Miguel F. Alicia (historias de una escort 2)

Nos besamos, o mejor dicho, nos dimos un beso que duró todo el viaje de ascensor, un beso largo, ....

Miguel F. Alicia (historias de una escort 2)

  • ¿Ana S.? Soy Miguel F- Miguel es un cliente más o menos habitual, ejecutivo de una empresa de inversiones, recurre a mis servicios en algunas ocasiones, está casado y con dos hijos, pero su mujer no le sirve de mucho para las reuniones sociales de negocios. En una ocasión me la presentó.

  • Dígame- siempre usteo a los clientes.

  • Necesito tus servicios- él si me tutea.

  • ¿Cuál es el programa?

  • Se trata de una cena de negocios, asistirá mi socio y dos ejecutivos de otra empresa, se trata de cerrar un negocio de cierta entidad con la otra compañía. Luego, según el resultado iremos a celebrarlo o no.- normalmente eso incluye ir a un pub a beber algo y bailar, nada de sexo con él, en este caso siempre soy una acompañante tipo.

  • Me parece bien, ¿cuando será?

  • Pasado mañana, la cena está prevista para las 21.00.

  • De acuerdo, mi agenda está libre para ese día y hora.

  • ¿Precio?

  • Tanto, ¿hace falta la declaración de confidencialidad?

  • Si, como siempre, mándamela por fax al número tal, mañana recibirás el importe por transferencia.

  • De acuerdo. Recógeme en la cafetería S. ¿Algo especial?

  • Nada, se trata de una cena formal, ya sabes. Nos vemos pasado mañana a las 8:30 en la cafetería S.

  • Hasta pasado mañana- dije y colgué el teléfono.

Una cena o comida de negocios es algo habitual, usualmente un ejecutivo tiene que asistir a una comida de negocios acompañado, su pareja no sirve y recurre a un acompañante profesional, discreta pero digna, esa soy yo.

En el caso de acompañante a comidas de negocios se trata de ser discreta, lo que se traduce en vestuario más o menos formal: traje sastre, falda por debajo de la rodilla, color discreto, nada de estridencias o vestuario sexy, excepto por razones estratégicas (distracción a los otros comensales, etc.,). Ser comedida en la conversación, nada de ser el centro de la charla, nada de temas polémicos o cuestiones así, pero participativa con inteligencia. Por supuesto se tratan temas de negocio que mueven bastante dinero, la confidencialidad es absoluta, nada de lo oído debe ser repetido a nadie.

Luego de la comida, el evento suele acabarse o, en algunas ocasiones, terminar en algún establecimiento para festejar el buen resultado del negocio, o para lamentar la oportunidad perdida. Raramente acabo en la cama con el cliente, con Miguel nunca ha ocurrido, sólo me quiere como acompañante porque tengo todas las cualidades necesarias, además quiere demasiado a su mujer, aunque la pobre no da lo suficiente para participar en este tipo de comidas.

Elegí el traje típico para estas ocasiones: un sastre de blusa blanca, chaqueta y falda beige, por debajo de las rodillas, zapato de poco tacón, maquillaje discreto. Un aspecto entre joven ejecutiva y ama de casa aburrida, vamos la perfecta compañera de un ejecutivo de cierto éxito.

Miguel me recogió el día, hora y lugar indicado, llegamos al restaurante en taxi justo a tiempo, pues acababa de llegar su socio Álvaro G. con una mujer que nos presentó como Alicia. No hubo tiempo para más porque las otras dos parejas ya estaban en la mesa reservada.

Alicia era rubia natural según aprecié, alta, guapa y con buen cuerpo, vestida para la ocasión como yo, traje sastre, negro en su caso, con top escote barco rosa suave y zapato plano. Nunca la había visto pero pensé que era otra acompañante profesional pues parecía, como yo, la perfecta pareja del ejecutivo. Del vistazo rápido pero profundo que le eché, pude apreciar que tenía buen tipo y un atractivo no se qué, que me dejo algo arrebolada.

