Mike Romano, CIA. I- Cabalgando en México

Mike Romano no es agente de la CIA muy convencional. Guarda un arma secreta para capturar a todo tipo de delincuentes: su seducción. Hará uso de ella siempre que le sea posible, con terribles y placenteras consecuencias para sus capturados. En su primera aventura persigue a un joven narcotraficante.

Mike Romano es un agente secreto de la CIA. Pero a diferencia de muchos de sus compañeros guarda un secreto: su homosexualidad. Desde el principio sabía que no sería una buena idea confesarlo, debido a la manifiesta homofobia que impregnaba todo cuerpo militar o policial, especialmente en Estados Unidos.  Ya en la academia había aprendido a pasar por uno más, lo que incluía tirarse de vez en cuando a alguna de las chicas fáciles que rondaban los bares cercanos a la academia de la CIA y vigilar sus pasos siempre que se alejaba para encontrar un rato de intimidad con otro hombre. A los escasos hombres que había visto lucir sin tabúes su homosexualidad no les había ido nada bien en la academia, los insultos eran el pan de cada día, Mike se veía obligado a participar en ellos aunque se escabullía en cuanto podía. La mayoría abandonaban la academia a los pocos meses, llevándose consigo palizas, escupitajos e incluso violaciones. Que Mike supiera, sólo uno de su promoción había superado todo aquello con una entereza estoica, tanta, que con el tiempo los propios agresores acabaron convirtiéndose en amigos, era sin duda el compañero al que Mike más apreciaba, su amigo Kyle Borrows.

Era un caluroso día de finales de junio y Mike se encontraba en Nogales, México, ciudad fronteriza con los EEUU. Llevaba ya un mes sin levantar sospechas en la ciudad, en un cutre apartamento y mimetizado con el entorno. Su ascendencia italiana le había proporcionado rasgos que si bien no eran muy comunes en México le ayudaban a pasar desapercibido: pelo y vello oscuros, una tez morena que se había acrecentado durante ese mes bajo el abrasador sol de México y un inglés con cierto acento. Vestía una camisa de manga corta bastante abierta, que dejaba bien buena parte de su velludo pecho y en la que ya se notaban cercos de sudor, además de unos pantalones baratos, roídos por abajo justo donde sus pies vestían unas zapatillas de trapo. No aparentaba los 31 años que ya tenía, su cara, con unos rasgos que le habían procurado muchos y muchas pretendientes, apenas reflejaba el paso del tiempo.  Una mandíbula cerrada y masculina y sus dientes, que parecían sacados de un anuncio de dentífrico, acompañaban a su nariz prominente y sus pobladas y oscuras cejas. En aquél momento llevaba una descuidada barba de dos días que le proporcionaba un atractivo extra. Sus ojos, marrones oscuros y con un brillo especial, eran sin lugar a dudas su mejor arma.

Entró al bar que solía frecuentar, en la misma calle en la que “trabajaba” en un taller mecánico. Sin embargo ese día no lo hizo cuando todos los demás, al salir del trabajo. Era sábado y el taller estaba cerrado, pero no venía a tomarse unos chupitos.En cuanto entró escudriñó con disimulo el bar y encontró lo que buscaba. Mejor dicho, al que buscaba. Pablo Escobar, de veintipocos años, un chaval algo más bajo que él (lo cual no era difícil, por su 1’85m de estatura) y con la cabeza rapada. Llevaba una camiseta amplia y estaba sentado a la barra, justo en medio de otros dos tipos, bastante mayores que se mantenían a cierta distancia. Mike no dudó: aquellos eran los guardaespaldas. Y es que Pablo Escobar era el hijo de un escurridizo traficante, Matías Escobar. Era imposible dar con él, ya que apenas salía de casa. Pero lo de su hijo era otra historia. Pablo Escobar llevaba en secreto su vida sexual, aprovechaba los huecos entre encargo y encargo para buscar un rollo. Y ahí es donde entraba Mike. El primer día que lo había vigilado supo que aquél trabajo era para él pan comido: vió como Pablo entraba discretamente junto a otro hombre a un conocido picadero del barrio.

