Mimando a mamá (de las dudas al trio)

Después de todo siempre duda, pero cuando pasan...

Después de aquella primera noche con mi madre, recuerdo que todo lo que quería era que nos quedáramos solos. Pero todo no fue tan fácil. El primer mes, desde que hicimos el amor, ella estaba algo distante. Recuerdo que cuando nos íbamos a quedar solos mi madre siempre decía que tenía que ir a comprar o que había quedado con alguien. Recuerdo que ese primer mes fue duro. No sé si era por mi edad o por lo bella y excitante que encontraba a mi madre desde entonces, pero hubo un momento que sentí estar enamorado de ella. Recuerdo que sentía celos cuando salía, pensaba que se iba a follar con otros tíos y casi siempre la llamaba al móvil para ver que estaba haciendo. La buscaba furtivamente por las habitaciones para hablar con ella cuando el resto de la familia estaba en otra habitación, pero ella me rehusaba. En fin estaba colgado de mi madre tanto sexual como emocionalmente.

Un día nos quedamos solos y por fin no se fue. Me llamó desde el salón y me pidió que me sentara a su lado en el sofá.

-Quique, siéntate aquí. –me pidió.

-¿Qué pasa?

-Habrás visto que este mes he estado muy rara.

-Sí... ¿Te he hecho algo malo, mamá?

-No... –me dijo acariciando mi cara y dándome un ligero beso en la boca.

Yo me abracé a ella y la empecé a besar por la cara en las manos en todas las parte que podía. Ella sonrió y pidió que parara.

-¡Para, que pareces que estás loco! –me pidió y me separó empujando con sus brazos.

-Entonces, ¿no me odias?

-Cómo voy a odiarte... lo que ha pasado es que a la mañana siguiente de nuestra noche, en frío estuve pensando y sentí temor por lo que habíamos hecho. Me volviste loca esa noche, pero no sabía si estaba bien... a fin de cuentas somos hijo y madre.

-No se si estará bien pero yo no dejaré de amarte mientras me lo pidas. –le contesté y ella me cogió la mano en agradecimiento.

-He estado preguntando a psicólogos de mucha confianza y después de pensar mucho he decidido que no me importa nuestro parentesco.

-¡Eso es estupendo! –y me lancé sobre ella y la besé en la boca, siendo totalmente correspondido.

Estuvimos unos pocos segundos besándonos sobre el sillón, hasta que creí estar satisfecho de sus labios. Separé mi boca y la miré a los ojos.

-Te quiero. –Le dije.

-Y yo a ti. –me dijo acariciándome el pelo. –Todos los expertos que he consultado me han comentado que si lo nuestro no nos supone ningún trauma, no ven que sea malo.

-Pues vamos a recuperar el tiempo en que dudaste. –le dije y empecé a tocarla por todas partes.

-Estate quieto. –decía entre risas- Que tu padre va a venir y si nos pilla...

Me dejé caer al suelo por un empujón de ella y se levantó para irse.

-Prepárate para mañana por la noche que trabaja tu padre. –me dijo y se giró.

Esa tarde mi madre salió de compras y le pedí que si iba con ella. No me dejó y busqué a mis amigos para dar una vuelta. Estuvimos dando vueltas por el centro de la ciudad buscando chicas para pasarlo bien. Miki se acercó a un grupo de cuatro chicas que miraban unos escaparates. El cabrón tenía el arte de hablar con todo el mundo y a los pocos minutos estábamos los siete charlando en un bar. Eran unas chicas de catorce a diecisiete años. Las conversaciones eran de música, de estudios y cosas así, pero miraba sus cuerpos y sólo pensaba en el de mi madre. Cuando dieron las diez y media me despedí todos ellos y me marché a mi casa.

Llegué a eso de las once. En la cocina estaba mi madre sola sentada en la mesa, acababa de comer. Mi padre se había acostado pues al día siguiente salía de viaje.

-¿Qué te parece si mañana nos vamos a la playa? –me propuso.

-Estupendo ¿y a dónde podemos ir?

-Podemos ir a donde tu tía Mari, está sola en el apartamento. Nos podemos quedar los dos días que tengo de descanso ¿qué te parece?

-Estupendo, pero que pasará con nuestra noche.

-No te preocupes, le diremos que para no deshacer tantas camas nos deje una grande para los dos. ¿Vale?