En la mesa había dos parejas que nos fueron presentadas, Fernando D. y una tal Yolanda, y Juan J. R., con una tal Carmen. A las chicas ya las conocía aunque hice como que no, pues la primera pertenece a la plantilla de la empresa E.S., y la segunda a la empresa T.A., para la que trabajé hace tiempo. Es decir, si la intuición no me fallaba, las cuatro chicas éramos profesionales del acompañamiento.

La cena salía según el guión típico de estas reuniones de negocios: comíamos y bebíamos, yo siempre con moderación, los hombres hablaban del negocio, las chicas metíamos baza de vez en cuando, siempre prudentes y moderadas. Alicia estaba enfrente de mi, y su mirada se dirigía con frecuencia hacia mi, tardé en descubrir que miraba a mis tetas porque ¡horror! Cometí un fallo imperdonable en una acompañante profesional: me había puesto un sujetador que dejaba marcados mis pezones, lo que significa que se marcan también en la blusa y que pueden ser, y de hecho son, objeto de las miradas de cualquiera, lo que equivale a decir que la discreción del vestuario la había roto, convirtiéndome en el centro de atención de alguien.

Miré con disimulo a las otras chicas, Carmen y Yolanda estaban perfectas, a Alicia le pasaba algo parecido a mi, sus pezones también se marcaban, menos que los míos pero eran apreciables, y además noté que hacían un pecho aún más perfecto. Meditando un momento, descubrí que eso era lo que me había atraído de ella. Suelo fijarme en los pechos de las mujeres, es algo que he hecho siempre, y no porque yo posea un pecho feo, antes al contrario, estoy perfectamente satisfecha con mis tetas, son lo suficientemente grandes para marcar una bonita figura pero lo suficientemente pequeños para no parecer una tetona, además del tamaño, la forma es perfecta al decir de algunas personas que han compartido mi cama. Me fijo porque soy bisexual y de las mujeres me gustan los pechos, ademas de otras partes del cuerpo.

Decidí entonces que me gustaba esa chica y que no me importaría llevármela a la cama, así que empecé una discreta seducción, un juego de miradas, de poses, me erguía en la silla para destacar mi pecho, luego me hundía para semi ocultarlo, etc. Mi juego era seguido por Alicia que, cada vez que me erguía, me miraba. De repente noté que sus pezones se marcaban un poco más ¿se ha excitado conmigo? ¿le intereso? Parecía que si.

Alicia se levantó en un momento de los postres excusándose para ir al baño, momento en que yo también alegué lo mismo para acompañarla, no lo necesitaba pero deseaba hablar con ella a solas. La seguí al servicio.

  • Alicia, ¿puedo hacerte una pregunta personal?- dije.

  • Pregunta, ya veré si te respondo- dijo con buen humor.

  • No me parece que seas la pareja de Álvaro, ¿eres una acompañante profesional como yo y las otras chicas?

  • Has acertado, así que ¿las cuatro somos profesionales? ¿ninguna es la pareja real de los hombres?

  • No, Carmen pertenece a la empresa T.A., mientras que Yolanda a la empresa E.S., yo soy independiente ¿a qué empresa perteneces tu?

  • A ninguna, soy también independiente.

  • Pero no eres de por aquí o no llevas mucho tiempo, ¿no es así?

  • Si que llevo tiempo en el negocio pero antes trabajaba en V., llevo poco tiempo por aquí, Álvaro me conocía de trabajar con él en V.

Mientras conversábamos amigablemente, y a la espera de que se desocupara un servicio, noté que me atraía más, y también que sus pezones cada vez se marcaban más, señal de atracción.

  • ¿Entras conmigo para mantener la puerta cerrada?- me pidió, disparando mi atracción.

  • Claro que si, luego haces tu lo mismo.- me apresuré a aceptar.

En el estrecho servicio, yo estaba en la puerta, mientras ella hacía lo usual, levantarse la falda, bajar las bragas, etc., por como lo hizo, pensé que quería que le viese su depilado coño, aparte de sus bonitas piernas ¿estaba jugando conmigo? Luego, al cambiarnos la posición, le quise demostrar que yo también sabía jugar, le mostré descaradamente mi bien dibujado coño y, además, las formas de mi busto.

