Milf

Como un imberbe saca lo más puta que hay en mi

Me llamo Alba y soy la esposa de Alfredo. No me describiré físicamente, prefiero dejarlo a la libre imaginación de los lectores, simplemente os diré que en la actualidad tengo 44 años.

Conocí a mi esposo hace veinte años, como pasa el tiempo, y llevamos catorce años de feliz matrimonio. Alfredo es una buena persona, trabajador, responsable y muy cariñoso, tanto conmigo como con nuestros hijos. Al igual que en la inmensa mayoría de las parejas, nuestros años de noviazgo y primeros de matrimonio se caracterizaron por la intensidad y fogosidad, luego llegan los hijos, el estrés, el cansancio y la monotonía se instaura en nuestras vidas, aunque de vez en cuando a todos nos gusta salir de la rutina.

Sexualmente, reconozco que no soy una mujer especialmente fogosa, raras veces tomo la iniciativa. Por su parte, Alfredo es muy dulce conmigo aunque no sea un superamante en la cama, de hecho en bastantes ocasiones no quedo satisfecha y tengo que masturbarme para alcanzar el orgasmo. De un par de años a esta parte he notado que a mi marido le excita muchísimo, cuando estamos en la cama, que le cuente historias de maridos cornudos, de supuestas infidelidades mías con otros hombres.

Mientras lo masturbo, para provocar su erección, tengo que contarle como mi jefe me seduce y acaba follándome en el trabajo, o como me lo monto con su mejor amigo o con nuestro viejo vecino -por cierto todo un salido-, pero la historia que más le calienta y hace que se corra sin ni siquiera llegar a penetrarme es la que os voy a contar ahora.

Por cierto, Alfredo cree que esta historia -que ocurrió hace un año- es fruto de mi imaginación, pero no es así, realmente sucedió aunque mi esposo no lo sabe ni nunca la sabrá.

Por motivos laborales, trabajo en una tienda de muebles, tuve que desplazarme a una feria del sector que se celebra en la ciudad de Zaragoza. Viaje sola ya que el hermano de mi jefe estaba ingresado en un hospital.

El hotel en el que me instalé era impresionante, tras desayunar como una reina y pedir un taxi salí a la calle con intención de esperarlo y disfrutar del sol de la mañana. Un botones del hotel, joven, muy joven, no llegaría a los veinte años y con un aire un poco macarrilla, gentilmente se ofreció a llevar mis bolsas hasta el taxi.

Tras cargar todo en el vehículo el botones se despidió diciéndome: que pase un buen día MILF. Reconozco que hasta ese instante desconocía el significado de esa expresión y en ese momento no le dí ninguna trascendencia. El día fue duro pero muy productivo, atender a clientes, proveedores y un par de reuniones con fabricantes de mobiliario. Sobre las 21,30 llegué al hotel bastante cansada, dejé los paquetes con los catálogos y muestrarios en recepción y pasé directamente al comedor.

La cena fue magnífica, hablé con mi jefe y le comenté las buenas noticias. Pedí una copita de cava y salí del comedor con la intención de subir a mi habitación, pasé por recepción para recoger las bolsas con los catálogos y muestrarios.

En ese instante alguien se dirigió a mí: perdone, señora, ¿me permite que lleve sus bolsas hasta la habitación?, levanté la vista y era el botones que me atendió por la mañana. Muchísimas gracias contesté, realmente pesan.

Tomamos el ascensor, hacía mucho calor y estaba repleto de gente. Al poco rato, sentí algo duro apoyarse entre mis nalgas al cual no dí mayor importancia. Transcurrido unos instantes una mano volvió a acariciar mi trasero, levemente moví la cabeza pero no pude percatarme a quien pertenecía. Comencé a excitarme y la mano se volvió más audaz, sobando y magreando mi culo a su antojo, empecé a excitarme, una sensación desconocida se apoderó de mí, alguien que no era mi esposo me estaba metiendo mano y no hice o no quise hacer nada para evitarlo. Mi sexo empezó a palpitar y mi tanga se humedeció.

El ascensor llegó a su destino, salí delante del botones y mientras cruzábamos el largo pasillo creí sentir como me devoraba el trasero con su mirada. No puede ser pensé para mis adentros, no es más que un crío y yo una mujer felizmente casada, con hijos, que podría ser su madre.

Llegamos a mi habitación, el chico abrió la puerta y pasamos entramos. Abrí mi bolso para darle una propina, cuando el botones llevándose la mano a su paquete me dijo: no se preocupe señora, ya me he cobrado en el ascensor, las milf como Ud. siempre han de quedar plenamente satisfechas con el servicio.

