Miércoles lujurioso, con mi muchachito, José.

Mi esposo y mi hija – única – andaban de vacaciones y, mi hormona se me excitó y, sin poder contenerme, invité a un chico que trabaja conmigo, a que “estuviéramos” en la casa. Pasamos toda la noche sexuando, ¡muy rico!, y al otro día, se nos hizo muy tarde...

Miércoles lujurioso, con un muchachito, José, mi subordinado en el trabajo, mi adoración en la cama...

Resumen: Mi esposo y mi hija – única – andaban de vacaciones y, mi hormona se me excitó y, sin poder contenerme, invité a un chico – al que le llevo 13 años de edad – que trabaja conmigo, a que “estuviéramos” en la casa. Pasamos toda la noche sexuando, ¡muy rico!, y al otro día, se nos hizo muy tarde para llegar; salimos de prisa y…

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Ese día, por la prisa, solamente me enfundé unos mallones negros y me puse un top y una chamarra larga, de lana, tejida, y así me fui a la oficina; tan solo me peiné un poco en el camino y llegué a pintarme y maquillarme a la oficina.

Era miércoles y tenía que ver qué hacía falta, cómo iban los embarques, la dotación de gasolina, etc., así que fui al patio de maniobras; ahí estaban los choferes y…, no faltaron los silbidos anónimos. Llevaba cara de…, ¡quiero!.

Estuve recabando información y ya cerca de la hora de la comida, subí a mi despacho.

Casi entrando, sonó mi teléfono: ¡era José!:

= ¡Señora…!. ¡Donde anda…!. ¡Esta es la 6ª llamada que le hago!. ¡Me voy a poner celoso!.

¡Me dio gusto que me llamara!. ¡Me dio gusto que me hubiera dicho lo que me dijo, de que se iba a poner celoso!. ¡Le interesaba a ese chico!.

  • ¡Dígame…, en qué puedo servirle…?,

le respondí, complacida, siguiéndole la "corriente":

= ¡Wow…, en muchas cosas!, pero…, ¿puedo invitarla a salir en la noche?,

¡a tomar un trago o…, mejor…, a que vayamos a un antro…!.

  • ¡Cómo crees…, estás loco…!. ¡No me voy a correr una parranda contigo!.

¡Hay mucha diferencia de edades…, estás muy chiquito…!.

= ¡Chiquita tú…!, yo mido 1.77 m!.

  • ¡menso…!. No, no inventes…, mejor nos vemos adonde nos vimos ayer…

= ¡Ya…, no te hagas del rogar…, di que sí…!.

  • Pero…, es miércoles apenas… Mañana hay que trabajar…

= Pues…, nos desvelamos…

  • Pues…, deja…, lo pienso…, y me llamas antes de salir…, ¿de acuerdo…?

= ok…

Estuve pensando en esa proposición por toda la tarde: ¡me emocionaba!, y me reía de mí misma.. ¿Correrme una “parranda” con ese muchacho…?, ¿a mi edad…?. ¿Correrme una parranda con ese chico...?. ¡Le llevaba 13 años…!, ¡yo era mucho mayor que él…!, y…, aunque ya habíamos tenido relaciones sexuales – ¡muy ricas! – eso había sido en privado, algo muy…, “escondido”, pero esto… ¿Sería esto posible?. ¿Qué iría a pensar la gente que nos viera?, ¿que era una depravada asalta-cunas?, pero…, si supieran…, ¡cómo me hacía vibrar ese jovencito!. ¡Qué rico me penetraba!. ¡Eso sí era posible…!, y… ¡decidí que me iría de antro con ese muchacho…!, sin embargo, al rato me dije que no…, ¡que eso era una verdadera locura…!, que era echarle leña al fuego…, pues las relaciones con mi marido eran muy inestables, ¡andábamos bastante mal!. ¡Empezaba a entrarme temor!. Pensaba que:

  • ¡Ojalá que no me hable...; tengo miedo de ir...!.