Volvimos a la mesa. El negocio estaba hecho, los chicos parecían contentos, Álvaro propuso in todos a celebrarlo tomando una copa en un lugar que él conocía, los otros dos chicos rehusaron, Miguel aceptó, así que nos fuimos los cuatro al sitio en cuestión, que resultó ser un pub de música agradable para gente a partir de cierta edad.

Pedimos unas copas y Álvaro propuso ir a bailar, Miguel dijo que no, y nosotras que si. Salimos a la pista. El juego de seducción entre nosotras no paraba, cada una bailaba para la otra, se acercaba, se rozaba, contactamos físicamente como todas las mujeres hacemos. El juego de seducción era entre nosotras, y, tácitamente, habíamos decidido que no se enteraran los chicos.

Álvaro se fue a por otra copa y nos quedamos solas, bailamos largo rato, juntas, separadas, insinuantes. Cada vez tenía más claro que me la quería follar, y que ella aceptaría gustosa, el problema era que estábamos trabajando, mientras los chicos no dijeran que se iban a sus casas, momento en que el trabajo acababa, no podíamos hacer nada.

Ese momento llegó. Al cabo de bastante tiempo bailando, nos acercamos donde estaban los chicos, para descubrir que Álvaro estaba tan bebido que no se tenía casi, Miguel decidió llevarle a su casa, así que salimos con él agarrado entre Miguel y Alicia, localicé un taxi y nos montamos, Miguel le dio al taxista la dirección de la casa de Álvaro y, al llegar allí, le dijimos al taxista que esperara y llevamos al borracho a su casa, le dejamos durmiendo la mona y volvimos al taxi.

Resultó que yo vivía muy cerca, y Alicia también, por lo que Miguel, que sabía que Alicia también era una acompañante decidió dar por terminado el trabajo yéndose en el taxi a su casa y dejando que nosotras nos fuéramos andando. En cuanto arrancó el taxi, me lancé.

  • ¿Una última copa en mi casa?- pregunté. El momento había llegado, si le interesaba diría ...

  • ¿Porqué no? Mañana no tengo trabajo.- Aceptó ella.

Casi sin mirarla, busqué las llaves en el bolso y abrí la puerta del edificio, llamé al ascensor, que vino y se abrieron las puertas, entramos. Le di al botón de mi piso y, al darme la vuelta para mirarla, me sorprendió que me agarrara la cabeza y me besara con pasión, sabía que la interesaba pero casi esperaba que me dejara la iniciativa.

Nos besamos, o mejor dicho, nos dimos un beso que duró todo el viaje de ascensor, un beso largo, húmedo, entrechocando las lenguas que se buscaban, que se enroscaban ¡qué bien sabía! Y nuestras manos no paraban, buscando el cuerpo de la otra persona, a veces la cabeza, las más los senos, y la espalda para apretarse una a la otra, parecíamos dos pulpos.

No dijimos palabra, con las llaves en la mano, y sin separar los labios de los suyos, conseguí abrir la puerta de mi piso. Ahora el objetivo era otro: alcanzar la alcoba y con la menor ropa posible. Al entrar dejamos caer los bolsos, luego conseguí quitarle la chaqueta. Ella hizo otro tanto conmigo. Avanzábamos besando, mordiendo, acariciando, sobando. Yo trataba de orientarla. Los zapatos se perdieron en un reguero, las faldas los siguieron.

A mitad del salón, y entre beso y beso, magreo y abrazo, sus hábiles dedos me desabotonaron la blusa que hice caer al suelo cerca de la entrada al dormitorio. Con maña conseguí quitarle el top por la cabeza. Entramos en el dormitorio sólo con la ropa interior. Para entonces, nuestros pezones parecían querer salirse de los pecho y, en lo que a mi respecta, mi coño estaba tan mojado que estaba deseando ser penetrado o comido.

Antes de arrojarnos sobre la cama, logré soltar el cierre de su sujetador, ella se lo quitó de dos manotazos, la tiré sobre la cama y allí pasé de su boca a sus apetecibles pechos. No se cuanto tiempo estuve sobándolos de todas las maneras en que era capaz: los besaba y mordía, los lamía con la lengua, en círculo por alrededor de los pezones duros y tiesos o en ellos, apretando con una mano o pellizcándolos, Todo mi arsenal de caricias se puso en marcha. Y ella jadeaba de placer, y pedía más y más. Y yo quería darle todo.

