Miguel

Sonó el teléfono y una voz profunda, nasal me habló. Yo no pude identificarla pero

Miguel

Sonó el teléfono y una voz profunda, nasal me habló. Yo no pude identificarla pero

Sonó el teléfono y una voz profunda, nasal me habló. Yo no pude identificarla, pero algo me la recordaba:

-Hola, ¿cómo estás?

-¿Quién habla?

-¿Ya no te acordás de mí?

-Sinceramente

-Soy Miguel!!

¡¡¡¡MIGUEL!!!! Al oír su nombre todo se me vino a la cabeza. Reconocí esa voz que tanto me atraía hace un tiempo atrás y con cuyo dueño nunca pude tener nada.

-¿Miguel? ¡Qué raro que me llames!

-La verdad es que estuve dando vueltas un poco antes de hacerlo.

-¿Qué necesitás? ¿Pasa algo?

-En realidad sí. Quiero verte.

-¿Verme?

Parecía ayer cuando su mujer me decía al teléfono que él no quería hablar más conmigo, después de que me hubiera cortado y yo, tonto de mí, volví a llamarlo. Fue como si me hubiera clavado una puñalada.

-¿Verme?

-Si, verte.

  • ¿Y para qué? Si mal no recuerdo vos no querías hablar más conmigo.

  • Sí, sobre eso quisiera hablar con vos. Es que

-¿Qué?

  • ¿Por qué mejor no lo hablamos personalmente? ¿Tenés algo que hacer esta noche?

  • No, no tengo nada planeado.

  • Bueno, entonces te paso a buscar como a las 9 y hablamos. ¿Te parece?

  • De acuerdo, espero que no te arrepientas en el medio.

  • Te aseguro que no, no lo voy a hacer

  • Hasta la noche entonces.

  • Hasta la noche.

Colgué y me senté en un sillón a pensar en esa llamada tan inesperada. Cerré los ojos y mis recuerdos comenzaron a bullir en mi mente. ¡MIGUEL! El hombre más lindo que había conocido y con el cual soñaba todas las noches, a pesar de que hacía más de dos años que no lo veía y que era objeto de mi búsqueda de placer solitario quería hablar conmigo… ¿Para qué?

Pero esa pregunta desapareció de pronto al recordar aquel día en que lo conocí cuando hice señas a un taxi y lo conocí. Era la persona más hermosa que hubiera conocido hasta aquel día. Alto, cerca de 1,90, cabello castaño claro, largo hasta los hombros, ojos celestes, y una sonrisa que le iluminaba la cara cada vez que lo hacía. Me llevó hasta mi casa, mientras hacía algunos comentarios que ya no recuerdo porque estaba absorto mirándolo y él supongo que se habrá dado cuenta porque cada vez que sus ojos miraban por el espejo retrovisor mi mirada estaba allí.

Desde ese día se transformó en mi chofer particular. Me llevaba a mi trabajo dos o tres veces por día, dependiendo de mis horarios. Pero nos veíamos todos los días, y cada vez que subía a su auto nos saludábamos dándonos la mano como si recién nos viéramos y yo trataba de dejar un poco más mi mano apretada contra la suya.

Así fue pasando el tiempo. Cada vez me gustaba más. Y cada vez nos hacíamos más amigos. Nos contábamos nuestras cosas. Aunque era él quien más hablaba. Me contó que era casado y que tenía un hijo, situación que me ponía más morboso aún, que sus cosas no iban del todo bien, a veces venía y compartía conmigo su última pelea con su mujer. Y yo me moría por decirle algo, pero había algo que me lo impedía. Nuestra amistad se fue haciendo así más fuerte a medida que nos pasaban las semanas y nos veíamos diariamente, salvo los fines de semana en que no nos veíamos y lo extrañaba a muerte.

Me llevaba a mi trabajo y cuando no salíamos a dar vueltas en el auto por la ciudad. Junto con él conocí sitios a los que no habría llegado nunca por su lejanía. Una vez vagamos por la costa del río y nos bajamos y estábamos allí parados en un rinconcito oculto a la vista de todos mirando el río y me animé a cruzar mi brazo por su cintura y hacerle un comentario sobre lo que estábamos viendo, pero rápidamente me separé, como para que pareciera algo casual.

Todo iba bien hasta que un día no llegó a buscarme. Preocupado porque él siempre era muy puntual llamé a la central de taxis y me dijeron que no trabajaba más. El alma se me vino al suelo ya que no sabía como comunicarme con él. Sentía ganas de llorar cuando en otro auto me iba al trabajo, pensando en que ya no lo vería.

