Mimando a mamá

Una madre insatisfecha con su marido es saciada por el hijo.

Recuerdo que mis padre se peleaban a menudo. Los dos trabajaban y llevaban una vida muy ordenada, pero casi todo el tiempo estaban de peleas. Mi padre casi siempre estaba fuera y mi madre se ocupaba de cuidarme siempre que no estaba en su trabajo. Cuando ninguno podía quedarse conmigo me dejaban con algún familiar o, si no había otro remedio, me cuidaba alguna chica de confianza. Aquellos años fueron buenos. Desde los seis años más o menos hasta los doce o trece, que empezaron a dejarme solo en casa, he tenido algunos momentos que no olvidaré.

Siempre he estado muy caliente, desde muy pequeño. No se el por qué, pero siempre me ha gustado rozarme con las mujeres. Tengo un vago recuerdo de los cuatro o cinco años, recuerdo que dormía en la cama con mi madre. Estaba abrazado a ella y una pierna la puse encima de ella, pegué mi pene a su costado y me restregaba como si la follara.

Recuerdo que mis cuidadores solían ser chicas de entre dieciséis a veintitantos años. Por lo general estudiaban y se sacaban algunas perrillas cuidándome. Para ellas yo no era más que un trabajo que daba más o menos la lata. Mis proezas sexuales con ellas solían ser verles las bragas, cuando traían faldas. Tocarles el culo o las tetas con más o menos disimulo. La mayoría se daban cuenta de mis juegos y solían caer la primera vez, después ponían muchas barreras para tenerme alejado.

Hubo una que me cuidó que era la primera vez que cuidaba niños. Aquella pobre se llevó de todo. Tenía unos diecisiete años, era rubia, su cuerpo estaba casi desarrollado, las tetas eran grandes, recordando puedo calcular una talla 100, su culo era respingón y sus caderas anchas, las piernas largas y bien formadas. Yo, que tenía unos ocho años, me enamoré de ella nada más verla. Me abracé a ella y aprovechaba para tocarle el culo cada vez que quería. Además llevaba falda, con lo que me tiraba en el suelo delante de ella como si estuviera jugando e intentaba mirarle el coño. Con las anteriores que lo había intentado, había llegado a ver un poco de sus bragas o sus culos pero esta parecía que le gustaba que la viera pues si estaba de pie o sentada, siempre tenía las piernas abiertas y podía verle las braguitas. Yo me abrazaba a ella y le cogía las tetas y ella reía diciéndome que era muy cariñoso con ella. En fin aquella muchachita, que para mí era una mujerona, me estuvo cuidando dos semana solamente, pero siempre la recordaré.

Los años pasaron y yo seguí con el mismo juego hasta los once años. Por aquel entonces ya empecé a hacerme pajas. Siempre usaba las mismas fantasías y casi siempre con las mismas mujeres, algunas profesoras del colegio, algunas amigas de mi madre, algunas de mis tías, en fin, casi todos los días tenía una para mi paja. A esa edad todavía me cuidaban algunas chicas. En especial recuerdo a mi canguro Trini. Era una chica de veinte años. Era alegre y muy descarada. Delante de mis padres era un ser angelical pero cuando salían por la puerta yo era lo que menos le importaba. Cogía el teléfono y hablaba con todas sus amigas y esa era su mayor dedicación a lo largo del tiempo que estaba allí. Era morena con el pelo rizado, los ojos verdes aceituna. Sus tetas eran más bien pequeñas pero duras y bien levantadas. Su culo, oh su culo, era redondo y de caderas anchas. Su cintura marcaba muy bien la separación entre su culo y su espalda. Su boca con unos labios carnosos era ideal para que te la chupara.

Lo único que tenía de malo es que sabía más que el propio diablo. Recuerdo que intenté hacer mis juegos de costumbre para tocar o rozar algo. La primera vez que lo intenté me paró y me dijo que de tocar nada de nada. Nunca una cuidadora me había parado tan rápido y tan en seco así que me dedicaba a mirarla y hacerme pajas cuando no estaba ella. El segundo día llegó y habló un rato por teléfono. Ese día traía una falda y una camiseta y se notaba que no traía sujetador por lo que se le marcaba los pezones. Yo estaba muy caliente al verla con esa ropa. Se echó en el sofá y se quedó dormida. Yo no pude aguantar las ganas y me acerqué a ella y comprobé que no se despertaba llamándola no muy fuerte. Le levanté la falda y podía ver sus braguitas de encaje negras. Se le trasparentaba la raja de su coño y mi polla creció rápidamente. Su coño estaba totalmente depilado. A medio metro de ella y totalmente excitado por la visión de aquella mujer, me saqué la polla y comencé a hacerme una paja. Ella dormía placidamente sin saber que yo la usaba para pajearme. Estaba ya apunto de correrme, sentía que me llegaba el orgasmo y gimoteaba intentando no hacer ruido cuando de repente ella abrió los ojos y me miró. Me levanté corriendo y subí a mi habitación queriendo esconderme. A los poco minutos entró ella y empezó a reñirme por lo que había hecho. Me dijo que se lo iba a contar a mis padres para que me castigaran. En fin, la zorra me metió mucho miedo en el cuerpo hasta hacerme prometer que haría lo que ella dijese.