Me quité el sujetador, abriendo los corchetes y dejándolo deslizar por los brazos. Así con las manos sus bragas para quitárselas, cosa que hice ayudada por ella, que se dejaba hacer. Contemplé de cerca su coño afeitado, tan apetecible. La intuición de unos cuantos encuentros con mujeres hizo que atacara el coño por dos sitios, introduciendo primero uno y luego dos dedos que la follaban, mientras que la lengua se dedicaba al clítoris por debajo de él y en él. La mano libre empujaba su culo contra mi cara. El ataque simultaneo de dedos y lengua surtió un efecto rápido en forma de jadeos rápidos y entrecortados, y un arqueo del cuerpo de Alicia. Se corría. Yo seguía con mi lengua y dedos prolongando su placer. Tuvo dos orgasmos seguidos antes de obligarme con sus manos a separar mi cabeza.

Me separé de ella para, por un lado contemplarla desnuda, toda una belleza desmadejada de placer, imposible describir las emociones que me inspiraba: ternura, deseo, placer, … Por otro lado para quitarme las bragas y desnudarme como estaba ella. Y descubrir que mis pezones rivalizaban con los suyos en erección, dureza y turgencia, y mi coño pedía a chorros que le trabajaran bien. Me tumbé a su lado, mientras ella recuperaba fuelle, yo me acariciaba el coño, como dando ejemplo.

Cuando se recuperó de los intensos placeres, me devolvió el placer, corregido y aumentado. No se describir qué hizo con mis tetas, ni la forma en que trató mi coño, sólo se que fueron de los minutos más intensos y placenteros que he tenido. ¡Cómo me follaba! ¡Cómo me comía! ¡Qué placer! Debí de gritar de gusto, de mover todos los rincones de mi cuerpo.

Nos debimos dormir abrazadas, pues así me desperté cuando ya el sol entraba por las cortinas. Contemplé su rostro dormido, la paz y serenidad que irradiaba, la ternura que me inspiraba. Las formas de su cuerpo me pedían reaccionar, pero no quería brusquedad, así que opté por seguir abrazada a ella, darle pequeños besitos pero, con el brazo y la mano libre que me quedaba, chuparme un dedo y acariciar su coño en una lenta masturbación. Con el dedo corazón ensalivado, acariciaba el clítoris, luego, cuando se secaba, lo introducía en el coño para mojarlo con sus propios jugos y seguir la caricia. Al principio la caricia era lenta, luego con más ritmo. Su pecho subía y bajaba, su respiración se entrecortaba al ritmo de mi dedo. Se despertó del orgasmo que le produje. Se estremeció entre mis brazos antes de suspirar y abrir los ojos.

  • Hola Ana, eres el mejor despertar que he tenido nunca.

  • Hola Alicia, eres la mejor despertada que he tenido nunca.

Se rió con una carcajada contagiosa.

  • Ahora verás.- me dijo con voz de reto.

Se puso a besarme, yo le devolvía el beso. Mientras, con una mano me acariciaba un pecho y con la otra introducía dos desos en mi mojado coño. Yo me dejaba hacer, concentrada en el placer que me daba. Me corrí, no una sino dos o tres veces, pues Alicia no paraba. Y no lo dejó hasta que se lo pedí por favor, porque estaba segura de que me haría desmayarme de placer.

Nos volvimos a abrazar tumbadas.

  • ¿Sabes que tienes una forma de correrte muy bonita?.- Me dijo.

  • Nunca me lo han dicho ¿porqué es bonita?.- pregunté con curiosidad.

  • Porque pones una cara de niña bien cuando saborea un chocolate que hace que me derrita.

  • ¡Joder, Alicia! Tú si que sabes estremecerme.

  • Ya me parecía que eras así cuando anoche quisiste seducirme, pero también eres apasionada, y eso me gusta.

  • Pues, al principio ni sabía lo que me atraía de ti, luego descubrí que me pones tierna, y cachonda. Que tu cuerpo me inspira todo tipo de calenturas.

  • ¿Pues a qué esperas para comerme el coño otra vez?.- Dijo abriéndose de piernas.

Ana del Alba