Miguel (2)
Esas vacaciones en Manzanillo me permitieron conocer a un amante experto, mi suerte cambió por completo.
MIGUEL SEGUNDA PARTE
Lo que se ofrecía ante mis ojos era una imagen fantástica: un hombre en el esplendor de sus 21 años, que me había brindado su protección, afecto y apoyo desde que llegué al rancho, siempre dispuesto a ayudarme y dueño de un sensual cuerpo, moreno, poderoso, limpio y en el centro del mismo la mejor verga que había visto en mi vida.
La escena no podía ser más erótica, un muchacho de catorce años en el inicio de su desarrollo, frente a un hombre desnudo de 21 años cuyo cuerpo sólo podía inspirar un deseo irrefrenable de sexo, desde que entré a la secundaria había visto desnudos innumerables veces a Javier o Faustino, así como a otros amigos, sin embargo jamás me inspiraron un deseo tan intenso como el que experimenté al ver por primera vez completamente desnudo a Miguel, la vista de su cuerpo sólo generaba en mí un sentimiento de excitación plena.
Miguel sin dejar de sonreír se puso de pie y se dirigió hacia donde estaba yo, que completamente sorprendido veía como toda aquella masa muscular se movía, no les miento si les digo que mi estomago empezó a revolotear de emoción, parecía que Miguel caminaba en cámara lenta, no podía despegar la vista de su verga que orgullosa se movía al ritmo de los pasos que daba su dueño, por un momento pensé, ¡todo eso va a ser para mi! Y yo feliz.
Cuando Miguel llegó a donde estaba yo, me abrazó con delicadeza y después procedió a darme el beso más largo que había recibido hasta entonces, nuestras lenguas se aferraron y no querían soltarse, sentía que me ahogaba prácticamente entre sus brazos, sus manos comenzaron a acariciarme por todas partes, mientras su verga furiosa chocaba entre los dos, yo sentía perfectamente los latigazos de ese poderoso tronco.
Cuando nos separamos Miguel se me quedó viendo fijamente y dijo, por fin, se me hizo, yo comencé a reír y el se sorprendió, yo le contesté, al contrario, al que se hizo fue a mí, entonces ambos comenzamos a reír.
Después, Miguel me comenzó a quitar la ropa, besándome todo el cuerpo, para dirigirnos al baño (quienes han ido a las Hadas, sabrán que los baños son pequeños, así que hicimos malabares para caber) donde procedimos a enjabonarnos y lavarnos con sumo cuidado, sin dejar de agasajarnos en ningún momento.
Ya en la recámara, Miguel procedió a acariciar con ternura todo mi cuerpo, que ansioso sólo esperaba que fuera penetrado una y otra vez, aunque el tamaño y grosor de su verga convertía a esa tarea en un verdadero reto.
Con deleite comencé a besar a Miguel comenzando por la boca y bajando poco a poco, el cuello, los pezones, cubiertos por una mata dura de pelos, fui recorriendo con calma el contorno de su pecho hasta que Miguel impaciente dirigió mi cabeza hacia su hermoso miembro, comencé a acariciar con la lengua toda la extensión de su verga desde la base, donde dos hermosos huevos destacaban, hasta la punta, que palpitaba ansiosa por recibir la caricia.
Pude sentir como Miguel se estremecía de pasión ante cada nuevo mimo, como pude me introduje una parte de su verga y comencé a meterla y sacarla le hice una chaqueta con mis labios, lengua y dientes, mientras Miguel se contorsionaba de placer gimiendo con ganas.
Cuando sintió que se iba a venir me detuvo, procediendo a su vez el a acariciarme, dedicando atención a mi verga, la que también fue destino de sus labios, desde luego yo era mucho menos experto que Miguel y de pronto sin darme cuenta me vacié en su boca, mientras mi cuerpo era recorrido por las duras y expertas manos de Miguel, algunos de cuyos dedos ansiosos buscaban invadir mi culo.
Cuando terminé de vaciarme en Miguel éste mi besó pudiendo sentir el sabor de mi propio semen.
Con una calma infinita, mientras su verga temblaba de excitación y estaba completamente dura, al punto de la explosión, pero firme, Miguel comenzó a acariciar mi culo, llenándolo con sus dedos, pronto sentí como uno, me invadía, acción que pronto fue complementada por otros dos, que comenzaron a abrirme poco a poco a fin de recibir el máximo trofeo de la noche.