Entonces me contó que vendría un amigo suyo a verla y que estaría un rato con ella. Que iban a follar con él y que no debería decir nada a mis padres pues si no le contaría que casi la había violado. Con once años que yo tenía me metió mucho miedo y accedí a lo que me dijo. Al poco tiempo llegó un tipo con pinta de macarra y los dos subieron al dormitorio de mis padres. Al momento bajó ella y me dijo que si quería podía mirar y aprender de lo que viera allí. La seguí hasta la habitación y me sentaron en una silla en un rincón. Lo que vi me sirvió para hacerme pajas durante muchos años.

Recuerdo que el tío me saludó como si fuéramos colegas desde hacía mucho. Me senté en mi rincón y los vi hacer. Se abrazaron y comenzaron a besarse. Se iban quitando la ropa el uno al otro y al momento los dos estaban desnudos a los pies de la cama. Él se tumbó en medio de la cama y ella estaba a su lado totalmente desnuda. La visión de ella no se me olvidará en la vida, su cuerpo era el de una diosa. Ella cogió la polla y empezó a masajearla. Al poco el tío esteba empalmado y lucía una formidable polla de unos veinticinco centímetros de larga y bastante gorda. Trini parecía adorar aquella polla, la chupaba y la lamía como si fuera su objeto más adorado. Él la puso encima y comenzó a comerle el coño. Estuvieron un rato haciendo un sesenta y nueve y al rato la puso a cuatro y la folló por detrás. Ella gemía cuando le entraba la polla. Le tiraba de su rizado pelo para follarla. El tío era un fenómeno follando pues la hacía gemir con cada metida de polla. Poco después se tumbó en medio de la cama y ella se subió y lo cabalgó. Yo podía ver su redondo culo y como le entraba aquella descomunal polla. Ella sólo gemía de placer y poco después se corrió entre gritos y gemidos. El tío la puso a cuatro en el filo de la cama, cogió su polla y se la metió por el coño y la folló rápidamente hasta que se iba a correr, se la sacó, la volvió a ella y se acabó de masturbar para correrse en la cara de Trini. Se vistieron y el tío se marcho.

Trini me hizo jurar que no contaría lo visto o contaría lo que yo le hice. Se lo juré y ella como compensación me regaló una paja. Me sacó la polla en el sillón del salón, me empezó hacer una paja con la mano y en menos de un minuto empecé a sentir que me corría. Esta experiencia la guardo para mi ya que después de aquella semana no volvió nunca más.

Volviendo a la historia que quería contar, cuando ya tenía unos dieciséis años no sólo me dejaban solo en casa si no que tenía mi propia llave para entrar y salir cuando quisiera. Por aquel entonces tenía pocos amigos. Recuerdo que conocí a Iván que era un año mayor que yo. Con el paso del tiempo se convirtió en mi mejor amigo. Pues recuerdo que nuestros primeros temas de conversación eran sobre la separación de sus padres. El tenía un mal momento por esto y yo veía que la relación entre mis padres era cada vez peor. Total que en unas semanas ya éramos muy amigos.

Él me contó que lo único bueno que tenía su situación es que sus padres le dejaban hacer casi todo lo que quería para que estuviera contento. Una tarde me llamó todo excitado y me dijo que nos teníamos que ver.

Quedamos en el bar de siempre y me contó que su padre, que era muy cabrón, le había dicho que aquella tarde se llevaría a una compañera de trabajo a su casa para follársela. Su padre era médico y una de las enfermeras con las que trabajaba en el quirófano había aceptado una invitación.

Por suerte mi padre estaría trabajando como casi siempre y mi madre se iba con unas amigas del trabajo de marcha y no volvería hasta bien entrada la noche. Les pedí permiso para volver a la hora que fuera para no estar solo.