Mike se sentó al otro lado de la barra, donde podía establecer contacto visual con Pablo en diagonal. Pidió una cerveza al camarero , quien no tenía mucho ajetreo ya que no había nadie más en el bar. En cuanto se la sirvió, echó un vistazo a la tele donde estaban emitiendo una bulliciosa telenovela de bajo presupuesto. En realidad no le quitaba el ojo de encima a Pablo, quien desde el primer momento se había interesado por él, como delataban sus continuas miradas.

Pasaron unos cinco minutos y vio como Pablo Escobar les decía algo a sus guardaespaldas, que discretamente salieron del bar y se metieron en un coche aparcado al otro lado de la calle. Mike aprovechó este movimiento para mirar por primera vez a su presa, quien aprovechó la ocasión para dirigirse a él:

-Qué vacío está esto. ¿No?

Mike se tomó unos segundos para contestar: -Ya ve hermano…

-Tiene usted un acento curioso. ¿De dónde viene?

-¿Quién sabe? Trabajo aquí, donde se puede- contestó misteriosamente Mike, acompañando su respuesta con una sonrisa. Pablo le correspondió y pareció meditar un rato

-Le invito a unos golpes, compadre ¿por qué no se acerca?

Mike hizo que dudaba, miró el reloj y encogiendo los hombros le contestó: -No seré yo quien rechaze bebida gratuita

-Órale- dijo Pablo, apartando un taburete próximo a él. Mike se levantó ajustándose los pantalones para marcar paquete, cosa que no pasó desapercibida. Tras hablar, o como allí se dice, platicar un rato, entre risas y chupitos de tequila, Mike se disculpó:

-Tengo que ir a mear, un momento.

-Pues ya que va aprovecho yo también- contestó Pablo. Mike sonrió para sus adentros, todo iba según lo previsto.

Tras cruzar un oscuro pasillo llegaron al baño, donde había dos destartalados urinarios en la pared. Se fueron aproximando cada uno a uno mientras Pablo le hablaba sobre sus lugares de marcha preferidos en la ciudad. Mike llegó primero al urinario y tras desabrocharse la bragueta comenzó a mear a una ligera distancia, notando como la mirada de Pablo se desviaba hacia su entrepierna. Los 16 cm en reposo de Mike le habían granjeado muchas envidias en los vestuarios de la CIA, ya que él los lucía sin pudor alguno. Pablo consiguió por fin desviar la mirada y empezar él a mear, sacando una pequeña y cabezona polla de color oscuro que Mike miró de reojo. Notó como la conversación de Pablo cesó meintras miraba de nuevo hacia su miembro.

-¿Por qué en vez de mirar no te vienes a mi apartamento a jugar?

Pablo carraspeó, nervioso y algo sorprendido por lo directo que había sido, aunque al fin contestó:

-No hay duda de que tienes una buena pija.

-Seguro que la tuya en acción no me defrauda. Si te apetece vivo aquí al lado, en la calle 38. El edificio amarillo y marrón, última planta. No tiene pérdida- Mike se la escurrió, se la metió en los pantalones  y salió del bar sin dar tiempo a contestar a Pablo. Cuando perdió de vista la calle del bar sonrió, y se preguntó cuanto tardaría el chaval en subir a su casa.

No habían pasado ni 10 minutos desde que estaba en casa cuando alguien llamó a la puerta.Mike se había dado una ducha rápida y sólo llevaba una toalla a la cintura cuando le abrió la puerta a Pablo.

-Vaya, veo que se hace bien ejercicio de mecánico de carros- le dijo una vez había cerrado la puerta tras observar su cuerpo.

-No sólo arreglo coches. También cojo cada día-le contestó Mike con una sonrisa.- A ti te sobra ropa.

