Mientras llueve hazme el amor.

Me lamía y de vez en cuando se detenía justo sobre mi clítoris y lo succionaba con sus labios... yo apretaba su cabeza sobre mi vagina...

Yo tenía 18 años, era mi último año de preparatoria. Ella, Dulce, tenía 19 y tomaba casi todas las clases conmigo, no éramos muy amigas, nos agradábamos pero no convivíamos mucho juntas. Era 18 de octubre, y mientras Dulce, otras tres chicas y yo preparábamos una exposición en mi casa, comenzó a llover.

Cuando terminamos el trabajo, encendimos el televisor y sintonizamos una película, después de un rato, antes de que anocheciera, las chicas se despidieron, pues las tres vivían más o menos en la misma zona de la ciudad y se irían todas en un solo taxi. Dulce se quedó mientras esperábamos a que dejara de llover para que ella pudiera irse en su bici.

Nos volvimos a sentar en el sofá para seguir viendo la TV y de pronto me di cuenta de que un extraño silencio invadía la habitación. Intenté hacerle la plática, pero solamente salieron a relucir temas irrelevantes como el clima o la escuela, lo que me hizo ansiar que terminara de llover para que ella pudiera irse.

Cuando terminó la película, comencé a saltar de canal a canal para buscar otra cosa que ver, y al final terminamos viendo el noticiario. Aquél día se conmemoraba el día contra el cáncer de mama, y transmitieron una cápsula que hablaba de la prevención e hicieron hincapié en las auto-revisiones periódicas.

-Yo nunca me he revisado. No sé cómo.- le dije a Dulce para acabar con ese incómodo silencio.

-¿En serio? Deberías, se supone que a nuestra edad es importante hacerlo.

-Pero no tengo ni idea de cómo se hace. Tendré que preguntarle a mi doctora.

-Ya… ¿Y no te gustaría que te enseñara de una vez? ¡Vamos, levántate!- me dijo ella mientras me tomaba de la mano y me llevaba hacia el baño. Yo no tuve ni un segundo para rehusarme.

Me puso frente al espejo y me sonrió, luego me quitó la blusa y se colocó detrás de mi…

-Levanta tus brazos- me dijo y yo lo hice automáticamente, como si la orden se la hubiera dado a un robot. Yo estaba nerviosa y paralizada, pero en cierta forma, ese momento tan irreal me tenía emocionada.

Dulce comenzó a tocar alrededor de mis senos, presionando un poco. Yo me quedé helada. Paulatinamente, no sé cómo, esos toques un poco bruscos se convirtieron en suaves caricias que me proporcionaba sobre el sostén. Mi respiración se agitó y se me escaparon un par de gemidos, hasta que me di cuenta de lo inadecuado que era el momento, entonces me di vuelta y le dije a Dulce en un tono un poco molesto:

-Hey, ¿qué está sucediendo? ¡¿Qué te pasa?!

-Becca, he estado esperando por este momento durante mucho tiempo y perdóname si lo que hice no fue adecuado. Me gustas, me gustas mucho, no puedo dejar de pensar en ti, estás en mi mente todo el día y te deseo como loca.

-Dulce, creo que… no… quiero decir…- no pude articular ni una frase coherente, no sabía qué decir ni cómo reaccionar, pero antes de que me diera cuenta, Dulce me besaba y me aprisionaba contra el espejo mientras metía sus dedos entre mi cabello. No me resistí, en el fondo yo deseaba todo lo que estaba pasando y todo lo que iba a pasar.

Ella dejó de besarme los labios y comenzó a lamer mi cuello mientras bajaba lentamente hasta mis senos. Al llegar a ellos los apretó entre sus manos y mordió suavemente mis pezones todavía con el sostén puesto. Yo gemí y sentí que me iba a desmayar.

-Corazón, ¿quieres hacer eso? No quiero forzarte, no quiero que lo hagas si no lo deseas.

-Dulce, lo deseo, estoy toda mojada. Te deseo, quiero tenerte dentro de mi.**

Entonces ella me despojó de mi sostén y dejó mis senos al aire con los pezones duros , totalmente erectos. Los tomó entre sus manos cálidas y comenzó a frotarlos uno contra otro. Mis piernas temblaban y mi corazón latía a mil por hora. De repente, Dulce se había prensado de mi pezón izquierdo cual bebé que se amamanta de su madre; l o succionaba, lo mordía y lamía mi aureola como si quisiera alimentarse de él , mientras que con la otra mano masajeaba mi pezón derecho. Yo sentía ríos de líquido correr por mis muslos y estaba a punto de experimentar mi primer orgasmo.

-Du…Dulce… mi amor… mi bebita… me estás volviendo loca… aahh… ahhhhhhhh… no te detengas  bebita… aaaaaah… no pares… sigue comiéndome- le decía yo mientras con mis manos apretaba su cabeza a mi teta, pero antes de que yo pudiera correrme ella sorpresivamente se detuvo.

-Nooo mi amor, no, ¿por qué? ¿qué hice mal? Sigue mamándome, por favor, ¡por favor, no me dejes así!

