Milf, quinta parte
El morboso jefe de mi marido Alfredo.
Me llamo Alba y soy la esposa de Alfredo. No me describiré físicamente, prefiero dejarlo a la libre imaginación de los lectores, simplemente os diré que en la actualidad tengo 44 años.
Conocí a mi esposo hace veinte años, como pasa el tiempo, y llevamos catorce años de feliz matrimonio. Alfredo es una buena persona, trabajador, responsable y muy cariñoso, tanto conmigo como con nuestros hijos. Al igual que en la inmensa mayoría de las parejas, nuestros años de noviazgo y primeros de matrimonio se caracterizaron por la intensidad y fogosidad, luego llegan los hijos, el estrés, el trabajo, el cansancio y, finalmente, la monotonía se instaura en nuestras vidas, aunque de vez en cuando a todos nos gusta salir de la rutina.
Sexualmente, reconozco que no soy una mujer especialmente fogosa, raras veces tomo la iniciativa. Por su parte, Alfredo es muy dulce conmigo aunque no sea un superamante en la cama, de hecho en bastantes ocasiones no quedo satisfecha y tengo que masturbarme para alcanzar el orgasmo. De un par de años a esta parte he notado que a mi marido le excita muchísimo, cuando estamos en la cama, que le cuente historias de maridos cornudos, de supuestas infidelidades mías con otros hombres.
Mientras lo masturbo, para provocar su erección, tengo que contarle como mi jefe me seduce y acaba follándome en el trabajo, o como me lo monto con su mejor amigo o con nuestro viejo vecino -por cierto todo un salido-. Esta historia le excita sobremanera.
Eran las seis de la mañana, por motivos laborales Alfredo tenía que desplazarse a París. Sus maletas estaban en la puerta y el taxi abajo esperando a mi esposo.
Cariño, se me olvidó decirte que sobre las nueve y media pasará Don Guillermo a recoger este penndrive, contiene documentos del banco muy importantes, se lo entregas de mi parte por favor.
Alfredo no me fastidies, contesté. Hoy libro en el trabajo y después de dejar a los niños en el colegio no tenía idea de volver a casa, quería hacer unas compras, mejor se lo llevo al banco directamente sino te importa.
Lo siento mi amor pero le dije a Don Guillermo que se pasase por casa a recogerlo, respondió Alfredo, siento fastidiarte pero será cosa de un par de minutos. Tengo que irme, te llamo cuando llegue. Dándome un piquito mi marido se fue al aeropuerto.
Me quedé pensativa, no me hacía ni puñetera gracia que el jefe de Alfredo viniese por casa. Don Guillermo, como le gusta que le llamen, tendrá unos sesenta años, bajo con poco pelo y barriga cervecera, es divorciado y tiene fama de mujeriego entre sus empleados, aunque todos reconocen su personalidad arrolladora y dotes de mando. Es de esas personas que te comen con la mirada.
Tuve el “honor” de conocerlo en una cena del banco y me sacó a bailar. Es de esos que se arriman demasiado y con manos muy ligeras. En un par de ocasiones le paré, con mucho respeto, ya que no era cuestión de montar una escena con todo el mundo delante.
Esa mañana hacía mucho calor, me duché y me puse un vestido de gasa de una pieza con ribetes negros que dejaba al aire mis hombros, falda corta un poquito más arriba de la rodilla y unas sandalias negras a juego.
Dejé a mis niños en el cole, hablé un ratito con las otras mamis, y contrariada volví a casa. El jefe de mi marido, impecablemente trajeado, se encontraba en la puerta esperando.
Buenos días Alba, estás preciosa dijo Don Guillermo.
Buenos días, contesté. Pase, pase, no se quede en la puerta. Alfredo me encargó que le entregase personalmente este penndrive, lamento que haya tenido que desplazarse hasta aquí, se lo podía haber llevado directamente al banco.
No es ninguna molestia, todo lo contrario, respondió muy educadamente, pero al menos podías servirle al jefe de tu esposo un café corto de leche.
El tono de voz empleado me disgustó, no sonó como una pregunta sino como una orden. Pase Ud. al salón y en un momento se lo llevo, le dije. Entré en el salón portando el café en una bandejita que deposité en la mesa, Don Guillermo estaba sentado en la butaca preferida de mi esposo. Le serví el café, y en ese momento, me percaté que encima del sofá y a la vista del jefe de mi marido se encontraba un montón de ropa limpia, entre ella mi ropa más íntima.