Pero…, en ese momento, muy poco antes de salir, el teléfono me sacó de mis pensamientos, ¡recibí su llamada!:

= ¿Entonces que…, nos vamos de antro…?.

¡Me emocioné!.

  • ¡Sí…, me late…!. ¡Me esperas donde mismo…!. ¿Está bien…?

= ¡Sí…, te espero en un rato…!.

Me decidí, muy emocionada y muy excitada; con las piernas de hilacho y toda mojada de mi vagina, me fui a buscarlo en el coche, al lugar de la cita. Le abrí la puerta y el muchacho se subió y me saludó con un rápido beso en mi boca, poniendo su mano en mi entrepierna, sobre mi sexo, sobre de mis mallones, y eso me sobrecalentó: ¡andaba muy excitada!, ¡lo mismo que él!.

= ¡se te siente muy caliente tu pucha…!,

me dijo, acercando su cara a mi cara, para tratar de besarme de nuevo en la boca, ¡y yo se lo contesté!. Fue un beso un poco más largo que el anterior, pero también rapidín, pues estaba detenida donde no se debía uno detener.

= ¡estás mojadita de aquí…!,

me dijo, apretándome mi sexo con su mano,

= ¡me encanta la forma en que te calientas…!.

  • ¡Tú eres el que me calienta…!.

= ¡Es que te traigo muchísimas ganas, mamita…!,

pero en ese momento comenzaron a tacarme el claxon y me dirigí de inmediato a la casa, para cambiarme de ropa e irnos a ese antro, que me estaba diciendo José.

Todo el camino a la casa, José se fue “fajándome”, acariciándome, manoseándome por todos lados, y más al llegar a la casa, donde procedió de inmediato a desnudarme completamente. Me quitó los mallones y haciendo de lado mi pantaleta, una negra que yo llevaba, nada más me empinó contra de la cama y de esa forma me lo metió. ¡Estaba yo muy batida!, no tuvo ningún problema para introducirse en mi sexo, y al cabo de unas cuantas “metidas”, se vino completamente en mi sexo, inundándolo por completo.

  • ¡Qué rico José…!,

le dije, levantándome de la cama y dándole un beso en la boca.

Luego de eso, me metí a la regadera, me bañé y salí a la recámara para vestirme. Ahí estaba José, mirando la tele y tomándose un trago, que se había preparado.

Me puse una pantaleta roja que hacía unos años me había comprado mi esposo: era totalmente roja, de encaje, calada; ¡se me insinuaba toda mi pelambrera por debajo de ella!, pero tenía casi hasta telarañas de que luego de una sola vez, nunca más la había vuelto a usar. Era de esas de tipo “cacheteras”, que eran altas hasta la cintura y luego por detrás se ajustaban perfectamente a mis nalgas y se hundían en mi rajada posterior, como si fuera tanga; por delante dejaba escapar algunos de mis vellos púbicos. ¡Me sentí muy cachonda y me calenté nuevamente, otra vez!.

Luego de ello, me puse una falda recta, gris Oxford, muy corta, que me daba a la mitad de mis muslos, estando de pie y, cuando me sentaba, se me subía hasta poco antes del nacimiento de mis ingles. Me puse un brasier blanco, semi-transparente, cachondo y una blusita blanca. Me puse un sweater negro, de cuello redondo, me peiné de manera sencilla, con mi cabello cayendo a los lados. Me puse mis zapatillas, de tacón alto, negras y me miré en el espejo; ¡me sentía apenada conmigo misma de las ideas que tenía!; me sentía yo excitada, ¡estaba presagiando una noche de lujuria y me imaginaba a mi misma desnuda y siendo penetrada repetidamente por José!.

Me miré en el espejo y me vi mis muslos desnudos y, me  jalé  mi  faldita hacia abajo, para tratar de cubrirme los muslos, pero se volvió a subir nuevamente hasta la mitad de mis muslos, así que, solté un suspiro y me fui hasta la sala, a alcanzar a José,  que ya se encontraba instalado tomándose unos alcoholes:

= ¡qué bárbara, te ves súper sexy con esa faldita...!

me dijo José, desnudándome con su lujuriosa mirada, e inmediatamente después, me dio un besito en la boca.

