Mimando a mamá (cuando tienes novia)

Qué pasa si tú realizas incesto y tu novia también.

Recuerdo que con veintidós años estaba estudiando en la universidad. Aquellos fueron años muy divertidos y, aunque seguía amando a mi madre, empecé a fijarme en una chica de mi clase. Se llamaba Inma. Era morena de pelo lizo que le llegaba hasta media espalda. En general era fina, sus caderas no muy anchas, una cinturita de avispa, en total estaba proporcionada. Lo que rompía el equilibrio de su cuerpo eran las tetas. Tenía una talla cien de sujetador, pero como casi todo su cuerpo era delgado, sus tetas sobresalían sobre todo. Medía sobre uno setenta de altura. Su culo fue lo primero que me atrajo de ella, fue el anzuelo que me hizo acercarme y hablar con ella.

Durante el primer mes que la estuve acechando salía mucho con mis amigos para poder verla. Durante aquel tiempo noté que mi madre se fue entristeciendo poco a poco. Ya no follábamos tanto como antes. No es que ya no la quisiera, es que me estaba distrayendo con Inma.

-¿Qué te pasa Marta? –le dije una noche que estábamos solos en casa.

-Nada cariño...

-Cuéntame... Últimamente te veo muy triste... ¿Qué es por nosotros? –y la besé en la boca.

-Sabía que tenía que pasar, pero no me acostumbro a estar tanto tiempo sin ti. –me dijo y noté su tristeza.

Aquella noche fue la primera que no hicimos el amor. Pasamos toda la noche abrazados en silencio. Nos acariciábamos y nos dábamos cariño, pero no tuvimos sexo. Durante el día siguiente me llevé todo el día pensando en mi madre. Me estaba enamorando de Inma pero no quería dañar a Marta. Pensaba una y otra vez. Si Inma se enterara de que follo con mi madre vete a saber que pasaría, seguramente no hablaría conmigo nunca.

Pasaron dos meses en los que alternaba el salir con Inma con follar con mi madre. Algunas veces no follaba con mi madre para irme a algún lugar con Inma y otras no salía con ésta para quedarme en casa y follar toda la noche con Marta. Mi madre se amoldó a la nueva situación. Poco a poco se fue acostumbrando a la presencia de Inma. Como con casi todo el mundo, teníamos contactos furtivos en las habitaciones cuando estaba Inma en otra habitación.

Una tarde de navidad, nos hicieron una visita Inma y su madre Raquel. Raquel era una mujer de unos cuarenta y tres años, viuda desde hacía seis, alta como su hija y un poco más rellenita que ésta. Pero su cuerpo también estaba muy bien formado. Estaban por la zona de compras e Inma decidió que se podían acercar para tomar café y descansar algo, así se conocerían nuestras madres que habían hablado mucho por teléfono, pero no se conocían. Estuvimos tomando café y charlando. Después de unas horas, las dos decidieron marcharse a su casa. Las despedimos en la puerta y, nada más cerrar, me lancé sobre mi madre para besarla. Dos segundos más tarde se abrió la puerta, que se había cerrado mal e Inma nos pilló. Pidió perdón, cerró la puerta y salió corriendo. Mi madre y yo nos quedamos de piedra, eran las primeras personas que nos habían pillado y estábamos avergonzados, sin saber que decir y menos que hacer.

Pasadas unas horas me decidí a llamar a Inma. Cogí el teléfono y la llamé al móvil. Le pedí perdón y tuve que contarle lo que pasaba entre mi madre y yo desde hacía mucho tiempo. Ella me disculpó y me pidió que nos viéramos esa misma tarde en nuestra casa, si podía ser, para hablar del tema. Quedamos mejor al día siguiente sobre las diez de la noche ya que sólo estaríamos mi madre y yo, mi padre trabajaba. Se acordó que vendría con su madre y que cenaríamos los cuatro en nuestra casa para hablar. Se lo comenté a mi madre y no hubo problemas, sólo que estaríamos muy cortados con la situación.

Al día siguiente por la noche llegaron Inma y Raquel. Las dos estaban preciosas. Nos saludamos con cierta vergüenza y cenamos. Después pasamos al salón y comenzamos a hablar del tema.

-Pues sí, -dijo mi madre. –la verdad es que desde hace ya varios años Enrique y yo tenemos relaciones sexuales y nos va de perlas.

Yo miraba a Inma para intentar ver si estaba enfadada o no.

