Bastaba cualquier cosa para encenderlo. Una chica guapa en la tele, en una revista. Cualquier cosa con faldas. O pantalones. O en bikini. Lo que fuera.

Pasó el tiempo. La voz se le puso más roca. Le salió la nuez de Adán. Tuvo la suerte de que no le salieran granos.

Un sábado por la mañana, estaba tumbado en el salón viendo la tele. Apareció su madre, Felicia, que estaba limpiando la casa.

Felicia era la típica mujer de campo. Entradita en carnes, con un gran culo y grandes tetas. Pasaba la aspiradora por el piso. El ruido molestaba a Jorgito.

-Coño maa! Apaga eso que no me dejas oír la tele.

-Pero mira el niño! Estoy limpiando lo tu ensucias. Si no quieres ruido, no seas tan cochino.

Él puso morritos. En la tele, César, el encantador de perros enseñaba a un Chihuahua a pasear. Con el ruido de la maldita aspiradora no oía nada.

Cuando su madre pasó la aspiradora por delante de él, y se agachó para pasarla por debajo del sofá, ante los ojos de Jorgito quedaron las grandes y blancas tetas de su madre. Quedaron colgando. Solo pudo ver la parte no tapada por el sujetador. Y con los movimientos de su madre para pasar el aspirador, aquellas dos tetas se movían de un lado a otro.

Felicia terminó de pasar el aparato y se fue a otra habitación. Jorgito ya no miraba al bobo ese de los perros. Jorgito tenía en la mente las tetas de su madre. Se dio cuenta de que la tenía dura. Se tocó por encima del pantalón. Salió corriendo y se encerró en el baño. Se bajó los pantalones y se cogió la polla. Estaba muy cachondo. Las tetas de su madre lo habían puesto cachondo.

Ese día, Jorgito se hizo la primera paja pensando en su madre. Y a partir de ese día, era su madre el objeto de sus deseos. En ella pensaba por la noche cuando se tocaba, a oscuras, en su cama. Y en ella pensaba por las mañanas, cuando se despertaba con la polla tiesa.

Se empezó a fijar en ella. La miraba cuando ella no se daba cuenta. Cuando ella limpiaba, y se ponía esa ropa más holgada para no sudar, él buscaba cualquier excusa para estar por su alrededor. Buscaba cualquier oportunidad de ver algo. Un poco más de muslo, una trocito de teta...su culo menearse cuando frotaba el piso, arrodillada. Cualquier cosa hacía que Jorgito terminara en el baño, con su polla en la mano, los ojos cerrados y pensando en su madre. Esos orgasmos era muy placenteros.

Cierta mañana, esta Jorgito masturbándose en su cama, cuando su madre entró. Casi lo pilla, pero disimuló muy bien.

-Maaa!! Toca antes de entrar.

-Pero mira el niño este!

Pon dentro, Felicia se rió. Su Jorgito ya era un hombrecito, y necesitaba su intimidad para hacer las cosas que se suponía que hacían los jovenzuelos de su edad. A partir de ahora tendría más cuidado. Miró al suelo y se encolerizó.

-Coño! Jorge.

Su madre lo llamaba siempre Jorgito. Cuando le decía Jorge es porque estaba enfadada y le iba a soltar un reprimenda.

-Este cuarto parece una leonera. Toda la ropa sucia tirada por el suelo. Eres un cochino. Yo no soy tu chacha, ¿Entiendes? Así que ya estás llevando toda esa ropa al cuarto de la lavadora y adecentas el cuarto.

Se fue enfadada. Jorgito miraba como su gordo culo se meneaba. Cuando cerró la puerta de un portazo, aceleró el movimiento de su mano, que durante todo el tiempo la había tenido agarrando su polla, y en pocos segundos se corrió. Se limpió en el papel que siempre tenía a mano.

Recogió los gayumbos sucios y los calcetines del suelo y los llevó al cuarto de la lavadora para que su madre no le gritara más. Los tiró desde la puerta, como siempre. Pero esta vez, por si las moscas, se aseguró que cayeran sobre el cesto y no sobre el suelo, no fuera a ser que su madre le diera un zapatillazo.

Comprobó que cayeron sobre el cesto. Se iba a ir cuando se fijo que habían caído sobre la ropa interior de su madre. Miró por si ella estaba cerca y entró sigilosamente en el cuarto de la lavadora. Apartó su ropa y ante sus ojos estaban los sujetadores y las bragas de su madre.

El corazón le latía. Pensó que aquellas prendas habían estado en contacto con la piel de su madre. De sus tetas..y ..y de su coño. Acercó una ano y acarició la tela de las bragas. Volvió a mirar por si su madre aparecía.

Inspeccionó la prenda. La abrió. La parte que estuvo en contacto con el coño de su madre estaba un poco húmeda y manchada. Pasó un dedo por la zona. Su polla no había estado tan dura en su vida.

No supo por qué lo hizo, pero llevó las bragas a su nariz y las olió. Aspiró fuerte. El olor era extraño, pero lo excitó más. Puso su nariz en la zona manchada y olió.

