Milf (3)

Hello! Pueden hallar los capítulos previos en mi perfil, espero sea de su agrado!

III

Cintia en un cambio de estrategia, decidió saltar del lucir sexy y no hablarme a lucir sexy y buscarme, tal vez ya le habían notificado que era mi última semana cubriendo a Andrea.

Lo cierto era que esa semana disfrute bastante de su nueva faceta de mujer liberada.

  • ¡Hagamos algo hoy! – Me pidió mientras yo terminaba de acomodarme en el vestidor, solo la observe - ¿cenamos? – pregunto tímidamente, abrochando su pantalón.

  • No lo sé, creo que tengo planes.

  • ¿Planes?

  • Sí.

Le guiñe el ojo, enojada salió.

Camino al parqueadero escuché una notificación de mi celular.

Numero privado. “Hotel Tibisay, hab 45, trae una sorpresa”. Sonreí.

Y tras pensarlo un segundo se me ocurrió una genial idea.

Frente a la habitación del hotel, un sobre en el suelo, dentro una nota con sus labios brillantes en color rojizo, sin palabras.

Traía a Cintia vendada desde el estacionamiento, veamos qué tan liberal esta esto. Ansiosa preguntaba que hacía, a donde nos dirigíamos y sobretodo porque era necesario el antifaz; la tranquilizaba asegurándole que todo aquello valdría la pena.

Nos interne a la habitación, Melisa reluciendo un hermoso baby doll rojo esperaba sobre la cama, solo observe sus ojos brillosos en curiosidad.

Relajo aún más su postura, bebiendo de su copa como si esperara de un espectáculo. Tome el rostro de Cintia para acercarlo al mío, roce sus labios con los míos, con suavidad, introduciendo mi lengua de a poco, mordiendo suavemente su labio inferior, como estoy segura que le enloquece. Moví mis besos a su cuello, recorriendo un terso camino hasta su oído.

  • ¡Déjate hacer!

Suspiraba lentamente. Desabroche su camisa con lentitud, regando besos en su pecho, Melisa nos observaba fascinada. Deje a Cintia con nada más que el antifaz sobre ella. La lleve hacia atrás, frente a Melisa, nos observamos a los ojos. Se levantó. Yo empuje con cierta rudeza a Cintia sobre la cama, ella dejo escapar un leve gemido, no aparte mi vista del rostro de mi bella veterana mientras lo hacía, lucia maravillada. Tomo un instante para besarme. Observo a Cintia, mordiendo su labio, imaginando seguramente todo aquello que le haría.

Arrebate la copa de sus manos y me aleje prudentemente. Tome asiento en un sillón frente a ellas.

Melisa, ansiosa parecía no saber por dónde comenzar, pasaba sus manos por todo su cuerpo con suavidad, conociendo todo el territorio nuevo. Cintia ahogaba gemidos al tiempo que Melisa daba círculos en su clítoris, la mano habilidosa de mi clienta misteriosa enloquecía a mi jefa inmediata. El calor se apoderaba de mí, bebía, me quitaba las prendas de a poco; ansiosa por entrar al ring, pero la deliciosa escena ameritaba paciencia y admiración.

La traviesa M.I.L.F no tardó mucho en bajar a probar el néctar de Cintia. Abrió sus piernas, calculando quedar perfectamente a mi frente, con sus manos abría los labios vaginales de Cintia, fijaba su vista justo en mi dirección segundos antes de pasar su experimentada lengua por toda la superficie vaginal de mi supervisora, hasta dejarse dominar por su sabor.

Un frenesí oral domino a Melisa, no aparto su rostro de la zona sur de Cintia, mi campo visual fue cubierto por su figura en cuatro, observaba sus carnosos labios vaginales apretaditos en la mini tanga del baby doll, el rojo un tanto más intenso de la panty en esa área gracias a la humedad. Sus hermosos glúteos, firmes y danzando al mismo ritmo serpenteante de su lengua. Me levante, dejando caer mi pantalón.

Con deleite me acerque, pase mi mano izquierda por las nalgas semi descubiertas de Melisa, subiendo por su espalda, tomando su cabeza y hundiéndola más adentro del sexo de Cintia. Mis ojos extasiados, perdidos, se fijaban en miles de detalles, el rostro de placer de mi asiática favorita, el celestial trasero de melisa, los movimientos corporales de ambas, los pezones rosados y erectos de Cintia.

Sin restricción me acerque a lamer el pezón de Cintia. Inmediatamente reacciono en susto, dando un brinco se quitó el antifaz, asustadiza entendió lo que sucedía, intento preguntar por la identidad de Melisa, quien con velocidad subió a besarla, le brindo su propio sabor. No me lo pensé dos veces y me uní al beso.