-Me parece muy bien. –dijo Raquel. –Yo soy viuda desde hace unos cuantos años y lo mismo que ustedes, Inma y yo tenemos relaciones.

Mi madre se quedó perpleja. Yo empecé a reírme. Inma parecía que se estaba enfadando con mis risas.

-Perdona Inma, me río porque desde ayer llevamos mi madre y yo dándole vueltas al asunto. De cómo decíroslos... y al final todos estamos en la misma situación.

Inma se relajó. Estuvimos un rato hablando de las razones que nos habían llevado a tener relaciones con nuestros parientes. El motivo de ellas fue también por soledad de la madre. Raquel no era dada de follar con desconocidos y poco a poco fue cayendo en la lujuria con su hija. Al principio tenía muchos problemas pues rechazaba la relación, pero fue Inma la que una noche con dieciséis años se metió en su cama y la volvió loca con su boca y sus dedos. Después de aquello tuvieron muchos juguetes que suplieron las carencias genitales de las dos.

Casi tres horas después, se marcharon. Habíamos quedado el sábado por la tarde en casa de ellas para vernos y hablar tranquilos.

-Mamá, yo creo que te ha salido novia. –le comenté con tono burlón.

-Calla, no digas tonterías.

Cuando llegamos el sábado por la tarde, a eso de las nueve de la noche, Inma y Raquel habían preparado una mesa para que cenáramos los cuatro. Estaba muy bien decorada, no faltaba ningún detalle navideño. Ellas vestían de forma sublime y maquilladas eran unas auténticas bellezas. Mi madre también vistió elegante y algo maquillada. Yo mi traje de chaqueta de siempre.

Nos saludamos y hablamos un poco. Diez minutos más tarde nos sentábamos a cenar. La comida estaba riquísima. Después de comer, recogimos la mesa y nos sentamos en el salón a charlar. En el sofá se sentaron mi madre y Raquel, Estaban muy cerca. Yo me senté en un sillón individual al lado del sofá e Inma se sentó encima de mí y me besó. Comenzamos a hablar de nuestras relaciones. Ellas, al vivir solas no tenían problemas y eran como si fueran parejas. Nosotros en cambio siempre teníamos que estar esquivando a mi padre. Yo acariciaba a Inma y ella me daba pequeños besos en los labios de vez en cuando.

-Enrique, siéntate en medio del sofá. –me dijo Raquel. –Tienes a mi hija y yo quiero compartirla contigo.

Inma se levantó y me senté en el sofá entre las dos madres. Raquel estaba a mi derecha y Marta a la izquierda. Inma se volvió a sentar encima de mí y besó a su madre en la boca y después me besó a mí.

-Marta, ¿te importa compartir a tu hijo conmigo? –dijo Raquel.

-Para nada, si a él no le importa, toma todo lo que quieras. –y mi polla se calentó al escucharlas.

-Enrique, ¿te importa compartir a tu madre conmigo? –me preguntó Inma.

-Por favor, espero que ella quiera pues estoy loco por veros follando.

-¿Y yo? –preguntó Raquel.

-¿Quieres que te comparta con estas dos? –le pregunté a mi madre y asintió con la cabeza.

Inma se echó hacia atrás y agarró la cabeza de mi madre para ofrecerle su boca. Se besaron. Raquel me giró la cabeza y comenzó a besarme mientras le subía la falda a su hija y le tocaba el coño por encima de las bragas. Sentía la lengua de Raquel jugar con la mía y mi mano derecha la lleve a su falda para levantársela y buscar su coño. Toqué sus bragas y el bulto de sus labios. Ella abrió un poco las piernas para que se lo tocara bien.

-Vallamos a la cama. –dijo Inma.

Nos levantamos sin decir nada. Sólo nos tocábamos ligeramente. Llegamos a la habitación de Inma y Raquel y las tres empezaron a desnudarse sensualmente para mí. Yo estaba de pie viendo aquellas tres diosas. Se quedaron en ropa interior. Marta se quedó con unas bragas y unas medias hasta medio muslo, todo de color blanco. Inma llevaba un porta ligas que sujetaban unas medias de color morado y su coño lo cubría con unas bragas de encaje también morado. Raquel llevaba un corpiño con ligero y unas medias, todo de color salmón, ésta no llevaba bragas y podía ver su peludo coño. Mis tres diosas permanecían de pie mirándome y esperando que yo me desnudara, pero yo sólo podía fijarme en las tetas de ellas. Marta tenía las tetas medianas que tan bien conocía. Inma tenía mas tetas que la otras, pero más firmes. A Raquel le sobresalían por el corpiño dos tetas que debían de ser de una talla ciento diez por lo menos.