-Entonces sí, me puedo perder la playa, pero tu cuerpo no. ¿Puedo? –le pregunté asiéndole señas indicando que la quería besar en la boca. Asintió con la cabeza, la besé y me marché a la cama.

Poco después escuché como ella subía las escaleras y se metía en su habitación. Pensaba en mi madre y en cómo me la follaría la siguiente noche. Pensaba en sus tetas con enormes pezones para chupar. Pensaba en su culo y en que lo agarraba con fuerza mientras ella me montaba. En el olor de su coño húmedo por la excitación. En su pelo. Pensaba en toda ella y mi polla estaba totalmente erecta. Había pasado una hora desde que me acosté y sentí que me tenía que hacer una paja a la salud de mi madre. Pero no tenía papel para limpiarme.

Me levanté sin hacer ruido y me fui al servicio. Entré y encendí la luz, cerrando después. Pero la puerta no llegó a cerrarse del todo. Algo lo impedía. Mi madre empujó la puerta y entró conmigo.

-¿Qué haces mamá? –hablamos en voz baja.

-No hagas ruido. –me dijo y echó el seguro de la puerta- He estado todo este tiempo pensando en mañana y no puedo más, me iba a hacer una paja pero te he visto levantarte y no me he podido resistir.

Se arrodilló delante mía y me bajo los pantalones del pijama y los calzoncillos a la vez.

-Esto será un anticipo de mañana... –cogió la polla con una mano y pasó su lengua de abajo hasta la punta. –Mañana te lo pasarás el doble de bien.

Se la tragó entera de una vez y comenzó a mamarme. Yo le acariciaba la cabeza en señal de gratitud y la acompañaba en el movimiento. Se puso de cuclillas y abrió las piernas. Con la mano izquierda cogía mi polla mientras la mamaba y la derecha la llevó a su coño. Echó las bragas a un lado y comenzó a tocarse el clítoris sin dejar de chuparme.

Unos minutos después le quité la polla y ella protestó por ello. La senté en un banquito que teníamos allí y le abrí las piernas. Ella sabía lo que le iba a hacer, así que con una de sus manos se apartó las bragas. Quedé impresionado con la visión. Su coño no tenía ni un solo pelo. La miré a los ojos como preguntando.

-Sí cariño. Me lo he depilado esta tarde para ti, era una sorpresa para mañana pero no he podido resistirme... me tienes muy caliente.

Me acerqué a su boca y nos dimos un gran beso en el que nuestras lenguas se cruzaban y jugaban una con otra. Volví a mis tareas de darle placer a mi madre. Bajé a su coño y mi madre apartó de nuevo las bragas. Me acerqué un poco y pude ver los labios de aquel coño totalmente rasurado, sólo se había dejado un triangulito por encima de aquella enorme raja.

Con mis dos pulgares separé los labios y apareció su vagina rosada y ya totalmente húmeda. Su clítoris sobresalía en lo más alto de su raja y estaba abultado, estaba muy excitada. Abrí mi boca y me aproximé más a aquel manjar. Sentí el aroma de mi madre que entraba por mi nariz y hacía que mi polla se pusiera más dura. Saqué mi lengua y busqué su clítoris. Lo encontré y sentí que se puso más duro. Ella gimió levemente al sentirme en su coño. Jugué con su bultito un rato, haciendo circulitos a su alrededor y, rodeándolo completamente con mis labios, chupaba fuerte para darle más placer.

Ella acariciaba mi pelo y apretaba mi cabeza contra su coño cuando sentía mucho placer. Mantenía sus piernas totalmente abiertas para que pudiera comérselo a placer. Yo seguía en mi labor y empecé a pasar mi lengua por su raja hasta llegar abajo, para después volver a subir en busca de su clítoris. Solté los labios de aquel magnifico coño y envolvieron mi lengua que estaba buscando dentro de su raja. Ahora estaba besando los labios de mi madre con lengua, como si fuera su boca, explorando cada milímetro de su coño. Ella gimoteaba de placer y casi me asfixiaba cuando apretaba mi boca contra su coño para pedirme más placer. Yo, que estaba excitadísimo, metí el dedo corazón de la mano izquierda en su vagina a la vez que le chupaba y la mano derecha me la llevé a la polla para masturbarme.

