Miércoles en un matrimonio

Una historia cotidiana en un matrimonio enamorado

Será por una tendencia no reconocida a la estadística pero, los días que estoy de guardia como abogado de oficio, valoro su rentabilidad por el numero de avisos (cobramos por avisos). Dos o más una buena guardia, uno, casi imprescindible, ningún aviso, una guardia desaprovechada, económicamente desastrosa.-

Con el sexo me pasa parecido, en un matrimonio como el mío: estable, con hijos, sin sobresaltos, veinte años de longevidad,  mido la actividad sexual estadísticamente: dos encuentros sexuales a la semana o más, todo perfecto;  uno, casi imprescindible;  ningún encuentro, empiezo a pensar en un matrimonio que no funciona; una pareja unida por otro tipo de condicionantes; comodidad, confort económico, amistad, pero…sin pasión.

Será por ello que los nueve días sin encontrarme sexualmente con mi compañera de espacios íntimos se me estaban haciendo inquietantemente largos. Más aun, cuando mi capacidad de abrir la válvula de los malos pensamientos es privilegiada.

No había sido, sin embargo una semana asexual en todos los sentidos; mis instintos estaban despiertos e incluso, había mantenido cierta actividad de cibercomunicación, en la que la tendencia a lo sexual encuentra siempre un camino corto y rápido. Ella también tiene sus amigos en la red.

No obstante, seguía pensando en esos nueve días de abstinencia, repasando incluso cómo y porqué había dejado transcurrir una noche de viernes, una de sábado con cena y sin hijos… como un entrenador que piensa en su derrota pese a las ocasiones no aprovechadas.

Este miércoles, víspera de puente, el mediodía marcó el final de la actividad laboral, momento para ir a casa a comer algo, descansar y ver lo que va deparando el destino; tienen que darse esas circunstancias asimismo para que a la misma hora, de forma no habitual mi esposa decida ir también a casa y coincidamos. Tres y media de la tarde…solos.

El pequeño, comiendo en el cole y con planes de entrenamiento vespertino y la mayor… whastapp: “-me voy al centro de compras, no voy a casa; J”.

Pues vaya! Solos en casa.

Un café en el sofá de la sala. La miré; un vaquero ajustado y un jersey negro de cuello vuelto, con unos botines de medio tacón. Media melena, alisada con planchas y discreto maquillaje.

-Estás guapa, te queda bien ese vaquero

  • Sí?

  • Sabes que llevamos nueve días sin follar?

  • Bueno… a veces las cosas son así, no pasa nada

  • Ya, pero…podemos solucionar eso ahora mismo

  • Hala!, cómo si esto fuera, aquí te pillo…

  • Ya, tienes razón. Si quieres hablamos un poco de ello antes. Qué te parece si cierro los ojos, te suelto el botón del pantalón y solo con el tacto, adivino el color de las bragas que llevas puestas.

A ver… Suelto el botón y mi mano se desliza por su vientre; encuentro fácilmente la cinturilla de las bragas; un lazito en el centro, perpendicular al ombligo; hago un reconocimiento táctil; algodón, eso me dá una pista: “blancas”.

“- Si, normales.”

“- Te toca.”

Ella suelta el botón de mi pantalón y sus dedos se infiltran sigilosamente en territorio enemigo. Siento su contacto; imagino sin mirar sus uñas pintadas de rojo recorriendo el frontal de mi ropa interior; no tarda en percibir la erección y se cerciora de ella, recorriendo con sus dedos toda su extensión.

“te está gustando el juego, eh”? Me dice. Yo me acerco a su oído y le susurro:

“-. No sé cómo te has dado cuenta” pero sigue todo lo que quieras, porque lo que va a suceder a continuación es que te voy a bajar el pantalón y voy a abrir tus piernas lo suficiente como para acercar mi rostro a tu sexo, rozártelo con mi nariz, con mi barbilla y respirar en él, para que sientas mi aliento a través del algodón de las bragas”

“Ufff, en serio vas a hacer eso?” pregunta mientras se recuesta cómodamente hacia atrás en el sofá.

“-Verás”

Y aferrando con firmeza los extremos de la cintura del vaquero, con la estimable colaboración de la ligera elevación de su cadera, gesto indudable de conformidad, deslizo el pantalón, dejando a la vista su cintura desnuda, sus bragas blancas. Suelto la cremallera de las botas y se las quito, me gustan sus calcetines; me resultan eróticos los calcetines que las mujeres se ponen debajo de las botas. Tras los calcetines, extraigo el pantalón por las piernas y su desnudez casi es total de cintura para abajo. Solo sus braguitas blancas de algodón protegen su intimidad, pero es poca protección. Estoy arrodillado frente a ella, separo sus piernas, me acerco y siento en mi rostro el calor y el aroma del deseo, del sexo.