Disculpe Don Guillermo -dije ruborizándome-, será mejor que retire esta ropa limpia, ya se como son las casas donde hay niños. Tranquila mujer, tranquila contestó riéndose. Volví al salón y me senté enfrente suyo. Al instante noté como el jefe de mi marido, descaradamente me miraba los muslos, descrucé las piernas y maldije el momento en que tuve la brillante idea de ponerme el vestido tan corto.
Hablamos de cosas sin importancia, Don Guillermo parecía no tener ninguna prisa y para mí la situación era bastante incómoda. De forma disimulada miré en varias ocasiones el reloj, Don Guillermo se percató y dijo: tienes prisa guapa?, Alfredo me comentó ayer que hoy librabas en el trabajo.
No tengo nada que hacer, tranquilo Don Guillermo, contesté haciendo esfuerzos para que no notase mi contrariedad. Tampoco era muy apropiado ser descortés con el jefe de Alfredo.
Hablando de Alfredo, continuó Don Guillermo, últimamente le encuentro muy ansioso, preocupado y estresado, ¿va bien todo entre vosotros?.
Si, contesté al momento. Lo cierto es que mi marido está estresado, Alfredo me cuenta que hay mucho trabajo en el banco, los viajes son frecuentes y luego está el tema del ascenso. Está muy ilusionado con ello, sería un fuerte impulso a su carrera y trabaja muy duro para conseguirlo.
Cierto contestó su jefe, está trabajando muy duro. Es más quiero mostrarte algo. Don Guillermo abrió su portafolios, sacó un documento y me lo entregó. Léelo me dijo.
Lo leí, era el nuevo nombramiento de Alfredo. Muchísimas gracias Don Guillermo dije entusiasmada mientras le devolvía el papel, mi esposo se alegrará muchísimo cuando lo sepa.
No hay de que Alba, contestó Don Guillermo. Pero no se si te has percatado de un pequeño detalle, en la propuesta de nombramiento de Alfredo falta mi firma en condición de interventor del banco. Sin mi firma tu marido nunca será ascendido.
El tono de su voz, jocoso y sarcástico, me asustó. Una desagradable idea cruzó mi mente. Pero Ud. va a firmar ese documento, ¿verdad?. No lo sé depende de ti bonita contestó Don Guillermo. En ese instante me levanté muy digna, será mejor que se vaya Ud. de mi casa le dije al jefe de mi marido.
Tranquila, tranquila contestó. Creo que me has entendido mal o no me he explicado bien. Le he entendido demasiado bien repliqué muy ofendida.
Alba, Alba, siéntate ordenó con un tono de voz autoritario. Se que estás pensando que el ascenso de Alfredo pasa por acostarte conmigo, que sin mi firma nunca se hará realidad. Desde luego que me encantaría follar con una mujer tan espléndida como tú, eres madre y conservas el cuerpo de una diosa que afortunado es tu marido. Pero ese no es mi estilo, lo que me mueve es el morbo de los matrimonios, en especial el de las mujeres casadas.
No entiendo nada, dije asustada. El jefe de mi marido continuó hablando: ¿Conoces el significado del término Milf?, ni siquiera pude contestar. Milfs son siglas en inglés que traducidas significa madura a la que follaría. Desde joven me han atraído las milfs, maduritas como tú, amantísimas madres, fieles esposas y abnegadas madres de familia, felizmente casadas, o por lo menos eso dicen. Por desgracia, las maduras olvidáis que también sois mujeres. Quiero conocer tus intimidades, los secretos de tu matrimonio, tus fantasías más ocultas y también tus perversiones.
Estaba perpleja, no entendía nada. Don Guillermo continuó hablando: Alba quiero hacerte una proposición. Aquí no va a pasar nada que tú no quieras, nadie sabrá nada de esto, pero quiero hacerte preguntas sobre tí, tu matrimonio, tus intimidades y fantasías más oscuras, sobre tu vida sexual. No pienso ponerte la mano encima a no ser que tú me lo pidas. Si eres sincera, firmaré el documento y Alfredo obtendrá su anhelado ascenso, sino aceptas me iré ahora mismo y esta conversación nunca habrá existido.