Pablo Escobar no tardó ni 30 segundos en quedarse desnudo. En contraposición a Mike no tenía ni un solo pelo en el pecho, pero a diferencia de él tenía las piernas sin depilar y no se recortaba el vello púbico. Su pecho estaba mucho menos trabajado aunque tenía un culo espectacular. Lucía varios tatuajes en varias partes de su cuerpo, lo que le dio morbo extra al agente. Pudo observar como su polla era algo más grande de lo que había visto en el urinario, se notaba que el chaval estaba calentando motores. Tras echarle un lascivo vistazo, Mike fue hacia la ventana y agarró la cortina como si la fuera a cerrar. Pero, tras mirar a la calle, entró en acción:

-A todo esto, ¿cómo te llamas?- preguntó a Pablo mientras este empezaba a toquetearse la polla

-Juan, Juanito para los amigos-contestó él sin duda y con una sonrisa en la boca- ¿Y tú?

-Fernando. Pero espera un momento, ¿no serás de la policía o alguna mierda así no?- Mike fingió decirlo con cierto enfado.

Pablo Escobar dejó su polla y, realmente sorprendido lo negó tajantemente.

-Lo digo porque ese coche negro ya lo vi en el bar y ahora parece haberte seguido con esos dos compinches dentro, no quiero que me jodas.

-No te preocupes- empezó a decir Pablo acercándose- Son mis guardaespaldas. En mi negocio son imprescindibles. Pero no creo que aquí me hagan falta, espera un momento.

Fue hacia el suelo y sacó su móvil del bolsillo del pantalón. Tras teclear unos segundos lo guardó y se dirigió a la ventana. A los pocos segundos el coche arrancaba y se perdía en la intersección.

-Me has convencido- dijo Mike Romano. Un agente convencional habría acabado aquí el trabajo, deteniendo y poniendo bajo custodia al detenido, desprovisto ya de sus guardaespaldas. Pero por supuesto Mike no pensaba perderse la diversión. Ni corto ni perezoso se agachó y se introdujo en la boca el creciente miembro del chaval. La experta lengua de Mike comenzó a hacer su trabajo y pronto la polla de Escobar estuvo completamente dura. Aún así era algo más pequeña que la de Mike en reposo, pero su grosor la hacía parecer mayor. Pablo no se cortó y agarró la cabeza del agente para obligarle a ir más deprisa. Los gemidos del joven fueron creciendo hasta que sin previo aviso se corrió salvajemente en la boca de Romano, quien tosió ligeramente, atragantado.

-¿Te gustó?

-Eres todo un experto Fernandito.

-A ver cómo se te da a ti- Romano, sin perder tiempo, agarró la cabeza del chaval y la bajó hasta su polla. Con la mamada  anterior ya se le había puesto dura, y los casi 20 cm del agente atragantaron a la primera al joven. Tras tres embestidas, y con los ojos llenos de lágrimas, Romano lo soltó y le dejó ir a su aire, cuando hubo recuperado la respiración Pablo se quejó:

-Tío déjame a mi rollo, que esta minga es demasiado- enseguida prosiguió dando tímidos lametones a la polla de Mike. Tras un par de minutos, este decidió que era hora de parar.

-Para y vamos al sofá. Prepara el culo

-No compadre, te estás equivocando. El culo lo pone usted- contestó Pablo.

-Ya veremos- sentenció Romano, que le cogió del brazo. Pudo ver una pícara sonrisa en la boca de Pablo, que desde luego no estaba tan enfadado como parecía.

Una vez en el sofá Mike se sentó, con el mástil en todo lo alto, e invitó a su compañero a sentarse encima, mirando hacia él. Tras unos tímidos intentos, el rabo de Romano le entró hasta el fondo, provocando una mueca y un resoplido en Pablo, quien comenzó a cabalgar con la respiración entrecortada.

-¿Te gusta eh, perra?- dijo Mike. Todo aquél comportamiento de machito se había terminado, ahora Escobar estaba gimiendo con los ojos cerrados y la polla a reventar. Mike aprovechó para agarrársela con una mano y comenzar a pajearle. No pasó ni un minuto cuando Escobar soltó su carga lanzando un grito guttural y pringando el abundante vello del pecho de Mike. Abrió los ojos y sonrió a aquél cuya polla lo estaba llevando a la gloria.

