Miguel (2)

Aparece la magia...

Miguel…..II (Aparece la magia)

Su llamada me sorprendió. Hacía dos semanas que no tenía ninguna noticia de él y según yo, esa situación se iba a prolongar indefinidamente.

La verdad, nuestras citas anteriores habían dejado mucho que desear, por lo que supuse que Miguel había decidido dar por terminado aquello que en realidad nunca había comenzado.

A instancia suya, quedamos de vernos esa tarde en un hotel, para estar relajados los dos- había dicho-. En mi cabeza rondaron varias ideas, realmente mis expectativas de la reunión eran muy parcas, tomando en cuenta las experiencias anteriores, sin embargo, era una buena oportunidad para, frente a frente, ponerle fin a "algo" que no nos estaba llevando a ningún lado.

A la hora acordada llegué al punto de encuentro, la esquina de un hotel ya viejo, un tanto deteriorado, pero céntrico. Me sentía nervioso por las circunstancias, era la primera vez que visitaba un hotel para verme con un hombre y sentía que podía leerse claramente en mi cara el motivo de mi presencia en ese lugar. Así mismo, tenía la lejana esperanza de que en esta ocasión las cosas marcharan como era debido y poder disfrutar cabalmente nuestro encuentro, sin embargo, era mayor mi convicción de que no iba a haber mucho cambio y buscaba las palabras adecuadas para finalizar esta cuestión de una vez por todas, sin que alguien saliera lastimado.

A los diez minutos de espera llegó Miguel, nos pusimos de acuerdo para entrar al hotel (me daba vergüenza entrar juntos) y cinco minutos más tarde, entraba en la habitación.

Miguel estaba ya desnudo, esperándome para entrar a bañarse. Me empecé a desvestir sintiendo mariposas en el estómago. Una vez que salió de la regadera, entré yo. Cuando salí el estaba acostado.

Ven, acuéstate conmigo- me dijo-

Sin mediar palabra me acosté a su lado y lo abracé. Empezamos a besarnos y a acariciarnos. Su piel se sentía fresca, con un agradable olor a limpio.

Fui recorriendo su torso con mis labios y mi lengua, mordisqueando y succionando sus tetillas, su estomago, su ombligo, su pene, sus testículos…. Me coloqué en posición de "69" y comencé a mamarle la verga lentamente, disfrutando la sensación de sentir como crecía en el interior de mi boca, como iba adquiriendo volumen y rigidez. En el inter, Miguel, con su lengua recorría las paredes interiores de mis nalgas y mi ano, me daba pequeñas mordidas en las nalgas y chupetones en el culo que me hacían estremecer. Establecimos una especie de círculo, en donde al estar yo recibiendo un enorme placer a través de sus caricias en mis glúteos, me avocaba con mayor esmero en mamarle su verga (la cual ya había alcanzado un tamaño y grosor espléndidos) que a su vez generaba que sus caricias fueran mas apasionadas. Durante varios minutos, los únicos sonidos que rompían el silencio eran sus gemidos y los mios….

Que rico la mamas, pero quiero culearte, quiero que tu culo sea mío de una vez por todas – me dijo-

Déjame ponerte el condón, le conteste

Con un enorme gusto, le puse el condón. La verdad es que tenía muchas ganas de que me cogiera. Quería sentir su hermoso sexo dentro de mí.

Una vez puesto el condón, procedí a untar una cantidad generosa de lubricante en la punta y a lo largo de su miembro enfundado, así como en la entrada de mi culo.

Me acosté en la cama de costado, pero de espaldas a él, nos pusimos en posición de "cucharita", coloqué la punta de su herramienta en el lugar adecuado y empezó a empujar lentamente. Su pija fue abriendo camino centímetro a centímetro, cuando me dolía, le pedía que parara y luego volvía a hacer presión, hasta que entró toda.

Como si el hecho de que me hubiera ensartado toda la verga en el culo fuera una señal, me tomó fuerte de las caderas y empezó con un mete y saca cadencioso y profundo, me acariciaba con fuerza la espalda, las tetillas, agarraba mis nalgas y las abría para enterrar su reata en mí lo más hondo posible.

Poco a poco la sensación de dolor iba disminuyendo, dando paso al disfrute, empezaba a sentir como cada embestida venía acompañada de una oleada de placer "in crescendo", sin embargo, el gozó no fue muy prolongado, porque al poco rato, empezó a perder la erección.

Se salió de mí y me pidió que lo masturbara, pero la flacidez de su miembro se hacía más evidente. Le quité el condón y comencé a mamársela, para ver si lograba nueva erección, con muy escaso éxito.

Lo siento – me dijo – al ver que mis intentos de excitarlo eran vanos.

No hay problema – fue mi respuesta.