No, no sé respondí torpemente. Salí del salón, estaba aturdida. Ese viejo degenerado quería que le contase mis intimidades, los secretos que ni mi esposo conocía. En ese instante noté que mi entrepierna se humedecía, el ascenso de Alfredo nos garantizaría la estabilidad económica y el futuro de nuestra familia.
Regresé al salón, Don Guillermo, aceptó su oferta con dos condiciones. Tu dirás contesto, primera: apague su móvil y entréguemelo, no quiero grabaciones, toma es todo tuyo.
Segunda: no quiero que me toque. No lo haré dijo Don Guillermo, serás tu quién me lo pidas. Por mi parte una regla: quiero total sinceridad.
La tendrá, entonces comencemos, me senté en el sofá enfrente de Don Guillermo y sin importarme crucé las piernas dejando mis muslos a la vista del jefe de mi marido.
Nombre, edad y estado civil. Alba xxx, 44 años, casada, dos hijos.
¿Cuándo y donde conociste a Alfredo?, hace unos veinte años en un bar de Madrid.
¿Fue tu primer novio?, no, contesté. Antes de conocerlo salí con otro chico. ¿Mantienes algún contacto con él?, no, volví a responder.
¿Tuviste relaciones sexuales con tu exnovio?, no aunque él siempre estaba dispuesto. ¿Porqué no follaste con él?, Mi educación fue tradicional y quise llegar virgen al matrimonio.
Entonces deduzco que con tu marido no tuviste relaciones sexuales hasta el santo matrimonio. Efectivamente, así es.
Pero seguro que algo harías, ¿verdad?. Solíamos ir con el coche a sitios solitarios, nos metíamos mano y nos masturbábamos. En estas ocasiones Alfredo me pedía que llevase falda para ya sabes que. Me lo imagino dijo Don Guillermo riéndose.
¿Cuándo perdiste tú virginidad?, dos días después de la boda, en el viaje de novios. Yo no habría esperado ni cinco minutos dijo Don Guillermo con sorna. ¿Cómo fue la experiencia?, reconozco que no fue del todo satisfactoria. Explícate dijo el jefe de mi marido. Fue dolorosa, Alfredo me penetró, desvirgó y se corrió en seguida.
Don Guillermo volvió a reírse, este Alfredo, le voy a tener que dar unas clases prácticas.
¿Es grande la polla de tu marido?. Dudé al contestar, sinceridad recordó Don Guillermo, no es excesivamente grande. ¿Cuánto mide cuando está empalmado?, apenas llega a los once centímetros. Don Guillermo esbozó una sonrisa.
Entonces la siguiente pregunta está clara, ¿te sientes satisfecha con tu relación sexual?. No, contesté rotundamente, el trabajo, el estrés, los horarios, los niños provocan que no mantengamos relaciones sexuales con cierta continuidad. Follamos aproximadamente una vez cada dos semanas y coincidiendo en Sábado. Las mujeres como tú necesitáis vuestra ración de verga todos los días dijo Don Guillermo. Su comentario lejos de ofenderme me excitó.
¿Te masturbas? si contesté mientras me ruborizaba, ¿con que frecuencia?, tres o cuatro veces a la semana. ¿Tienes algún juguete para darte placer?, no, contesté me daría mucha vergüenza que lo descubriese Alfredo, podría pensar cualquier cosa. ¿Dónde te masturbas?, preguntó Don Guillermo: encima de nuestra cama o en la ducha contesté.
Lo cierto es que el juego me estaba excitando sobremanera, mi marido ausente, mis hijos en el colegio y yo, una madre de familia y fiel esposa, revelando al jefe de mi esposo, en mi propia casa, mis secretos personales y matrimoniales más íntimos. Noté como mi coño se humedecía empapando mi tanga.
¿Le has dado el culo a Alfredo?. No, contesté horrorizada, me lo ha pedido en varias ocasiones pero nunca he aceptado. Pues no sabe lo que se pierde el estúpido de tu marido. El comentario de Don Guillermo lejos de ofenderme incrementó mi excitación.
¿Qué opinas de mi como persona?. Que eres un impresentable contesté, mi esposo dice que eres un putero pajillero. Tendré que hablar de esto con Alfredito, contestó Don Guillermo a carcajadas.