No pude aguantar más de dos sacudidas y sentí que me iba a correr. Me levanté y dejé a mi madre totalmente abierta de piernas sobre aquel banquito, mirándome con cara de no saber por qué había dejado de darle placer. La levanté de manera algo brusca y la coloqué mirando al espejo que había sobre el lavabo. La incliné para que su culo quedara en pompa. Acerqué el banquito a la vera de ella y subí su pierna derecha. Tenía su culo a mi entera disposición y nos mirábamos a los ojos a través del espejo. Ella me miró como pidiendo que la penetrara. Llevé mi mano derecha a su culo y bajé por su raja hasta llegar a su coño. Lo palpé y comprobé que estaba totalmente humedecido con mi saliva y sus flujos. Cogí mi polla, doblé las piernas un poco para ponerme a la altura de su coño, busque su raja y deslicé mi polla entre los labios para que se mojara antes de penetrarla, cuando estuvo bien lubricada la llevé hasta la entrada de su vagina.

Mientras hacía esto la miraba en el espejo y veía que su cara delataba todo el placer que estaba sintiendo. Empujé un poco y mi polla empezó a entrar. Ella me miró en el espejo y se lamió los labios. Seguí empujando y entró toda dentro de su mojado coño. Se mordió los labios para no chillar de placer. Comencé a metérsela y sacársela para darle placer. Ella aguantaba los gemidos y movía la cabeza por la rabia de no poder chillar. A los pocos minutos, se agarró fuertemente al lavabo con una mano, la otra la llevó atrás y me clavó las unas en el primer sitio que agarró, que fue mis caderas, abrió los ojos y la boca como si gimiera pero no emitió sonido y sentí que se corría con fuertes espasmos. Su cara siguió mostrando su placer ya que aumenté la velocidad y la fuerza de mis envestidas para conseguir mi placer. Cayó sobre el lavabo sin apenas fuerza y le seguí follando hasta que sentí que mi leche salía y le llenaba su vagina por dentro.

Como pude coloqué el banquito y me senté con ella encima. Descansamos un poco y nos besábamos y tocábamos mientras, dándonos muestra de nuestro amor. Pasado unos minutos, nos levantamos y nos limpiamos un poco.

-Ahora a descansar que mañana te quiero en forma. –me dijo y nos besamos en la boca.

-Hasta mañana. –le dije. Apagamos la luz y nos fuimos a oscura hasta nuestras habitaciones.

A la mañana siguiente, me despertó mi madre a eso de las nueve y media. Mi padre ya se había marchado de viaje. Me levanté y fui al servicio. Después de ducharme y preparar las cosas para el viaje, fui a la cocina y me encontré con mi madre preparando cosas de pie junto a la encimera. Me pegué a ella por detrás y la abracé.

-¡Buenos días cariño! –le dije a la vez que le daba un pequeño mordisco en el cuello.

-No empieces ya que tenemos que salir de viaje. –y volvió su cara para ofrecerme su boca que becé apasionadamente.

Bajé mis manos a su cadera y restregué mi polla por su culo. –como tú quieras, ¡pero que culo más bueno que tienes! –le dije y me moví como si la follara.

-Estate quieto, guarro. –dijo fingiendo enfado.

Me aparté de ella y empecé a guardar cosas en el coche para irnos de viaje. Después de no se cuantos bultos, cerramos la casa y nos montamos con destino a la playa. Íbamos a una playa de la costa de Huelva. Estaba a una hora más o menos y todo el camino fuimos hablando de cosas más o menos sin importancia. Casi todo el camino le acariciaba el pelo. En el coche, por la autopista, era la única muestra de cariño que me dejaba hacerle. No quería que nadie pudiera sospechar algo de lo nuestro.

Sobre las doce llegamos al bloque de apartamentos donde estaba mi tía Mari. Mari era mi tía política ya que era mujer de un hermano de mi padre. Era muy joven, tenía 24 años, diez años menos que mi tío Jorge, y éste era diez años mas joven que mi padre. Ella siempre había estado en el número uno de mi ranking de mujeres para pajas. Intentaré describirla.

Era de pelo rubio y liso, más o menos por los hombros. Su cara era redondita y simpática, de sonrisa fácil y burlona que daba vida a unos hermosos labios carnosos. Su nariz pequeña en medio de la cara separaba dos ojos azules y grandes que derretían el corazón más frío que pudiera existir en el mundo. Su cuello era delicado y de él partían dos hombros finos. Sus pechos eran más bien pequeños, cosa que todos le perdonábamos por la firmeza que mostraban. Su cintura era fina y delimitaba perfectamente su caderas que no eran muy anchas... aunque tampoco eran muy estrechas... eran, simplemente, perfectas para el precioso y duro culo que poseía, redondo y respingón que acababa en el principio de dos hermosas piernas con los muslos mejor formados que haya podido ver. Medía uno setenta y cinco y os puedo asegurar que donde iba, todos la miraban.