Me quedé de piedra, y antes de que pudiese articular palabra, el mozo continuó: mi turno acaba en media hora, si necesita algo no dude en llamarme y salió de la habitación ante mi turbación.

Durante un rato me quedé perpleja, intentando analizar un cúmulo de nuevas y desconocidas sensaciones para mí, ese joven casi imberbe, con su aire macarrilla y chulesco me había punteado y metido mano magreando mis nalgas a su entero antojo en un ascensor repleto de gente, y además se me había insinuado en mi propia habitación sin ningún pudor.

Sin haberme recuperado de la impresión mi móvil sonó. Era Alfredo, hablamos de la exposición, de los niños y demás cosas sin importancia, aunque casi no pude hablar presa de la excitación.

Una palabra vino a mi cabeza, milf, cogí el móvil, accedí al buscador y tecleé la palabra. Traducción del inglés, mamá o mujer madura a la que me follaría, me quedé perpleja. En el buscador además aparecían muchísimas webs de videos, no pude evitarlo accedí una de ellas y abrí un vídeo. En ese vídeo una mujer era follada por un hombre de color mientras otra persona, se supone que su marido, sentado en un sofá se masturbaba contemplando la escena.

Reconozco que me mojé pero recobré la cordura, degenerados pensé para mis adentros, necesito una ducha. Fui al cuarto de baño, accioné el grifo, me bajé la falda y me saqué la blusa. En ropa íntima me miré en el espejo, desabroché el sujetador y contemplé mis pechos, algo caídos como es normal en una mujer de mi edad después de haber tenido dos hijos, mi vientre casi plano fruto de las operaciones bikini y trabajo duro en el gimnasio. Me saqué el tanga y me introduje en la ducha.

El agua tibia corría sobre mi cuerpo, la sensación era muy dulce y agradable, me relajé y sin darme cuenta volví a pensar en lo ocurrido en el ascensor, en la desfachatez del jovenzuelo, una de mis manos acariciaba mis pechos tirando de los pezones, la otra descendió por mi vientre hasta mi empapado coño, dos dedos invadieron mi sexo y empecé a gemir en la intimidad de mi cuarto de baño mientras una palabra retumbaba en mi cabeza: milf, milf.

Gemía y jadeaba como una hembra en celo, estaba a punto de tener el mayor orgasmo de mi vida, en ese instante abrí los ojos y me quedé helada, el botones se encontraba delante de mí, estaba oliendo mi tanga y sin disimulo se la metió por debajo del pantalón apretándose su paquete. Cerré el grifo y con una toalla cubrí mi desnudo cuerpo.

-¿Que hace Ud. aquí?. ¿Como ha entrado?.

-El botones contestó: tengo una llave maestra para casos de urgencia, y por lo que veo su situación es de extrema necesidad.

-Vallase casi grite, mientras salía de la ducha arropada en mi toalla.

-No necesita Ud. esa toalla dijo el mozo tirando de la misma.

Comenzó un forcejeo entre los dos, el botones me inmovilizó contra su espalda y apoyó su tremendo bulto contra mis nalgas, con una de sus manos me tapo la boca mientras yo forcejeaba para librarme de ese abrazo. El joven acerco su boca a mi oído y muy suavemente me susurró: ayer te ví entrar al hotel y el comentario en recepción fue unánime que pedazo de hembra, vaya milf, me fijé en tu alianza de casada, las casadas como tu sois hembras insatisfechas necesitadas de un buen macho que os folle sin piedad.

Forcejeé con el botones pero esta vez la toalla cayó a mis pies, quedando totalmente desnuda a su merced. El chico volvió a inmovilizarme y me susurró al oído: Desde que entraste por la puerta del hotel supe que eras una buena perrita deseosa de que un macho la folle de verdad. ¿porqué no dijiste nada en el ascensor cuando te punteé y sobé tus nalgas?. ¿Te excitó que un desconocido te metiese mano delante de tanta gente, te sentiste una verdadera hembra, verdad?. ¿Quieres gritar para montar un escándalo y me valla?, y acto seguido retiró su manaza de mi boca

No acerté a decir nada, sus palabras lejos de ofenderme me habían excitado empapando mi coño. El botones percatándose de mi estado , y sabiéndose vencedor, empezó se puso detrás mío y empezó a masajearme la espalda.

Una de sus manos descendió hasta mi cintura para proseguir hasta mis nalgas, las cuales procedió a magrear, primero suavemente y luego con fuertes apretones. La otra mano se deslizó por debajo de mi axila atrapando mis pechos, primero el derecho y luego el izquierdo, pellizcó mis pezones que se pusieron duros como piedras.