Totalmente decepcionado, me incorporé de la cama y sin decir otra palabra me dirigí a la regadera, abrí la llave del agua y comencé a bañarme. Me sentía frustrado. Realmente me gustaba la verga de Miguel y quería que me cogiera, pero sus constantes problemas de erección habían impedido disfrutar nuestros encuentros.

Mecánicamente, mientras el agua corría por mi piel, mi mente buscaba la manera de decir un "hasta aquí" lo menos hiriente posible. Ya llevábamos varios intentos y todos con el mismo resultado.

Absorto en mis pensamientos, no me di cuenta que Miguel entró en la regadera hasta que su mano recorriendo mi espalda, me trajo de nuevo a la realidad.

Sin decir una palabra, cerró la llave del agua, tomó el jabón y comenzó a enjabonarme, primero por el frente. Al concluir su tarea, me volteo suavemente y me enjabonó la espalda y las nalgas. Al terminar, abrió la llave y mientras el agua me enjuagaba, besó con ternura mis labios. Su beso se fue haciendo más apasionado, su lengua y la mía se trenzaron en una lucha por ver cual dominaba a quién. Mi cuello, mi pecho, mis tetillas, mi abdomen fueron campos conquistados bajo el poder de su boca.

Me puso con los brazos extendidos de frente a la pared y con imperiosidad me hizo abrir las piernas. Se hincó en el suelo del baño y comenzó a besar mis nalgas, intercalando con pequeños mordiscos y chupetes. Su lengua se posó en mi ano y comenzó a recorrerlo a conciencia, generando e mi, un caos de sensaciones. Era como si miles de pequeñas descargas partieran de mi culo y se dispersaran en todas direcciones. Quise articular palabra pero todo lo que salió de mi garganta fueron sonidos guturales.

Se incorporó y poniendo su mano sobre mi cabeza, me hizo agacharme para que parara mas las nalgas, tomó su verga con la mano, la dirigió a la entrada de mi culo y de un empujón me la ensartó hasta el tope.

Tuve un pequeño atisbo de conciencia y quise protestar al momento de sentir que la ardiente piel de su virilidad entraba en contacto directo con la piel de mi culo.

Miguel… me la estás metiendo pelona – fue todo lo que pude articular -

Si – me dijo- y que calientito se te siente el culo, que rico

Todo lo demás fueron gemidos, suspiros y frases de placer. Comenzó el mete y saca, el roce de su miembro por las paredes de mi recto me estremecía, me hacía sentir lleno, sin dejar cabida a la razón, cada piquete me generaba una enorme sensación de placer. Percibía a la perfección aquel trozo de carne que palpitaba en mi interior, apoderándose por completo de aquellos terrenos que hacía mucho tiempo pretendía conquistar.

Le entregué el culo completamente, sin ninguna reserva, su verga entraba y salía dueña y señora de aquella parte tan íntima. Logramos un acoplo total, con una sincronización de movimientos inmejorable. Mientras me penetraba, su boca buscaba hacerse cómplice de la mía. Me tomaba fuerte de las caderas y empujaba hasta que sus huevos topaban con mi ano, haciéndome temblar con cada embestida.

Sus embates se hicieron cada vez más rápidos, me abrazó fuertemente y me dio un piquete profundo mientras sentía su miembro vibrar en mi interior. Yo lo abracé de las nalgas y lo atraje con fuerza hacia mí. Un largo gemido y las pequeñas convulsiones de su verga en el interior de mi culo fueron el anuncio del orgasmo de Miguel.

No tengo palabras para narrar todas las sensaciones que siguieron a esos segundos de placer total, sentía que había sido completamente suyo y para prueba, estaba su semen depositado en lo mas profundo de mis nalgas, el sentir su cuerpo pegado al mío, sentir sus nalgas desnudas, su abrazo fuerte que me repegó mas a su cuerpo mientras se venía. Realmente había sido mágico. En ese momento me quedó claro el significado de la frase "Hacer el amor". Entendí perfectamente que a través de un acto entre dos personas se puede fabricar literalmente el amor aunque no exista ese sentimiento entre ellos. Entre Miguel y yo no existía amor, y a pesar que no teníamos ninguna intención, esa tarde lo hicimos, fabricamos amor, no solo fue sexo.

Poco a poco la conciencia retornaba y con ella, un ligero remordimiento de haber permitido que me culeara sin condón y lo principal, que se viniera dentro de mi. Sin embargo, me había dado la cogida de mi vida. Todavía podía sentir el roce de su piel, la sensación de mis nalgas acomodadas en su bajo vientre y su reata perforando mis nalgas y llevándome al cielo en cada penetración.

La evocación de los momentos que acababa de pasar y un beso largo y tierno acallaron por completo mi conciencia.

Nos terminamos de bañar entre caricias y besos…Nos vestimos y nos fuimos.

Quedamos de vernos nuevamente.

Durante toda la semana siguiente el ligero dolor que sentía en el centro de mis nalgas me hicieron recordar aquella memorable tarde.