Mikel, Joseph y yo

-Soy bisexual, Inés, me gustan los hombre y las mujeres amo la belleza, no me importa el sexo, amo todo lo que es bello, ya sea mujer u hombre, amo al ser humano. Y tu querida eres bellísima, tienes un aire tan…misterioso como una noche de luna en el desierto.

Di gracias a Dios de que fuese sábado y no tener que ir a trabajar, no tenía ganas, la noche pasada con Mikel me había dejado saciada y sin fuerzas, creía yo, mientras tomábamos café en la cocina de mi casa, no dejé de observar como Joseph me miraba de manera fría y enfadada, supuse que sería por la noche que había pasado en la limusina, quería romper el hielo, así que pregunté:

-. ¿Hace mucho que está al servicio del señor Mikel, Joseph?

  • Muchos años señorita- me respondió- de hecho me hice mayor a su lado, crecimos juntos.

-¿Cómo es eso, me lo queréis explicar? – Pasé directamente del usted al tuteo.

Mikel y Joseph se miraron y no sé porque comprendí que en esa mirada había mucha complicidad y mucho cariño, sonreí y dejé que se explicaran.

Empezó Mikel: “Joseph es el hijo de la cocinera de mi casa, mis padres eran dueños de la cadena de hoteles XXX (omito el nombre es muy conocido) y en casa siempre hubo servicio y Sheila la madre de Joseph fue además siempre una buena mujer que cuidó de mí y de mi padre a la muerte de mi madre es por eso que crecimos juntos en aquella gran casa, yo no tengo hermanos y Joseph fue para mí, como un regalo de los dioses, más que un amigo, con él descubrí los secretos de las cosas  y… como no, fue mi primer amante y yo quien le introdujo en  el sexo”

Al ver mis ojos como platos Joseph sonrió con una sonrisa del gato que se ha comido al canario y como para reforzar lo que era claro comentó:

-Soy bisexual, Inés, me gustan los hombre y las mujeres amo la belleza, no me importa el sexo, amo todo lo que es bello, ya sea mujer u hombre, amo al ser humano. Y tu querida eres bellísima, tienes un aire tan…misterioso como una noche de luna en el desierto.

Y mientras me decía esto su mano fuerte y morena acarició mis mejillas, mientras Mikel me besaba en la boca, los dedos de Josep acariciaban mis labios y se introducían en mi boca buscando las lenguas que jugueteaban allí enroscadas mientras las manos de Mikel me habían desabrochado mi bata y dejaron mis senos al aire para poder acariciar mis pezones ya duros con el contacto de las manos de los hombres.

-Mira Joseph sus pezones son tan sensibles que con solo rozarlos se humedece toda, tócale el coño, mira que mojado está.

Abrí mis piernas para sentir en mi sexo las manos de Joseph y Mikel que me hacían volver loca de placer. Nunca había estado con dos hombres pero sabía que había llegado el día. Di un respingo cuando me sentí tocada por cuatro manos, que rozaban mis labios genitales llevándome despacito a un orgasmo que me hizo gemir pidiendo más.

Joseph me levantó en sus fuertes brazos y me llevó a la cama y mientras se desnudaba, Mikel lamia con deleite mi sexo mojado y lleno de jugos, miré con lujuria el cuerpo de Joseph, nunca, repito nunca había visto un pene como aquel, largo más de veintidós centímetros, gruesas venas lo cruzaban y se adornaba todo ello con unos huevos grandes, llenos de pelo y negros, así como sus tetillas  y sus piernas velludas y fuertes.

Al momento Mikel levantó su cara de entre mis piernas y me susurró:

-Cómelo verás que bueno está, y chúpale sus cojones le encanta!!!!

Yo obediente me introduje hasta donde pude aquel enorme falo, mientras sentía como Mikel me lamia mi agujerito negro con lo cual volví a correrme esta vez medio ahogada por la inmensa polla que ocupaba mi boca. Subí y bajé por aquel tallo que tanto me gustaba y poniendo la cabeza entre sus piernas me dedique a lamer golosamente sus huevos los levantaba con la lengua y los volvía a lamer llenándolos con mi saliva y llegando a hacerle un hermoso beso negro, que el agradeció con un fuerte  gemido.

Noté como Mikel cogía mi vibrador y me lo metía a fondo, mientras el lamia y chupaba la polla de Joseph, yo jamás había visto como un hombre le comía la polla a otro y me aparté para mirarlo mientras me clavaba el consolador hasta rozar mi punto G. El placer visual era enorme y grite esta vez sí, cuando sentí como otro orgasmo me rasgaba en dos.

Fue Joseph el primero que quiso follarme, y dejé que aquello entrase en mí, él lo hizo despacio, con cuidado y con mimo, mi vagina poco a poco se acostumbró a su tamaño y gocé de cada uno de los centímetros del ariete, mientras Mikel se había arrodillado y le estaba proporcionando un beso negro a Joseph antes de clavarse en  él de manera que sus embestidas repercutían en mi sexo lo cual hacía que mi disfrute fuese inmenso.

Cuando notó que iba a correrse, Joseph salió de mí y con fuertes descargas eyaculó sobre mi sexo, mi estómago y mis pechos que quedaron llenos de su leche, mientras Mikel se había salido de él y me había metido su polla en la boca reclamado para si el uso y disfrute de mi lengua hasta que se corrió dentro de mi boca.

Cuando acabamos Mikel recorrió mi cuerpo con su lengua hasta dejar limpio de semen todo lo que Joseph había dejado, mientras Joseph se arrodilló ante mí y empezó a hacerme un cunnilingus como nunca hasta que consiguió arrancarme de nuevo un orgasmo que me dejo derrengada en la cama.

Me quedé dormida entre los dos, cuando desperté estaba sola en la cama, me levanté y me fui directo a la ducha, olía a sexo, a placer a hombre, y una vez dentro  dirigí el chorro del agua hacia mi clítoris alcanzando un nuevo orgasmo más suave con aquella lengua de agua.

Me vestí, cambié las sabanas que aún tenían el calor de nuestros cuerpos y mientras lo hacia recibí un mensaje en mi móvil en el que decía: “Gracias por tantas horas de placer, a las ocho estate preparada Joseph te vendrá a buscar, por favor ven sin ropa interior, encontrarás un antifaz en el asiento, póntelo y simplemente disfruta de las sensaciones”

Llamaron a la puerta, un mensajero me trajo una rosa encima de una caja que contenía un vestido de noche y una pulsera de brillantes. No podía esperar a que llegase le hora. Pero llegó. Joseph vino a buscarme en la limusina, me acompañó y me puso el antifaz, no sin antes susurrarme lo sensual que lucía, y tocarme para ver si efectivamente iba sin ropa interior, al ver que así era, sonrió y me dijo: “Adelante Inés esta es la noche de los descubrimientos”