Melisa retomo su labor, Cintia se relajó de nuevo, clavando sus uñas dentro de la cabellera de su nueva amante, dejándose llevar.

Mis caricias se turnaban en ambas, derramaba champaña en los labios de Cintia, lamia su recorrido, la besaba, jugaba con sus pechos, aquella variedad de texturas y tamaños era desquiciante.

Recuerdo tomar impulso para nalguear a Melisa con todo mi placer, ella previniendo lo que me proponía empino aún más su bello trasero, el golpe retumbo en la habitación, logrando que Cintia diese otro brinco y pegara a Melisa aún más a ella. Buscando ahogarla con sus dulces líquidos.

Con rudeza arranque la panty que cubría a mi bella cuarentona, revente la pequeña prenda roja, logrando distraerla de su tarea para que nos regalase un entonado gemido. En plena sincronía la penetre justo cuando ella le hacía lo mismo a Cintia, descansando su rostro en el abdomen de ella, podía verlas a ambas gimiendo y disfrutando por el ritmo de mis embestidas.

Sentí primero como Melisa se venía en mi mano, Cintia observaba atenta, como si supiese que al recuperarse se iba a concentrar aún más en ella. Melisa perdiendo su mano dentro del vientre de Cintia movía sus dedos dentro de ella, sacándole gemidos y movimientos bruscos de cadera hasta que ella también logro alcanzar el clímax.

Me acosté en la cama solo necesitando de una sugerente mirada para que melisa fuese a cabalgarme como solo ella sabe hacerlo, la ya irremediablemente corrompida taiwanesa observo y con solo un segundo para ponerse al día tomo la misma actitud sobre mi boca.

Me hallaba en el paraíso, una bella y más que calificada caballota meneando todo su ser sobre mi clítoris mientras que la novata demostraba los movimientos de cadera que conocía sobre mi lengua.

Podía sentir en sus movimientos como entre ellas se besaban y acariciaban cuestión que terminaba de ponerme a millón. Tras unos minutos de movimientos pude sentir la mano de Cintia escurriéndose sobre mi pubis, había encontrado la manera de penetrar a Melisa, aprovechaba sus movimientos sobre mí para cogérsela de la mejor manera. Resistieron tan solo un par de minutos, pronto sentí los fluidos de ambas llenar los respectivos lugares que sobre mi ocupaban.

Ambas me desmontaron tumbándose a mis costados sobre la cama, yo sintiendo mi clítoris a reventar, repleto de sangre aun necesitaba liberar presión, y eso solo sucedería hallándome muy dentro de ambas.

Aprovechando sus posiciones, abrí sus piernas, dejando a Melisa a mi costado izquierdo, con su pierna derecha sobre mi hombro, a Cintia a mi costado derecho, con su pierna izquierda sobre mi otro hombro, yo de rodillas frente a ellas, quienes muy cerca una de la otra no paraban de besarse y tocarse. La vista era una locura.

Usando ambas manos para penetrar a cada una de ellas sentí la gloria. La excitación dominando mi cordura, solo podía entrar y salir de ellas con vigor, internándome a instantes en lo más profundo de su ser, quedándome allí para solo mover mis dedos, llevarlas a lo máximo y amenazar con salir. Paraban de besarse para gemir, y pedirme aún más rigidez y rudeza para penetrarlas, anunciaban incesantes que las haría llegar, que siguiera haciéndolo de esa manera.

Puse toda mi energía en las últimas arremetidas, el sudor recorría mi espalda, sus piernas trataban de resbalarse, pero ellas obedientemente las mantenían arriba, movían sus caderas al mismo ritmo, mi ritmo.

Se observaban, besaban, acariciaban y fue al ver como las uñas de cada una marcaban la espalda de la otra que ya no pude resistir más, estalle en un potente orgasmo, sentí un chorro alejarse de mi ser para no volver.

Deje caer sus piernas, las respiraciones buscando la calma, los parpados pesados, y yo en medio de ellas, teniéndolas acurrucadas sobre mi pecho es lo último que recuerdo.

Dormí como bebé aquella noche, siempre había fantaseado con estar dentro de dos cálidas damas a la misma vez y debo decir que es mil veces mejor de lo que pude haber imaginado.

En la mañana tras una ducha en perfecta compañía, nos despedimos amistosamente y partimos, lleve a Cintia a su casa.

Trabaje el par de días que me restaban y el ultimo día, tras una pequeña despedida el trabajo cerré con un intenso beso todo aquello justo en el lugar que comenzó, los vestuarios.

Fin.