Subimos a su apartamento con todo nuestro equipaje y nos saludamos como era costumbre. Las típicas preguntas de cómo estaba la familia, de cómo iban la cosas, etc.. Tras la acogida, nos fuimos a la habitación, pero aquel apartamento solo tenía dos habitaciones y la que tenía cama de matrimonio era la de mi tía.

-Marta, -dijo mi tía –tú puedes dormir conmigo en mi habitación y Quique que duerma en esta habitación... para que tenga más intimidad.

-No, no te molestes, estaremos bien los dos aquí. –dijo mi madre mientras yo maldecía a mi tía para que no se la llevara de mi lado. –Cada uno dormiremos en una cama.

La cosa es que mi tía insistió, mi madre dudó y yo maldije la hora en que decidimos venirnos a este maldito apartamento a dormir. Esta noche que podría estar follando a mi madre hasta el amanecer... o hasta que mi testículos quedaran vacíos... yo que me las prometía todas y sólo podría tener una paja solitaria.

En fin, las dos se fueron a la habitación de Mari. Saqué la ropa y la coloqué con muy pocas ganas mientras las escuchaba hablar, sin entender lo que decían, en la otra habitación. Cuando acabé era ya la hora de comer. Mari llamó a un servicio de comida a domicilio y nos trajeron lo que ella pidió una hora después.

Tras la comida decidimos, más bien decidieron ellas dos, ir a tomar café al chiringuito y después tomar el sol en la playa. Y allí estaba yo, con dos mujeres que estaban muy buenas, con cara de pocos amigos por chafarse el plan de la noche y aguantando las tediosas conversaciones sobre moda, potingues y demás cosas de las dos.

-...pues sí, estoy pensando operarme los pechos para darme un poco más de volumen... –escuché a Mari decir.

-¡Eres tonta, con lo bonitas que son! –dije desde lo más hondo de mi alma y me puse colorado y sin saber donde meterme.

-¡Ja, ja ¡ ¿Te gustan las tetas de tu tía? –dijo mi madre y yo no sabía a donde mirar.

-¡Déjame en paz! –le respondí muy mosqueado.

-Pues si mi sobrino piensa que no debo de operarme, no lo haré. Quería la opinión de algún hombre y mi marido es de los que le da igual, él mete, se había y se va.

Miré a mi tía con los ojos de par en par por la forma de hablar, nunca la había escuchado hablar así y me dejó sorprendido.

-No me mires así, tú has dado tu opinión sincera de mis tetas ¿por qué no puedo yo expresarme como quiera? –dijo Mari.

-¡Vaya dos! Como se nota que sois jóvenes. –dijo mi madre- Anda, levantaos y vamos a la playa.

Pusimos rumbo a la orilla por el camino de tablas. Ellas dos iban delante mía y hablaban entre si. Me fijaba en ambos culos y casi me podía imaginar follándolos y alternando entre uno y otro. Eligieron un lugar y pusieron las toallas en la arena. Me quité los pantalones y la camiseta y me quedé en bañador. Mi madre hizo lo mismo, pero todo cambió cuando Mari se quitó toda la ropa y se quedó con un finísimo bikini que apenas le cubría su coño y que por detrás era un hilo que se metía por su raja y dejaba al aire sus dos prietos cachetes. Toda los hombres de la playa se volvieron a contemplar aquella Venus que comenzaba a ponerse bronceador bajo la atenta mirada del personal masculino. Mi polla no pudo resistirlo y comenzó a levantarse.

-Me voy al agua. –dije antes de que fuera notable la protuberancia en mi bañador.

-Voy contigo. –contestó mi madre.

Nos metimos en el agua que estaba un poco fría y esto hizo que mi polla bajara. Mientras entrábamos en el agua me pude fijar en el cuerpo de mi madre. Sus tetas eran más grandes que las de Mari, pero no eran enormes. Con el frío del agua sus pezones se habían marcado y sobresalían en el rojo del top del bikini. Se le veía macizota, pero no gorda, para mi gusto estaba en su punto. Su hermoso y redondo culo lo cubría con unas bragas de bañador que le cubría casi entero por detrás. Empecé ahora con las fantasías cambiando a mi tía por mi madre.

