Mientras unos disfrutan, otros trabajamos... (2)
Debo admitir que lo ocurrido fue una locura, aunque no puedo negar que había sido muy excitante. No me podía creer que una recién casada pudiera perder el control así en el viaje de novios, donde se supone que hay cierto enamoramiento y que se han jurado amor eterno. En definitiva, estaba asombrado de cómo había sucedido todo y sólo me quedaba guardar el mayor de los silencios, asumiendo que no había sido nada profesional y que no podía caer en tentaciones.
Debo admitir que lo ocurrido fue una locura, aunque no puedo negar que había sido muy excitante. No me podía creer que una recién casada pudiera perder el control así en el viaje de novios, donde se supone que hay cierto enamoramiento y que se han jurado amor eterno. En definitiva, estaba asombrado de cómo había sucedido todo y sólo me quedaba guardar el mayor de los silencios, asumiendo que no había sido nada profesional y que no podía caer en tentaciones.
Mi trabajo debería estar al margen de todos los placeres que tenían los turistas y así me decidí a continuar mi nuevo empleo. Recibiendo escalonadamente a turistas de toda procedencia y condición. Practicando mi inglés "medio" (más que medio bajo) del que presumimos los españoles.
El día fue tranquilo, comenzando a pillar el truquillo de las horas y los descansos, una tarea fácil pero a la que debía habituarme. Al salir me di una ducha y me dispuse a dormir en la habitación que me habían cedido. Un descanso que aún arrastraba algo de jet lag y la intensa humedad de la zona. Dormí hasta tarde y sin mirar el reloj, sabiendo que mi horario era el del segundo turno, comí algo en la zona de empleados y me dispuse de nuevo a mi tarea. Al llegar, mi compañero aún estaba recogiendo y me cedió el testigo, abriendo de nuevo la puerta a los clientes. Eran sesiones de media hora y no me fijaba demasiado en los nombres de aquellos que solicitaban nuestros servicios.
Pero la sorpresa no tardó en aparecer. Primera cliente de la tarde: Lucía Peña (no lo he olvidado). La chica del primer día que acudió con la "inocente" que tuve la aventura. Se presentó sonriente, pero no sonriente de cualquier forma... Su aliento olía a mojitos desde la puerta y se expresaba de esa forma particular que tenemos todos cuando "tonteamos". Es decir, dos escenarios distintos: Uno, profesional que ejerce su trabajo y otro, de chica que está de luna de miel y se pasa de copas. Dos realidades tan distintas que no concuerdan por muchos que intentemos razonarlas. Pero parece ser que esas dos recién casadas no caían de ninguna manera en que mi trabajo era el de fisio y no el de colega de risas en una noche de copas.
Accedí a atenderla y mientras me lavaba las manos ella cerró la puerta con el pestillo (cuestión que no me percaté en un primer momento). Sólo traía el bikini, así que no tardó mucho en situarse en la camilla y quitarse la parte superior. Me hablaba animada, más como si yo fuera el camarero que le servía los mojitos o un amigo que había encontrado de fiesta. En un momento dado, comenzó a decirme que le había llegado a sus oídos lo bien que lo había pasado con su nueva amiga. Me quedé bastante cortado, como en shock, sabiendo que pese a ser una locura se había atrevido a contárselo. Le dije que por favor no se lo dijera a nadie, que había sido por primer día y llevaba bastante sin estar con una chica. Ella insistía, diciéndome lo bien que lo había pasado su amiga y que no había podido controlar sus impulsos.
Era sólo el comienzo de la sesión, cuando fui a coger una toalla a un pequeño cuarto contiguo que había con material junto a la sala. Ella se levantó de la camilla hacia el cuarto, sólo con el tanguita del bikini, siguiendo mis pasos... Pude ver la sombra tras de mí y cómo me preguntaba: "¿Buscas algo?" . Me di la vuelta un poco nervioso, su pecho blanco de la marca del bikini y sus dos pezones rosados medianos me apuntaban. "Sólo, sólo (balbuceé), buscaba una toalla". Ella se comenzó a reír, más que alegre por ese "punto" que llevaba encima fruto del alcohol, saltándose las normas que debería asumir una paciente. Mirándome con naturalidad y sin perder la sonrisa me dijo: "Mira nene, te ofrezco un trato. Yo me callo de lo que sucedió aquí y no le digo nada a tus superiores..." (un escalofrío me recorrió el cuerpo pensando que podría durarme el trabajo muy poco). "...Y tú a cambio me hablas más cerquita" . Se acercó más a mí y estiró mi camiseta. ¿Me estaba chantajeando?, ¿Estaba aprovechando mi inocencia siendo yo más joven?. No sabía ni que responder mientras su manita me atraía hacia ella tirando de mi camiseta. Y cuando menos lo esperaba, poniéndose de puntillas, me mordió sus labios con los míos, suave húmedo y con ese sabor a ron en su lengua. A la vez susurraba: "Veo que entiendes el trato" y poniendo morritos me decía: "Tienes que entender que mi marido tiene ciertas adicciones que no le permiten cuidarme como debiera...". Mientras, me comía el cuello y no de dejaba rozar sus tetas sobre mi camiseta.
A esas alturas, mi pantalón iba cogiendo forma, mientras le suplicaba: "No le vayas a contar esto a nadie, te lo ruego, estoy muy lejos de mi casa y me juego el puesto...". Ella sonreía jugando con mis miedos: "Venga tonto si mira como te gusta" (mientras su mano masajeaba por encima del pantalón mi polla). Yo. timidamente, comenzaba a masajearle sus firmes tetas y rozaba la aureola de sus pezones con la yema de mis dedos.
