Miguel

De pronto a mi vida entró una persona muy importante, que me trató como rey(na)...

MIGUEL

Cuando mi traslado a Ciudad Guzmán estuvo decidido, la separación de mis amigos fue muy triste, los últimos días que pasamos juntos tratamos de aprovechar cada momento, y vaya si los disfrutamos, aunque en honor a la verdad, en cuanto dejé a Faustino y Javier, éstos se dieron a la tarea de cazar a algún putito de la escuela que los aliviara de sus tensiones y desde luego pronto encontraron candidatos, hasta donde sé, Humberto, un excelente amigo a quien le decíamos El Pepino se convirtió en el nuevo amante de mis amigos.

Humberto nos agradó desde que lo conocimos, muy femenino, era un orgulloso homosexual que contra las conveniencias escolares se inscribió atrevido en el Taller de Corte y Confección, en una época en que eso era un escándalo y pudo permanecer en el mismo con el apoyo de sus padres, al grupo de amigos nos caía muy bien, llegó a convivir mucho con nosotros, incluso le hacíamos la tapadera con uno de sus novios, un muchacho de 23 años (en esa época él tenía 13) ya que Humberto les decía a sus padres que se iba a reunir con nosotros para hacer tareas y la realidad es que se iba de paseo, sólo que su novio lo maltrataba mucho, sospechamos que era sádico porque a veces podíamos distinguir moretones en la espalda, brazos y piernas o los labios un poco hinchados, a Javier y Faustino eso les daba mucho coraje, pero Humberto defendía a su novio y confiaba que su amor lo cambiaría, desde luego eso no sucedió y así fuimos testigos del triste desfile de varios novios de Humberto, por lo general mucho más grandes en edad, que le causaron (casi siempre) mucho daño, notábamos que era infeliz, pero no podíamos hacer que cambiara de idea en el sentido de buscar su ideal de amor con hombres maduros, pero así era el.

Recuerdo que en esa época tuvimos un excelente maestro, casi podría decir que la docencia la escogí, por él, perdonen que guarde su anonimato, y que me salga un poco del tema, el maestro… era firme y amable a la vez, gran pedagogo, pero su mejor cualidad era ser muy humano, en una ocasión un muchacho humilde iba llegando a la escuela, un día muy lluvioso, todavía estaba oscuro y nuestro compañero solo iba vestido con una camisa muy delgada, desde luego toda empapada, escuche a mis espaldas los comentarios de algunos maestros protegidos en el edificio, que con pena lo señalaban, cuando de pronto sale el maestro… de un salón y quitándose su chamarra, se la pone en los hombros, cubriéndolo y protegiéndolo con sus brazos, nuestro compañero quiso negarse a aceptar la chamarra, apenado alegando que estaba muy sucio, pero el maestro… fue inflexible y se la dejó, a nosotros nos dio vergüenza, a los demás maestros no sé

Pues bien ese maestro nos daba conejos muy sensatos, nos decía, hablando de drogas, alcoholismo, machismo, pandillerismo, pornografía o prostitución, que el mayor placer de una persona adulta que se dedicaba a esas prácticas, era la de pervertir a jóvenes como nosotros e insistía en que nos cuidáramos, en eso creo que tuvo siempre mucha razón y nosotros lo veíamos reflejado día con día en la vida de Humberto.

Por lo que me reconfortó saber, por boca de Javier, desde luego, que Humberto se había convertido en el amante de mis amantes, supongo que fueron muy felices el tiempo que estuvieron juntos.

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A mis catorce años llegué a Ciudad Guzmán, a vivir con mis tíos, quienes eran dueños de un rancho situado por el rumbo de Atequizayán, donde vivían con la compañía de varios trabajadores que los apoyaban en las distintas faenas.

Cuando tenía once años conocí a uno de sus trabajadores, un muchacho alto de 18 años, muy moreno y agradable, fuerte y macizo, con unas enormes manos que se encargó de pasearnos a partir de unas vacaciones que pasamos con nuestros tíos.

Miguel es un excelente muchacho, muy trabajador y leal, tanto así que desde que llegó con mis tíos éstos lo adoptaron como su hijo e incluso le asignaron una habitación de la casa familiar, mientras que los demás trabajadores vivían en otras casas o cuartos, prácticamente mi tío había dejado todo el control del rancho y animales e incluso de las cuentas del banco en manos de Miguel, que hacía todos los movimientos y transacciones sin necesidad de consultar previamente, reflejo de la confianza y afecto que se había ganado entre mis tíos.

Cada que íbamos de visita al rancho Miguel se encargaba de mis hermanos y yo y nos atendía de maravilla (yo soy el menor de cuatro hermanos), así que cuando llegué a Guzmán, solo, pues mis padres por causa del trabajo no pudieron acompañarme, allí estaba Miguel, en la terminal de los camiones, esperándome, yo iba un poco triste, pues la separación de mi familia había sido un poco dolorosa, sin embargo cuando vi a aquel hermoso mozo ya de 21 años, quien en cuanto me vio me lanzó una sonrisa y se dirigió a encontrarme, me saludó y me dio un fuerte abrazo, tomó mis maletas, sin el menor esfuerzo y dirigiéndonos a la camioneta me fue platicando de muchas cosas, yo casi no lo oía, pues todo lo que veían y sentía era nuevo para mi.

El caso es que me llevó con mis tíos quienes me recibieron con enorme satisfacción, me asignaron una hermosa habitación que habían preparado con esmero, debo confesar que tardé muy poco para dejar de extrañar a mis padres, así es la vida y el corazón de un adolescente.