Nos hundimos en el agua y nadamos un poco hacia dentro. A cierta distancia de la orilla mi madre ya no tenía pie, pero yo que soy más alto sí.

-Vamos un poco más a la orilla, que aquí no tengo pie y me canso. –dijo mi madre dándose la vuelta para nadar hacia fuera.

-¿A dónde vas? –le dije y la agarré por la cintura. –Aquí es donde quiero tenerte para que dependas de mí. –y empecé a tocarle el culo.

-¡Eres un pervertido!

La atraje a mí y pegué mi polla a su culo. Ella sintió el bulto que tenía entre la raja de su culo y volvió la cara.

-Ya estás así... y con este agua... ¡Pues sí que estás caliente!

Se volvió y, mirándome a los ojos abrió las piernas y me rodeó la cintura con ellas. Tenía mi polla enfrentada al coño de mi madre y sólo dos delgadas telas separaban nuestros genitales.

Le solté la cintura y ella quedó sujeta a mi con sus piernas. Aproveché y con una mano aparté el bikini y con la otra le empecé a tocar el coño. Ella gruñía de vez en cuando al sentir placer. Le metí un dedo dentro y lo movía como si la follara con él. Me empecé a bajar mi bañador para sacar mi polla y follarla allí mismo, pero cuando intentaba apuntar mi polla al coño de mi madre apareció Mari.

-Hola, que buena está el agua. –dijo y mi madre me soltó y empezó a nadar un poco para disimular.

Yo me quedé con el bañador medio bajado y con la polla fuera. Fuera del bañador y otra vez más fuera del coño de mi madre... y por culpa de la misma, MI TÍA.

-Me puedo apoyar en ti. –me preguntó

Yo asentí con la cabeza y ella se pegó a mí justo después de que consiguiera taparme. Mi madre, al vernos se aproximó a nosotros y me pidió apoyarse. Las dos me tenían cogido, cada una por un lado. Charlábamos de todo un poco y empezamos a decirle a Mari que ponía locos a los tíos con esos bikinis.

-Ya lo sé, más de uno me ha pedido echar un polvo.

-Y nunca haz aceptado. –preguntó mi madre un poco indiscreta.

-Mami, si lo ha hecho no te lo va a contar delante de mí ¿no crees? –dije yo.

-No, no te creas. –dijo Mari –Estoy segura de que si yo te cuento algún secreto, tú lo guardarías ¿no?

-Claro que sí, -contesté –Si me dices eso es que me tienes en estima como para ser un amigo tuyo.

-En tu madre ya sé que puedo confiar, somos muy buenas amigas. –dijo poniéndose interesante –Verás Quique, tengo un pequeño vicio. Me gustan mucho los hombres, pero también las mujeres.

Mi polla que estaba apunto de descansar botó al escuchar esas palabras. Mi tía, mi Mari, mi number one del ranking de pajas era bisexual. Eso fue brutal para mí. Mi mente rápidamente imaginó a mi madre y a mi tía revueltas en la cama y yo de semental follando todo boquete que cogiera... era brutal la erección que se me produjo.

-Dime, ¿tienes algún secreto que contarme? –me dijo susurrando al oído para provocarme y en un volumen para que se enterara mi madre también.

Miré a mi madre y respondí que no.

-Vayamos fuera del agua, ya estoy teniendo frío aunque la conversación se esté poniendo muy caliente. –dijo mi madre y nos separamos.

Fuimos a las toallas y nos secamos, nos vestimos y subimos al apartamento. De vuelta de la playa seguía pensando en la bisexualidad de mi tía, en su cuerpo, en por qué me había dicho eso. Ellas seguían hablando y parecían algo enfadadas pues mi madre estaba hablando de forma acalorada. Supongo que eso no se le puede decir a un joven de mi edad sin que afecte como a mi me estaba afectando.