= ¡Siéntate un momento…!, ¡déjame ver hasta donde se te sube cuando te sientas…!

  • ¡Cómo serás…!.

= ¡De verdad…, quiero verte…, en la oficina ya todos conocemos tus calzoncitos…!, ¡siempre nos los enseñas…, a todos…!.

Me dio mucha pena, creo que hasta colorada me puse pero…, lo complací y me senté en el sofá. Él se sentó enfrente de mí y

= ¡abre un poco, muy poco las piernas…, para ver si te alcanzo a ver los calzones!,

pues así, con las piernas cerradas, no se alcanzan a ver…, necesitan más luz…

¡Ahhh…, así sí se alcanzan a ver…, pero…, mejor, así todo mundo va a tratar de

ponerte atención para mirarte por ahí…!. ¡Te ves…, “poca madre”…!,

¡buenísima…, cachondísima…!, como para volverte a coger en este mismo momento…, verdad buena…!.

Y en ese momento José me volvió a meter su mano bajo la falda y me la levantó, hasta por encima de mi cintura, procediendo inmediatamente a besarme mi sexo, por encima de mi pantaleta roja:

  • ¡José…, estate quieto…, José…!. ¡De por sí, ya me tienes caliente…, José…!.

= ¡Te me antojas un chingo, mamita…, quiero darte de nuevo p’adentro…!,

Y comenzó a bajarme las pantaletas; las llevó hasta por debajo de mis rodillas y entonces con su boca prosiguió a besarme mi sexo, mi pelambrera, mis labios vaginales, completamente mojados de mis secreciones:

= ¡Estás rete rica mamita…, te vienes en grande…!, ¡estás toda mojadita de tu rajadita…!. ¡Saben muy ricas tus venidotas…!,

me dijo, re-chupándose sus labios y volviendo a besarme mi sexo, succionándome el clítoris y mordiéndome mis labios vaginales con los labios de su boca, lo que me produjo un nuevo orgasmo, de verdad delicioso:

  • ¡Joséeee….!.

En ese momento José se me echó encima, ya sin su pantalón, y teniendo mi faldita arremangado hasta mi cintura, de esa forma, y con un fuerte golpe de caderas, me empujó su pene hasta adentro de mi vagina:

  • ¡Joséee…, qué delicia chiquito…, qué rico me lo haces, José…!.

Y José se puso a bombearme, con fuerza, con rapidez, clavándome contra de aquel sofá, haciendo soltar de pujidos, gemidos y ayes de placer:

  • ¡Aaaaggghhh…, gmh…, puff…, uff…, gmh…, aaahhh…, Joséeee…!,

le dije, tremendamente excitada, por lo que le pasé mis piernas alrededor de su cintura y coordiné mis movimientos con los suyos.

  • ¡Qué rico José, no pares…, no te detengas, bombéame con fuerza, José…!.

Me estuvo penetrando de esa manera al menos por unos quince minutos – yo creo – sacándome un sinfín de ayes y gritos y gemidos de placer, haciéndome poner los ojos en blanco, concentrando mis pensamientos en esa verga tan linda, en cómo me entraba y salía, en cómo se abría paso entre los labios de mi vagina, en cómo me hacia que me mojara una vez y otra vez y muchísimas veces más.

Luego de eso, fatigada hasta más no poder, le supliqué que parara, que me dejara descansar. Lo hizo por unos instantes, pero luego de eso, me levantó mis piernas, hacia el techo, echándoselas sobre de sus hombros, y de esa forma prosiguió su “bombeada”, deteniéndose solamente para besarme en la boca y decirme algo como:

= ¡mamita tan rica…, estás muy sabrosa…!.