¿Que piensa Alfredo de mi como jefe suyo? Que eres un hijo de puta explotador, un degenerado que mira a sus secretarias y a las esposas de sus subordinados como si quisiera desnudarlas y que a la mínima ocasión se aprovecha para rozar meterlas mano, contesté. De hecho ya tuve que pararte los pies en una cena del banco, ¿verdad?.
Bien Alba continuemos jugando: ¿has tenido alguna relación lésbica?, no, contesté. ¿Seguro?, dijo Don Guillermo, no eres sincera. Con diecinueve años veraneaba en el pueblo de una prima, la casa no era muy grande y dormíamos en la misma cama. Mi prima cuando pensaba que yo estaba dormida aprovechaba para meterme mano, me acariciaba los muslos, el culo, los pechos incluso llegó a masturbarme. Yo me dejaba hacer, solía darme la vuelta para facilitar sus caricias, siempre me hice la dormida y nunca dije nada.
Muy excitante, ¿te arrepientes de no haber follado con ella?, sí, contesté ruborizando mis mejillas.
¿Has sido infiel alguna vez a Alfredo?. No pero …..,pero que, continúa. Hace dos años salimos de cena las madres del cole, charlamos, bebimos, y fuimos a varias discotecas. Entramos en un pub de música salsa, al poco rato varios moscones se acercaron, los rechazamos pero al final bailé con un chico sudamericano llamado Julio, no tendría más de veinte años pero era muy atractivo. Me sacó a bailar y al poco sentí su miembro muy duro pegado contra mi vientre. Me excité muchísimo. Poco a poco me fue apartando hacia el lugar más oscuro del pub, en un giro del baile me punteó con su polla el culo, mojé mi tanga al instante. Una de sus manos pasó por debajo de mis axilas y empezó a acariciarme las tetas, su otra mano se deslizó por debajo de mi minifalda, me agarró los cachetes de mis nalgas y comenzó a sobarme y magrearme a su entero antojo. En ese instante me dí cuenta de lo que estaba ocurriendo, di un empujón al chaval y me fui donde las demás madres.
Ufffff, dijo Don Guillermo, eso estuvo cerca de acabar en buena follada,
¿Llevas el coño depilado?, Si respondí.
¿Practicas nudismo o topless?, topless contesté, a mi marido le gusta que otros hombres me vean las tetas.
Don Guillermo se sorprendió: ¿Cuál es la fantasía sexual de Alfredo?. Dudé a la hora de contestar, Don Guillermo se percató de mis vacilaciones y exigió la respuesta. La fantasía de mi esposo es la de verme follar con otros hombres, cuando estamos en la cama sólo se excita si le cuento como me follan y abusan de mí moros, sudamericanos, el hijo de un vecino, un primo, mi ex novio, mi jefe y también con Ud. Don Guillermo. Alfredo desearía verme follar con otros hombres y masturbarse mientras lo ve todo, me lo ha pedido en bastantes ocasiones.
¿Y que le dices?, que es un juego de pareja y que es una locura, aunque insiste muchísimo con el tema.
Joder con Alfredito dijo Don Guillermo llevándose la mano a su bulto, entonces me percaté de su tremenda erección. Me sentía muy turbada al revelar al jefe de mi marido todas nuestras intimidades, pero mi coño estaba empapado mojando mi tanga y mis muslos.
Y tu Alba, ¿Cuál es tu fantasía más íntima, tu secreto mejor guardado?. Me ruboricé pero superando mi vergüenza le dije a Don Guillermo: Alfredo es muy dulce y tierno con el sexo, demasiado. Me excita muchísimo pasar delante de una obra y que los obreros me digan puta que culazo tienes, que tetas más duras tienes zorra. Me excitaría que Alfredo en la cama me tratase como a una ramera.
Don Guillermo en ese instante desabrochó su pantalón y sacó su verga. Era enorme, como de unos veinte centímetros, con un grande muy cabezón, gruesa, demasiado gruesa y unos enormes testículos. Me quedé hipnotizada viendo ese descomunal pedazo de carne, Don Guillermo comenzó a masturbarse muy lentamente, saboreando cada instante.
¿Llevas braguita o tanga?, tanga contesté. ¿De color azul verdad?, dijo Don Guillermo, llevas un buen rato con las piernas abiertas. No me había percatado de ello, no pude o no quise cerrar mis piernas. ¿Estás excitada Alba?, no contesté, Don Guillermo volvió a preguntar. ¿Estas excitada Zorra?, sí Don Guillermo contesté débilmente, estoy muy mojada.