-¿Te gusta puta? dijo el chaval, no contesté aunque mis jadeos y gemidos eran perfectamente audibles. La mano que magreaba mis tetas descendió por mi vientre hasta llegar a mi coño, uno de sus dedos invadió mi intimidad.

-¿Te gusta zorra?, volvió a preguntar dándome una fuerte nalgada, estás muy mojada. Sacó el dedo de mi sexo y llevándolo a mi boca me lo introdujo. Cómete tus jugos milf. Chupe ese dedo con verdadera ansiedad.

El botones nuevamente me penetró con dos dedos provocándome un espasmo de placer, se los llevó su boca y los chupó. Estas deliciosa putita, no eres la primera milf que me follo, al principio muy recatadas pero luego deseosas de la polla de un buen macho y no la de vuestros mariditos.

-¿quieres que te monte como los perros montan a sus perras? gritó. Era tal el morbo y el placer de aquella situación que no pude hablar.

  • Quiero oírtelo decir perra, suplica, dímelo o me voy ahora mismo. El botones metió tres dedos en mi coño y empezó a masturbarme de una forma brutal.

-Fóllame te lo suplico, quiero ser tu perra, tu puta acerté a contestar entre jadeo y jadeo.

El botones se rió con estruendosas carcajadas, puta voy a marcarte como el macho de la manada marca a sus hembras, de un fuerte empujón me sacó del baño y me tiró encima de la cama. Comenzó a desnudarse, su cuerpo denotaba horas y horas de gimnasio, se quedó con un boxer que apenas ocultaba la descomunal verga que se escondía tras el.

El botones me hizo tumbarme en la cama, apretándose su paquete me copio de la mano y me quitó la alianza, ¿Qué haces? pregunté. Calla zorra, cogió mi alianza y me la paso por la cara, descendió por mi cuello hasta llegar a mis pechos, jugando con mis pezones mientras gemía y jadeaba sumisamente, el frío contacto del oro provocó que mi espalda se arquease, mi alianza descendió hasta mis piernas subió por mis muslos y se paró a la entrada de mi mojado coño, instintivamente abrí mis piernas para el macho. El botones se sentó en mi cama y lanzando mi alianza contra la pared me dijo:

  • Ponte de rodillas puta, ¿Has comido polla alguna vez?.

-Nunca balbuceé, mi marido me lo ha pedido muchas veces pero me da asco.

-Déjate de gilipolleces y arrodíllate no sabe lo que se pierde el estúpido de tu esposo. Ya es hora de que empieces y así podrás sorprenderlo cuando folles con él, dijo el chaval mientras ponía su boxer a la altura de mi cara.

Su boxer estaba empapado de líquido preseminal, y abriendo mi boca comencé a mordisquear el pedazo de carne que tapaba. El botones comenzó a gemir, y con voz autoritaria ordenó: bájalo perrita con tus dientes y cómete el dulce que tengo para ti. Bajé su boxer y ante mí cara surgió una verga de unos 20 cms., muchísimo más grande que la de Alfredo, venosa y gruesa, con unos enorme testículos que colgaban desafiando a la gravedad.

La metí en mi boca y empecé a succionar.

-Despacio perra, con suavidad, mis cojones están llenos de leche esperando a una zorra como tú, no quiero correrme antes de tiempo.

Bajé su glande y empecé a darle besitos en la punta. Gotitas de líquido precoital corrían por la verga. Lamí su tronco hasta que llegué a sus enormes huevos.

-Cómetelos ordenó el botones. Orden que acaté al instante procediendo a introducirlos en mi boca, succioné llenándolos de babas, mi cabeza pasó por su entrepierna llegando a sus nalgas, abrí los cachetes de su duro culo y metí mi lengua en la entrada de su ano.

Los gemidos del chaval eran audibles en la habitación, y agarrando mi cabeza puso mi cara a la altura de su miembro. Entendí perfectamente la orden y me la introduje en la boca. El mozo comenzó literalmente a follarme la boca. Su verga llegaba hasta los más profundo de mi garganta provocándome nauseas, lágrimas y arcadas.

Que bien lo haces puta milf, eres una experta mamadora, como me gustaría que estuviese aquí tu maridito para que viese como se comporta la perra de su mujercita. Las palabras del chico lejos de enfadarme me excitaban aún más, nadie me había tratado así en el cama y un chaval que podía ser mi hijo, un verdadero macarra estaba sacando lo más puta de una mujer y madre felizmente casada.

Transcurrido un rato el botones me empujó sobre la cama y poniéndose a cuatro patas sobre mi cara me tapó la nariz, me quedaba sin aire y abrí la boca con desesperación. El chaval metió su descomunal verga y literalmente comenzó a follarme la boca.