Yo no dejaba de pujar y gemir, hasta que luego de otro rato más, me puso recostada de lado, apoyada sobre de mi costado izquierdo y, levantando nuevamente mi pierna, ahora sólo la derecha, se me colocó a la mitad de mi cuerpo y prosiguió su bombeada, con fuerza y velocidad. ¡Lo sentia delicioso!, y en agradecimiento a sus “empujones”, mi sexo se mojaba y se mojaba de nuevo, empezando a emitir un sonido como de “chacualeo”, que me excitó todavía más, con creces, y empecé a incitarlo más, verbalmente, con frases como:

  • ¡Sigue José, no le pares, dame más, no te detengas, dámelo fuerte!, ¡no te detengas…, síguele…, por favor…!.

Y luego de otro rato más así, José me volvió a cambiar de posición, colocándome esta vez en cuatro patas, de “a perrita”.

Él se me colocó por detrás y nuevamente me penetró con mucha fuerza, profundidad y velocidad, produciendo un sonido, además del de chacualeo, de impacto entre sus caderas y mis caderas y asentaderas:

¡clap, clap, clap!,

que era verdaderamente excitante y que, lo culminé con un nuevo orgasmo, que me hizo desplomarme sobre mi cama, arrastrando conmigo a José, que no se desacopló de mi sexo, y continuó su penetración por encima de mi cuerpo y mi espalda, jalándome con fuerza de mis hombros y mis cabellos, para penetrarme con una fuerza mayor y con un alcance aún más profundo, como queriendo sacar su glande por mi boca o llevármelo a mi garganta o mis senos o al menos hasta mi ombligo: ¡lo sentia delicioso!, esos jalones y golpeteo que me daba, ¡me tenían embrujada!, ¡eran de verdad alucinadores…!, y no dejaba yo de quejarme, de gemir, ¡de pedirle más!:

  • ¡sí…, sí…, así…, dame más…, síguele así…, dámelo fuerte, con fuerza, así…!,  ¡síguele así…, no le pares…!,

hasta que, en una de esas, no supe ni como, pues fue una acción muy veloz, se zafó de mi vagina y me lo metió por el ano:

  • ¡Joooséeee…!,

y siguió penetrándome, ahora por esa vía, con la misma fuerza y velocidad con la que me había estado perforándome la vagina, ya por un corto tiempo, quizás unos cuantos minutos, en que ya no pudo aguantarse y terminó por eyacular en mi recto, enmedio de exclamaciones de gusto y satisfacción, acompañado de sonidos guturales que no decían nada, pero decían todo lo que pasaba por él:

= ¡Mamita tan rica, mamita…, me vengo…, aaaggghhh…, ahm…, agh…, grrrr…!.

Y se dejó caer sobre de mi espalda y mi cuerpo, aplastándome contra del sofá, y de esa forma nos quedamos un largo rato, reposando aquellos orgasmos, que acabábamos de obtener.

Luego de unos minutos recostados sobre de aquel sofá, comenzó a darme frio y le propuse:

  • ¿nos damos un baño…?.

Y nos fuimos a mi recámara; nos terminamos de desnudar y nos metimos a la regadera, en donde José no dejó de tocarme por todos lados. Estaba detrás de mí y me besaba en el cuello, me tocaba mis senos, me metía sus dedos en mi vagina y finalmente por mi culito, en donde me introdujo su dedo gordo, y tomándome de mi vagina con su dedo central, con mucha fuerza, en un cerrón de su mano, me preguntó, en voz baja, acercándome su boca a mi oreja izquierda:

= ¿de quién es todo esto…?,

y yo, volteando mi cara hacia donde estaba la suya, le contesté, con voz aniñada y cachonda:

  • ¡Son todos tuyos José!.

Y soltándome de la parte del frente, metiéndome bruscamente tres dedos, los centrales, en mi culito, recién dilatado por la sodomizada que me acababa de dar, me preguntó, de nuevo en voz baja, con su boca contra mi oreja izquierda, empujándome contra de la pared mojada del baño:

= ¿y este culito goloso…? ¿de quién es este culito goloso…?.