Quedé con Iván en su casa sobre las nueve de la noche. Me enseñó el dispositivo de observación. La habitación del padre tenía un ropero empotrado con una puerta que daba a una doble cámara. La pared que daba a la habitación tenía un espejo incrustado, de forma que desde dentro de la cámara se podía ver la habitación sin ser vistos. Estuvimos charlando y bebiendo unas copas para hacer tiempo.

Sonó el teléfono móvil de Iván y era su padre que con la tía había terminado de cenar y ella aceptó tomar una última copa en su casa. A la tía le comentó que había comprobado que no estaría su hijo en su casa para estar los dos tranquilos y hacer lo que ella quisiera.

Vigilamos desde la ventana hasta que llegó el coche del padre. Los dos estábamos locos por ver como sería la tía pero como estaba lloviendo no pudimos verla al taparse con el paraguas. Corrimos a la doble cámara y esperamos. El sitio, aún siendo estrecho y oscuro no era incómodo, habíamos preparado un par de sillas, unas cuantas bebidas y algunos pañuelos por si alguno necesitaba pajearse con la visión.

Estábamos nerviosos esperando, cuando de repente vibró el teléfono de Iván. Esa era la señal de que entrarían en la habitación y comenzaría el espectáculo. Los dos en la oscuridad esperábamos como cuando empieza una película, en silencio y sin perder ojo a aquel cristal.

Se abrió la puerta y entraba un hombre de espalda con unos brazos de mujer por su cuello. Encendió la luz. El padre de Iván era un hombre de cuarenta y cinco años, fuerte pues llevaba mucho tiempo yendo a un gimnasio, no muy alto de un metro setenta más o menos. Fue reculando hasta que llegaron a la cama sin que ella se soltara de su cuello. Él se dejó caer hacia atrás en la cama y arrastró a la mujer que quedó encima de él. Entonces pudimos ver a la tía que se iba a follar.

Quedé de piedra cuando le vi la cara. Era mi madre. Mi madre iba a follar con otro tío que no fuera mi padre. Empezaron a besarse y él le sobaba el culo y tocaba sus tetas, aprovechó y le quitó las bragas y las lanzó. Yo tenía sentimientos raros, por un lado sentía celos de que mi madre follara con otro tío. Pero me excitaba verla.

El padre de Iván se levantó y sentó a mi madre en el filo de la cama de forma que quedaban de lado para que los viéramos bien. Se sacó la polla del pantalón y se la ofreció a mi madre para que se la chupara. Tenía por lo menos veinte centímetros y mi madre la cogió con una mano, la acarició y de repente saltó, cogió sus cosas y salió corriendo de la casa. Él la siguió pero no pudo detenerla. Nos hizo salir de la cámara y la miramos como cogía un taxi. El padre de Iván se burló de la situación y dijo que además se había dejado las bragas en el suelo. Yo con disimulo las cogí y las guardé y buscando una excusa tonta salí corriendo a mi casa para ver si estaba mi madre.

Cuando llegué mi madre se estaba dando una ducha, seguramente estaría avergonzada de lo que había pasado. Esperé a que terminara y fuera a la cocina. Salí de mi habitación y me reuní con ella en la cocina.

-¡Ah! –gritó al verme pues ni siquiera se había enterado de mi llegada.

-Perdona.

-No pasa nada hijo, ni siquiera te he escuchado llegar.

-He llegado y he oído la ducha, así que he ido a mi habitación y me he cambiado de ropa. ¿Puedo hablar contigo? –le pregunté y miré a sus ojos.

-Claro, dime...

-Mamá, la cosa entre papá y tu está muy mal ¿no?

-Hijo... la verdad es que ahora necesito a un amigo con quien hablar... ¿te importa si te uso de confidente...?

-Claro que no... es más esta noche no seré tu hijo si no tu amigo.

-Pues veras... –dudaba y no sabía como empezar.

-Papá no te hace el amor lo que tú necesitas...

-Eso es hijo... –y parecía aliviada de que fuese yo el que lo dijera. –siempre está trabajando y cuando viene está cansado.

-Y tú piensas, igual que yo, que puede tener a otra.

-Sí... la verdad es que no se que pensar... estoy confundida...

-Preparémonos unas copas y vayamos al salón a hablar tranquilos. –le propuse a mi madre y aceptó.

Nos sentamos en el sofá que está frente al televisor y pusimos las copas en la mesa. Tomó un trago de su copa y puso la tele en cualquier canal con apenas volumen.