¿Te gusta mi polla, a las putas como tú les gusta mi verga?, no podía desviar mi mirada de ese poderoso miembro, si Don Guillermo contesté. ¿Y mis cojones que te parecen perra?, son muy grandes señor balbuceé. ¿Más grandes que los del inútil de tu esposo?, si Don Guillermo contesté sumisamente.
Quiero ver tu tanga, enséñamela ordenó Don Guillermo. Sin ningún pudor, me puse de pie y levantando mi corta falda permití que otro hombre que no era mi esposo viese mi ropa más íntima. Estás mojada zorra, era cierto una mancha de mis flujos vaginales contrastaba con el color azul de mi tanga. Dámela ordenó Don Guillermo, lenta, muy lentamente bajé las tiras del tanga, levanté una de mis piernas, luego la otra hasta sacarla.
De rodillas zorra, cógela con tu boquita de milf y tráemela. Me puse a cuatro y me acerqué muy despacito a Don Guillermo. El jefe de mi esposo la cogió y se la llevo a su nariz con desesperación, la olió y paso su lengua por la parte delantera de mi prenda íntima donde roza con mi coño. Que rica, sabe a puta mojada. Don Guillermo envolvió su enorme polla con mi tanga preferido y empezó a masturbarse a escasos centímetros de mi cara.
La verga del jefe de mi esposo subía y bajaba muy lentamente mientras Don Guillermo emitía gruñidos de satisfacción. Le mire a la cara, su rostro tenía una mueca enfermiza de placer. Hacía mucho tiempo que había perdido el control de la situación, el juego de Don Guillermo, sus preguntas y mis respuestas habían desvelado mis puntos débiles al jefe de mi esposo. Sus insultos no me ofendían, al contrario me excitaban, y yo solita me había puesto en bandeja de plata para el degenerado jefe de mi querido esposo.
¿Tienes calor, zorra? Si contesté. ¿Quieres quitarte el vestido Alba?, ¿Quieres desnudarte para otro hombre que no sea tu esposo?. Sí contesté débilmente. No te oigo dijo Don Guillermo, sí, quiero desnudarme para Ud. Don Guillermo.
Quítatelo zorra. Lentamente me subí el vestido para sacármelo por la cabeza, la falda subió hasta la altura de mi cintura, mi empapado coño quedó a la vista del degenerado jefe de mi marido. Que buena estás puta milf gritó Don Guillermo. Levanté aún más mi corto vestido y terminé de sacarlo por encima de mi cabeza.
Dámelo ordenó Don Guillermo. Se lo lancé y el cerdo del jefe de mi esposo lo olió y lamió con glotonería. Tenías que verte putita dijo Don Guillermo, una hembra madurita, una mujer felizmente casada, abnegada madre de familia, una milf delante de mí tapada solamente con su sostén.
Ven puta ordenó el jefe de mi marido. Sumisamente, me acerqué y por fin Don Guillermo tuvo acceso a mi cuerpo. Acarició mis piernas, mis muslos, mis tetas por debajo del sujetador, magreó y sobó mis nalgas a su entero placer. Suéltate el sujetador me ordenó. Sin ningún pudor lo desabotoné y se lo entregué. Las manos de Don Guillermo ordeñaron mis senos pellizcando y tirando de mis pezones. Las acarició mientras se masturbaba con su mano libre.
Don Guillermo percatándose de mi estado, sabiéndose vencedor, se puso detrás mío y empezó a masajearme la espalda. Una de sus manos descendió hasta mi cintura para proseguir hasta mis nalgas, las cuales procedió a magrear, primero suavemente y luego con fuertes apretones. La otra mano se deslizó por debajo de mi axila atrapando mis pechos, primero el derecho y luego el izquierdo, pellizcó mis pezones que se pusieron duros como piedras.
-¿Te gusta puta? dijo, no contesté aunque mis jadeos y gemidos eran perfectamente audibles. La mano que magreaba mis tetas descendió por mi vientre hasta llegar a mi coño, uno de sus dedos invadió mi intimidad.
-¿Te gusta zorra?, volvió a preguntar dándome una fuerte nalgada, estás muy mojada. Sacó el dedo de mi sexo y llevándolo a mi boca me lo introdujo. Cómete tus jugos milf. Chupe ese dedo con verdadera ansiedad.