  • ¡Es todo tuyo José!.

= ¿seguro que es mío nada más…?

  • ¡Claro que es todo tuyo…, y de nadie más…!.

¡Nunca nadie me había penetrado por ese lugar…!. ¡Sólo tú…!,

¡tú eres el dueño de mi virginidad anal!. ¡Te lo dije cuando me pediste que me

dejara darme por ese lado!. ¡Es todo tuyo, José, es sólo tuyo, José!.

= ¿Y tu puchita…?,

me preguntó, sacando sus dedos de mi ano y jalándome mis vellos púbicos con mucha fuerza y brutalidad, aplastándome con su cuerpo contra de la pared de la regadera, mientras el agua tibia continuaba cayendo:

  • ¡También es toda tuya, José…, ya lo sabes…, me tienes loquita…!.

= ¡Pero…, muchas vergas te han entrado por ahí…!

  • ¡También te lo dije, José…!, ¡no te he mentido pa’ nada, José…!,

¡sabes todo de mí…!, ¡sabes lo mucho que te deseo…!, ¡que siempre quiero que

estés a mi lado, que me estés poseyendo…, dándome tu ver…ilidad…!.

= ¿seguro cabrona…?,

me preguntó, inqusidoramente, volviéndome a jalar de mis vellos púbicos, con brutalidad:

  • ¡claro José…, claro que te deseo…, que quiero que me hagas tuya, que me poseas, que me penetres, que te vengas en mí…, por donde tú quieras…!.

¡Ya te he dado mi boca, mis senos, mi pucha, mi culo!. ¡Ya me has tomado todita, José!.

= ¿Y tu marido…?. ¿Vas a seguir cogiendo con él…?.

  • Bueno…, mi marido, es mi marido, él tiene todos los derechos de hacerme suya, de cogerme cuando se le venga en gana, ¿no crees…?

= ¿entonces…, vas a seguir cogiendo con él?

  • pues…, cuando me lo pida, claro que sí…

= ¿y conmigo…?

  • ¡Cuantas veces tú quieras…, tus deseos son órdenes, “mi señor”!. ¡Ya sabes que soy toda tuya, José…!.

= Compartida con tu marido, ¿es así…?.

  • ¡Sí…!.

= Bueno…, pero, quiero que me cuentes siempre que cojas con tu marido, que me cuentes cómo te la metió. ¿Entiendes…?,

me volvió a preguntar, aplastándome fuertemente contra de la pared y jalando mis vellos púbicos con muchísima fuerza.

= ¿de acuerdo…?.

  • ¡Claro que sí…!, condenado, morboso, degenerado…,

le dije, bromeando, y creo que él lo entendió, pues me dio un gran beso de nuevo en la boca, al que yo respondí.

= ¡Que conste…!. ¡Cada vez que te la meta tu esposo, me vas a tener que decir!. ¿Estás de acuerdo con eso?.

  • ¡Claro que sí…!, ya te había dicho que sí…

le dije, aceptando su proposición, pero él me volvió a preguntar:

= ¿De quién eres toda…?

  • ¡Tuya, de ti…toda tuya, papito…!.

Y nos salimos de la regadera.

Me puse mi baby doll, uno negro, semi-transparente, translúcido, y nos fuimos a la cocina, a cenar. José sólo andaba en calzones, pero como hacia fresco y algo de frío le presté una bata de mi marido.

Estábamos merendando cuando José, con un brillo en su mirada me ordenó:

= ¡Ven…, quiero que le hagas de mi “perrita”!.

  • ¿Cómo…?,

le pregunté, sin entender lo que estaba planeando:

= Quiero que camines en cuatro patas y vengas hasta mi lado y que me des una chupada de verga…, muy rica…, de esas que tú sabes hacer…!.