Romano, cuando vió que no aguantaría mucho más, se levantó, agarrando a Pablo de las axilas y le mandó ponerse a cuatro patas. El culo del chaval estaba muy duro y era ligeramente peludo, como los que a él le gustaban, eso le animó para embestirle con todas las fuerzas de las que disponía. En el espejo de enfrente veía como Pablo Escobar jadeaba y apretaba los dientes, en una clara mezcla de intenso dolor y jodido placer. Finalmente, Mike se corrió inundando el culo de Pablo con espesa lefa que comenzó a brotar una vez sacó su polla.

Tras unos segundos de reposo, vió como Pablo estaba tendido en la alfombra, aún recuperando la respiración. Aprovechó para ir a sus pantalones y quitarle el celular. Tras esconderlo, vió como Escobar se levantaba.

-Qué buena cogida cabrón- su frente estaba llena de sudor, y de sus peludas axilas resbalaban gotas que terminaban en la alfombra.

-Tu culo es insaciable- le contestó Mike, mientras acariciaba el terso pecho de Pablo e iba bajando hasta la ya desinflada polla del joven. Él se limitó a sonreír, recuperando ya su compostura y rehuyendo las caricias de Mike.

-¿Puedo ducharme antes de marchar?

-Claro, por el pasillo la puerta de la derecha- respondió Romano.

En cuanto oyó cerrarse la puerta del baño, recogió la ropa de Pablo y buscó sus esposas. Una vez encontradas esperó a que el agua del grifo dejara de correr para detener a su potro. No podía irle mejor: un polvo espectacular (llevaba un mes con los huevos cargados) y la captura que le aseguraría un mes de vacaciones en España, algo que llevaba esperando todo el año.

Por fin el pomo giró y Pablo escobar salió con la toalla en la cintura.

-Vaya, qué servicio, me traes la ropa y todo- comentó mientras dejando caer la toalla comenzaba a vestirse. Una vez que se puso los zapatos echó mano al bolsillo del pantalón, con la intención de pillar su móvil para llamar a su séquito.

-No te va a hacer falta eso, porque estás detenido- con un rápido movimiento, Mike dio la vuelta a Pablo y apretándole contra la pared con su rodilla le puso las esposas

-¿Qué clase de broma es esta?

-FBI amigo- comenzó a decir Mike en inglés, momento en el que su detenido frunció el ceño, consciente de que estaba en problemas-  Vas a estar quietito hasta que montemos ael coche, en 5 minutos estarás en el paso fronterizo tras los barrotes.

-¿De qué se me acusa?- el acento de Escobar hablando inglés era como un topicazo, arrastraba las sílabas finales.

-Lo sabes muy bien, pero te lo recordarán, ya lo creo que te lo recordarán.

Ya en las escaleras, camino hacia la parte trasera del edificio donde Romano guardaba el destartalado coche que tenía asignado Pablo jugó su última baza.

-Como no me sueltes te denunciaré por violación, cabronazo- dijo en tono despectivo, provocando que Mike lo agarrara más fuerte del brazo.

-Tras la ducha no hay pruebas de que hayamos hecho nada- dijo con sorna- Además, cualquier médico que estudie tu culo verá que nadie te ha forzado. Sería gracioso que todos se enterasen del uso que le das a tu retaguardia. No creo que te ayude en tu fachada de tipo duro.

Pablo Escobar guardó silencio durante el corto trayecto que duró su traslado al puesto fronterizo. Allí un par de agentes esperaban para hacerse cargo de él. Antes de que desapareciera con ellos, Mike le susurró al oído:

-No te preocupes, si te portas bien iré a hacerte alguna visita conyugal- Pablo le miró con una mezcla de desprecio e interés, a lo que el agente Romano contestó con un descarado guiño.

Mike volvió a su viejo coche y cruzó la frontera dirección a Los Estados Unidos. Una gran sonrisa lucía en su cara mientras conducía por la autovía dirección Phoenix. Sus vacaciones estaban a la vuelta de la esquina. España le esperaba, y en Madrid su gran amigo Kyle Borrows.

CONTINUARÁ