Mira fijamente mis ojos
"Cuando el poder de una mirada puede doblegar la voluntad de una persona..."
“Mira fijamente mis ojos”
Son las 5.30 de la mañana, muevo de forma nerviosa las llaves de su casa, copias que una semana antes conseguí me hiciera.
Desde la esquina de la calle veo bien su portal de donde acaba de salir su marido. Al cabo de unos minutos estoy ante su puerta, ahora voy a descubrir hasta dónde llega mi poder sobre ella.
Todo esta historia empezó hace una semana:
La miré, estaba sentada en la terraza de un bar, saboreando un tinto de verano. Me dirigí ha su mesa y mirándola a los ojos le dije:
-Tienes todo lo que busco en una mujer, ¿me invitas a un tinto de verano?
Al levantar su mano y llamar al camarero ya supe que estaba a mis pies. Alguien podría pensar sobre lo que digo “ que soy creído...prepotente... “ no se trata de nada de eso, tenía cierto poder sobre las mujeres y me estaba aprovechando de el.
Había observado que en diferentes ocasiones cada vez que miraba una mujer a los ojos y le pedía que hiciera algo, éstas lo hacían sin poner objeciones de ningún tipo, incluso si éstas consistían en cosas inverosímiles como tocarse la nariz tres veces.
Así que al verla en esa terraza, se me ocurrió hacer algo mucho mas atrevido. Estuvimos charlando, y pude saber donde trabajaba su marido, que estaba casada y tenia dos niños. Había llegado el momento y con voz firme le dije:
-Tienes que hacer copia de las llaves de tu casa y traérmelas mañana. Te haré una visita cuando me apetezca y haremos el amor.
Me miró como hipnotizada y susurró un “si” muy débil.
Ahora, una semana después me encuentro delante de su puerta, esperando a que se apague la luz de la escalera para poder entrar sin levantar sospechas dentro de la casa. Ya dentro, espero unos segundos para ver donde puede estar su dormitorio.
Avanzo sigilosamente hacia la cama. Desde mi posición puedo ver su figura, está acostada de lado, ligeramente hacia abajo y con una pierna ligeramente flexionada. Lleva puesto un pantalón corto y una camiseta de tirantes.
Acaricio su pelo, cara y mirando su cuerpo pienso en las noches de placer que habrá vivido. Suavemente poso mis manos sobre su espalda, recorriéndola despacio, sin prisas, hasta llegar al pantalón de algodón. Aquí ya me recreo un poco más, aprieto las duras nalgas y apartando con mis manos el pantalón descubro que usa tanga....perfecto (pienso).
No se ha dado cuenta de mi presencia, ni cuando la estaba tocando, pero ha llegado la hora de despertarla. Ha oscuras todavía, cierro la puerta de la habitación (para no despertar a los niños) y enciendo la luz de la mesa de noche. Con esa luz tenue la despierto tocándola en el hombro. Al verme se asusta, sentándose en la cama. Tocando ambos hombros le susurro mirándola fijamente:
-Tranquila, todo está bien, no tienes que pensar en nada.
Me miró y se acostó boca arriba en la cama. Bueno, ya ha pasado lo peor (pensé), ahora era cuestión de disfrutar del momento y de esa mujer tan estupenda que tenia delante mía esperando mis palabras.
-Quitate la camiseta y ese pantalón – le dije mientras me desnudaba
Se desnudó mucho antes de que lo hiciera yo. Vi emocionado su cuerpo perfecto, tenía unos pechos medianos, eran como de una talla 90, con una aureola oscura del tamaño de una moneda de 2 euros, daban ganas de morderlos. Continué siguiendo la linea de su cuerpo, su vientre semi-plano y ese tanga negro que ya había visto antes, y que ahora veía como se amoldaba a la perfección a ella. Sobre la cama calculé que mediría casi 1.67 y buena parte de esa altura estaban en sus piernas, eran bastante largas y torneadas, las acaricié, eran de tacto muy fino y suave.
-Te puedes relajar y disfrutar, -le dije mientras me metía en su cama.
Comencé besando su cuello, me gusta mucho hacerlo, es una de las zonas más sensible de una mujer. Lo besaba excitado, al compás de sus movimientos al sentir mis labios pasearse de un lado a otro de su cuello, recreándome en los lóbulos de sus orejas y en la garganta, viendo como eso le gustaba.
Besé sus labios, lo saboreé, sentí su calor, buscaba mi lengua de forma nerviosa y juguetona a la vez, estuvimos mucho tiempo jugando al gato y al ratón con ellas. Debía continuar hacia mi destino, busqué sus pechos, los toqué, acaricié dulcemente, eran de un tacto muy suave y mis labios quisieron participar de ese manjar exquisito, y con ellos sentí como palpitaban al calor de mis besos.
Aprovechando que le besaba la parte baja de sus tetas, continué por un camino nuevo, hacia su vientre y tras saludarlo por unos segundos, llegué a la única prenda que todavía llevaba puesta, su tanga.
Pasé mis dedos por su contorno, me gustaba ese tipo de lencería. Sobre la tela, puse mi mano sobre la vagina, se notaba calor, mucho calor y también pude comprobar que estaba mojada.
- Desnúdate del todo -le dije.
Casi no había terminado de quitarse el tanga cuando ya mis dedos exploraban ese territorio tan nuevo para mí. Estaba entera depilada, tenía los labios y el clítoris hinchados por la excitación y estaba, como ya he dicho antes, muy mojada.
Mis dedos son fieles en sus comentarios, pero era el momento de saborear ese manjar y descubrir su textura, acariciar el alma de esa belleza de mujer y sus sentimientos a través de esa bella zona tan poco accesible y difícil de llegar.
Me sentía como un hombre en el desierto que acaba de descubrir un oasis, no podía dejar de beber, de succionar, besar, morder, no terminaba de saciarme de ella, quería más y mas, y por la expresión y por como se movía, vi que a ella también le gustaba mi visita a ese templo sagrado.
Yo estaba muy excitado y pensé que ya era hora de presentarle a mi amigo, mi pene. Durante toda la noche había estado expectante, nervioso, deseando intervenir desde el primer momento, pero su oportunidad era esta, y debía portarse bien, muy bien si quería seguir visitando esos lugares tan mágicos.
Desde el primer momento que sentí el abrazo de su vagina sobre mi amigo, supe que sería muy feliz, aunque ella también lo percibió, ya que soltó un fuerte gemido. Estuvimos follando durante horas, de diferentes posturas, por delante, por detrás, de lado, posturas desde las que ni sabía se pudiera saborear el placer.
Terminamos exhaustos. Me acosté junto a ella para recuperar el aliento. Después de asear y vestirme, la miré fijamente y le dije:
-Estarás disponible para mí siempre que lo desee. -Le dije al tiempo que le daba un beso en los labios. Apagué la luz de la mesa de noche y salí de su casa.