Lo recorro con mi nariz, con mi boca y mi barbilla; de arriba abajo, de abajo a arriba. Mi nariz se detiene donde se adivina el clítoris y juega con él, dibujando circulitos a su alrededor; es fácil sentir por sus movimientos que estoy haciendo lo correcto. Muchos años de matrimonio para saber que voy por el buen camino.

Sé lo que corresponde ahora;  con el dedo índice separo la telilla de la braga y mi lengua directamente empieza a saborear su sexo; chupo y succiono, la introduzco ligeramente; juego con ella, rítmicamente. Restriego mi rostro sobre su sexo, me gusta impregnarme de su aroma, sentir la humedad de su flujo.

Su movimiento es cada vez más violento. Las palmas de mis manos abarcan su trasero, en contacto con el algodón de las bragas y siento sus convulsiones entre mis manos y mi rostro; sé que va a correrse y lo provoco; aumento el ritmo de mi movimiento, mi lengua hace un último esfuerzo hasta que su cuerpo se arquea hacia atrás en un curva casi imposible, un movimiento mantenido, unos segundos largos…respiración mantenida, un grito ahogado…

Y su cuerpo desfallece, recuperando violentamente el estado de relajación más abosoluto. Un suspiro…un orgasmo delicioso.

Me mira:

“-Vamos a la cama”

La veo camino de la habitación, con las bragas puestas, el jersey negro de cuello vuelto. Está…sexual.

Me desnudo completamente mientras observo que ella desliza el jersey por encima de su cabeza; asoma un sujetador bonito, blanco de encaje y así se introduce debajo del edredón. Está frío y nuestros cuerpos se sienten, se funden en uno solo. Su piel es suave. Nuestras bocas se buscan y nos comemos con pasión. Como si fuéramos amantes clandestinos, mezclamos nuestras salivas y jugamos con nuestras lenguas. Mi pene erecto, firme, caliente, se restriega sobre su vientre suave como la seda. Suelto su sujetador y lo arrojo al lateral de la cama, le quito las bragas. Ya estamos desnudos los dos, húmedos, olemos a sexo, estamos embriagados de sexo.

“- me gustas así de puta”

“- Mmmm, quieres que sea tu puta”

“- Ya lo eres, ya te he visto follar con otro”

“- Y lo que disfrutaste viéndonos!”

“- Sabes que puedes follar con quien quieras, que me excita y que me gusta”

“- Mmmm, no tengo con quien”

Solo dejamos de hablar para besarnos, nos miramos a los ojos pero nuestras bocas se llaman continuamente como si fuéramos adictos a la saliva, a los jugos del otro.

“- Y yo, qué te parecería si yo follara con otra?

“- Ah si?, quieres?

“- Alguna vez tendré que probar el sabor de otro sexo”

“- y con quien vas a follar?”

“- Que te parecería si  follo con mi psicóloga?”

“- Hablas por internet con ella?”

“- Mmmm He hablado con ella esta semana”

“- Y qué le cuentas?”

“Todo, puedo hablar de todo con ella”

“- Le has contado lo que hicimos en Madrid”?

“_ Si”

“- Y que te dice”?

“- me ha dicho una cosa.. muy erótica”: “Que le hago mojar las bragas”

“- Mmmm y eso te pone, no?” “te gustaría sentir sus bragas mojadas?”

“- Creo que si”

Con esas últimas palabras, me sitúo frente a ella, sus piernas me abarcan y mi polla busca el camino de su sexo…y la penetro; me empapa.  Entro y salgo y siento cómo su sexo abraza mi miembro, empujo una y otra vez.

“- Te estás imaginando a la psicóloga?”

“- Y tú, qué te estás imaginando tú?...Puta”

“- Shhhh”.   Dale fuerte!!!”

No soporto esas últimas palabras;  me hacen perder el control, me dejo ir y siento que todos mis sentidos se concentran en mi zona sexual o más bien, que pierdo todos mis sentidos porque…Me corro…Me corro dentro de ella,   como si fuera la primera vez. Como si llevara una eternidad sin sexo;  una eternidad de nueve días.