El jefe de mi esposo nuevamente me penetró con dos dedos provocándome un espasmo de placer, se los llevó su boca y los chupó. Estas deliciosa putita, no eres la primera milf que me follo, al principio muy recatadas pero luego deseosas de la polla de un buen macho y no la de vuestros mariditos.
-¿quieres que te monte como los perros montan a sus perras? gritó. Era tal el morbo y el placer de aquella situación que no pude hablar.
- Quiero oírtelo decir perra, suplica, dímelo o me voy ahora mismo. Volvió a meter tres dedos en mi coño y empezó a masturbarme de una forma brutal.
-Fóllame te lo suplico, quiero ser tu perra, tu puta acerté a contestar entre jadeo y jadeo.
Don Guillermo se rió con estruendosas carcajadas, se quitó su pulcro traje quedando sólo con su boxer y dijo: vamos a tu dormitorio, voy a follarte en la cama que compartes con el maricón de tu esposo. Entramos en la habitación y me empujó sobre la cama.
- Ponte de rodillas puta, ¿Has comido polla alguna vez?.
-Nunca balbuceé, mi marido me lo ha pedido muchas veces pero me da asco.
-Déjate de gilipolleces y arrodíllate no sabe lo que se pierde el estúpido de tu esposo. Ya es hora de que empieces y así podrás sorprenderlo cuando folles con él, dijo Don Guillermo mientras ponía su boxer a la altura de mi cara.
Su boxer estaba empapado de líquido preseminal, y abriendo mi boca comencé a mordisquear el pedazo de carne que tapaba. Don Guillermo comenzó a gemir, y con voz autoritaria ordenó: bájalo perrita con tus dientes y cómete el dulce que tengo para ti. Bajé su boxer y ante mí cara surgió otra vez a la vista el pollón del jefe de mi esposo. La metí en mi boca y empecé a succionar.
-Despacio perra, con suavidad, mis cojones están llenos de leche esperando a una zorra como tú, no quiero correrme antes de tiempo.
Bajé su glande y empecé a darle besitos en la punta. Gotitas de líquido precoital corrían por la verga. Lamí su tronco hasta que llegué a sus enormes huevos.
-Cómetelos ordenó. Me los introduje en mi boca, succioné llenándolos de babas, mi cabeza pasó por su entrepierna llegando a sus nalgas, abrí los cachetes de su duro culo y metí mi lengua en la entrada de su ano.
Sus gemidos eran audibles en la habitación, y agarrando mi cabeza puso mi cara a la altura de su miembro. Entendí perfectamente la orden y me la introduje en la boca. Don Guillermo comenzó literalmente a follarme la boca. Su verga llegaba hasta los más profundo de mi garganta provocándome nauseas, lágrimas y arcadas.
Que bien lo haces puta milf, eres una experta mamadora, como me gustaría que estuviese aquí tu maridito para que viese como se comporta la perra de su mujercita. Sus palabras lejos de enfadarme me excitaban aún más, nadie me había tratado así en el cama, Don Guillermo estaba sacando lo más puta de una mujer y madre felizmente casada.
Transcurrido un rato el jefe de mi marido me empujó sobre la cama y poniéndose a cuatro patas sobre mi cara me tapó la nariz, me quedaba sin aire y abrí la boca con desesperación. Don Guillermo metió su descomunal verga y literalmente comenzó a follarme la boca.
Puta milf gritaba mientras su verga entraba y salía de mi boca. Mi mano descendió hasta mi coño, mis flujos corrían desde mi sexo pasando por mi entrepierna hasta llegar a mi ano mojando las sábanas, metí dos dedos para pellizcarme el clítoris. De repente, Don Guillermo abandonó la cama que comparto con Alfredo dejándome al borde del orgasmo, se dirigió al cuarto de baño y volvió con un frasco de gel de ducha.
-Ponte a cuatro puta, un vedadero macho te va a follar, te voy a dar por el culo como un perro jode a su perra.
No tuve fuerzas para oponerme, era tal la lujuria y el morbo que me invadía que me dí la vuelta, ofreciendo mi culo al jefe de mi esposo. Con cuidado por favor soy virgen del culo. Ya me lo has dicho zorra, ¿pero que clase de marido tienes preguntó Don Guillermo?. Otro medio hombre se rió. Abrete las nalgas zorra, ordenó.