Llegamos al apartamento y soltamos la cosas. De forma esporádica se hicieron turnos de ducha. Primero mi madre, después mi tía y luego yo. Entró mi madre y tardó unos quince minutos en ducharse. Yo estaba en el salón sentado viendo la televisión. Luego entraría mi tía. Yo me fui a mi habitación para acechar a mi madre. El tiempo que estuviera mi tía dentro de la ducha sería perfecto para hacerle a mi madre un avío rápido. Estaba en mi habitación con la puerta abierta. Ésta daba al pequeño pasillo, donde al lado izquierdo estaba la puerta que comunicaba con el pasillo de entrada de la calle, a la derecha la puerta del cuarto de baño y enfrente el dormitorio de las dos mujeres. Allí estaban las dos. Mi madre vistiéndose y mi tía preparándose para ducharse. Podía ver a Mari de pie en la habitación cogiendo la toalla. De repente, aún sabiendo que la estaba viendo, se quito la parte de arriba del bikini y dejó libre sus dos tetas pequeñas pero firmes. Después se quitó el pequeño tanga del bikini y quedó totalmente desnuda. Se puso unas zapatillas y caminó desnuda mirándome descaradamente hasta el cuarto de baño.

Quedé de piedra. Sus pezones eran de aureola pequeñita pero muy oscuros y redondos. Su coño tenía más pelo que el de mi madre, pero era rubio como el de su cabeza. Toda ella era una preciosidad. Por un momento me olvidé de mi madre por la impresión que me causó Mari.

Corrí a la otra habitación para buscar a mi madre. Estaba sentada con una camiseta de las que usa como pijama. Me senté a su lado y la besé con muchas ganas.

-Ten cuidado no vaya a venir tu tía.

-Acaba de entrar en la ducha y tardará un poco.

La seguí besando pero ella no tenía muchas ganas.

-Así no, -me dijo –parece que somos dos animales en celo.

Quedé muy cortado. Le di un beso en la mejilla y me levanté para irme. Me agarró por la muñeca y se levantó, me abrazó por el cuello y me besó apasionadamente.

-Ya habrá otro momento mejor, te lo aseguro.

Me volvió a besar y nos separamos. Preparé mis cosas para ducharme después de Mari. Ésta salió envuelta en una toalla y con otra liada en el pelo. La miré caminar hasta que llegó a su habitación y cerró la puerta. Entré en la ducha y me puse a lavarme. Pensaba en lo que había ocurrido a lo largo del día. Mis intentos fallados de estar con mi madre a solas. La confesión de Mari de ser bisexual. El verla desnuda caminando por el pasillo. Todo me tenía algo confundido, pero muy excitado. Para poner remedio a mi tensiones agarré mi polla y me hice una paja pensando en mi tía y mi madre.

Salí de la ducha y ya en pijama me dirigí al salón. Las dos mujeres se las escuchaba cuchicheando en la habitación. Al llegar al salón me quedé extrañado al ver en medio de la mesa una tarta con un diecisiete en medio y debajo el típico "cumpleaños feliz". Entonces caí. Era diez de julio y era mi cumpleaños.

-¿Esto es lo que estabais cuchicheando en el dormitorio? –pregunté en voz alta.

-No, -respondió mi madre desde la habitación –Es esto lo que te vamos a regalar.

Y ambas salieron con un traje de chaqueta colgado de una pelcha. Las dos estaban vestidas con trajes de fiesta y maquilladas de una forma que estaba preciosas. Las miré de arriba abajo.

-¿A dónde vais tan guapas?

-Vamos a buscar los favores de un joven apuesto. –dijo Mari.

-Se de muy buena tinta que hace el amor de forma sublime. –añadió mi madre.

-Mamá será por qué folló con una diosa cuando lo hizo contigo. –le dije.

-Quique, está noche somos Mari y Marta para ti y sólo para ti. –dijo mi madre y me besó apasionadamente.

Tomé el traje y Mari se acercó a mí y me besó. Era la primera vez que lo hacíamos y fue delicioso sentir sus labios y su lengua. Entré en mi habitación y me cambié de ropa. A los pocos minutos salí y fui al salón. Allí estaban esperándome las dos. Me lanzaron piropos y nos sentamos a comer. Después de comer, nos dispusimos a tomar unos licores que tenía mi tía. Cortamos un poco de tarta y la comimos.

-Bueno, después de comer vienen los regalos. –dijo mi tía.

-Si, ¿quién empieza? –preguntó mi madre.

-Empieza tú que lo conoces. –mi madre se levantó, me hizo girar la silla para quedar frente a ella.