Me desnudé torpemente. Me acerqué a las mujeres. Mi madre fue la primera en besarme, metía su lengua en mi boca. Inma se arrodillo delante de mí y me quitó los calzoncillos, acarició mi polla y comenzó a chupármela. Raquel abrazó a mi madre por detrás mientras me besaba y su mano derecha la llevó hasta el coño metiéndola por debajo de sus bragas. Con la mano izquierda le sobaba las tetas. Con su boca le mordía el cuello. Mi madre dejó de besarme y se fue separando mientras gemía al sentir las caricias de Raquel. Las dos se tumbaron en la cama. Mi madre boca arriba y abierta de piernas mientras que Raquel le quitaba las bragas y comenzaba a lamerle el coño.

-Ya te dije que a Raquel le gustabas. –le comenté.

-¡Ya! Pero que bien lo hace. –Decía mi madre entre gemidos de placer.

Levanté a Inma del suelo y me eché junto a las otras dos en la cama y boca arriba. Inma me cogió de nuevo la polla y siguió chupando. Para ella era la primera vez que lo hacía con una polla de verdad. Llevaba muchos años haciéndolo con pollas de látex. Miré a mi madre y acerqué mi boca para besarla. Jugaban nuestras lenguas mientras la de Raquel hacía maravillas en el coño de Marta e Inma hacía lo propio con mi polla.

Le pedí a Raquel que me pusiera su coño en la boca mientras su hija me mamaba. Se levantó y puso su coño frente a mi boca. Metí mi lengua entre los pelos y busqué su raja. Lamí hasta que noté que se separaban los labios. Desplacé la lengua a lo más alto y noté su clítoris. Inicié una serie de intensos lametones que hicieron que ella gimiera.

Marta se aproximó a Inma, le quitó las bragas y la acomodó con las piernas abierta. Nunca había comido un coño e iba hacerlo por primera vez. El coño de Inma estaba totalmente depilado, como le gustaba a Raquel. Mi madre separó los labios del joven coño y vio una rosada vagina. Cerró los ojos y hundió su lengua en la raja. El sabor de un coño ya lo había probado antes cuando había comido mi polla después de haber estado en el coño de otra, pero nunca había sentido el tacto de la suave piel de una vagina. Deslizó la lengua de arriba debajo de la raja y se detuvo en el clítoris para hacerle lo que yo le había echo tantas veces a ella. Inma gimoteaba a la vez que me mamaba.

Raquel se corrió a los pocos minutos y me lleno la boca de sus flujos. Se levantó y se puso junto a mi madre para comerle el coño a su hija. Las dos metían sus lenguas en su coño como podían y de vez en cuando, se besaban.

Me levanté quitándole la polla de la boca a Inma que seguía con las piernas abiertas y las otras dos chupando su coño. Me puse detrás de mi madre y le levanté el culo poniéndolo en pompa. Raquel se acercó a mí y me chupó la polla un poco. La cogió con una mano y la dirigió al coño de mi madre. Empujé y le fue entrando. Raquel me tocaba los testículos mientras penetraba a mi madre. Raquel se dio la vuelta y me ofreció el culo para que la penetrara a ella también. Se la saqué a mi madre y busque la vagina de Raquel entre el espeso pelo de su coño. Me tuvo que ayudar. Con una mano por debajo de su coño, cogió mi polla y la dirigió al coño. Despacio empujé y fue entrando casi sin esfuerzo. Mi madre se incorporó y me empezó a besar mientras yo tocaba su culo y penetraba a Raquel.

Inma se movió, se puso a cuatro patas delante de la madre y le pegó el culo a su boca. Raquel empezó a lamer el ano de su hija a la vez que mi polla le entraba todo lo posible. Mi madre sacó mi polla de Raquel y comenzó a mamarme un rato. Yo metía mis dedos en el coño de Raquel para masturbarla y poco después mi madre devolvía mi polla al interior de Raquel. La follé un buen rato. La aparté y me dirigí al culo de Inma. Iba a ser la primera polla de carne que entrara en ese coño. La madre abrió y lamió su raja para humedecerla, cogió mi polla con una mano y tiró para que me fuera acercando a ella. Me apuntó la polla y empujé para irla penetrando. Aquel coño se notaba que era más estrecho. Las otras dos habían tenido hijos y sus coños estaban más dilatados, pero Inma no y se notaba su estrecho coño. La estuve follando y a los pocos minutos se corría dando gritos de placer.