Me gustó su idea; sonreí y me puse de “a perrita” y caminé hacia él, en cuatro patas. Él, a su vez, se sacó su pene, ya casi completamente en erección y lo llenó de leche con miel y me puso a chuparlo. Yo se lo mamaba complacida, de manera golosa. Él me aventaba sus caderas contra mi cara y me jalaba de los cabellos y me marcaba el ritmo con el que debería de mamarlo. Yo seguía sonriendo, muy complacida por las locas ideas tan cachondas que tenía el condenado José.

= ¡recuéstese mi perrita…!,

me dijo, y lo obedecí, quedando boca arriba y ese muchacho entonces, me despojó de mi baby doll y comenzó a embarrarme de miel, tanto en mis senos como en mi panza, mi vientre, mi sexo. Yo estaba riendo completamente de sus “ocurrencias”.

Luego de eso, comenzó a lengüetearme mis senos, recogiendo de esa manera la miel, cosa que se me hizo demasiado sensual; mis senos se me pusieron tremendamente parados y me puse demasiado caliente:

  • ¡José…, José…, me estás calentando muchísimo…!.

= Eso es lo que quiero mamita…, ponerte lo más caliente posible…, ¡para cogerte muy rico…!.

  • ¡Joséee….!,

le grité, en el momento que me sacaba un orgasmo, tan sólo con estarme chupeteando mis senos, y esa fue la señala para que José dejara mis senos y se “bajara” hacia mi sexo, siguiendo el rastro que había dejado la miel:

  • ¡Sí José…, síguele así…, sí…!.

lo animaba, convencida de que me lo iba a “mamar”.

Así fue: ¡comenzó a chuparme los vellos púbicos!, todos llenos de miel y poco a poco se fue acercando a mis labios vaginales, que también me chupó, siguiendo hacia arriba, hasta alcanzarme mi clítoris:

  • ¡Sí…, ahí…, ahí sí José…, chúpalo…, sí…!.

Y el chico se dedicó a complacerme; ¡me dio una gran chupadota!, que me hizo venirme a lo grande, en medio de gritos de placer y satisfacción:

  • ¡Sí…, sí…, no te detengas…, asíiii…!.

Y terminé por vaciarme en su boca, aflojándome por completo, de todo mi cuerpo.

El chico se echó por encima de mí y comenzó a penetrarme, con fuerza y, sin poder contenerme, comencé a vociferar incoherencias:

  • ¡Aaahhh…, papito…, José…, chiquito…, m’ijito…, qué verga…, me encanta tu verga…, me encanta que me la metas…, métela…, toda…, todita…,

hasta adentro…, chiquito…!. ¡Lléname de tu verga…, quiero muchísima verga…, muchísima…!.

Y en ese momento, José se detuvo y me preguntó:

= ¿Y si mañana traemos un stripper para que te coja…?

  • ¿Cómo…?,

le pregunté, sin entender:

= Sí…, a un “call boy”, de esos que se anuncian, como “escorts”, como “acompañantes” para señoras… ¿Te gustaría…?.

Mi mente trabajó a mil por hora, y mi cuerpo me traicionó, y sin ningún movimiento ni caricia adicional de José, mi sexo comenzó a “alborotarse” y, sin poder contenerme, se me presentó un gran orgasmo en ese momento:

  • ¡Aaaaggghhh…, síiii…, síiii…, cabroncito!.

¡Qué pinches ideas tan cachondas tienes…, José!.

= ¡Tengo muchas ganas de verte cogiendo con otros!.

¡De que te la metan muy rico…, y luego…, también yo darte para adentro…!.

  • ¡Dámelo…, dámelos, muévete…, cógeme…, dámelos todos…, échamelos!,

le grité a ese muchacho, sin poder contenerme, empujando mis caderas contra de él, girándolas muy rápidamente, haciendo que José se vaciara en mi vientre, llenándome con su semen.

Se dejó caer sobre de mi cuerpo;¡estábamos sudorosos los dos!. Tan sólo lo jalé de su nuca y me puse a besarlo en su boca:

  • ¡José…!.