Tenía una camisa de manga corta de color blanca en la cual se trasparentaban el color oscuro de los enormes pezones de sus tetas que llevaba libres sin sujetador. Sujeta a su cintura llevaba una falda ajustada que le marcaba las caderas y el contorno de su culo y debajo de ésta unas medias negras con unos zapatos del mismo color. Mi madre se arrodilló delante mía, comenzó a tocarme la polla, que ya estaba durísima, por encima del pantalón. Me miraba con esa cara perversa al saber que me iba a follar.

Mi tía se levantó y se puso a mi lado. Me empezó a besar mientras sentía a mi madre que jugaba con mi polla. Mi tía metía su lengua dentro de mi boca y jugaba con la mía mientras me acariciaba el pecho. Vestía con un vestido blanco que le llegaba hasta las rodillas y bastante ajustado. Su escote era generoso. Sus piernas las cubría con unas medias blancas y unos zapatos del mismo color.

Sentí como mi madre me desabrochó los pantalones y como me sacó la polla de los calzoncillos. Dejé de besar a Mari y mire a mi madre como comenzaba a chuparme la polla. Mi mano derecha, que era donde estaba mi tía, la deslicé por entre las piernas de ésta. Sentí que la medias llegaban hasta los muslo y comprobé que llevaba un porta ligas que sujetaban sus medias. Me excité muchísimo al imaginar sus ropas. Busqué la unión de su muslos y toqué las bragas que tapaban su hermoso coño rubio.

Mi madre estaba entusiasmada mamándome la polla y le indique a Mari que me la comiera ella un poco. Ésta se arrodilló al lado de Marta y le pidió la polla. Mi madre chupó un poco más y se la pasó a mi tía.

-Ven Marta, bésame un poco. –le pedí.

Se puso a mi derecha y le dejó suficiente sitio a Mari para que estuviera cómoda mientras mamaba mi polla. Mi madre me besó y hundió su lengua en mi boca. Busqué los botones de su camisa y desabroché los primeros para después meter mi mano izquierda y comprobar que no llevaba sujetador. Comencé a tocarle los pezones que tenía totalmente erectos y duros. Mi mano derecha la pase por detrás de sus pierna y toqué su culo por fuera de la falda. Era muy estrecha y no me permitía meter la mano por debajo.

-Espera cariño. –dijo mi madre mientras mi tía seguía mamando.

Se desabrochó la cremallera de la falda y la dejó caer al suelo. Tenía también un porta liga que sujetaba sus medias y además unas bragas negras de encajes que permitían ver perfectamente su coño.

-Vamos al sillón. –les dije a las dos.

Mari se levantó y aproveché para bajar la cremallera de la espalda de su traje. Se lo quitó y quedó con un sujetador de encajes por los que se veían sus pezones de aureolas muy oscuras. Llevaba también unas bragas blancas de satén que marcaban los labios de su hermoso coño.

-Vamos mejor a la cama de Mari. –dijo mi madre y nos dirigimos, yendo yo detrás de ellas y tocando sus culos.

En la habitación mi madre se quitó la camisa y quedó solo con la ropa que llevaba de cintura para abajo. Mi tía me quitó toda la ropa rápidamente y me tumbó en medio de la cama.

-Trae esa polla. ¡Qué me gustan las pollas gordas! –dijo mi tía y continuó mamándome.

-Quítate solamente las bragas Marta. –le pedí a mi madre que de inmediato lo hizo. –ponme el coño en la boca para que te lo coma.

Se subió en la cama y abrió las piernas a la altura de mi cara, mirando ella para mi tía que me chupaba como loca. Volví a sentir el olor del coño de mi madre y subí la cabeza para buscarlo. Saqué la lengua y la introduje entre los labios del rasurado coño. Mi madre se inclinó hacia delante y gimoteó al sentir mi lengua.

-Toma Marta, chúpala y devuélvele el favor a tu hijo. –y Mari se tumbó a nuestro lado a mirar como una madre y un hijo hacían un sesenta y nueve, a la vez se masturbaba.

Yo sentía las mamadas de mi madre y los flujos que caían sobre mi boca. Mi tía gimoteaba viéndonos y alargué la mano derecha para buscar su coño. Ella la cogió y la llevó hasta que llegué sin dificultad. Busqué entre sus pelos, separé sus labios y comencé a tocar su clítoris.

-Mari, que buen coño tienes. –le decía.

-Pues cómetelo. –dijo mi madre bajándose de mi cara y dejándole le sitio a mi tía, mientras ella seguía chupándome.

