Mil Sonrisas. III Suyo

Sin buscarlo, quedo atrapado en sus redes

…..No quiero que me echen después de haberla conocido.

-Bueno pequeño, eso dependerá de ti, pero por ahora espero que estés hidratado, porque mis pies están cansados y espero que tu lengua se porte bien.- me dijo mientras se separaba un poco de la mesa y se perfilaba hacia mí, acariciándome cariñosamente la cabeza indicándome el camino.

Nunca había besado los pies de nadie salvo en alguna ocasión de forma muy superficial como pequeñísimo juego preliminar, sé que hay gente que se desvive por los pies, pero la verdad que nunca es algo que me haya fascinado. Sin embargo ahí estaba, encaminándome hacia ellos, había que reconocer que eran bonitos, estilizados dentro de las sandalias con tacón que los vestían, las uñas rojas del mismo tono que sus labios, esos labios sonrientes….cuantos quilates valdría su sonrisa. Me moría por besarla, y ella me estaba ofreciendo sus pies, sus deliciosos pies para besarlos.

Me lance a ellos y primero cariñosamente pero pronto como quien encuentra agua en el desierto comencé besarlos, lamerlos y embriagarme con su sabor mientras ella dulcemente reía. Al tiempo vino un camarero con una botella de vino, no sé cuándo la pidió, y le dijo que preparara la cena para el cambio de turno. La cerveza seguía sin tocar.

-No creías que te iba a quitar tu bebida ¿verdad? Además sé que a los perritos les gusta mucho la cebada, levanta para servirme el vino.

Mi cara era un poema, no estaba entendiendo nada pero presto me levante y me dispuse a servirla. Mientras ella cogió la copa de cerveza y empezó a dejar caer saliva en ella sensualmente.

-¿No crees que así estará más rica?- Me dijo con cara de niña buena como si hubiera tenido el gesto más bonito del mundo.

-No puedo imaginar nada más delicioso.- Conteste inconsciente ante su mirada de ángel (caído)

Intercambiamos las copas, dio un golpecito en mi copa a modo de brindis y me invito a beber. Las imágenes se agolparon en mi cabeza, su sonrisa, el brillo en sus ojos, la saliva fluyendo de sus labios a mi copa, la copa con una masa extraña en la cima….Note como mi excitación estaba en alto y un pequeño charco se formaba a su alrededor mientras bebía.

-Si necesitas una compresa para tu cosita dímelo, que tengo en el bolso. –Dijo con una sonrisa maliciosa y los ojos profundos viendo dentro de mí.

Deje la copa a la mitad en la mesa, volví a arrodillarme, agache la cabeza avergonzado y negué con ella.

-¿Estás seguro?- Me pregunto mientras apoyaba sus pies en mi zona genital y hacia círculos con ellos.

Mi vergüenza era máxima, estaba a punto de explotar pero no era capaz de articular palabra para que parara….Por suerte algo llamo la atención de mi Ama, y se detuvo. A escasos metros pasaba la Ama de la otra mesa, viéndola de cerca parecía algo mayor, en torno a unos 50 años, en comparación con mi Ama que apenas tendría los 30, si llegaba. La otra Ama llevaba arrastrando con una correa a un sumiso a 4 patas, con la cara tapada con una máscara y el resto del cuerpo totalmente desnudo.

Mire hacia su mesa y ahí seguían sus dos sumisos en la misma posición en que los había dejado. Dirigí la vista hacia mi Ama un poco inquisitivamente.

-Esto es lo que pasa cuando no cumples las normas y quieres quedarte.- Me dijo mientras jugueteaba con mis pantalones con sus pies amenazando con bajármelos.

-¿Vienes querida? A fin de cuentas tú fuiste quien cazó a este- La otra Ama estaba pasando cerca nuestra.

-No tranquila Marta, todo tuyo, yo tengo diversión aquí. –Dijo mi Ama metiéndome de improviso la punta de su pie en la boca.

-¿Y que hace todavía vestido?

-Dice que no recuerda que bragas se puso, así que quiero que vea lo que le espera

Intente decir algo, pero mi Ama aprovecho para meter el pie más profundo en mi boca, mientras me echo la mirada más seria de lo que llevábamos de noche. Baje la cabeza y soporte como pude el pie con el zapato en la boca, empapándolo en saliva.

Ama Marta se fue en dirección a los cepos donde uno de los miembros de seguridad a los que llamo antes la esperaba. Colocaron al pobre sumiso en el cepo, ajustando la altura para que quedara haciendo un ángulo de 90º, y el temporizador de arriba se ajustó a 30 minutos. Entonces Ama Marta cogió una pala y empezó a golpearlo. Se me puso mal cuerpo solo de ver la violencia con la que golpeaba, no había pasado un minuto y ya tenía el culo ardiendo, y no hacía más que retorcerse.

Mi Ama que ya había sacado su pie de mi boca sin que apenas me diera cuenta por la impresión, me agarro cariñosamente del mentón y me hizo mirarla fijamente. Ya no tenía el atisbo de seriedad que mostro antes y volvía a tener su sonrisa radiante. No pude evitar sonreírle de vuelta.

-Bueno pues esto es lo que pasará si no tienes los calzones negros, por supuesto, nadie te obliga a nada, pues irte libremente. La regla es que quien encuentra al infractor se lo queda, y como te voy a encontrar yo, puedes estar tranquilo que no te pondré en posición tan incómoda, no estarás ahogándote con la mordaza, ni te castigaré tan duramente como lo que va a sufrir don calzones blancos. También debo decirte que si alguna Ama me pide permiso para azotarte, por educación se lo daré. Te digo todo esto porque no quiero engañarte, pero quiero que te quedes, porque queda mucha noche y todavía quiero jugar mucho contigo. Asique quiero que me des tu palabra de que aceptaras el castigo. Si no, puedes vestirte e irte.

Me dijo todo esto acariciando mi cara, haciéndome besar su mano, jugando con sus dedos en mis labios, haciéndome chuparlos.

-Se lo prometo Ama, aceptaré el castigo.

-Buen chico, termina de desnudarte.- Sus ojos brillaban expectantes, una preciosa sonrisa diabólica, mientras desabrochaba el cinturón, el botón, y el pantalón empezaba a caer.