-No te voy a dejar así preciosa. Te voy a volver loca de placer. Vamos a tu cama.

Corrimos a mi habitación y una vez ahí, Dulce me arrancó los jeans y las pantaletas, dejándome totalmente desnuda. Me hizo recostar sobre la cama y se desvistió frente a mí. Sus tetas eran perfectas, grandes, redondas y con pezones enormes de tono rosado. Sus piernas largas y su conchita con una linda capa de vello suave del color de su cabellera. En ese instante me enamoré completamente de ella. En ese instante acepté mi naturaleza lésbica. En ese instante acepté que me estaba muriendo por probar cada rincón, cada centímetro de su cuerpo.

Se subió sobre mí y siguió con la labor que había comenzado en el baño, la de comerse mis tetas. De repente sentí su mano entre mis muslos, abriéndose paso hacia mi concha. Yo gemí de una forma escandalosa mientras ella delicadamente pasaba sus dedos entre mis labios vaginales. Mis pezones ya dolían de tan erectos que estaban, pero ella los seguía chupando. Su dedo índice se detuvo en mi clítoris y lo presionó ligeramente, entonces yo me corrí.

-¡AAAAAAH! ¡AAAAH! Bebita, estoy llegando… ¡ME VENGO! ¡aaaaahhhhhhhh!

Entonces ella se apartó de mis senos y comenzó a lamer mis jugos.

-Estás deliciosa.- me dijo, y empezó a juguetear dentro de mi vagina con su lengua.

Me lamía de abajo hacia arriba y de vez en cuando se detenía justo sobre mi clítoris y lo succionaba con sus labios. Yo me estaba revolcando sobre la cama,  con la mano izquierda me acariciaba mi propio pezón y con la mano derecha apretaba la cabeza de mi Dulce sobre mi zona de placer. Gemía, gritaba, y me estaba retorciendo tanto que a veces cerraba las piernas, pero Dulce volvía a abrirlas y a introducirse entre ellas.

-¡No pares! ¡ESTOY LLEGANDO OTRA VEZ! ¡AAAAAAAAAH! ¡aaaaaaahhhh! ¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!- Me vine en su boca varias veces más hasta que tanto placer me dejó exhausta.

-¿Te gustó preciosa?

-Me volviste loca Dulce. No tenía idea de todo lo que me podías hacer sentir.- entonces ella me besó y en su lengua pude saborear mis propios líquidos.

-Ahora es mi turno. Quiero que me hagas el amor.

Se arrodilló en la cama y me llamó provocativamente con la mirada. Yo me abalancé sobre sus senos, tan duros, tan redondos, tan suaves… los apretaba con mis manos hasta que me decidí a probarlos con mi boca… entonces la tomé por la cintura y comencé a mamar sus pezones alternadamente, los succioné tan fuerte como pude y ella suspiró justo antes de empezar a gemir. Me levanté de nuevo y junté mis senos a los suyos, pezón con pezón, la apreté junto a mí y me restregué contra sus hermosas tetas.

Luego de un rato ella se acostó sobre las almohadas y abrió sus piernas totalmente, dejándome contemplar toda la hermosura de su vagina. Esos labios tan rojos y ese clítoris tan grande me llamaban gritando mi nombre, me pedían que los atendiera como se merecían… así es que me recosté boca abajo e introduje mi lengua en su preciosa zona y comencé a comerla como si fuera una paleta de dulce. Ella arqueaba la espalda y ahogaba sus gritos entre gemidos, y justo antes de que pudiera alcanzar el orgasmo, me levanté y metí mi seno derecho entre sus piernas, con mi pezón seguí frotando su clítoris.

-Mi pequeña Dulce, mmmmh, mi amor, mi primera amante, mmmmhh, gime, gime fuerte, que me excita escucharte.

-MMH, AAAAAAH, ¡AAAAAAAHHHH! Ya casi… mmh… ya… casi ME VENGO, ¡ME VENGO!- entonces sus jugos salieron a borbotones de su vagina y ella soltó un grito que seguramente escucharon a diez cuadras de distancia.

Nos dimos unos minutos de respiro, pero yo seguía excitadísima, más caliente que nunca… entonces sin pensarlo entrelacé mis piernas con las suyas y nuestras vaginas se encontraron una contra la otra. Entonces comenzamos a movernos rítmicamente, frotando nuestros clítoris. Aumentamos la velocidad y al mismo tiempo nuestras respiraciones se volvieron entrecortadas, gemimos, gritamos y juntas llegamos al orgasmo más intenso de esa noche.

-Amor, nunca había sentido tanto placer, nunca.

-Y yo nunca me hubiera imaginado lo que iba a pasar esta noche.- le respondí.

Nos quedamos abrazadas debajo de la cobija, con las piernas entrelazadas, con sus senos pegados a los míos y nos acariciamos tiernamente durante el resto de la noche. Al final nos quedamos dormidas y nunca nos dimos cuenta de cuándo dejó de llover…


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