-Verás... no es que no quiera a tu padre... es que con la poca cuenta que me echa tengo que estar haciéndome... –se paró en seco.

-Sí mamá, tienes que masturbarte tu sola. Ten confianza.

-Ya hijo, pero piensa que es la primera vez que te hablo así.

-Lo comprendo... –le di un beso en la cara- sigue... si quieres.

-Pues eso, tengo que aviarme yo sola...

-Eso no es malo, yo lo hago también...

-Ya lo he notado en las sábanas acartonadas... –dijo la madre más que la amiga.- la cosa es que esto hace ya tiempo que me pasa. Aprovecho cuando me ducho o cuando duermo sola para hacerlo... y hasta ahora me había sido suficiente... pero hoy... he estado apunto de acostarme con otro hombre... –y me miró para ver mi reacción. Ni siquiera me inmuté, entre otras cosas, ya lo sabía.

-Pero... ¿llegaste a hacerlo? –le pregunté como si no supiera nada y estuviera preocupado.

-No al final me arrepentí y salí corriendo... me sentía sucia y por eso me duche en cuanto llegué a casa.

-Menos mal que no pasó nada, por qué hay cada cabrón por el mundo... –dije como si yo fuera un experimentado conocedor del mundo del sexo. –fíjate lo que me ha pasado a mí hoy. Me había invitado mi amigo a su casa... ¿te imaginas para qué?

-Pues no sé... dime.

-Resulta que su padre en el trabajo se había ligado a una compañera y se la iba a follar. –ella se abrió los ojos- Resurta que el cabrón tenía preparada la habitación para que desde una cámara, que se comunicaba por un espejo, y la idea es que mi amigo y yo nos estuviéramos allí viendo como follaba a la tía.

-Y el padre lo propuso... –preguntaba atónita con la historia.

-Si y estábamos allí y entraron los dos y se liaron... y nosotros viéndoles...

-¿Qué cabrón? Pobre mujer. –ella puso cara de enfado.

-Sí, pero ella también se arrepintió y huyó del cabronazo. –y saltó una sonrisa de su boca. –Yo recogí esto como trofeo. –y le enseñé sus bragas.

Ella al principio no las reconoció totalmente, pero a los pocos segundos se puso colorada e intentó huir corriendo del salón. La cogí por un brazo y me abracé a ella.

-Déjame... Me siento fatal... Me quiero morir... –lloraba toda avergonzada al pensar que su propio hijo la había visto en tan delicada situación.

-No te preocupes mamá, yo nunca le contaré nada a nadie... –le dije y me arrepentí profundamente de haberle dicho que la había visto.- Es normal que busques a otros hombres para satisfacerte... –aflojó un poco el intento de irse y seguimos hablando abrazados. –En un principio al verte sentí ira... no por ti si no por el cabrón del tío... y cuando te vi huir corriendo sentí un gran alivio de que no cayeras en los brazos de ese.

La solté un poco y ella ya no intentó irse. Se limpió las lagrimas y una pequeña sonrisa se dibujó en su boca. La besé en la mejilla y la volví a abrazar como señal de cariño.

-Además el asqueroso tenía una cosa demasiado grande, te haría demasiado daño ¿no? –le dije con un tono burlón.

-Por eso corrí... que miedo de estaca... Ya lo hice una vez con una como esa más o menos y me quedé tocada durante algún tiempo... –y se puso colorada al ver el comentario que salió de su alma.

-Por favor mamá, creo que a esta altura tenemos bastante confianza para decirnos esas cosas... –le dije y ella sonrió.

-Pues desde entonces me gustan gordas, que me llenen, la longitud, sin que sean pequeñísima, no me importa tanto. Tu padre es normal, más bien tira a gorda.

-Pues la mía es mucho más corta comparada con la del carajote aquel y de gorda es más... –quedé pensando intentando compararlas mentalmente. –seguro, es más gorda.

-Guau... entonces es del tipo que a mí más me gusta... –había pensado en voz alta y se puso totalmente colorada.

-¿Quieres verla? –le dije automáticamente sin pensar.

Nos miramos a los ojos por unos segundos sin saber bien que hacer.

-Esto parece una locura, pero me gustaría vértela. –dijo sin apartar la vista de mí.

Me puse de pie delante de ella. –Si quieres verla sólo tienes que sacarla del pantalón. –le dije.