Bueno, para no hacer la historia muy larga diré que empecé a buscar información hasta que di con su número de teléfono y lo llamé. Hablamos, me explicó que su esposa iba a tener otro hijo (se imaginan como me sentí, no?) y que había conseguido otro trabajo donde ganaba más. Me pidió disculpas por no haberme avisado a tiempo y quedamos en hablarnos. Y así lo hicimos durante un tiempo.

Un día me invitó a cenar a su casa. Pero yo rechacé la invitación diciéndole que como casi no la conocía a su mujer (sólo la había visto una vez) no me iba a sentir muy cómodo y le propuse que saliéramos a tomar algo alguna noche. Dijo que vería cuando podría y así siguió nuestra comunicación telefónica sin que saliéramos hasta que un día lo llamé, a esta altura tenía cierta confianza con su mujer con quien había hablado algunas veces, y cuando le pasó el teléfono se cortó.

Volví a llamar y me volvió a atender su mujer y cuando le dije que se había cortado la comunicación me dijo que en realidad la había cortado él porque no quería hablar más conmigo. Mi corazón se destrozó al escuchar aquellas palabras, pero qué le iba a hacer? Colgué y casi me puse a llorar de la pena.

Ya habían pasado más de dos años desde aquel día. Volví a la realidad y a preguntarme qué querría Miguel ahora al llamarme.

Estuve todo el día inquieto. Y me preparé para encontrarme con él. Quería que me viera bien. Quería que ese muchacho de 24 años al que no pasaba día que no recordara, me viera a mí, bastante más grande que él como alguien atractivo. Me afeité, me bañé, me preparé como si fuera a pasar algo. Por fin me puse aquel perfume que una vez me dijo que le gustaba.

A la hora puntual apareció en su auto. Cuando lo ví no puedo explicar la sensación que sentí. Pero era como si estuviera en otro mundo. Me saludó dándome la mano, e inclinándose hacia mí me dio un beso, algo muy común entre los hombres de mi país, cosa que no había hecho nunca antes. Estaba tan lindo como lo recordaba. Cuando me miró me deshice y toda la bronca que tenía por haberme dejado tanto tiempo desapareció.

  • Bueno, dónde querés ir? Vamos a tomar un café?

  • Si es muy importante lo que tenés que decirme mejor estar en algún lugar tranquilo.

-Tenés razón. Mejor demos una vuelta por la costanera mientras hablamos.

Y empezó a hablar, a contarme de cómo le iban las cosas. De lo bien que le iba en el trabajo, pero de lo mal que andaba su matrimonio a pesar del nacimiento de su hijo más pequeño. Hasta que le pedí que me hablara de lo que realmente me implicaba.

  • Es que tengo que pedirte perdón.

  • ¿Por qué?

  • Por haberte hecho a un lado. Me di cuenta de que vos eras un apoyo muy grande para mí.

  • ¿Y por qué lo hiciste?

Titubeó. – Es que….

  • ¿Qué?

  • Es que tuve miedo. Sentía que me pasaba algo con vos y sentí miedo de eso que no había sentido antes por ningún hombre. Y mi sentido machista me dijo que debía alejarme de vos. Que si lo hacía se acabaría todo. Y así fue el primer tiempo. Pero después, pasados los meses y mis cosas no se mejoraban me encontré pensando en vos de nuevo. Y cada vez más. Pero no te buscaba porque tenía miedo a tu reacción. Creía que me ibas a rechazar y tenía miedo de sumar otro conflicto más a los que ya tenía con mi mujer. Varias veces me encontré levantando el teléfono para llamarte, pero finalmente no lo hacía. No me animaba. Hasta que tomé fuerzas y lo hice. Y me arrepiento de no haberlo hecho antes. Mirá, me di cuenta de que quiero estar con vos. Que me atraés de una manera que va más allá de nuestra amistad. Nunca pensé que le iba a decir esto a un hombre. Pero te quiero. Y me miró con esos ojos azul profundo que remedaban las olas del mar.

Mientras decía esto su mano se posaba sobre la mía que estaba sobre mi pierna. Y sus dedos se entrelazaban con los míos, mientras tomaba por una calle que yo había recorrido antes con él y paramos frente al hotel donde yo tantas veces pensé que me hubiera gustado entrar con él.

Todo estaba implícito. Ninguno de los dos dijo más nada hasta que entramos al hotel y llegamos a la habitación.

Nos bajamos del auto. Y ahí pude volver a contemplarlo bien, con esos jeans y esa remera ajustada que le marcaban bien todos los músculos de su cuerpo y el hermoso paquete objeto de mi deseo.

Me tomó de la mano y entramos en la habitación. Apenas cerró la puerta se dio vuelta y me apoyó contra la misma y me besó. Casi me desmayo de la excitación. Aquello que había soñado desde hacía tanto tiempo se estaba concretando.