Mari se sentó sobre mí pero al contrario que mi madre. Su coño apuntaba directamente a mi boca y desde abajo podía verla gemir y moverse de placer al sentir mi lengua. Se tocaba las tetas con una mano y se pellizcaba los pezones. Mi madre no pudo aguantar más, se abrió de piernas y se metió mi polla hasta el fondo de su coño, agarrando a Mari por detrás y sobando su tetas para ayudarla a tener su orgasmo.

Mi madre cabalgaba con fuerza y parecía que se iba a correr en poco. Mientras mi tía llegaba a un orgasmo y me llenaba la boca con sus flujos. Se levantó de mí y mi madre se echó adelante. Agarré su culo y la follé rápidamente. Mi madre empezó a gemir y tuvo un orgasmo que la hizo gritar muy fuerte, mientras Mari se le acercó y la besó en la boca y le tocaba las tetas.

Mi madre se tumbó a mi lado y llamé a Mari. La hice tumbarse al lado de la otra boca arriba y la abrí de piernas.

-Tú no te corres, cabrón. –Me dijo mi tía.

-En la ducha me he hecho una paja pensando en ustedes, así que todavía tengo para rato. –le contesté a la vez que me subía en ella y le metía mi polla hasta el fondo.

Empecé a follarla y ella gemía con cada envestida que le daba. Mi madre, al lado nuestra, comenzó a animarse de nuevo. Empezó tocando mi culo. Lo acariciaba a la vez que yo follaba a la otra. Le saqué la polla a mi tía y me puse de rodilla, agarré a mi madre y la acerqué a mi polla para que la chupara. La chupó y no le importó tragarse los flujos de Mari. Mi tía esperaba con las piernas abiertas a que la volviera a follar. Aparté a Marta y volvía a cabalgar a mi tía. La follaba y sentí que se iba a correr. Aceleré el ritmo y la follé al máximo que pude. Me agarró la espalda y me clavó las uñas al sentir un gran orgasmo. La follé un poco más suave para que acabara de tener el orgasmo y después se la saqué y la dejé descansar.

-Ahora quiero correrme yo. –dije a las dos mujeres y coloqué a mi madre a cuatro patas en el filo de la cama a los pie.

La hice que abriera las piernas hasta que su coño quedó abierto y a la altura que yo necesitaba. Tomé mi polla que ya estaba cubierta de los flujos de ambas mujeres y la llevé a la raja de su coño. Como la noche anterior, la desplacé de arriba abajo hasta separar los labios. Le rocé la punta de mi polla por su clítoris y gimoteaba cada ver que se lo rozaba. Busque la entrada de su vagina y apreté para metérsela. Esta vez no fui delicado. Tenía un calentura que no me permitía tener delicadeza. La empecé a follar metiéndosela todo lo que podía.

Miré a mi tía que nos veía follar y le indique que se acercara a nosotros. Me besó en la boca y la hice poner su cabeza de lado en la espalda de mi madre. Saqué la polla y se la ofrecí a mi tía que no dudo en abrir la boca y comerse mi polla y los flujos de Marta. Después de unas chupadas volví a meterla en mi madre y seguí follándola. Le indique a Mari que se pusiera en la misma postura y junto a Marta. Saque la polla de mi madre y busqué rápidamente el coño de Mari. Lo metí de una vez y la empecé a follar. Mi madre se iba a mover y la paré.

-No te muevas que ya me queda poco para correrme. –le dije mientras le tocaba el coño con la mano izquierda.

Se la saque a mi tía y volví al coño de mi madre hasta que empecé a sentir que me iba a correr. Solté un primer chorro en el interior de mi madre. La saque para entrar en la otra y el segundo dio en la espalda de Mari. La metí dentro de su coño y acabé de correrme dentro de la vagina de Mari.

-Estoy destrozado. –dije y me tumbé en medio.

Las dos mujeres me abrazaron cada una por un lado y descansamos. Un rato después estábamos dormidos y hasta medio día no nos despertamos.

Así fue como mi madre pasó de las dudas de follar conmigo a formar un trío. La verdad es que mi madre follaba que era una maravilla. Ojalá los hombres que lean esto tengan la oportunidad de follar con una mujer de estas características. Y si las mujeres que leéis esto sois de esta clase, enhorabuena, siempre habrá un hombre que os quiera follar.