Cuando Miguel después de untarme un poco de vaselina consideró que ya estaba preparado, se levantó, pudiendo ver a esa extraordinaria verga que ya dejaba ver algunas gotas de espeso semen y me acomodó de a perrito al borde de la cama, tomando mi cintura con ambas manos y con firmeza y dirigiendo su enorme pene, lo acomodó en la entrada de mi cuerpo y sin advertirme me introdujo de un solo golpe la mitad de su extensión, yo brinqué de dolor, emoción, gozo, deseo, placer, éxtasis.... sintiendo los embates furiosos de Miguel que buscaba penetrarme todo, hasta que lo logró, para iniciar un movimiento frenético que en pocos instantes condujo a una explosión interminable de semen, que me llenó por completo.
Miguel cayó encima de mí y así acostados, uno sobre otro, estuvimos algunos minutos, jadeando de placer, sintiendo en el interior de mi cuerpo, bien ensartada, la verga de Miguel.
Poco a poco y sin despegarnos, nos levantamos y cuando su verga desocupó mi cuerpo un torrente de semen cayó al suelo, diciéndome Miguel:
¿Ya viste como me tenías? No te imaginas cuántas chaquetas en tu honor, terminaron en el piso.
El caso es que volvimos a asearnos y comenzamos de nuevo, sólo que esta vez fue más sensual, más despacio, más íntima, con toda la fuerza de nuestra juventud.
Una vez ya limpios y acostados en la cama, comenzamos a acariciarnos con toda la calma, recorriendo los cuerpos con deseo, pero sin precipitarnos, Miguel se encargó de que conociera varios niveles de placer, que jamás hubiera imaginado existían, penetrándome de nuevo y durando un tiempo que me pareció interminable hasta que se vació de nuevo en mí, sin dejar de acariciarme con sus enormes y expertas manos, mientras escuchaba sus jadeos, gemidos y palabras de pasión y, ¿por qué no?, de amor, hasta que cubriendo con mis manos el maravilloso contorno de su verga nos quedamos completamente dormidos.
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A la mañana siguiente lo primero que vi una vez que abrí los ojos fue a Miguel, que me observaba con deleite, ya tenía un buen rato despierto y no había querido despertarme, poco a poco fui cobrando conciencia, y comencé a recorrer ese rostro que tan familiar se había vuelto para mí, donde destacaban dos ojos profundos que a la vez inspiraban respeto, afecto o deseo.
Cuando Miguel se percató de que había despertado me abrazó fuertemente, pudiendo sentir contra mi cuerpo como esa maravillosa verga que se cargaba despertaba como diciéndome ¡buenos días!, correspondiéndole al acariciarla con ternura, pensando en todo lo que había disfrutado de ella durante la noche anterior y suspirando por todo lo que vendría después.
Le hubiera dado excelentes honores a ese miembro si no hubiera sido por mis tíos, que nos llamaron por teléfono para invitarnos a desayunar, de inmediato nos pusimos de pie, recordando que no estábamos solos, como por arte de magia la verga de Miguel se durmió, con la intención de mi parte de despertarla a la primera oportunidad.
Me levanté y procedí a abrir las ventanas del cuarto, desde luego el olor a sexo era profundo, así que procedí a ventilarlo, de inmediato nos fuimos a bañar y a cambiarnos, para cuando llegaron mis tíos, ya estábamos listos, un detalle sin embargo sólo contribuyó a que mi tía Marina se quedara pensativa, cuando observó nuestra recámara, tomó nota de que sólo una cama estaba destendida, mi tío ni cuenta se dio, mi tía Marina se me quedó viendo fijamente, yo, nervioso un poco, apuré a todos para ir a desayunar.
Durante la mañana del segundo día sucedieron varias cosas importantes.
La primera de nuevo tuvo que ver con mi tía Marina, estábamos los cuatro tendidos junto a la alberca, cuando mi tía se levantó y le puso crema bronceadora a mi tío y con toda intención (después lo supe) se la pasó a Miguel para que me pusiera a mí, Miguel se levantó de su silla y con cuidado comenzó a ponerme crema por toda la espalda, pronto sus manos recorrieron todo mi cuerpo, sin embargo, no resistió la tentación y sin darse cuenta comenzó a acariciarme, todo bajo la atenta mirada de mi tía, mi tío ni en cuenta, el caso es que una erección súper increíble comenzó a destacar, con riesgo de romper su short, una señora norteamericana que estaba junto a nosotros lo percibió y no podía apartar la mirada de Miguel, desde luego yo me dí cuenta y dando un leve codazo le llamé la atención, Miguel se percató de lo que pasaba y completamente colorado se arrojó a la alberca donde estuvo hasta que su verga se durmió por completo, cosa que tardó bastante tiempo, porque cuando me metí yo, pude notar (no sin cierta satisfacción) que cada que yo lo tocaba bajo el agua, su verga se levantaba orgullosa, e incluso a veces, él impúdico se la sacaba (para deleite de unas muchachas que buceaban en la alberca) y yo contento, cuando las miradas de nuestra tía lo permitían se la agarraba con fuerza (para sorpresa de las mismas muchachas).