Poniéndome a cuatro sobre la cama con mis manos procedí sumisamente a abrir mis nalgas para él. Don Guillermo comenzó a comerme el culo mientras con una mano me nalgueaba y con la otra introducía tres dedos en mi empapado coño. Eres mía perra, maldita madura caliente voy a follarte como nunca lo ha hecho tu esposo y voy a preñarte como los perros preñan a sus perras. En ese instante tuve el orgasmo más grande de mi vida, las contracciones fueron intensísimas, mis piernas flaquearon y caí de bruces sobre la cama. Nunca había sentido algo así, sus palabras obscenas, sus humillaciones, su forma de tratarme y someterme como a una puta, habían sacado lo más oculto de una mujer tradicional.
Una mano separó mis nalgas y algo fresco sentí en mi ano, era su mano que untada en gel acariciaba la entrada de mi orificio. De repente un dedo se introdujo en mi culo, grité de dolor.
-Quieta perrita te va a gustar.
El dedo comenzó a perforar mi culo, se movía y sentía como se abría poco a poco. Luego entró el segundo, mucho más fácil. El dolor se transformó en oleadas de placer que de nuevo comenzaron a inundarme.
-¿Te gusta perrita?. dijo. ¿Te gusta verdad?.
-Sí acerté a balbucear entre gemido y gemido.
-¿Quieres que te parta el culo? preguntó el botones.
-Si por favor contesté, fóllame y párteme el culo cabrón, le contesté.
Don Guillermo se puso detrás de mi, separó mis nalgas y sentí su enorme verga recorrer la raja de mi culo, y con un golpe de cadera introdujo su glande en mi ano.
-Me duele grité.
-Relájate y deja que poco a poco vaya entrando hasta el fondo.
Centímetro a centímetro su verga fue entrando en mi cueva hasta llegar a lo más profundo de mi intimidad. Sus poderosos huevos chocaron con mi culo y en esa posición estuvimos unos instantes mientras mi culo aceptaba ese tremendo falo. Sus dedos penetraron mi coño mientras que a la vez empezó a bombear mi culo de forma frenética. La sensación de placer era desconocida tal y como delataban mis jadeos y gemidos.
Don Guillermo empezó un mete saca brutal, me sentía taladrada y partida por aquella verga. Tantos años con Alfredo y nunca me había sentido tan hembra y tan perra como en ese instante siendo empalada por el jefe de mi marido. De repente Don Guillermo sacó su verga de mi dilatado ano, se tumbó sobre mi cama, me agarró con fuerza y me hizo sentarme sobre su descomunal polla.
Cabalga perra cabalga quiero ver como botan tus tetas con mis pollazos. Don Guillermo agarró mis tetas con mucha fuerza, me las ordeñó mientras que con sus manos me daba fortísimas nalgadas. Cabalgué varios minutos sobre ese pollón que tanto placer me daba como una buena amazona. Sentí en ese momento las contracciones previas a un nuevo orgasmo.
-Me corro gritó Don Guillermo, voy a preñarte, recordé que estaba en mi período más fértil del mes, ni siquiera tuve tiempo de desmontarme de él, sentí seis o siete trallazos de leche en lo más profundo de mi útero, mientras Don Guillermo gruñía como un animal en celo. Acaricié sus huevos para descargarlos completamente de su leche en mi coño mientras el jefe de mi marido todavía me empalaba pese a que su pollón había perdido parte de su dureza.
Don Guillermo me descabalgó, recogió parte de la leche que destilaba de mi coño e introdujo sus dedos en mi boca obligándome a comerme parte de su corrida.
-Eres una auténtica puta comedora de rabos y leche me dijo. Limpia la polla del macho que te ha tratado como a una verdadera hembra.
-Sí soy tu perra, tu puta, me has follado como nunca lo han hecho y de paso has hecho que mi marido sea el mayor cornudo del mundo, me arrodillé y limpié con mi lengua las verga que hizo que me sintiese como una verdadera mujer.
Don Guillermo se aseó, ducho y vistió. Saco de su portafolios el maletín y en mi presencia firmó tu ascenso. Alfredo, cariño, ¿te excita saber que gracias a tu fiel esposa obtuviste tu ascenso?. En ese instante me corrí como un verdadero cerdo sin ni siquiera haber tocado a Alba.