-Jorgito, donde coño estas? - oyó gritar a su madre.

Asustado y rojo como un tomate, tiró las bragas al cesto y salió corriendo.

-Ya voy maa! Estaba dejando la ropa en el cesto.

-Pues ahora recoge tu cuarto. Como no lo dejes como los chorros del oro en media hora, te vas a enterar.

-Sí maa! Que sí...pesada. .- pesada lo dijo por lo bajinis

-¿Que has dicho?

-Que sí. Que siiiiiiiii.

Mientras recogía su cuarto, no podía dejar de pensar en las bragas de su madre. En aquel extraño pero atrayente olor. Un nuevo fetiche aparecía en la vida de Jorgito. Cuando terminó de recoger, volvió sigilosamente al cuarto de la lavadora. Quería volver a tocas sus bragas..a olerlas.

Pero se llevó un chasco. Su madre había puesto la lavadora, así que no podría volver a tenerlas en sus manos. Vio otras, ya limpias. Las cogió y se las llevó a la nariz. Pero no era lo mismo. Olían a jabón, a suavizante. Las dejó. Y se fue al salón a ver la tele.

Su madre estaba limpiando. ¿Es que no hacía nada más que limpiar y fastidiarle a él?. Pero se dio cuenta de algo. Hoy las tetas de su madre se movían más que otros días...Su calenturienta mente empezó a fantasear. A lo mejor no se había puesto sujetador. A lo mejor hoy conseguía verle más.

La empezó a mirar. Notó dos puntas en la blusa de su madre. Serían sus pezones. Y cuando se agachó y la holgada camisa se bojó, se le puso la polla dura en el acto. Aunque no consiguió verle los pezones, si que vio mucha teta. Efectivamente no llevaba sujetador, pero no consiguió ver más. Para su joven mente, fue suficiente. La miraba, como embobado.

-¿Pero qué miras, Jorgito? - le espetó de golpe su madre.

Lo había pillado con sus ojos fijos en sus tetas. El pobre muchacho se puso rojo como un tomate.

-Nada Maa!

-Pero mira el mocoso éste, mirándole las tetas a su madre. ¿No te da vergüenza?

-YO NO TE MIRABA LAS TETAS!

-Anda que no! Ya verás cuando se lo cuente a tu padre.

Jorgito se asustó. Imágenes de su padre dándole con el cinto llenaron su cabeza. Pero Felicia no tenía intención de contar nada. Sólo quería reírse un poco de Jorgito, para darle una lección.

-Espero que hayas recogido tu cuarto.

-Si está.

Siguió limpiando. Por dentro, se reía. Mira que era diablillo ese crió. Mirarle las tetas. Pero bueno, era joven, y las suyas eran las únicas que había por allí.

Las hormonas son las hormonas. Jorgito, ahora con mucho más cuidado, la siguió mirando, pero ahora Felicia también, sin que él se diera cuenta, lo observaba. Aquello le divertía.

No supo por qué lo hizo, pero se puso a limpiar sin mirarle a él, agachándose más de lo necesario. Sin el sujetador sus tetas le colgaban más. Sabía que él la estaría mirando. Era extraño, pero sentirse observada por el muchacho le gustaba.

Ahora si que pudo ver todas las tetas de su madre, hasta los pezones. Jorgito no pudo más y se levantó. Se fue directamente a su cuarto y cerró la puerta.

Felicia suponía que es lo que Jorgito iba a hacer. Y la ida de que se masturbara por ella, le produjo una rara sensación. Por una parte, se sentía un poco mal. Eso no estaba bien. Pero por otra, la idea le gustaba. Imaginaba a su adolescente hijo, tocándose por ella. Pensando en sus tetas.

Se excitó. Notó humedad entre sus piernas, y no era por el sudor del trabajo. Los pezones duros rozaban con la fina tela de su vestido. Se levantó y sin hacer ruido se acercó al cuarto de Jorgito. Pegó la oreja y escuchó. El sonido era apenas audible, pero claramente oyó gemidos y el ruido que hacía la mano de Jorgito al hacerse una paja. Pensando en ella. Su pequeño hombrecito estaba pensando en ella mientras se tocaba.

Esos pensamientos la llevaron a un grado de excitación muy alto, como hacía tiempo que no llegaba. Metió su mano entre sus piernas y las llevó a su encharcado coñito, frotándose el inflamado clítoris, sin despegar la oreja de la puerta, procurando no gemir, para que Jorgito no la oyera y para no apagar los débiles gemidos de él.

Gemidos que fueron en aumento, así como el sonido de la mano. Supo que su niño se iba a correr. Y ella también. Cuando escuchó lo que pareció el orgasmo de su hijo, se mordió con fuerza un dedo para no gritar de placer al ser atravesada por un orgasmo fortísimo que le llenó las manos de sus propios jugos.

Se levantó y se fue al salón,  tratando de recuperarse.

Cuando Jorgito volvió, visiblemente más relajado, los dos se miraron.

-¿A donde fuiste, diablillo?