La segunda sucedió cuando Miguel y yo nos fuimos a pasear dejando a mi tío emborrachándose a conciencia en uno de los bares, bajo la atenta y cuidadosa mirada de mi tía, en nuestro recorrido por el hotel nos dirigimos hacia unas canchas de voleibol, donde se desarrollaba una especie de torneo entre binas, en el rancho había pocas distracciones, así que durante muchas tardes se organizaban partidos muy reñidos entre mi tío, Miguel y los trabajadores, y en los que yo también participaba, llegando a ser gracias a mi tío y Miguel un excelente jugador, el caso es que nos inscribimos en el torneo y fuimos avanzando a lo largo de varios partidos, recuerdo a un grupo de muchachos originarios de Guadalajara, que apoyaban a un equipo y se destacaban de los demás espectadores porque metían mucha bulla, mucha alegría y aderezaban sus porras con muchas groserías (como les decimos en México a las palabras consideradas "ofensivas"), aunque a los que estábamos presentes sus expresiones nos daban risa.
Recuerdo que el papá de uno de los muchachos quiso dirigir al equipo con palabras de aliento muy positivas, como:
-Échenle ganas mijos.
-¡Muy Bien¡, etc.
Sin embargo los muchachos iban de mal en peor, pues estaban perdiendo, hasta que su hijo se desesperó y reuniendo a su compañero, le habló a su papá y le dijo:
-Apá, necesitamos que nos dirija como lo hace nuestro entrenador, sino no vamos a ganar
-Y, ¿cómo los dirige?, les preguntó el señor
-Pues con puras groserías
Así que el señor comenzó la siguiente parte del partido dirigiéndolos más o menos así:
-¡Muévanse, hijos de la chingada no sirven para nada¡
¡Le pegan a la pelota como pinches putos!
-¡Muévete pendejo!
-¡Pinche retrasado, la pelota se volea por encima de la red, baboso!
Desde luego los muchachos ganaron el partido.
Bueno, Miguel y yo avanzamos hasta la final y estábamos felices, no podía dejar de observar como las mujeres presentes (y algunos hombres) lanzaban miradas de deseo a Miguel, que con su short ajustado (con fabuloso bulto incluido, a veces cuando Miguel adoptaba posición para recibir la pelota, el contorno firme, largo y grueso de su verga era perfectamente visible) y sin playera y descalzo, se veía fantástico.
Mientras que en la otra semifinal se enfrentó el equipo de Guadalajara contra una bina de norteamericanos integrado por un muchacho blanco y uno negro, que vencieron a los mexicanos.
En la gran final nos enfrentamos a los norteamericanos y desde luego los espectadores tomaron el partido como un duelo entre México vs. Estados Unidos, como ustedes comprenderán una gran mayoría del público nos apoyó, el partido transcurría muy reñido, debo señalar que la mayor parte del peso recaía desde luego en Miguel que hacía todo lo posible por cubrirme y apoyarme, pues algunos de los tiros que daban los americanos a veces no los podía detener, así que Miguel se discutía en la cancha.
En un momento dado el muchacho blanco comenzó a atacarme directamente y ante la preocupación de Miguel y la molestia del público, dirigía sus remates hacia donde estaba yo, hasta que en uno de ellos, la pelota me atinó con fuerza en la cara, noqueándome por completo, Miguel desde luego se dirigió hacia mí y desesperado comenzó a atenderme, abrazándome con fuerza, hasta que uno de los salvavidas del hotel le ayudó a reanimarme.
La situación fue que de pronto (y esto me lo contaron posteriormente) uno de los muchachos que apoyaba al equipo de Guadalajara entró furioso a la cancha y le reclamó al americano su proceder golpeándolo con una prominente y fenomenal barriga, pues el muchacho era tremendamente grande y gordo, como pudieron los americanos se disculparon y desde luego se acercaron hacia donde estaba preocupados por mi estado, realmente muy apenados. mientras Miguel se encargaba de que me atendieran.
Desde luego todo terminó de la manera más amigable, pues los muchachos de Guadalajara, los dos americanos, Miguel y yo nos fuimos a comer juntos, bromeando sobre lo sucedido, procediendo a hacer las paces.
Mis tíos desde luego cuando se enteraron de la aventura se mortificaron, pero al final se rieron con nosotros.
La noche de ese día nos reunimos con todos nuestros nuevos amigos y nos la pasamos en las discotecas del hotel, desde luego todos (menos yo, porque desde luego, mis tíos no hubieran estado de acuerdo) se emborracharon de lo lindo, hasta que nos fuimos a la orilla del mar y rentando unas sillas, procedimos a pasar la noche en una velada, donde sucedió........