Me jugaba mi primera oportunidad profesional, me podía ver en la calle si alguien me descubría, aunque no puedo negar que tanto tiempo sin chicas producía que el deseo y las ganas se dispararan en mí. Pero poco podía pensar ante tal oportunidad que me ofrecía la vida.
Ella besaba y susurraba a la vez con habilidad: "Uy me han hablado muy bien de esto" mientras abría mi pantalón y sobaba su mano por encima de mi bóxer blanco, donde el contorno de mi miembro se marcaba duro. Me echó hacia atrás y me sentó en un taburete, poniéndose ella de rodillas: "A ver qué tiene aquí el nene". Estiró mi bóxer y mi polla apareció como un resorte, enorme y con las venas muy marcadas. Agarró mi tronco grueso y comenzó a descapullarme con destreza, haciendo q mi glande se humedeciera. Volcó su cabeza a un lado, dejando su pelo caer hacia un costado en mi muslo y me miró a mis ojos sin dejar de pajearme: "Uy que rico, el niño va a darme de comer". Sacó su lengua y lamió desde mis pelotas a la punta de mi miembro, antes de escupir, dejando caer su saliva, y sin dejar de mirarme, empezó a mamarmela. Me miraba, se la sacaba para sonreírme y sin dejar de pajearme se la volvía a meter en la boca comiéndome. "Glup, Glup, Glup, uy pequeño, es mejor de lo que me habían contado". Yo no podía parar de jadear, excitado y muy cerdo de la forma que me comía. Me sentía tan caliente que no era capaz de manejar la situación, ni dónde me encontraba, ni con quién.
Ella se retiró y se sentó en un pequeño taburete que había frente al que yo estaba. Se fue bajando el tanguita sin parar de sonreír dejando al aire su rosado coñito con su clítoris hinchadito. Me quité la camiseta y en pelotas comencé a avanzar gateando hacia sus muslos. Mi boca recorrió el interior de sus muslos y mi boca absorbió suave su clítoris, dándole muerdos y sintiendo su rajita en mi barbilla. Su carita de sonrisa se tornó en gemidos descontrolados, retorciéndose a cada lametazo, a la vez que dos de mis dedos le entraban en su empapada rajita. "Así mi niño, saborea mi coñito".
Ella sabía lo que hacía y llevaba el control de la situación. Yo sólo era un obediente chico, muy caliente y temeroso de perder el empleo.
Se bajó del taburete y en una fina colchoneta de rehabilitación se puso a cuatro. "Corre, a qué esperas, que te pueden pillar niño...". Me puse de rodillas tras de ella y con mis dos manos separé los cachetes de su culito respingón Al separarlos los labios de su coñito quedaron a mi capricho, agarrándome yo con mi mano mi miembro y enfilándolo para penetrarla. Mis caderas hicieron el resto del trabajo, atravesando su húmeda vagina y llegando a fondo. Mis caderas comenzaron a golpear contra los duros cachetes del culo de Lucía, follándome su coñito de recién casada y dándole todo el placer que deseaba: "Fóllame niño, dame más, así, ohhh, ohhh dame joder". Yo no paraba de bombear ese regalo inesperado, dándole intenso y a fondo. Ella no podía controlarse ya y sabía que el tiempo no era mucho, comenzando a decirme desesperada que se corría (y vaya que se corría...). Su coñito comenzó a eyacular, como no había visto hasta ese momento, mojando mis muslos que se empapaban a cada embestida: "Ohhh sí, joder, niño, sí joder...". Terminó agitada, recostada en la colchoneta y con la voz entrecortada dijo: "No te preocupes que no te voy a dejar así" (Yo aún no me había corrido). Se deslizó y me hizo sentarme de nuevo en el taburete, pasándose mi polla por las tetas y volviéndola a meter en su boca, sacándola y diciéndome: "Esto jamás se lo he hecho a mi chico...". Su boca me la comía con locura mientras su mano pajeaba resbalosa, mezcla de su flujo y sus babitas que hacían que su mano se moviera agil en mi falo erecto. Sabía lo que hacía y que no iba a poder aguantar mucho con lo cerdo que estaba: "Me corro, me corro, aahhhh". Los chorros de leche de mi glande mojaban su lengua y su boca, agitándola, sacándola de su boca y mojando sus mejillas y su barbilla, mi leche se derramaba de su boca a su escote mientras yo gemía desesperado.
Con su boca llena de leche y sonriendo me decía "Eres un bien niño, no le diré nada a nadie..." . Yo respiraba agitado, viendo como ella se ponía el tanguita y se limpiaba con una toalla. En ese momento, reaccione y me vestí corriendo, limpiando toda huella de lo sucedido allí. Ella abrió el pestillo y me dijo mientras cerraba: "Has hecho que la luna de miel haya merecido la pena". Y así, sin más, cerró dejándome solo y a la espera del siguiente paciente.
Recuerden, nunca la vida sabe cómo te puede sorprender y las conductas más formales pueden perder el control si la motivación es grande. El deseo puede estar callado, aunque puede aparecer y hacer que nuestros instintos se lancen al placer sin poder controlarlo. Esa necesidad de encontrar un gozo desconocido duerme en todos y aunque lo callemos discretamente puede desatarse sin avisar. Continuará...
Para cualquier consulta: Marcossur@outlook.es