Mi madre me tumbó en la cama boca arriba y se montó rápidamente para no perder el sitio. Abrió las piernas y se hundió la polla hasta el fondo. Raquel se puso sobre mí, con las piernas abiertas, sentada en el cabecero de la cama. Agarró la cabeza de Marta y la llevó hasta su coño. Mi madre empezó a lamerle el coño a la vez que yo le metía mi polla y la follaba. Chupaba sus tetas que estaban a la altura de mi boca. Mordisqueaba sus enormes pezones y chupaba como si quisiera mamarle. Ella gimoteaba con su boca en el coño de Raquel.

Inma se recupero un poco del orgasmo y se puso junto a su madre para comerle las tetas. Raquel gemía y le ofrecía sus enormes tetas a la hija. Con mi mano izquierda busque el coño de Inma y empecé a masturbarla. Mi madre separó la boca del coño de Raquel y comenzó a dar gritos de placer. La agarré por las caderas y paré su culo. Con movimientos rápidos comencé a follarla. Entre gritos y gemidos se corrió como nunca la había visto. Seguí follándola suavemente para que acabara de correrse.

Mi madre se echó a un lado a descansar. Raquel se sentó sobre mi polla, mirándome a los ojos y se la clavó de una sola vez. Sentí que su coño estaba totalmente húmedo y caliente. Agarré un culo que era más grande que el de mi madre y lo sobé dándole cachetadas de vez en cuando. Ella gruñía con cada golpe y yo le metía la polla hasta el fondo. Su hija comenzó a azotarla y ella gemía. Yo me dediqué a penetrarla al ritmo de los golpes de su hija y a chupar las enormes y maravillosas tetas, mordiendo los pezones. Inma aceleró el ritmo de las cachetadas y yo el de las penetraciones. En pocos minutos conseguimos que Raquel se corriera y aceleré todo lo posible las penetraciones. Entre gemidos y chillidos se corrió.

-Ahora te toca a ti. –dijo mi madre y se puso en un lado de la cama a cuatro patas. –Ponerse junto a mí para que nuestro semental no folle y se corra. –le pidió a las otras.

Inma se puso junto a mi madre y Raquel se quedó junto a Inma tumbada boca arriba y descansando. Me puse detrás de mi madre y le metí la polla hasta el fondo. La penetré varias veces y pasé al coño de Inma. La follé un poco y vi que Raquel seguía descansando. Salí de Inma y volví a mi madre para follarla más mientras con la mano derecha tocaba el culo y el coño de Inma. Las dos se besaban e Inma tenía una mano en el coño de la madre. Volví a follar a Inma y miré para Raquel que volvía a excitarse con los tocamientos de su hija. Estaba a punto de correrme. Sentía que la leche se agitaba en mis testículos.

Saqué mi polla y la puse entre las enormes tetas de Raquel. Ésta escupió para que mi polla se deslizara entre las tetas. Comencé a moverme follando las tetas. Ella sacaba su lengua y me daba en el glande cuando llegaba a su boca. Mi madre por la izquierda me empezó a besar e Inma por la derecha comenzó a chuparme los pezones. Comencé a sentir mucho placer y sin previo aviso descargué un primer chorro de leche que le dio a Raquel en la lengua y en la boca. Mi madre se lanzó sobre mi polla que aún estaba entre las tetas de la otra y pudo tragarse algo de esperma. Las dos madres me chupaban y limpiaban la polla alternándose en la faena mientras Inma me besaba y acariciaba.

Caí rendido en la cama y las mujeres y yo nos abrazamos. Nos quedamos dormidos y por la mañana yo estaba abrazado a Inma y mi madre y Raquel parecían dos enamoradas. Pensé que de allí iba a salir algo y así fue. A partir de ese día, nuestras madres eran amantes y yo ahora tenía novia, pero además algunas veces nos juntábamos en el piso de Raquel y repetíamos las experiencias incestuosas que habíamos tenido aquel día. Mi madre ya no se volvió a sentir sola nunca más. Bien yo o bien Raquel, siempre tenía a alguien que la consolaba.