Puta milf gritaba el botones mientras su verga entraba y salía de mi boca. Mi mano descendió hasta mi coño, mis flujos corrían desde mi sexo pasando por mi entrepierna hasta llegar a mi ano mojando las sábanas, metí dos dedos para pellizcarme el clítoris. De repente, el botones abandonó la cama dejándome al borde del orgasmo, se dirigió al cuarto de baño y volvió con un frasco de gel de ducha.

-Ponte a cuatro puta, un vedadero macho te va a follar, te voy a dar por el culo como un perro jode a su perra.

No tuve fuerzas para oponerme, era tal la lujuria y el morbo que me invadía que me dí la vuelta, ofreciendo mi culo a ese macho. Con cuidado por favor soy virgen del culo. ¿Pero que clase de marido tienes preguntó el botones?, no se como pero conteste gritando que era un pichafloja que no sabía dar a una mujer lo que necesita.

-Otro medio hombre se rió el chico. Separate las nalgas zorra, ordenó.

Poniéndome a cuatro sobre la cama con mis manos procedí sumisamente a abrir mis nalgas para él.

El botones comenzó a comerme el culo mientras con una mano me nalgueaba y con la otra introducía tres dedos en mi empapado coño. Eres mía perra, maldita madura caliente voy a follarte como nunca lo ha hecho tu esposo y voy a preñarte como los perros preñan a sus perras. En ese instante tuve el orgasmo más grande de mi vida, las contracciones fueron intensísimas, mis piernas flaquearon y caí de bruces sobre la cama. Nunca había sentido algo así, sus palabras obscenas, sus humillaciones, su forma de tratarme y someterme como a una puta, habían sacado lo más oculto de una mujer tradicional.

Una mano separó mis nalgas y algo fresco sentí en mi ano, era su mano que untada en gel acariciaba la entrada de mi orificio. De repente un dedo se introdujo en mi culo, grité de dolor.

-Quieta perrita te va a gustar.

El dedo comenzó a perforar mi culo, se movía y sentía como se abría poco a poco. Luego entró el segundo, mucho más fácil. El dolor se transformó en oleadas de placer que de nuevo comenzaron a inundarme.

-¿Te gusta perrita?. dijo. ¿Te gusta verdad?.

-Sí acerté a balbucear entre gemido y gemido.

-¿Quieres que te parta el culo? preguntó el botones.

-Si por favor contesté, fóllame y párteme el culo cabrón, le contesté.

El mozo se puso detrás de mi, separó mis nalgas y sentí su enorme verga recorrer la raja de mi culo, y con un golpe de cadera introdujo su glande en mi ano.

-Me duele grité.

-Relájate y deja que poco a poco vaya entrando hasta el fondo.

Centímetro a centímetro su verga fue entrando en mi cueva hasta llegar a lo más profundo de mi intimidad. Sus poderosos huevos chocaron con mi culo y en esa posición estuvimos unos instantes.

Sus dedos penetraron mi coño mientras que a la vez empezó a bombear mi culo de forma frenética. La sensación de placer era desconocida tal y como delataban mis jadeos y gemidos.

El botones empezó un mete saca brutal, me sentía taladrada y partida por aquella verga. Tantos años con Alfredo y nunca me había sentido tan hembra y tan perra como en ese instante siendo empalada por un macarra que me doblaba la edad. De repente el botones sacó su verga de mi dilatado ano, se tumbó sobre mi cama, me agarró con fuerza y me hizo sentarme sobre su descomunal polla.

Cabalga perra cabalga quiero ver como botan tus tetas con mis pollazos. El botones agarró mis tetas con mucha fuerza, me las ordeñó mientras que con sus manos me daba fortísimas nalgadas. Cabalgué varios minutes sobre ese pollón que tanto placer me daba como una buena amazona. Sentí en ese momento las contracciones previas a un nuevo orgasmo.

-Me corro gritó el botones, ni siquiera tuve tiempo de desacoplarme de él, sentí seis o siete trallazos de leche en lo más profundo de mi útero, acaricié sus huevos para descargarlos completamente de su leche en mi coño mientras el botones todavía me empalaba pese a que su pollón había perdido parte de su dureza. El botones me descabalgó, recogió parte de la leche que destilaba de mi coño e introdujo sus dedos en mi boca obligándome a comerme parte de su corrida.

-Eres una auténtica puta comedora de rabos y lefa me dijo. Limpia la polla del macho que te ha tratado como a una verdadera hembra.

-Sí soy tu perra, tu puta, me has follado como nunca lo han hecho y de paso has hecho que mi marido sea el mayor cornudo del mundo, me arrodillé y limpié con mi lengua las verga que hizo que me sintiese como una verdadera hembra.

Aquella fue una noche muy larga, luego os lo cuento.

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