Desde luego, en cuanto llegamos mis tíos se encargaron de realizar todos los trámites para inscribirme en una secundaria de Guzmán (la Benito Juárez, la mejor), así mismo se determinó que todos los días Miguel me llevaría e iría por mí.

En cuanto pasó la emoción de la llegada me di a la tarea de buscar posibles candidatos para coger, pero la oferta en el rancho de muchachos era muy pobre, sólo había dos chavos de mi edad o un poco mayores, pero no me agradaron en lo particular, así que me esperé con paciencia hasta que entré a la secundaria de nuevo, donde por desgracia para mi, no encontré tampoco unos posibles candidatos, yo entré en un estado de desesperación pues comenzaba a pasar el tiempo y mi culo estaba sin trabajo, me encontraba ansioso de probar una buena verga, pero no encontraba muchachos de mi edad con quienes convivir, hasta que poco a poco comencé a tomar en cuenta a Miguel.

Desde que llegué al rancho Miguel se convirtió en una compañía constante para mi, casi en mi sombra, todos los días estaba, puntual alas 6:20 a.m. para trasladarme a la secundaria, a la 1:30 p.m. lo primero que veía en la puerta de la escuela era a Miguel que ya me estaba esperando, listo para tomar mi mochila y conducirme a la camioneta, por las tardes me acompañaba a veces cuando hacía la tarea y si no tenía nada que hacer me invitaba a recorrer el rancho, ver los animales, etc.

Los fines de semana invariablemente íbamos a Guzmán al cine o a los bailes del Casino, donde pude observar el tremendo éxito que Miguel tenía entre las muchachas, a mi me presentó a algunas de sus amigas más jóvenes, era muy amiguero, sin embargo también noté que sólo bromeaba y no tenía una relación seria con ninguna de ellas, es más me sorprendía que evitara todo tipo de relación afectiva con muchachas.

El caso es que la imagen de Miguel de pronto ocupó todo el espacio en mi mente, a veces íbamos al campo o a Guzmán en una motocicleta, y podía notar en mis manos la fuerza de los músculos de su cintura, pues lo agarraba con fuerza, con disimulo comencé a observarlo en las distintas faenas del rancho a veces estaba sin camisa y el espectáculo de su cuerpo alto y bien formado comenzaba a calentarme, mientras me acariciaba el culo esperando calmar las ansias de sexo que tenía.

Por otra parte el bulto que se apreciaba era fantástico, un día íbamos en la moto y traía la camisa suelta, introduje mis manos en su cintura palpando y acariciando su piel que era firme, maravillosa, suavecita, sentí como Miguel se estremecía y trató de que el camino se alargara, cuando llegamos a la casa pude entrever una erección fabulosa.

Miguel y yo entramos en un juego erótico muy intenso, de pronto lo sorprendía observándome, con tremenda erección que el trataba de ocultar pero que era imposible, cuando íbamos solos en la camioneta se presentaban largos momentos en los que nos quedábamos en silencio, mirándome con fuerza y deseo a través del espejo, su presencia en mi vida se hacía más intensa, de pronto lo veía a todas horas, y por las noches notaba que salía al patio y se recargaba en la ventana de mi cuarto.

Sin embargo Miguel no se animaba a dar el siguiente paso a pesar del deseo evidente con que me trataba, a veces lo veía con dudas y nervioso, sin embargo no se apartaba de mí en ningún momento, me acompañaba o lo acompañaba a todas partes, por las tardes si iba a salir se ponía a un lado de la camioneta esperándome y cuando me veía, me abría la puerta y después la cerraba bien firme, estaba al pendiente de todas mis necesidades, hasta la exageración, parecía adelantarse a mis deseos, muy amable y cariñoso, en todas sus atenciones yo notaba una especie de conquista dirigida hacia mí.

Desde luego yo necesitaba menos (casi nada) para que alguien me conquistara, sin embargo estaba en la incertidumbre pues Miguel no se decidía.

Supongo que fue entonces cuando mi tía Marina, observándonos con atención, sospechó algo, porque tantas atenciones y de manera tan formal no pueden pasar desapercibidas a los ojos de una mujer, así es que la vida, entre los cuatro, transcurría en el rancho….

Hasta que nos fuimos en familia durante una semana a Manzanillo.

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Mis tíos, Miguel y yo nos fuimos al mar una mañana de octubre aprovechando que no habría clases en la secundaria por las fiestas, la vista de Miguel en shorts ajustado y camiseta, con sus piernas morenas, muy bien torneadas y cubiertas de un bello muy espeso, además de sus fuertes brazos y pecho, hicieron que durante todo el camino mi mente volara a mil y mi culo ardiera como horno.

Nos hospedamos en un hermoso hotel llamado Las Hadas, en una habitación se quedaron mis tíos y en otra Miguel y yo, desde que nos quedamos solos la tensión creció, para calmarla un poco, nos cambiamos y nos fuimos a la piscina, donde pasamos el resto del día, Miguel tomando cerveza de lo lindo, de tal manera que cuando nos fuimos a acostar iba muy alegre, abrazado a mí y cantando a todo pulmón.

Ya en la habitación, me dirigí al baño y cuando salí, el espectáculo más hermoso se presentó ante mis ojos: Miguel completamente desnudo estaba sentado en una silla del comedor de frente al baño y me miraba con una hermosa y sexual sonrisa, cuando lo miré el dirigió su vista a su verga que como un fierro apuntaba hacia arriba, yo me quedé asombrado y de pronto todas las vergas que había visto y conocido se borraron por completo de mi mente ante aquel hermoso trofeo