Ella dudo un poco y puso sus manos en mi cintura. Tiró del pantalón del pijama y quedé en calzoncillos. Mi polla había formado un gran bulto por la excitación que tenía. Con su mano derecha la agarró y la sobó por encima de los calzoncillos.

-Es buenísima, no muy larga pero extremadamente gorda... como a mí me gusta. –dijo y pasó su lengua por los labios.

Metió la mano por debajo de los calzoncillos, agarró mi polla y la sacó fuera. Comenzó a meneármela con la mano derecha y con la izquierda me tocaba los huevos. Ella estaba totalmente excitada y ya no tenía ningún pudor de hacer lo que hacía con su propio hijo.

-Siéntate... –me indicó.

Me senté en medio del sofá y ella se arrodilló delante mía en el suelo. Me quitó los pantalones y los calzones delicadamente y me abrió las piernas. Puso una mano en cada uno de mis muslos y las deslizó acariciándome. Yo la veía desde el sofá. Delante de ella estaba mi gorda polla y ella la miraba relamiéndose. Subía poco a poco y me daba con la lengua en los muslos para excitarme. Mi polla estaba más grande que nunca.

Llegó a la altura de la polla y pasó su lengua por ella, desde los testículos hasta llegar a la punta. Con la mano derecha tiró de ella y bajó el pellejo, dejando salir la enorme cabeza de mi polla. Abrió la boca y empezó a metérsela y a chupar el glande.

Yo eché la cabeza hacia atrás y le acariciaba su pelo rizado en señal de agradecimiento. Se llevo como unos veinte minutos jugando con mi polla. La mamaba y le imprimía el ritmo que sabía que necesita. Rápido cuando necesitaba excitarme y aflojaba cuando veía que estaba a punto de correrme. Era toda una experta en mamadas.

-Me voy a correr... –le indiqué a mi madre.

Se la sacó de la boca y me masturbó con la mano hasta que salieron unos fuertes chorros de leche de mi polla que le llenaron toda la cara. Siguió acariciándomela con la mano hasta que se puso fláccida.

-Vamos a limpiarnos. –me cogió por la mano y me llevó al baño que hay en su dormitorio.

Se limpió la cara con agua y jabón. A continuación me cogió de la polla y me acercó al lavabo. Abrió el grifo y la lavó con deleite. Yo la abracé por la cintura y empecé a tocarle el culo. Metí la mano por debajo de la camiseta que vestía y toque su culo que no llevaba bragas. Acaricié sus cachetes. Ella me quitó la camiseta y me dejó totalmente desnudo. Yo le quité la suya y ya quedamos iguales, los dos desnudos. Volvió a agarrarme la polla que empezaba a tomar volumen por la excitación. Yo la agarre de nuevo por la cintura y comencé a tocarle sus preciosa tetas de grandes y erectos pezones. Ella me lamía los míos y mi polla volvió a su máximo esplendor.

-Esta vez no la desaprovecho. –dijo mirándome a los ojos.

Me cogió de la mano y me llevó a su cama. Me tumbó en medio con mi polla apuntando al cielo y se subió encima. Se abrió los labios de su gran coño con una mano y con la otras agarró mi polla y la llevó a su coño. Se sentó poco a poco para sentir como mi polla la llenaba. Gemía con cada metida que hacía.

-Esta es la polla que me gusta... cómo me llena... –decía entre gemidos de placer.

Yo le tocaba el culo siguiendo el ritmo de su follada movía su culo de atrás hacia delante y se clavaba la polla todo lo que podía. Yo le chupaba las tetas y las acariciaba. Me estaba follando a mi madre y disfrutaba totalmente. Ella aceleró al sentir que le venía un orgasmo.

-Mamá... no lo hagas tan rápido que me voy a correr. –dije.

-Pues hazlo dentro de mi coño.

Le imprimió más velocidad a la follada y se corrió entre gritos. A los pocos segundos sentí que mi semen subía por la polla y se descargaba en el interior de su vagina. Ella gimió más cuando sintió el calor de mi leche llenarla por dentro. Se desplomó encima mía cuando terminó de correrse y se tumbó a mi lado para descansar.

Nos quedamos dormidos y nos despertamos con el tiempo justo para vestirnos, ya que mi padre llegó a los pocos minutos. Después de aquello mi madre no buscó otra polla fuera de casa y además no se apenaba de que mi padre se fuera a trabajar, todo lo contrario, casi lo animaba a que se fuera todas las noches. Hubo muchas más noches locas y hasta algún trío con otras mujeres, pero eso lo contaré, si queréis, en otros relatos.