-A... mi cuarto maa!

Un rato más tarde, Felicia se cambió las bragas. Estaban mojadas y no era de sudor. Dejó las sucias en el cesto de la ropa. No se percató de que Jorgito, escondido, la vigilaba. Y no vio como cuando abandonó el cuarto de la lavadora, él se colaba dentro.

Con el corazón latiéndole en le pecho. Jorge miró en el cesto. Sólo había una prenda. Las bragas de su madre. La cogió. Aún estaban calientes. Rápidamente se las llevó a la nariz, y aspiró. Las notó húmedas contra su cara. Y el aroma que desprendían era fuerte, exquisito. Su polla volvía a estar otra vez dura.

Se empezó a hacer otra paja. Entonces pensó que si se ponía las bragas alrededor de la polla, sería como si se follase a su madre.

Lo hizo. El tacto de la húmeda tela alrededor de su polla le encantó. Agarrando las bragas, se empezó otra vez a masturbar con ellas, hasta llegar rápidamente al liberador orgasmo. No se dio cuenta de que había manchado las bragas hasta que fue tarde. Asustado, trató de limpiarlas como pudo, y cuando su madre lo llamó, las volvió a tirar al cesto.

-¿Que quieres Maa?

-Vete a comprar el pan, mi niño.

-Vale, Maa.

Esa noche, en la cama, ninguno de los dos podía dormir. Jorgito recordando el olor embriagador de las bragas de su madre, y ella recordando cómo la miraba. Recordando sus gemidos a través de la puerta, el sonido de su mano subiendo y bajando por su polla. ¿Cómo sería la polla de Jorgito?

Jorgito se conformó con una placentera paja sobre la cama. Felicia recurrió a su marido, que ya dormía a su lado. Se abrazó a él, y se frotó por su espalda. Llevó su mano hacia adelante, hacia su polla. Estaba floja, pero con su caricias empezó a tomar forma.

-Julián...

...

...

-Julián....

-Ummmmm.

-Échame un polvito. Estoy caliente.

Julián se espabiló enseguida. Se dio cuenta de que su mujer le tenía cogida la polla, y que la tenía dura. No esperaba follarse esa noche a su mujer. Generalmente lo hacían los sábados, pero no le iba a decir no a un polvete extra.

Se dio la vuelta y abrazó a su mujer, besándola. Llevó las manos a su coño, para calentarla un poco. Siempre tenía que tocarla un rato para que se mojara.

-Agggg fóllame ya, méteme la polla

Pues ya estaba mojada. Se bajó los pantalones hasta las rodillas, se puso entre sus piernas y se la metió hasta el fondo. No la recordaba tan mojada desde hacía tiempo. Era una delicia meter y sacar su polla de aquel caliente coño.

-Agggggggg mi amor...así....fóllame fuere...Agggggggggg

-¿Qué te pasa Felicia? Estás muy cachonda.

-No...lo sé...pero no dejes de follarme...

La primera en correrse fue ella, que se tensó al tiempo que dejaba de entrar aire en sus pulmones. Su coño sufría espasmos alrededor de la polla de su marido, que poco después, aún en pleno orgasmo de Felicia, también estalló, llenándole el la vagina con su caliente semen.

Quedaron los dos boca arriba, respirando agitadamente.

-Uf, Julián...que rico..vaya polvito inesperado, eh?

-Ya lo creo. Estabas muy caliente.

-Lo sé. No sé que me pasa.

-Jeje, por mi encantado.

Sí lo sabía. Pero no se lo iba a decir.

Por la mañana continuaron las miradas, las furtivas miradas. Felicia se sentía...más mujer, siendo el blanco de la excitación de un jovencito, aunque éste fuera su hijo. Y Jorgito cada vez quería ver más.

Felicia se ponía cada vez menos los sostenes. Notaba que su hijo la miraba más cuando sus tetas se bamboleaban libres. Y cuando más la miraba él, más le gustaba a ella, más se excitaba.

Jorgito aprendió las rutinas del aseo de su madre. Supo que se cambiaba la ropa interior por las mañanas, antes de ducharse. A hurtadillas, iba al cesto de la ropa sucia y buscaba las bragas más recientes.

Cuando más disfrutaba es cuando las conseguía aún calientes. Así olían mucho más y sus pajas con ellas eran las mejores. Se fue confiando. Cuando las machaba de semen, las escondía entre el resto de la ropa. Cuando su madre las pusiera en la lavadora, no se daría ni cuenta.

Pero se dio. Un día, por casualidad, se le cayó el cesto de las manos y recogió las prensas con las manos en vez de echarlas todas de golpe dentro. Y cuando cogió sus bragas, notó algo frió y espeso. Cuando las miró, se dio cuenta de lo que era.

Ese diablillo de niño estaba usando sus bragas sucias para masturbarse. Pero en vez de enfadarse, se sintió excitada. Y como hacía Jorgito, se llevó las bragas a la nariz y aspiró. Olió su propio olor mezclado con el del semen de su hijo.

CONTINUARÁ