Lentamente empecé a quitarle su remera. Cuando lo hice me quedé asombrado de la forma que había tomado su cuerpo. Empecé a acariciarlo. Él hizo lo mismo conmigo. Volvimos a besarnos y comenzamos a desprendernos nuestros cintos. Nos íbamos desnudando uno al otro mientras nos besábamos desesperadamente, como si fuera el día final.

Cuando quedamos los dos en boxers me agarró de la mano y sin hablar nos acercamos a la cama. Nos acostamos mientras seguíamos besándonos y nuestras manos bajaban lo último que tapaba nuestros cuerpos y descubrí ese miembro duro ya totalmente de unos 20 cms., circuncidado.

Ya totalmente desnudos y cómodos en la cama empezamos a descubrir nuestros cuerpos, besándonos y acariciándonos. Sus piernas entre las mías, las mías entre las de él, rodando en la cama. Y sus besos. Su lengua que entraba en mi boca y jugaba con la mía y me hacía sentir en otro mundo.

Hasta que empezó a bajar recorriendo todo mi cuerpo con su lengua y jugando con mis vellos. Pasó por mis tetillas y siguió bajando hasta que llegó a mi pija, mientras yo acariciaba su cabellera. Nunca me la habían chupado de aquella manera, parecía que sabía lo que hacía a pesar de que era la primera vez que lo hacía. Jugaba de tal manera con su lengua en mi pija que era un placer enorme, pero que fue indescriptible cuando toda su boca cubrió mi miembro formando primero como una capa de vacío y después empezó a pasar su lengua, jugando con el tronco y con el glande. Pronto sentí que empezaba a perder el control y se lo dije. Me hizo señas, sin sacar mi pija de su boca, de que siguiera. Así que acabé dentro de su boca y él se tragó todo mi semen.

Volvió a subir y comenzó a besarme nuevamente. Yo sentía el sabor agridulce de mi semen en su boca y sentía su pija dura estrecharse contra mi cuerpo, mientras deseaba tenerlo dentro mío.

  • Quiero entrar en vos, me dijo suavemente.

  • Es lo que estoy esperando. Te estaba esperando desde hace tanto tiempo, Miguel. Pero sé cuidadoso. Nunca nadie entró antes.

Entonces buscó el lubricante que estaba sobre la mesa de luz y empezó a lubricarme con un dedo, después con el otro hasta que logró una buena dilatación. Y yo boca arriba, con mis piernas sobre sus hombros me preparaba a recibirlo.

Su pija era larga, ya lo dije, pero por suerte también era fina y su cabeza puntuda, como si fuera un taladro. Yo sentía temor pero también felicidad de saber que ese hombre, por el que tanto me sentía atraído, estaba por penetrar en mí. Su cabeza empezó a entrar lentamente en mí. Fue muy cuidadoso, lentamente la cabeza se hizo paso y yo sentí un dolor impresionante, pero a medida que avanzaba sentía una mezcla de dolor y placer indescriptible. Él comenzó un juego de mete y saca hasta que la metió toda y sentí sus huevos contra mí.

El rato que estuvo entrando y saliendo de mí fue como si no estuviera en este mundo. Tan grande era el placer de sentirlo adentro mío y de escuchar todas las cosas dulces y cochinas que me decía y que cada vez me excitaban más. Y mirar esa cara de éxtasis mientras me cogía era el complemento de aquel momento. Hasta que empecé a verle un gesto de tirantez en el rostro, sus ojos se cerraron, su boca se abría y jadeaba y yo sentía que adentro mío un calor muy grande lo inundaba todo. Acaba de terminar dentro de mí, mientras yo también lo hacía mojando todo su cuerpo.

Salió de mí con su pija dura todavía y yo rápidamente me avalancé sobre ella chupándola y saboreando los últimos restos de su semen. Mientras se la chupaba limpiándola totalmente sentía sus dedos que jugaban con mi pelo, lo que excitaba más aún.

Cuando terminé fui subiendo hasta llegar a su boca y comencé a besarlo yo y estuvimos jugando un tiempo así, hasta que me abrazó y me puso bien contra él y así nos quedamos descansando, mi cabeza sobre su cuerpo, sus dedos en mis cabellos, mientras él me hablaba y me contaba más de su vida y me decía lo bien que se sentía en ese momento.

Esa noche fue el placer total. Me cogió tres veces, una de ellas en el jacuzzi. Y si bien yo no lo cogí a él, porque me dijo que no estaba preparado todavía para eso, no me importó. En realidad no sé si quiero cogerlo. Pero sí sé que me satisface mucho que él lo haga conmigo.

Estuvimos casi hasta la madrugada en el hotel cogiendo y jugando con nuestros cuerpos. Y no iba a ser esa la última vez.

Si les gustó pueden escribirme a fern_pon@hotmail.com