Mini-relato. La perra desespera.

Sumisa atada, desnuda, con los ojos vendados y expuesta a su Amo siente su cuerpo arder con desesperación deseando de manera incontenible que su Amo la use por fin.

Nada puede ver, nada oye más que las respiraciones de ambos, nada siente su piel más que el tacto de la cuerda que ata sus manos por encima de su cabeza y la suavidad de la cama bajo su cuerpo. La excitación recorre su piel con dedos de hielo mientras él parece regodearse con la espera, contemplando su cuerpo desnudo, su pecho subiendo y bajando cada vez más rápido. Sin poder contenerse, lleva su dedo hasta su cuello y lo roza con tal delicadeza que ella casi duda de que haya ocurrido. Comienza a descender, tan despacio que ella cree enloquecer, por su piel, pasando suavemente por encima de uno de sus pezones, arrancándola un suspiro, y bajando, bajando, hasta llegar a la ingle y acariciar con levedad la raja de su coño ya hambriento, pero cuidando de no rozar su zona más íntima demasiado. Ella gime, ansiosa, pero él se limita a ascender por el lado contrario de su cuerpo con la misma lentitud. Después, deposita un beso en los labios entreabiertos de ella y comienza de nuevo, bajando por su cuerpo, mordiendo uno de sus pezones, sin poder evitar una pequeña sonrisa al oírla jadear, descendiendo más y más abajo, hasta llegar al pubis, donde vuelve a depositar un beso. Nota que ella abre las piernas cada vez más, deseosa de sentirle dentro, y una carcajada escapa de sus labios, logrando despertar rubor en las mejillas de la chica. Sujeta sus piernas y besa el clítoris con suavidad. El movimiento de sus caderas es cada vez más acentuado, pero basta que él agarre con algo de fuerza sus muslos para que ella capte el mensaje y baje el ritmo, aunque parece imposible detener su pasión por completo. Divertido, repasa su raja con la punta de la lengua, sin llegar a notar apenas su sabor, pero contento con el gemido de ella, que parece convertirse en un lamento al notar que vuelve a separarse de su cuerpo y se limita a acariciar su entrepierna con la yema de sus dedos, volviéndola loca.

  • Por favor... - Suplica, en un intento de poner una voz dulce, que no oculta sus deseos de perra, su ansia de que la folle, de que use todos sus agujeros, de que la rompa en dos... - Por favor, Amo..

  • ¿Por favor qué, perrita? - Responde él, susurrando, muy cerca de su oído.

  • Fólleme, Amo, por favor... necesito que...

  • ¿Necesitas? - Interrumpe él, observando de nuevo el movimiento de su cuerpo, sus caderas que se agitan solas, como buscándole a tientas, incitándole - ¿Acaso necesitas que te folle? ¿Tan perra eres que lo necesitas?

  • Sí, Amo... Vivo de que me folle, sólo existo para que me use, para que me rompa, soy una zorra caliente, sucia, y sólo valgo para ser follada, soy un cántaro de placer que necesita ser llenado, necesito que me rellene, que me use, que rompa a esta puta, que me folle sin compasión, que me permita sentirle dentro de mi otra vez...

Él casi no deja que ella acabe. Más que por ser compasivo, por puras ganas de follásrsela se desabrocha el cinturón. Ella nota como su sexo se humedece aún más al oír el sonido metálico que la acerca a la polla de su señor, su miembro que ama y desea. Cuando le roza los labios con ella se lanza a devorarla, sedienta, inundada por el momento, sin ser más que su puta, sin poder pensar en el mundo que espera fuera, sólo ellos dos, Él y su perra. Mientras está chupando, él alza la cinta que cubre sus ojos, pero ella no los abre de inmediato, se recrea algo más en su sabor con los ojos cerrados, hasta que la necesidad de mirarle la invade y abre los ojos para alzar su mirada hasta la de Él, con la polla hundida en la boca, ansiosa. Apenas tiene tiempo de reaccionar cuando él la tira de golpe en la cama y se la hunde en el coño, haciéndola gritar de dolor, de pura sorpresa, y de intenso placer. Siente que va a desmoronarse, que se desmayara, que no podrá sentirse nunca mejor que en ese momento. Las cuerdas retuercen sus manos mientras sus pechos se mueven arriba y abajo. Sabe que el orgasmo no tardará en llegar, pero lo rechaza, quiere vivir ese momento toda su vida, con él hundido en ella hasta el fondo, su sabor en la boca, el deseo más vivo en su cuerpo... sin embargo las oleadas de placer se acercan sin remedio y le suplica que deje que se corra, pero él se lo niega, jadeando, disfrutando, y verle disfrutar con tanta soltura sólo logra que ella se sienta a punto de desfallecer, al borde del orgasmo. Entonces él se descarga en su interior dándole permiso con un susurro para que se deje ir y la perra se corre de manera salvaje, gritando, con el semen caliente de su amo llenando su interior.